LIDER INDIGENA.- Nadó el 26 de Octubre de 1 881 en el sitio san Pablo Urcu, parcialidad de Moyurco, perteneciente a la gran hacienda “Pesillo” cerca de Cayambe, Provincia de Imbabura, propiedad de los padres mercedarios y fue hija de Juan Cacuango quien falleció joven y Andrea Quilo, peones conciertos en dicha hacienda, indios gañanes que solo hablaban en quichua y vivían en extrema pobreza pues la riqueza y elevada condición social de sus antepasados los Angos, Caciques y Régulos del norte andino del actual Ecuador se había deteriorado notablemente. Los apellidos con esa terminación ANGO gobernaron el reino de los Cayambis hasta 1534 que triunfó la dominación española.
Según contaban en la población de Cayambe, la hacienda Pesillo había sido de un Cacique o indio principal llamado Abdón Guatemal que no sabía leer ni escribir en castellano. Los mercedarios llegaron, lo casaron con Maria Soforina Sarabia o algo parecido, bendijeron la tierra, se le hicieron amigos, lo llevaron a conocer la costa y el mar y ganada su confianza le hicieron firmar un pergamino de donación de esas tierras, pues no tenía hijos, pero un indio sirviente de Guatemal se apropió de la escritura y la llevó a esconder a otro lugar.
En 1559 los mercedarios tenían cuatro haciendas grandes denominadas Pesillo, Pisambilla, la Tola y Purintanga, en la actual provincia del Pichincha. En 1864 eran dueños de trece con la incorporación de Moyurco, la Chimba, san Pablo Urcu, Pucará, Santa Ana, el Molino, los
Potreros, Pisulí y Chanchalito. En 1908 el Presidente Eloy Alfaro dictó la ley de manos muertas o de beneficencia y las haciendas de las comunidades religiosas pasaron a poder del Estado y en lugar de devolver las tierras a los indios que las habían trabajado durante siglos como hubiera sido lo justo, se creó la Junta de Asistencia Pública, nuevo latifundismo que en nada benefició al país si no a unos cuantos palancudos – la mayor parte de ellos eran miembros de la aristocracia quiteña – que empezaron a enriquecerse con sus arriendos y/o administraciones.
Los frailes no se inmutaron y levantaron una nueva, la segunda, que mantuvieron celosamente guardada para prevenir cualquier reclamo y a base de esta patraña ejercieron la hegemonía durante siglos.
La niña Dolores creció campesina en la choza pobrísima de sus padres huasipungueros, sin concurrir a escuela alguna. Jamás aprendió a leer o a escribir pero algo había en ella que la diferenciaba del resto de sus congéneres, porque decidió sacar de la pobreza e ignorancia a los demás.
Tuvo varios hermanos y hermanas aunque solo una llegó a la edad adulta. Muy jovencita y ya huérfana de padre fue a trabajar de doméstica en casa de los patrones de la hacienda para pagar alguna deuda familiar que entonces eran hereditarias y aprendió un poco el castellano. La producción de la hacienda era enviada a Quito cada quince días, transportada por los arrieros en recuas de seis mulas. Se componía de provisiones para el convento y de cajas con monedas de plata esterlina y plata blanca proveniente de la venta de los productos. Los frailes eran prestamistas a interés y así multiplicaban sus capitales. Pesillo tenía un fraile mercerdario que hacía de administrador y un mayordomo casi siempre blanco o mestizo, escogido por los frailes de Quito para dirigirlo todo, sus tierras casi eran ilimitadas pues los linderos no estaban bien definidos, tenía bosques de eucalipto y de maderas autóctonas, grandes pastizales dedicados a la cría de ganado vacuno, caballar, ovejuno y porcino, producía harinas, lanas, carnes y quesos. Entre sus construcciones tenía graneros y cinco molinos, queserías, bodegas, caballerizas, corrales, porquerizos, horno de tejería y otros servicios complementarios. La producción satisfacía la demanda interna y generaba suficientes excedentes comerciables y era tanto el trabajo que para las cosechas – como
no alcanzaba la gente propia – se traían peones de Otavalo, de Rumipamba, etc. llamados yanaperos porque solo realizaban trabajos a destajo y no eran parte propiamente de la hacienda, que por su forma tradicional, se componía de la tierra y sus indios, así como de las construcciones y sus aperos, animales, bosques y pastizales. Cuando se inició el boom del caucho se ampliaron los linderos a las zonas subtropicales y contrataron trabajadores colombianos que cauchaban con los indios. En Pesillo existía un régimen de encomienda, patriarcal a veces, pero violento en otras. Toda infracción – ociosidad, desobediencia, hurto – se veía como pecado mortal y castigaba con el despido a la nada pues les despojaban de sus huasipungos (tierra para sembrar) y/o volteaban las casas. En cambio, los delitos menores como la inasistencia, demora en el trabajo, uso de los recursos sin expreso permiso, era castigado como infidelidad, delito menor que sin embargo merecía severos castigos pues los frailes solían usar fuetes de alambre forrado con cuero haciendo echar en el suelo a los peones, les alzaban las ropas y sobre la piel desnuda les latigueaban por donde quiera, llegue o no llegue a los ojos.
La primera experiencia política de la joven Dolores le vino sorpresivamente cuando Juan Albamocho, indio ladino porque sabía leer y escribir en castellano, considerado casi un tinterillo en Cayambe, disfrazado de mendigo (vestido de pastuso, con sombrero de petate, con zapatos negros y pidiendo caridad) se sentaba al pie de los despachos de los abogados y oía lo que conversaban. Una tarde regresó gritando a la hacienda: Estamos salvados, existe la ley a favor de los indios.
En lo físico Dolores era bajita, ni gorda ni flaca, de rostro cobrizo, altivos sus ojos y el pelo negros, usaba trenzas a la manera indígena y dignificó su hora vital pues de veinte años se escapó de su comunidad donde la querían casar contra su voluntad y se fue a Cayambe con un grupo de arrieros y de allí tomaron hacia Quito, viviendo cuatro años en la casa de la esposa de un
militar, donde mejoró ostensiblemente sus nociones del castellano, hasta que decidió volver para casarse el 15 de Agosto de 1905 en Cayambe con Rafael Catucuamba de profesión agricultor, hijo de José Catucuamba y de Juana Chirana, huasipungueros en Pesillo, ya fallecidos. Dolores figuró en la partida matrimonial como de veinticuatro años de edad y profesión hilandera.
“Fueron muy unidos pues si ella hilaba él tejía. Si él torcía la cabuya ella cosía el pantalón, si ella tostaba el grano él molía en la piedra, si él amarraba ella emparejaba la yunta. Desde el tiempo en que eran peones y huasicamas de la hacienda iban juntos a la siembra, al deshierbe y a la cosecha. Juntos al pastoreo y al molino y cuando ella comenzó a trabajar en la dirigencia él no tuvo inconveniente en reemplazarla en las labores agrícolas. En las frecuentes ausencias de su mujer asumió todas las responsabilidades de la casa y crianza de los hijos. Jamás le impidió entregarse a la lucha ni tuvo celos de su prestigio. Todo lo contrario, si creía que su compañera era necesaria, no dudaba en seguirla y en las horas de la ternura o el llanto los dos estaban entrañablemente unidos. A mi papá le decían: Vos no sigas a tu mujer, vos deja. A ella al archipiélago vamos a mandar. A vos vamos a mandar al huasipungo. Dolores decía: Vos quédate nomás. Yo ca en donde quiera he de morir, pero él no, atrás, atrás. En medio de los sinsabores, de la lucha, se daban tiempo para visitar con un manojo de flores, las cruces blancas, debajo de las cuales reposaban sus hijos (1)
Pero no todo ha de haber sido agua de rosas como románticamente lo refiere el hijo de ambos, pues en una carta fechada en Marzo del 48 Ricardo Paredes le solicita a su esposa Zoilita Cedeño que visite a Dolores “pues se ha enterado que el marido la ha golpeado.”
Los recién casados tuvieron choza en el sitio Yanahuayco cercano al pueblo de Cayambe, trabajaron duro la tierra y les nacieron nueve hijos, seis murieron recién nacidos, dos de corta edad con
enfermedades intestinales por la falta de higiene y salubridad, sobreviviendo únicamente el mayor llamado Luís Catucuamba, que puesto a estudiar en la escuela de Ayora fue un alumno brillante. Su madre no permitió que asista a la conscripción donde se les desclasaba a los indios pues luego no querían volver a la comunidad. El Dr. Manuel Agustín Aguirre patrocinó su causa porque como hijo único de madre viuda no estaba obligado y ganó el juicio. Después ascendió a secretario del Sindicato de Moyurco. En 1946 llegó a educador de indígenas en la escuelita de su pueblo natal, que funcionó varios años en casa de su madre, a quien todos llamaban Mama Dulu, pues ella quiso que este hijo único suyo ayude a su pueblo. Oswaldo Albornoz, Raquel Rodas de Romo y otros autores han tratado sobre Dolores, reuniendo los datos que hemos tomado para esta biografía.
Los padres mercedarios tuvieron que abandonar Pesillo cuando el presidente Eloy Alfaro dictó en 1908 la ley de manos muertas y entregó las haciendas de propiedad de las comunidades a la recién creada Junta de Asistencia Pública. El Arzobispo González Suárez escribió ¡Protestamos contra esa Ley porque la autoridad temporal ha extendido su mano sobre bienes sagrados, se ha apropiado de ellos sacrílegamente y ha dispuesto de los mismos templos donde se da culto a Dios. Vuestra cuchilla va, vuestra cuchilla viene; corta, taja…¿Dónde está el mal? ¿Cuál es la viscera enferma? ¿No echáis de menos el corazón? ¿No advertís que se ha convertido en estómago?
(1) El matrimonio civil por contrato escrito de los blancos no tiene importancia para los pueblos andinos que eran ágrafos pues nunca conocieron el alfabeto, de manera que sus contratos eran y siguen siendo verbales. Sus matrimonios no son como en el caso de los occidentales, la unión de dos familias, pues todos son miembros de la misma tribu, llamada comunidad durante la República, de manera que no existe de por medio el honor familiar La sociedad andina cuenta con normas propias. Los matrimonios son a prueba y nadie se extraña ni sufre porque no salga bien. La virginidad no tiene la absurda y desmesurada importancia que le dan los católicos, que piensan que el honor de una mujer está en ser doncella antes del matrimonio y para colmos, engloban el honor de toda la familia en los dichosos hímenes de las hijas. Los indígenas NO consideran impura a la mujer que ha perdido su virginidad antes del contrato. Los matrimonios andinos se realizan pidiendo a la novia, que es concedida por sus padres al peticionario representado por un padrino, aunque pueden negarla según los casos sin que esto se vea mal o sea punto de honor Aceptada la petición, los novios se alejan a su choza saliendo de entre los parientes y tomados de las manos alegremente inician una nueva vida en libertad. En nuestros campos se dice que tales o cuales parejas están tomados de las manos y el porcentaje de estas uniones “libres” alcanza el 80% mientras los matrimonios solo el 20% mientras en las ciudades, donde la aculturización ha avanzado, las uniones libres suman un 60% y los matrimonios el 40%, prueba más que suficiente para indicar que el matrimonio andino subsiste como institución, a pesar de los cinco siglos de dominación blanca en Hispanoamérica. |
Entre 1908 y el 12 Pesillo estuvo sin administrador, pero muerto Alfaro ascendió al poder el General Leonidas Plaza Gutiérrez y nombró administrador a un sujeto colombiano llamado Enrique Fierro, que llevó de mayordomo a Pancho Portilla de quien se decía que había sido militar”. Este se hizo temer de los indígenas que llegaron a creer que era un rabudo (demonio) En 1919 los trabajadores de Pesillo se negaron a cumplir sus labores, Fierro pidió el auxilio de la
fuerza pública. El gobierno despachó un piquete de soldados de caballería que llegó con tiros al aire pero fue recibido con piedras. Portilla les arengaba pero fue impactado por un disparo en el vientre, que le hizo caer del caballo. En el suelo y vomitando sangre ordenó “Tiren a matar”. Encarnación Colta gritaba “No tengan miedo, no mata la bala, mata el destino” y cuando retiró el cadáver de su hermana se dio cuenta que tenía el pié atravesado por una bala y la falda agujereada. Murieron cosa de treinta indígenas (Juana Calcán, Rosa Colcha, mama Cipriana, Mariana N. etc.) pero también falleció Portilla, fueron retiradas sus vísceras y se le enterró detrás del altar mayor en la Capilla de la hacienda. Numerosos hombres y mujeres quedaron lisiados por las heridas para siempre. Los “guaguas” huérfanos fueron recogidos y criados por parientes o vecinos de la comunidad.
En 1922 con la aparición del libro “El indio ecuatoriano” de Pío Jaramillo Alvarado, se inició en el Ecuador lo que se ha llamado la etapa del indigenismo, que tanta trascendencia tuvo en la literatura y el arte del país y que culminó con la revolución democrática del 28 de Mayo de 1944 que trajo cambios políticos En Enero de 1925 se formó en Quito el grupo socialista “La Antorcha” que pasó a convertirse en centro germinal de otros que surgirían en diferentes regiones del país como “La Reforma” en Tulcan, “Lenin” en Ibarra, “Partido Social Demócrata” en Riobamba, “Núcleo Socialista del Azuay” en Cuenca. “La Vanguardia” en Loja, “Centro Socialista Doctrinario” en Guayaquil, asi como de varios más en Ambato, Latacunga, Otavalo, etc.
En los primeros meses de 1926 ocurrió el levantamiento indígena – mestizo de la hacienda “Changalá” cuando un quillca de Otavalo amigo de los indios descubrió casualmente un pergamino duro como cuero con una Cédula Real que conferia a las Comunidades la propiedad de los pastizales en los páramos. Esta hacienda había pertenecido a los Matheu y Herrera, a sus hijos los Ascázubi Matheu, a sus nietos los del Alcázar Ascázubi, una de estas últimas: Mariana fue la segunda esposa de su tío político el tirano Gabriel García Moreno, cuando éste enviudara de Rosa Ascázubi Matheu. García Moreno había administrado por varios años Changalá. A su muerte pasó a administradores diversos hasta que su hijo Gabriel García de Alcázar entró a la mayoría de edad y como no vivía en Changalá empezó a arrendarla directamente, cobrando precios excesivos. Indios y pueblerinos se unieron para reclamar las tierras Al frente estaba Jesús Gualavisí de la Comunidad de Juan Montalvo y comandaba a los puebleños de Cayambe un grupo de mujeres formado por Petrona Barriga, Lucinda Barba, Rafaela Torres, Ana Valdivia y la negra Beltrana.
Luís Felipe Chávez, delegado socialista, orientaba el movimiento de “Changalá” y volcó la atención de los líderes de izquierda hacia la figura de Jesús Gualavisí quien con todo mérito honró el nacimiento del partido Comunista Ecuatoriano ese año, llamado a luchar por los derechos de los oprimidos. Los socialistas del periódico “La Antorcha” vinieron a ofrecer su respaldo a los alzados, en tanto los patrones traían a los batallones Carchi e Imbabura para sofocar el levantamiento.
Pronto indios y mestizos fueron dominados. A los indígenas más rebeldes se les llevó presos a Quito mientras a las mujeres mandaron ante el confesor para que declaren que eran comunistas y en penitencia recibieron el mandato de arrepentirse de su terrible pecado y de guardar silencio para siempre.
En Octubre de 1926 Jesús Gualavisí lideró una multitudinaria marcha compuesta de mil indígenas supuestamente para hablar con el Presidente Isidro Ayora. Este engaño surgió de la mezquindad del Jefe Político de Cayambe. Al llegar a la capital los líderes fueron tomados presos y en el cuartel de policía les pegaron y ultrajaron. Finalmente les recibió un secretario quien les aconsejó que regresen en paz, pidan perdón al patrón y se pongan nuevamente a trabajar, pero consiguieron que una Comisión viaje a Cayambe a investigar y juzgar los hechos. Al regreso los acosaron varios efectivos del ejército y hasta les incendiaron sus chozas. Dolores, su esposo e hijos – tres tiernas criaturas – quedaron desamparados y sin hogar.
A consecuencia del escándalo que originó la marcha, el gobierno del Presidente Isidro Ayora creó la Junta Protectora de Indios en 1927 y el 29 el Congreso aprobó la Ley de Comunidades, legalizando por primera ocasión en la república las tierras comunales, que desde épocas ancestrales mantenían los indígenas en posesión, pues muy pocas veces habían obtenido el reconocimiento de la propiedad, casi siempre dado por el Rey de España.
Ricardo Paredes, Luís Felipe Chávez, Alejandro Sandoval, Eleodoro Noboa y Rubén Rodríguez formaron en los años 1927 al 30 los primeros sindicatos indígenas del Ecuador. En Cayambe “Tierra Libre”, en Yuca “Pan y Tierra”, en Pesillo “Muyurco” y “La Chimba”. Dolores fue activista en “Tierra Libre,” su conciencia clasista se había consolidado y estaba en condiciones para plantearse objetivos más elevados.
A principios de Enero de 1931 participó en el gran alzamiento de las haciendas Pesillo y Muyurco donde las mujeres desempeñaron un rol protagónico aun a riesgo de sus vidas, asumiendo tareas de espionaje, reclutamiento y defensa, sin temor a las balas de los patrones y soldados., pues, el gobierno del Presidente Isidro Ayora, a petición del Jefe de la Junta de Asistencia Pública, Augusto Egas, envió al batallón Yaguachi comandado por el oficial Alberto Enríquez Gallo. Las casas fueron volteadas e incendiadas, los indígenas atormentados por los soldados. Finalmente el día 7 de ese mes los arrendatarios José Delgado y Julio Miguel Páez llegaron a un acuerdo con los alzados. El Ministro de Gobierno, Miguel Angel Albornoz Tabares, a través de Alberto Batallas, comisionado de asuntos laborales, se comprometió a respetar la jornada de ocho horas laborables, un día semanal de descanso, la abolición del trabajo de las servicias, etc., para entonces, los indígenas de la vecina hacienda La Chimba, que también habían plegado al paro, accedieron a volver al trabajo y el 21 de Abril se conformó la actual parroquia Olmedo con casi mil habitantes, la mayor parte expulsados de la hacienda Pesillo aunque otros eran arrieros, por eso a la nueva parroquia también se la conoció como Pueblo Nuevo.
I como para el 8 de Febrero se había citado a dos mil indígenas para que concurran a la parroquia Juan Montalvo en el cantón Cayambe, a fin de participar en el I Congreso Nacional de Campesinos del Ecuador, la prensa anunció que detrás de ello estaban elementos socialistas que solo deseaban crear el desorden. En estos ajetreos Dolores ayudó al líder Jesús Gualavisí. El gobierno envió nuevamente al batallón Yaguachi, tristemente célebre por su pasada violenta actuación contra los indígenas, para que impidiera la reunión. La zina de Cayambe fue declarada en estado de sitio y el Congreso no se reunió.
El 28 de Febrero de 1931 el Senador por la raza indígena, el político socialista Pedro Leopoldo Núñez, informó al Ministro de Gobierno y a su vez, éste mintió a la Nación, lo siguiente: “Las autoridades se han concretado exclusivamente a mantener el orden, acudiendo a tiempo para estorbar la concentración de multitudes subversivas, como aconteció con respecto al llamado Congreso de Campesinos, bajo cuyo nombre se trató de reunir en Cayambe, en inmenso número, a todas las Comunidades de Indios de las provincias interioranas, especialmente de Tungurahua, León, Pichincha e Imbabura con el visible y único fin de inducirías a cometer desórdenes y provocar conflictos al Gobierno..” Lamentablemente el Ministro olvidó informar sobre los hechos de fuerza y múltiples abusos cometidos contra los indios, ni siquiera se dio cuenta a la opinión del país, de la movilización del ejército a Cayambe en plan de campaña, para guardar el buen nombre de la Patria. Nada tampoco se dijo sobre la persecución a los dirigentes indígenas y los revolucionarios marxistas y todo ello únicamente para poner a buen recaudo la propiedad privada de los señores feudales del interior de la República. Tampoco se dijo sobre la prisión de los indígenas Virgilio Lechón, Marcelo Tarabata, Juan de Dios Quizpe y Bejamín Campués, publicadas en las páginas de El Comercio de Quito. Oswaldo Albornoz Peralta en su obra “Dolores Cacuango y las luchas indígenas de Cayambe” manifiesta que esto no debe extrañar a nadie siendo el Presidente de la República Dr. Isidro Ayora y su ministro de gobierno poderosos latifundistas y estar el gabinete integrado por hacendados y oligarcas de mucha prestancia, todos ellos acérrimos enemigos de las conmociones sociales que pueden hacer peligrar la institución sagrada de la propiedad, establecida por Dios para sus exclusivos beneficios y de todo tumulto y rebeldía que puede hacer variar el status quo de sus bolsillos, se haya perseguido con tanta saña a los indígenas e impedido la reunión del susodicho Congreso en Cayambe.
En las haciendas serranas existía el mayordomo asistido por sus ayudantes mayorales y los cuentayos responsables de la reproducción y crianza del ganado (habían cinco clases de cuentayos: los de boyada, de rejo, de repelo, de contrapelo y de caballería) también habían las ordeñadoras que se escogían entre las mujeres de los huasipungueros que hacían los trabajos de campo. El huasicama era el peón que servía en las casas, su mujer era la encargada de preparar los alimentos. Sus hijas eran las servicias, destinadas a limpiar y barrer los cuartos. Los yanaperos colaboraban eventualmente porque solo daban la mano en el trabajo en las época de siembra, deshierbe o cosecha a cambio de una yanapa, favor o gracia para utilizar el agua, la hierba o los caminos interiores de la hacienda.
En Pesillo estos yanaperos eran los mestizos pobres descendientes de los primeros artesanos llevados por loa padres mercedarios (herreros, talabarteros, plateros, pintores, sastres, zapateros, carpinteros, peluqueros) de aquí salían los arrieros que transportaban las cargas en mulas a Quito, Ibarra, Tulcán, desde donde se exportaba a Colombia, etc. En su mayoría habitaban en un callejón que daba acceso a la hacienda y lograron del Presidente Isidro Ayora en 1929, cuando se trasladaba por el lugar para la inauguración de la carretera a Ibarra, les permita constituirse en pueblo, naciendo al llamado caserío Olmedo en la donación que les hizo de un potrero llamado El Dije, perteneciente a la hacienda Pesillo, por entonces en manos de la Asistencia Pública. Cada jefe de familia recibió un terreno de 400 metros para su casita, corral de animales y pequeño huerto. Las familias de más de seis hijos recibieron otro terreno adicional.
Los arrimados no tenían nada, vivían con sus parientes y colaboraban en época de gran demanda de mano de obra pues quedaban para el chucchir (recoger los granos que quedaban en el suelo después de las cosechas) el pastoreo en los rastrojos y las aradas.
El 10 de Marzo del 31 integró con otros ciento cuarenta y un indígenas de Cayambe la gran marcha hacia Quito para hacer valer sus derechos. Caminaban de día y de noche y poco a poco fueron engrosando la marcha. Luís Felipe Chávez les alojó en una propiedad que tenía en La Magdalena al norte de Quito. Augusto Egas acordó una reunión con el Presidente Ayora pero lejos de eso les hizo arrestar y conducir al Cuartel de la Policía donde les vejaron.
En 1934 fue activista en la campaña presidencial del Dr. Ricardo Paredes y asistió a la reunión de una Conferencia de cabecillas que sentó las bases para lograr la unidad a nivel nacional del Partido Comunista. Dolores había madurado lo suficiente y con rapidez, era una dirigente recia y experimentada. El 36 se reunió en la sede de la Unión Sindical de Pichincha el I Congreso de cabecillas indígenas. Al año siguiente el gobierno del General Alberto Enríquez Gallo, expidió el reglamento de la Ley de Comunas y el Código del Trabajo.
En Octubre del 42 preparó en Cayambe el recibimiento de Vicente Lombardo Toledano, Presidente de la Confederación de Trabajadores de América Latina CTAL quien contaría después “Al llegar a Cayambe me recibió el Cura Párroco a nombre de los feligreses. Después una comisión de mujeres y de hombres indígenas que me saludó también en nombre del pueblo me instaron a bajar del vehículo y pronto emprendimos la marcha acostumbrada. Creí que se trataba de un recibimiento de los vecinos del lugar como en todos los sitios hasta entonces visitados, pero mi sorpresa fue enorme. Eran hombres montados a caballo que habían venido de todos los ranchos, de todas las haciendas, de todas las arrugas de la cordillera. Centenares de hombres montados con hachones, a cuya luz pude ver las banderas de México tremoladas por los indios junto a las banderas de su propia Patria y luego de que el río enorme desembocó en la soberbia plaza de la población, comenzó el mitin. Al asomarme al balcón, el espectáculo que se extendía ante mis ojos era estupendo por el colorido, por la emoción, por el entusiasmo del público. Empezaba apenas a hablar cuando de abajo surgieron gritos de los campesinos montados. Danos tierra, compañero Lombardo, me gritaron. Otros decían Queremos libertad. Otros, queremos protección. Otros más clamaban: Ayúdanos. Gritos patéticos, aislados, que subían de la plaza, electrizando a los que estábamos allí, obligándonos a prestar una atención especial a aquellos grupos, que antes que los oradores, empezaban ya a conversar con el viajero que llegaba de lejos. I hablé largamente.. Hablé de mi misión. Hablé de América. Hablé del futuro.
I hablé de mi patria. De lo que aquí hemos hecho, de la reforma agraria, de la reforma educativa, de la escuela rural, de la lucha contra los vicios, de la liberación de nuestros pueblos, de la obra toda de la República, que ellos conocían vagamente.” en otras palabras, se fue por la tangente.
El 28 de Mayo de 1944 Dolores encabezó el asalto al Cuartel de Carabineros de Cayambe. En Julio concurrió al Congreso de Trabajadores del Ecuador y a la fundación de la Confederación de Trabajadores del
Ecuador CTE. Con Jesús Gualavisí y Tránsito Amaguaña reunió a los delegados de las diversas comunidades indígenas de la sierra y aprobaron los estatutos de creación de la Federación Ecuatoriana de Indios FEI. la primera que tuvo nuestro país. Jesús Gualavisi fue designado Secretario General y Dolores le reemplazó al poco tiempo en tan dura lucha. Ya destacada como gran oradora en un idioma casi mixto entre quichua y castellano, fuerte y musical con el cual convenció a los auditorios con la patética narración de los sufrimientos de su raza matizándolos con hermosas metáforas. “En la Federación se hizo ostensible su labor y su presencia, luchando con firmeza por las reivindicaciones indígenas más sentidas, entre las cuales la Reforma Agraria y la posesión de la tierra eran sin duda las de mayor significado. De allí que la creación -la FEI- fue un gran paso adelante en la vida del sindicalismo indígena pues preconizaba la entrega de la tierra al indio como paso radical de la Reforma Agraria, la inmediata concesión de los huasipungos a los usufructuarios, la elevación del salario a los indios y la implantación de un salario mínimo vital, su pago en dinero y no es especies pues esta costumbre se prestaba al trampeo, el pago a los ayudas o yanaperos, el mejoramiento de las condiciones de vida de los aparceros mediante la entrega por parte de la hacienda de semillas e instrumentos de labranza, el cese de los huasicamas obligados a servir en las casas de los patrones sin sueldo, el cese de otras labores como el pastoreo gratuito, la fijación de las jornadas y tareas de trabajo, el mejoramiento de las viviendas indígenas, la ampliación del Seguro Social al elemento campesino y de todas las garantías establecidas en el Código del Trabajo, la parcelación de las Haciendas de la Asistencia Pública, en beneficio de sus trabajadores, la inmediata devolución de las aguas y tierras comunales arrebatadas a los indígenas, etc.
En 1945 representó al Ecuador en el Congreso de la Confederación de Trabajadores de América Latina reunido en Cali. Era una de las principales activista del partido Comunista del Ecuador y concurrió con Pedro Saad, Nela Martínez y otros líderes del país. Existe una fotografía histórica donde aparece al lado de Vicente Lombardo Toledano. Después apoyó la formación de sindicatos en la sierra y motivó a la formación de la Federación de Trabajadores del Litoral FETAL.
Ese año, cuando sus tres hijos ingresaron a la escuela predial de Cayambe, experimentó más de cerca las dificultades de los niños indígenas que sufrían maltratos de sus compañeritos mestizos y de los profesores, pues tenían problemas para aprender en castellano, idioma que conocían muy poco. Por eso, cansada de visitar inútilmente el Ministerio de Educación pidiendo una escuela bilingue, contando con la ayuda de María Luisa Gómez de la Torre profesora en el Instituto Mejía, fundó las Escuelas Comunitarias Indígenas del Ecuador, con enseñanza en quichua porque los niños no sabían otro idioma. La primera funcionó al lado de su choza en Octubre de 1945, en terrenos del sindicato “Tierra Libre” en Yanahuayco, luego vendrían tres más. Maria Luisa respaldó la idea con plata y persona, por años entregó a los profesores veinte sucres mensuales de su sueldo, la única compensación monetaria que ellos recibían. Sus escuelas enseñaban hasta el tercer grado pero una llegó al sexto.
Después vendrían otras en Chimba, Pesillo y Muyurco dirigidas por los maestros indígenas Alberto Tarábala, Neptalí Ulcuango y José Amahuaña respectivamente, aunque ninguna contó con el auspicio del Ministerio de Educación. Las familias campesinas alimentaban a los profesores pero esto solo ocurría a veces por la pobreza reinante entre ellos. El ejército allanó los locales so pretexto que eran focos de insurgencia comunista pero los campesinos no cejaban y las escuelitas siguieron laborando aunque sin el respaldo de la Asistencia Pública, solamente a merced de la ayuda que les brindaba cada Comunidad.
Las escuelas seguían en lo posible los programas oficiales del Ministerio pero también introducían elementos indígenas y conocimientos relacionados con el trabajo de la tierra. Su hijo Luís trabajó dieciocho años en las escuelas hasta que en 1963, por la presión de los terratenientes que rechazaban la instrucción para los indígenas, de los profesores fiscales que celaban su trabajo y de los intonsos dictadores militares al servicio de la Central de Inteligencia Norteamericana CIA que veía focos comunistas por doquier y aconsejó prohibir la enseñanza en quichua, se cerraron a la fuerza las escuelas y quedó sin empleo y sin sustento.
En 1946 el Presidente Velasco Ibarra dispuso que se devuelvan los huasipungos a los cabecillas de la huelga indígena de 1931, se fijó la jornada de trabajo en ocho horas diarias, el jornal aumentó a dos sucres cincuenta centavos, suprimiendo las servicias y eliminando el pago de los diezmos y las primicias que aún subsistían en lo más recóndito de la serranía andina, como recuerdo de épocas de teocracia y oscurantismo.
I como el cura de Cayambe seguía cobrando, Dolores fue con otros campesinos al Palacio del Arzobispo Carlos Maria de la Torre en Quito, quien dijo: Bueno, bueno, que se transformen en obsequios voluntarios. La década de los años 50, cambiadas las directivas del Partido Comunista Ecuatoriano, su nuevo líder Pedro Saad tomó posiciones conciliatorias con el sistema político como vía para conseguir nuevas reformas. Dolores y Maria Luisa quisieron retirarse pero el Dr. Ricardo Paredes, que siempre fue bueno como un pan, las retó porque “un verdadero comunista nunca da un paso atrás y se mantiene en la lucha pase lo que pase” según frase que se hizo prontamente célebre por las consecuencias que trajo. Dolores, sin embargo, no quiso continuar en la dirigencia de la Federación Ecuatoriana de Indios FEI y fue sustituida por hombres. La FEI no logró agrupar a todos los indígenas de la república pero aportó para la organización y el desenvolvimiento de la conciencia clasista del campesinado serrano.
Durante los primeros meses de la aciaga dictadura de la Junta Militar de Gobierno iniciada el 11 de Julio de 1963 fue destruida su choza en Yanahuayco. Allí funcionaba camuflada por una doble pared la escuelita indígena. Los dictadores argumentaron que era un peligroso foco de comunismo y solo requirió un piquete para caer en pedazos porque era de calicanto y paja. Dolores permaneció escondida en los páramos entre Calderón y Cayambe aunque a veces se atrevía a viajar disfrazada de mendinga a la casa de Maria Luisa Gómez de la Torre en Quito, para tener noticias de sus camaradas comunistas y socialistas desterrados, presos o simplemente desaparecidos. Quería saber de todos, proponía acciones, lloraba y rabiaba con ese fuego interno que había en su mirada porque llevaba intactas las rebeldías indígenas de otros tiempos, sus furias colectivas, la resistencia pasiva para no ser aniquilados por los blancos terratenientes y los soldados a su servicio. En cierta ocasión casi le liquidó la policía cerca de Uyacachu.
Ya la conocían como la loca Dolores Cacuango pero sus camaradas indígenas
le decían desde mucho tiempo atrás Mama Dulu con cariño y admiración. Los terratenientes le temían por su arrastre sobre los indios de Cayambe que la consideraban un líder carismático. En sus incursiones por las comunidades iba siempre acompañada por los indios de experiencia política y por jóvenes a quienes formaba en el liderazgo. Era una sombra que se movía continuamente en el anonimato, una sombra más en la noche, pero en 1964 cambiaron las cosas cuando el plan de ayuda “Alianza para el Progreso” empezó a funcionar en el Ecuador – tierra dócil al dominio extranjero – y Galo Plaza, hombre de Washington, propugnó la instauración de la reforma agraria
Dolores apoyó el proyecto que era justo pero hasta conseguir la entrega de los huasipungos fue necesario organizar una nueva huelga, en esta ocasión contra el patrón Fausto Cordovés Chiriboga (2)
Todas las haciendas del cantón Cayambe se solidarizaron con los peones de Pesillo y recién entonces, el IERAC realizando un despliegue de publicidad nunca antes visto comenzó a entregarles títulos de propiedad en las haciendas Olmedo, Pesillo y Moyurco, pero éstos no teniendo dinero, ni semillas, ni instrumentos de labranza empezaron a tener serios problemas para hacer producir esas tierras, bastante depauperadas por los sucesivos arrendatarios.
Dolores y cerca de diez mil indios de Cayambe hizo una histórica marcha sobre Quito ese año 64 y habló en el teatro universitario: “Nosotros
necesitamos tierra. Necesitamos casita. Nosotros necesitamos qué vestir, qué comer, qué alimentar. Queremos que nos traten bien. Naturales humanos somos. Queremos vivir bien. Esta es la vida, un día mil naciendo mil reponiendo. Una noche mil naciendo mil reponiendo. Así está la vida”
El público la escuchaba con respeto y admiración pues veía en ella la tradición de lucha de su raza por más de cuatro siglos de opresión. Era la voz histórica de una de las más apasionadas mujeres
que ha tenido el movimiento popular serrano.. “Primero el pueblo, primero los campesinos, los indios, negros y mulatos, todos somos compañeros. Por todos hemos luchado sin bajar la cabeza, siempre en el mismo camino. Así también todo obrero, todo artesano, panadero, peluquero, todos están con campesino, todo trabajador luchando para conseguir futuro para todos”.
Finalmente cuando habló en quichua con palabras lapidarias hubo un solo grito que se transformó en llanto, por haberse mantenido a la mayoría nativa en una esclavitud y miseria criminales. La traducción textual de su última frase sobre el campesinado es“Somos como la paja del páramo que se arranca y vuelve a crecer y de paja de páramo cubrimos el mundo.” Expresión poética y hasta profética, por anunciadora de mejores días.”
En 1969 declaró que la Ley de Reforma Agraria había creado grandes ilusiones. La entrega del huasipungo que durante toda la vida hemos querido que sea propio, cuando se hizo realidad en el primer momento fue de gran alegría. Al principio contentos sabiendo que ya no podían amenazarnos con quitarnos cada vez que querían que trabajemos más horas, pero cuando pasó el tiempo vimos que no había pasado nada, Por el contrario, estabamos más fregados que antes porque el patrón ya no nos tomaba en cuenta para el trabajo y por lo mismo no teníamos las semanas de salario, no teníamos el suplido y solamente teníamos que vivir del huasipungo y esto no alcanzaba para la familia.
Los huasipungueros terminaron por unirse en cooperativas de producción, organización totalmente nueva y de sentido capitalista que aspiraba a la acumulación del dinero producto de las cosechas. Hasta el 71 existían siete cooperativas con suertes varias. Los valores ancestrales de fraternidad y comunismo primitivo de la sociedad andina y que subsistió hasta entonces, fueron desplazados por otros de competencia, agresividad e individualismo propios de la globalización que ya se hacía sentir en el mundo occidental.
Sus últimos años fueron penosos. Sufría de cataratas que la fueron dejando casi ciega, perdió fuerzas, las piernas se le entumecieron, enflaqueció, se cansaba y dejó de visitar a las Comunidades y organizaciones. De vez en cuando se acordaban de ella y fue muriendo de a poco, de manera gris, sin luces de colores, oropeles u ostentaciones, como había sido su vida campesina. Al cerrar sus ojos solamente le acompañaba su esposo, hijo, nuera y su inseparable amiga Maria Luisa. El calendario marcaba el 23 de Abril de 1971 y se cumplió lo que había dicho en tono sapiencial “Esta es la vida, un dia mil muriendo, mil reponiendo. Una noche mil muriendo, mil reponiendo” y es que siempre tuvo un discurso poético y directo.
A la mañana siguiente un pequeño cortejo se encaminó a la humilde tumba recién abierta en el pobrísimo cementerio de Olmedo, donde la enterraron sin honores porque era indígena. Los reconocimientos le vendrían después en forma unánime de la gran Patria andina.
“Su ternura fue colectiva con tierno arrullo de madre india. Su mirada fue potente y penetró desde su barro de siglos hasta el presente que hizo suyo lleno de esperanzas”.
Creyente y hasta religiosa, en el interior de su choza tenía una pared llena de santos y vírgenes y en medio de ellos los retratos de sus amigos Ricardo Paredes y Maria Luisa Gómez de la Torre amarrados con una cinta roja.
I cuando el Ministerio de Educación creó en 1989 la Dirección de Educación Indígena bilingüe intercultural, la sociedad mestiza ecuatoriana tímidamente rindió un tributo de justicia a su memoria.
Su rostro figura en el Mural del Palacio legislativo junto al de otros forjadores de nuestra amada nacionalidad ecuatoriana.
(2) La Reforma Agraria de la Junta Militar de Gobierno se instauró en el país tras consultar a los asesores norteamericanos en Quito, que la propusieron como medida compensatoria a los huasipungueros de la sierra principalmente. Algunos sectores de la iglesia comandados por sacerdotes un tanto lúcidos se pronunciaron por ella, pero la mayor parte de los dueños de la tierra la rechazaron por atentatoria contra el derecho de propiedad, pues daba paso al nuevo concepto de propiedad en sentido social y a la muerte del Código Civil que propugna el derecho de propiedad absoluta, tomado textualmente del derecho romano, base de las relaciones en la civilización europea, occidental y cristiana. En la práctica, la ley confirió los pequeños lotes (huasipungos) a sus legítimos dueños, sin afectar mayormente a los propietarios serranos y en la costa inició la violencia pues con la creación del Instituto Ecuatoriano de la Reforma Agraria y Colonización IERAC institución al servicio del más fuerte sea propietario o campesino, se inició un largo período de violencia que aún no termina en el agro costeño. Vale indicar que los hasipungueros dejaron de ser considerados indios propios pero siguieron igualmente paupérrimos, pues la tal Reforma Agraria solo les dio algo de libertad y nada de dinero. Por eso fue dictada una nueva ley de Reforma Agraria años más tarde.