CALANCHA ANTONIO

NATURALISTA.- Nació en Chuquisaca en 1584 en el seno de una familia católica muy devota y dos de sus hermanas se hicieron monjas. Fue su padre un Capitán español. De catorce años ingresó en la Orden de San Agustín y fue enviado a Lima a continuar sus estudios en el Colegio de San Ildefonso donde recibió el sacerdocio. Enseguida pasó a estudiar a la Universidad de San Marcos, obtuvo el grado de doctor en Teología y destacó como Predicador. Designado catedrático lector de Teología en el Colegio de San Ildefonso, leyó con aplauso esa materia por algunos años hasta ocupar el rectorado. Mientras tanto había ascendido en la Orden, fue electo Secretario de la Provincia, en 1630 ocupó el priorato del Convento de Lima, el 39 era Definidor de su Orden en el Virreinato del Perú.

Por dos veces visitó ese territorio haciendo observaciones y recogió nutrida información científica y cultural. Entre 1630 y el 31 recopiló numerosos apuntes que tituló “Crónica moralizadora de la Orden de San Agustín en el Perú, con sucesos memorables de esta monarquía, dedicada a Nuestra Señora de Gracia, singular Patrona y abogada de la dicha Orden…” con los trabajos y las misiones de los agustinos en el Bajo y Alto Perú, manifestándose como un profundo conocedor del vocabulario indígena de las plantas curativas, dentro de un estilo rebuscado, barroco y hasta oratorio, aunque siempre claro.

La obra fue editada en 1639 en Barcelona y existe una reimpresión en 1653 en Lima, constituyendo un testimonio fidelísimo de los usos y costumbres indígenas de estas zonas de Sudamérica.

La Crónica moralizadora de Calancha fue desde el primer momento un libro de obligada consulta y ejerció notable influencia en el pensamiento del siglo XVII en la Audiencia de Quito.

Sus impugnadores han manifestado que solo en ocasiones tiene límite entre la crónica medieval y la erudición humanista del renacimiento. En cuanto al fondo, abigarrado por la cantidad y diversidad de los datos que aporta, le muestra veraz y hasta con ribetes de sabio, al punto que se le ha llegado a comparar con tan célebres autores como Pedro de Peralta y Barnuevo y con los hermanos Diego y Antonio de León Pinelo, considerados los mejores escritores de su tiempo en el virreinato.

En 1642 dio a la imprenta en Lima un “Informe hecho al Virrey, sobre los castores que se cazan desde el Callao a Chile, manifestando que son los verdaderos, y las rentas que puede sacar de ellos Su Majestad”, tratado sobre los llamados lobos marinos que se criaban en esas costas y la cacería a que se veían sometidos por la utilidad comercial de su piel y fino pelaje.

Después fundó el convento agustino del Prado y siguió amontonando datos
para una continuación de su Crónica moralizadora, pero falleció el segundo domingo de Cuaresma, 1 de Marzo de 1654 a las 7 de la mañana, cuando se hallaba dispuesto a celebrar misa y a causa de un fulminante ataque de apoplejía, no sin antes recibir los últimos sacramentos. Tenía setenta años de edad.

Su discípulo el padre Bernardo de Torres (1) se dio el trabajo de pasar en limpio esa segunda parte y terminarla desde el lugar donde el padre Calancha la había dejado inconclusa, labor que realizó con mejor y más pulcro estilo, titulándola: “Crónica de los Santuarios de Nuestra Señora de Copacabana y del Prado”, que salió a la luz en 1655 es decir, un año después del fallecimiento de Calancha. Allí también se mencionan las costumbres y aficiones de las comunidades indígenas de aquella época.

Esta segunda parte, con datos e informaciones curiosísimos, volvió a llamar la atención de las personas cultas de España y América como había sucedido con la primera, que ya para entonces había sido resumida y traducida al latín por el padre Joaquín Brullio o Braulio (2) “separando los histórico de lo moral y la cosmografía y topografía para sólo aquello que pueda conducir a la integridad y perfección de la historia” (sic)

También se sabe de Calancha que escribió una “Vida de la Sierva de Dios Catalina de Arroyo, natural de Lima, monja donada en el monasterio de Descalzas del Señor Patriarca San José, que despreciando su nobleza, resplandeció en virtudes”. Lamentablemente no asentó la fecha en que la terminó y una “Breve historia de la Universidad de San Marcos” que salió a la luz pública en 1660.