BRUNO DE PIANA CLARA

INDUSTRIAL.- Nació en Guayaquil, el 17 de Noviembre de 1913 siendo la mayor de una familia compuesta de tres hermanos, hijos legítimos del comerciante en maderas Carlos Bruno Barbieri y de Adela Cavanna Parodi, naturales de Génova en la costa de la Liguria italiana, quienes pasaron a Guayaquil a principios del siglo XX traídos por parientes. Su madre Adela Cavanna Parodi y sus hermanas María, Pía y Josefina recién habían llegado en 1909 (1) pues habiendo fallecido sus padres en Génova decidieron vivir en la ciudad donde trabajabas sus hermanos.

Infancia tranquila y feliz en una casa de madera ubicada en Chile entre Maldonado y Gómez Rendón, con patio en el centro, rodeado por un corredor que siempre estaba lleno de plantas. Se hablaba en genovés, cantaban y tocaban la mandolina, aunque su madre era rígida, estricta y le gustaba la disciplina.

Estudió las primeras letras donde las señoritas Cabrera, luego pasó al Colegio de la Providencia y en 1925 viajó con los suyos con motivo del año Santo decretado por el Papa en Italia. Vivieron en Génova con los abuelos Bruno, después pasaron con ellos a Roma. El tour duró un año.

Como en el barco de regreso venían unas religiosas del Colegio de la Inmaculada de Venezuela, convencieron a su madre para que la pusiera semi interna en dicho plantel en Guayaquil, donde fue muy feliz, se distinguió entre sus compañeritas, ocupó la presidencia de
las Hijas de María y el generalato de la Cruzada Eucarística, terminó el octavo grado, dio el discurso de despedida y sacó la banda de honor. La Superiora María Benigna le había insinuado que siguiera una nueva carrera en el plantel con materias de comercio y contabilidad pues sabía que le gustaba la aritmética y que soñaba con realizar algo grande. Los domingos de tarde empezó a dar clases gratuitas a los obreros, motivada por las madres españolas recién llegadas al puerto.

En Enero del 32 tras nuevos exámenes obtuvo el ansiado título de Contadora junto a su amiga Carmela Estarellas, quien se hizo monja, siendo las dos primeras alumnas graduadas en dicha especialidad. Entonces supo que la vida sería lo que ella quisiera que sea, pues siempre había pensado que las personas cuando tienen disciplina pueden llegar a donde quieren ya que la voluntad lo puede todo.

Por eso le pidió a su padre, con quien se llevaba muy bien, que la pusiera a trabajar a las oficinas del depósito de maderas “El Pailón”, aserrío fundado originalmente en Esmeraldas en 1887 por Bruno Sampietro, abuelo de su padre, con el nombre de “La Precursora” pero que para entonces funcionaba también en Guayaquil como simple depósito para venta de maderas. Al principio a él le pareció una idea descabellada pues las señoritas de la clase media económica ni estudiaban ni trabajaban en Guayaquil y peor en un sitio donde tendría que tratar con obreros y con clientes en general, pero ella insistió tanto y hasta le lloró a su padre que éste terminó por aceptar en atención al carácter expansivo de su hija, quien le había salido tan firme y positiva.

En Mayo comenzó una nueva etapa de su vida, llena de responsabilidades y triunfos, percibiendo un salario inicial de cinco sucres mensuales y la gente iba a mirarla como animal raro porque estaba trabajando siendo una señorita hija de familia pudiente; sin embargo, no todo eran trabajos pues, por su excelente voz cantaba en la iglesia del Colegio, en el coro del célebre maestro Angelo Negri y cuando en alguna ocasión faltó por enfermedad una solistas la reemplazó con éxito en el teatro Edén.

En 1936 la empresa familiar “El Pailón”
estaba saneada a pesar de la crisis mundial que afectaba principalmente al comercio y la industria, pues se habían cancelado las deudas, existía un fuerte stock de maderas listas para la venta, cien mil sucres libres en el banco y como sus padres no querían que continuara enamorada de un joven llamado Alfonso que la cortejaba con insistencia, la llevaron a vivir a Génova.

El 38, saliendo de sus clases de inglés con unas primas, conoció al Capitán e Ingeniero Naval Francisco Piana Ratto, con quien se comprometió. Sus padres decidieron volver a Guayaquil y Clarita se quedó viviendo en casa de una tía, mientras su novio luchaba al lado del ejército franquista. Meses más tarde, por enfermedad de su madre, tuvo que regresar a Guayaquil, pero tras ella arribó el novio que la prefirió a continuar una Guerra Civil que no era suya si no ajena, realizándose la boda el 8 de Diciembre. Clarita le cedió su trabajo en El Pailón y el 39 nació su primer hijo.

En Septiembre comenzó la guerra mundial y para evitarle problemas al Capitán Piana, dada su condición de ex militar italiano del lado fascista, su familia política decidió alejarle de Guayaquil y pasó a gerenciar la fábrica y el aserradero de madera en Limones, pequeña población habitaba por gente de color en la desembocadura de los ríos Cayapas y Santiago en el norte de la provincia de Esmeraldas, muy cerca del pequeño y caluroso pero histórico puerto de Tumaco en las costas colombianas del Chocó.

En los primeros días del 40 Clarita se unió a su esposo y vivieron rodeados de incomodidades que trató de superar con paciencia y buen humor, con viajes a Guayaquil para dar a luz, hasta finales del 42 en que nació su tercer hijo. Entonces ocurrió lo que se había temido y su esposo fue puesto en Lista Negra, situación sub judice que no le permitía trabajar ni producir y decidieron trasladarse a Quito donde les nació una niña, en permanente angustia por el peligro de que los enviaran a un campo de concentración en Texas, a más de que el dinero escaseaba.

(1) En su casa habitaban tres hermanos de su madre llamados María, Alberto y Atilio Cavanna, los dos últimos arribaron jovencitos a Guayaquil el día del Incendio Grande el 6 de Octubre de 1896 llamados por su tío Luís Cavanna, de profesión relojero y Maestro grado 33 de la logia masónica de Génova, quien mantenía un taller en los bajos de la Gobernación que por eso no se quemó en dicha ocasión, pero su negocio sufrió un momentáneo decrecimiento dada la situación de pobreza que sobrevino tras la destrucción de buena parte del centro comercial y urbano de la ciudad.

Terminada la segunda Guerra Mundial el 45, al año siguiente se instalaron nuevamente al frente de El Pailón y se involucró en los negocios a la par que

dedicaba buena parte de su tiempo libre a ver crecer a su familia, pero el carácter de su esposo, resentido con la mala experiencia de la Lista Negra, le llevó a una fuerte depresión hasta que el 50 decidieron volver a Italia donde el trato con sus padres, hermanas y amigos le sirvió de mucho y mejoró.

En 1949 adquirió la villa de cemento armado Golagh Hall en Vacas Galindo 301 y Cinco de Junio al sur de la ciudad, hermosa, con dos altas torres en estilo Art Decó construida en l.925 por el Ingeniero Pedro Manrique Acevedo para los cónyuges Pedro Miller y Gutiérrez y Mercy Wright Aguirre, quien estaba viuda y había decidido trasladarse a Madrid con su hija única Olga y su única nieta María de Lourdes Pérez Miller a fin de medicarlas.

El 51 encontró en el almacén de Lindo Segale al señor Grandis, que había decidido regresar a Italia. Él era dueño de la mitad de una fábrica pequeñita que compraba semillas de palma real para extraer el aceite en grandes prensas vendiendo el crudo a la fábrica de aceites La Favorita. También extraía aceite de las higuerillas que vendía a las fábricas de jabones y de pinturas. La compra se llevó a cabo y Grandis les vendió sus acciones.

El Capitán Piana se hizo cargo de la producción mientras su esposa continuaba en El Pailón. El otro socio Guido Boshetti Calle terminó el 53 por cederles en venta su parte porque quiso trabajar una empresa similar que acababa de fundar bajo la denominación de Cilca. “Oleica” pasó a ser enteramente de los Piana Bruno y la ejecutiva Clarita empezó a dividir su tiempo entre El Pailón y la fábrica, que felizmente estaba situada a muy corta distancia.

El 54 contrataron al Ingeniero polaco Vladislaw Welke, experto en aceites y grasas, quien diseñó una pequeña planta que se podría construir localmente, refinadora de aceite de soya, para lo cual solicitaron un crédito de trescientos mil sucres al banco La Previsora, suma no pequeña ni tampoco grande para entonces. Al principio solo refinaban aceite de soya que se importaba a través de la Grace y Co. financiado a seis meses plazo con intereses. No podían utilizar el aceite de palma por no tener la planta emulsionadora de esos aceites, pero con la ayuda del Ing. Welke fabricaron un enorme recipiente de fierro y otro más pequeño que tenía unas paletas dentro, trabajando igual que los cubos para fabricar helados, con hielo y sal entre ambos. El aceite así producido se vendía con el nombre de “La Perla” en tanques de doscientos litros. Neptalí Plaza fue la primera persona que empezó a vender el nuevo producto, lo hacía en una camioneta con dos o tres tanques de aceite y una bomba para extraerlo y depositar en botellas de cristal y después los comerciantes distribuían el aceite en botellas de vidrio al granel. Clarita fue la iniciadora de esta clase de ventas y el negocio creció, con el tiempo también fabricó una excelente manteca que comercializaba en recipientes de hierro de cuatrocientas libras.

De la refinación de aceites quedaba un residuo espeso y negruzco llamado borra que inicialmente botaban y que el Ing. Welke decidió aprovechar mezclando la borra caliente con soda cáustica en cajas rectangulares con divisiones interiores. Enfriada la mezcla se marcaba y secaba en repisas antes de ponerla convertida en jabones dentro de cajas de madera, para su venta.

La competencia era muy grande, las otras fábricas como La Favorita, Iberia, Inelca, Ales en Manta, tenían más capitales, sin embargo La Perla logró entrar al mercado nacional a través de la venta al menudeo en los pueblos con precios de ciudad, es decir, más baratos, por no tener la utilidad del comerciante intermediario mayorista.

Al finalizar la década de los 50 Oleica había crecido tanto que ya no podía seguir funcionando en la bodeguita alquilada en casa de Emilio Valle. Algunos aconsejaron trasladar la fabriquita al sur de la ciudad porque el 80% de la materia prima utilizada se importaba por el Puerto Marítimo, pero como se pensaba sembrar oleaginosas en gran escala para reducir las importaciones, se decidió emplazarla en un lugar adecuado para recibir las semillas y finalmente compraron a la familia Gómez Iturralde un terreno de 5.000 mtrs. en la antigua hacienda Mapasingue, kilómetro 6 de la vía a Daule, por entonces vía estrecha y unidireccional. No había luz ni agua pero Clarita se ingenió para proveerla de dichos adelantos, su esposo estaba por motivos de salud nuevamente en Italia y tuvo que realizar los trabajos de montaje ayudada por el Ing. Oscar del Bruto y por Simón Zenezevich.

En 1960 fundó Jabonería Asociada S. A (Jasa) para fabricar jabones finos con una planta italiana marca Garibaldi que montó el técnico Vito Sofritti que se quedó a trabajar en el país pues le gustó el ambiente. El jabón se llamó Perla, era grande y de excelente calidad pero no fue fácil imponerlo en el mercado. La Cámara de Industrias premió su esfuerzo y fue condecorada con la Medalla al Mérito Industrial.

Al poco tiempo decidió instalar una planta marca Smet construida en Bélgica, de extracción de aceite de las semillas por solvente para recuperar el aceite que quedaba en la pasta después de la prensada. Esta pasta se exportaba a Dinamarca donde le sacaban el 15% de aceites que tenía, quedando una buena y rica harina o torta para alimento balanceado y exportaban el aceite recuperado. Esta planta daba al agricultor la seguridad de que se le compraría toda su cosecha pues aumentó considerablemente la capacidad de trabajo de Oleica S. A. y fundó Cultivos y Extracción de Oleaginosas S. A (Sedosa)

Iniciados los tramites de clasificación en el Ministerio de Industrias, encontró que dicho portafolio exigía para dar la Clasificación A, que también se instale una planta de hidrogenación y cuando así lo hizo, con un nuevo endeudamiento, el pícaro del Ministro de entonces derogó el Acuerdo que prohibía la importación de hidrogenados, dando un golpe mortal a la nueva industria.

Para superar tan difícil trance económico hizo venir a dos de sus hijos que estudiaban en la Universidad de Houston y empezó a trabajar con su familia: Juan en ventas y mercados, Luis en producción y compra de materias primas, Carlos en la parte mecánica y ella en Administración, Ministerios, Bancos, etc. mientras tanto había ido adquiriendo más terrenos y ya disponía de 50.000 mtrs.2

En la parte agrícola, a pesar del criminal descuido de los gobiernos de turno, realizaba campañas de publicidad sobre las ventajas comerciales de la soya y logró incrementar su cultivo a través de cincuenta mil hectáreas en las zonas de Babahoyo y Quevedo que luego aumentaron a doscientas mil.

En 1964 se formó el sindicato de Oleica. Su esposo se retiró y aceptó el consulado ad – honorem de Italia. Su hija Ana Maria fue electa reina de Guayaquil. El Club de Leones realizaba cada elección con votos comprados destinando el dinero para la obra del año, se dedicó por entero a la construcción de un Centro de Alfabetización. Tras la elección Clarita se involucró en la obra leonísta, destinando cien mil sucres para la terminación del edificio del Centro. Desde el 65 presidirá el Comité Femenino del Club de Leones y siguió trabajando incansablemente, habiendo ocupado la dirección por cinco ocasiones y una vez la presidencia del Club.

En 1968 fue electa Presidente de la Asociación de productores de aceites y grasas del Ecuador, cargo que desempeñó por tres años. Oleica estaba entre las fábricas mayores. Importó semillas seleccionadas de ajonjolí, soya, buscó jóvenes para que estudiaran el cultivo de palma africana en la región de Costa de Marfil en Africa.

El 69 fundó Vendedores Asociados C. Ltda. para la presentación y comercialización de productos nacionales y extranjeros.

En 1975 falleció su esposo tras larga y penosa enfermedad y como el Embajador le pidió que lo sucediera en dicho cargo, tuvo que aceptar.

El 76 fundó Nutril para la elaboración de alimentos balanceados. El 77 le fue impuesta la condecoración nacional al Mérito Industrial. Con tal motivo recibió un homenaje de amistad. En 1978 fue electa Tesorera del Comité de damas y Subdecana del Cuerpo Consular, al año siguiente ocupó el decanato, siendo la primera mujer en tan alto cargo. El 79 la vicepresidencia de la Fundación ecuatoriana de Desarrollo.

Por esos días quiso dedicarse solamente a la oración pues tantos trabajos y la viudez le habían llevado momentáneamente a un estado depresivo del que pensaba salir haciéndose monja pero el Arzobispo Bernardino Echeverría la convenció que no tenía el carácter para ello y a cambio le confió a “Munera”, entidad de beneficencia católica dedicada a la educación y comenzó a dirigir Munera en Guayas, Manabí y Los Ríos y lo ha hecho por casi treinta años, beneficiando a parte de la niñez desprotegida con una buena educación. El 80 presidió la Sociedad de damas del Cuerpo Consular. El 81 fue electa Vicepresidente de la Sociedad italiana Garibaldi y el Vaticano la condecoró con la medalla Pro Ecclesia et Pontífice, pues a la llegada del Papa Juan Pablo II a Guayaquil, le atendió personalmente en el Palacio Arzobispal junto a Rosita Vera de Briz. Como anécdota suele referir que Juan Pablo II, como buen polaco era persona de fuerte contextura física y mejor comer y que en un desayuno devoró doce langostinos U-7 – los más grandes de todos – pues jamás los había probado y le encantó saborearlos en nuestra urbe.

En Diciembre del 82 publicó “Plumazos de una vida”, folleto autobiográfico y sin pretensiones literarias, dedicado a sus hijos y nietos en 67 págs. del que se conocen dos ediciones. El 82 presidió la Sociedad de damas del Cuerpo Consular. El 83 cesó en el Consulado por límite de edad pero siguió haciendo una intensa vida social y comercial. El 96 cerró Oleica S. A. por razones económicas.

Entre sus costumbres más curiosas está haber llevado a sus catorce nietos, reunidos de dos en dos, cuando cumplían los quince años, a conocer donde nacieron y vivieron sus antepasados, especialmente en Génova y luego a las principales ciudades italianas para que estudien sus bellezas naturales y su cultura. Luego les daba la vuelta por otros países, para que sepan de otras costumbres. También ha conocido América y el mundo como viajera constante que no busca hoteles de lujo sinó de tres estrellas pero limpios y con baño.

El 2002 salió su vida publicada en la obra “Mujeres de dos siglos” Tiene una colección de artículos y discursos por publicar. El 2006 vendió Golagh Hall a la Municipalidad de Guayaquil para un ambicioso proyecto museístico urbano y se cambió a un departamento bajo en la urbanización Bosques de Castilla situada en el kilómetro uno y medio de la vía a Samborondón.

Dotada de un gran espíritu de ayuda al prójimo y de constante vitalidad, a pesar de su edad aún ayudaba en numerosas obras tanto en el Club de Leones como en otras instituciones de servicio y beneficencia. Su pensamiento cristiano no había podido compaginar con las nuevas ideas de liberación feminista.

Más bien alta, ojos celestes, pelo cano, rostro canela curtido por el sol, su paso por la vida se ha visto jalonado de numerosos triunfos y de no pocos trabajos, pero ella advertía con la alegría y el optimismo que le eran tan propios a su carácter, que la riqueza de la humanidad está en el ideal y que se sentía satisfecha de estar en este mundo para servir a sus semejantes.

Al cumplir cien años de vida el 2013 solo pidió una misa en acción de gracias por haber llegado a tan provecta edad con la cabeza sana y sin enfermedades pero le hicieron una fiesta privada y recibió varios homenajes de la prensa, el Colegio de Contadores la visitó para entregarle una Placa por haber sido la primera mujer graduada en esa especialidad en la provincia del Guayas; mas su principal logro en bien del país fue haber traído de España las primeras semillas de girasol que se conocieron en Ecuador, planta hermosísima a la vista y de enorme utilidad industrial pues de sus semillas se obtiene un aceite muy fino y saludable por su baja concentración, usado en la fabricación de aceites comestibles.

Utilizaba la mayor parte de su tiempo en escribir diariamente en la intimidad de su hogar sobre situaciones cotidianas, su entorno familiar y sobre ella misma porque siempre había sido primaria y expansiva y sentía la necesidad imperiosa de trasmitirse a los demás y manifestaba que sus condecoraciones eran premios a la buena obra realizada y de las personas con quienes pudo compartir instantes de su vida.

Falleció en Guayaquil el martes 6 de febrero del 2018 a la avanzada edad de 104 años