CADENA LUIS

PINTOR. – Nació en Machachi, población del cantón Quito, el 12 de enero de

1830, hijo de Pedro Cadena Baca y Ana Jaramillo Albuja quienes lo pusieron inicialmente a estudiar sastrería. Un día se fue a Quito y como siempre había sobresalido en el dibujo, su padre lo condujo al taller del maestro Antonio Salas, donde permaneció ocho años alternando las diarias faenas del aprendizaje y haciendo vida de familia junto a los numeroso hijos del pintor. Tenía veinte y dos años de edad cuando en 1852 uno de sus clientes ricos, Manuel Palacios, le habló de viajar a Chile y como era medio aventurero le acompañó, radicando en Santiago. Allí conoció al célebre pintor francés Monvoisin, que le dio consejos muy útiles, se hizo un pintor conocido y hasta popular, al punto que empezó a vender bien.

De regreso en Quito, pudo sostener a su familia desde 1856, pintando para particulares, iglesias y conventos “con vocación de dibujante y distinción de colorista verdaderamente excepcionales”. El 57 fue favorecido con una beca que le concedió el gobierno del Presidente Francisco Robles para estudiar pintura en Roma.

En dicha ciudad entró a la Academia de San Lucas y trabajó con el maestro Alejandro Marini realizando notables adelantos y pintando cuadros costumbristas especialmente sobre las modas de los siglos XIV, XV y XVI. Para pagar su beca realizó numerosas copias de cuadros famosos que remitió al Ecuador, sobresaliendo el “Rapto de Proserpina” de Rubens, que causó admiración en Quito por su belleza técnica, colorido y grandes dimensiones.

En 1860 estuvo de vuelta y fue favorecido por el presidente García Moreno que le hizo abrir una escuela a la que concurrían numerosos jóvenes quiteños deseosos de mejorar sus dibujos y aprender los secretos de la pintura europea, y volvió a pintar cuadros religiosos y retratos, pasando muchas de sus obras al extranjero. Era correcto en el dibujo y preciso en los detalles.

En 1870 era tanta su fama en Quito que le buscaban de toda la república por sus retratos. Ese año retrató a Juan León Mera y a otros miembros de esa familia ambateña.

En 1872 fue designado Director de la escuela de Bellas Artes que funcionó en el edificio que después fue “Palacio de Justicia”, mientras tanto sus conocimientos del idioma italiano le permitieron hacer amistad con los padres agustinos y dominicanos venidos al país a hacer la reforma religiosa en esas comunidades. Ellos se convirtieron en sus mecenas y protectores y le encargaron numerosos trabajos. Para la cúpula de San Agustín pintó una serie de ocho lienzos sobre la vida de ese patriarca y para Santo Domingo decoró por completo el templo, pues había sido rehecho tras el terremoto sufrido en 1859. También pintó los retablos de las capillas laterales y los misterios del Rosario de los espacios ubicados entre los arcos de la nave central de esa iglesia. Igualmente y bajo mandato del padre Jacinto Lacámera, las imágenes de San Vicente y del Señor Crucificado, así como la clásica de Nuestra Señora de Pompeya en la misma iglesia. Para el Convento de los jesuitas pintó varias composiciones originales sobre el niño Jesús que merecieron el encomio de los entendidos.

Con la muerte de García Moreno en 1875 decayó la escuela de Bellas Artes, aunque Cadena la mantuvo con serios tropiezos por varios meses durante la presidencia de Antonio Borrero; triunfante la revolución, las fuerzas del General Ignacio de Veintemilla se hospedaron en el local de la Escuela y se distraían haciendo ejercicios de puntería y tiro al blanco con los modelos de yeso que Cadena había confeccionado en Europa y que reproducían las esculturas clásicas de la antigüedad greco romana. Amable y modesto sufrió mucho al ver la destrucción de su obra.

“Fue el pintor más apreciado por sus compañeros y alumnos”, de él se cuenta que era tan hábil que estando en Chile pintó dos copias de cuadros antiguos, que agradaron tanto al comprador, que le pagó cuatro veces más del precio convenido. Entre sus discípulos sobresalió Juan Manosalvas. A principios de 1889 su amigo el también pintor Honorato Vázquez le solicitó que copiara un cuadro famoso de Ary Scheffer titulado “Cristo Consolador” recomendándole que se guiara por el gusto de la escuela italiana. Cadena le agradeció por la libertad en que le dejaba para poder guiarse por su gusto. Mas, en mitad de la obra, le aquejó la última enfermedad que le llevaría a la tumba y el cuadro quedó inconcluso pues falleció en Quito el 6 de Mayo de ese año, de escasos cincuenta y nueve de edad, a causa de una rápida cuanto violentísima pulmonía que los médicos no pudieron detener. Sus restos reposan en el santuario de Guápulo. Estuvo casado con Josefa Cortés y Alcedo y tuvo numerosa descendencia.

En el Palacio de Gobierno se conserva el cuadro de los mártires del 2 de agosto de 1810. En el Museo Jijón Caamaño un magnífico autorretrato suyo fechado en 1877 donde se le aprecia con sus ropas usuales de trabajo, en la Universidad Central el retrato de García Moreno y en la capital de los Estados Unidos un hermoso retrato de Jorge Washington elaborado para el concurso convocado por el bicentenario de su nacimiento y que logró el Primer Premio. También se conservan otros retratos, el de Juan Montalvo, el de fray Vicente Solano.

En la sala de mi domicilio tengo desde hace sesenta años cuando menos, un pequeño óleo de Cadena que adquirí en un viaje a Quito, bastante maltratado y por eso le hice restaurar de Vicente Ortega en Guayaquil. Se trata de una choza con techo de tejas y una cerca esquinera compuesta de maderos, situada en alguna población cercana a la costa, de la que sobresale una bella enredadera sin flores.