BRAVO VALLEJO Y COBOS PIO

POLITICO.- Nació en de Yolón, anejo del pueblo de Déleg, Provincia del Cañar, y fue bautizado en Cuenca el 11 de Julio de 1806. Hijo legítimo de Joaquín Bravo Vallejo (Hijo legítimo de Pedro Bravo y de María de Vallejo) y de Jacoba Cobos, vecinos de raza blanca y propietarios y agricultores en dicho anejo.

Estudió como Pío Vallejo en el Seminario Conciliar de Cuenca y en 1822, en virtud de su aprovechamiento y aún siendo alumno, se le puso al frente de la clase Ínfima de Gramática. Ya había optado por su apellido paterno Bravo con el que ha pasado a la historia, versificaba y se conocen algunas poesías suyas de este período. Al siguiente año se trasladó a Quito, ingresó a la Universidad de Santo Tomás y siguió todos los cursos de enseñanza superior hasta adquirir tras brillantes exámenes los títulos de Bachiller y Licenciado.

Nuevamente en Cuenca en 1828 inició su carrera de escritor y periodista colaborando con el Dr. José Manuel Rodríguez – Parra en “El Eco del Azuay,” periódico que editaba fray Vicente Solano para oponerse a la invasión peruana del Mariscal José Domingo de Lamar y Cortázar desde el 12 de Marzo de 1829, también con Solano, Rodríguez – Parra y Mariano Cueva, escribió en “La Alforja” comentando los sucesos políticos posteriores a la suscripción de los tratados de Girón, cuando aún se discutía en Cuenca la conveniencia de seguir colombianos o si sería mejor anexarse al Perú.

(2) Ruiz Rivas era una notabilidad. Fue el primer Ingeniero Sanitario que tuvo el país. Especializado en los Estados Unidos, a él se deben los planes y mejoras que implantaron nuestras Municipalidades para evitar la contaminación ambiental.

Desde el 1 de Febrero de 1828 hasta el 29 de Noviembre de 1830 practicó

la abogacía “con aplicación constante y elogio a su honor y a su juicio”, fue aprobado por las “notorias luces que adornan sus talentos” y se incorporó de Abogado. Ya había comenzado a formar una importante biblioteca que llegaría a ser la primera y más rica del Azuay. “Sin maestros, solo con su tesón y ayudado de Gramáticas y Diccionarios hablaba y escribía lenguas vivas como el inglés, francés, italiano, alemán y portugués. Raíces de Griego y latín sabía desde sus días del Seminario y eran el español y el quechua sus lenguas nativas, de suerte que pasaba por consumado políglota de nueve idiomas, abriéndose un amplio horizonte para el ansia inextinguible de su saber”.

Al iniciarse la república fue agraciado por el gobierno del General Juan José Flores con la función de Alcalde primero Municipal, o lo que es lo mismo, con una de las Judicaturas de Cuenca. Alfonso Andrade Chiriboga supone que Bravo fue uno de los que redactaron en 1833 el periódico “El Investigador”, que aconsejó al Presidente de la República el empleo de la fuerza para hacer callar a la prensa oposicionista y en especial a “El Quiteño Libre”, que protestaba en la capital por el mal uso que se estaba haciendo de las facultadas extraordinarias.

Consecuente con sus ideas, siguió con Flores durante la revolución de los Chihuahuas y después de la batalla de Miñarica apoyó a su sucesor Vicente Rocafuerte. En 1839 figuró en la redacción de “E1 Patriota del Azuay” con Mariano Cueva y el provisor Mariano Vintimilla, manteniendo agrias polémicas con “El Popular” de Guayaquil.

Por esos días se realizaron las elecciones para Diputados por el Azuay y triunfó fraudulentamente la lista que exhibía el nombre del general Antonio de la Guerra, Comandante Militar de la plaza de Cuenca. Bravo protestó ante el Congreso y obtuvo la declaratoria de nulidad de esos comicios.

Realizadas las nuevas elecciones triunfó Bravo en Loja y con el Dr. Ramón Miño y Antonio Soler; concurrió al Congreso, fue electo Vicepresidente de la Cámara del Senado, miembro de la Comisión de Legislación y logró la restitución del cantón Cañar suprimido por Bolívar. También que se funden las escuelas primarias en los pueblos a costa de los Curas a quienes para compensarles, se les eximiría de cierto tributo episcopal. Igualmente, luchando junto a Rocafuerte, apoyó sus reformas de fortalecimiento del poder civil frente al religioso, para que se incluyeran los diezmos y las primicias dentro del presupuesto nacional, quitándolos a la jurisdicción eclesiástica; aunque, a la postre, solo obtuvo la inclusión de los diezmos.

En 1841 recrudecieron sus discrepancias con el General de la Guerra y sufrió una paliza “en altas horas de la noche, con alevosía y sobre seguro” que lo dejó molido con “Heridas y maltratos graves”. “A raíz de este incalificable atropello ejecutado por dos Comandantes y un Capitán, de orden de la primera autoridad militar del Azuay,” fundó el periódico “La Razón” en colaboración con fray Vicente Solano, para hacer conocer la nota oficial con que el Ministro del Interior excitó a la Corte de Cuenca y al Gobernador José Félix González a que pesquisen el hecho y repriman a los delincuentes; pero el General González no acató la nota sino que además hizo gala de exhibirse en la plaza principal, rodeado de los mismos que señalaba la opinión como actores del cobarde atentado”. Iniciado el proceso también fue atacado el Dr. Mariano Cueva Vallejo, Juez que lo llevaba, solo por cumplir con su deber y nada más. Estos abusos le alejaron de la política floreana y pasó a la oposición, quedando su periódico “La Razón” como símbolo de las protestas civiles contra el militarismo reinante en el país en 1842.

En Diciembre, el nuevo Gobernador del Azuay, coronel Francisco Eugenio Tamariz, le imputó la comisión del delito de conspiración contra el gobierno, encargándose el Alcalde Municipal Dr. José Antonio Rodríguez – Parra de levantar el correspondiente sumario, Tamariz también le endilgó unas saladísimas décima que comienzan: “Yo nací en Yolón….”

Al triunfar la revolución nacionalista del 6 de Marzo de 1845 los rebeldes de Guayaquil enviaron un cuerpo de fuerzas expedicionarias a Cuenca, que derrotó a las tropas floreanas en el puente o tablón del río Machángara y ocupó la capital del Azuay donde se eligió nuevo Gobernador a Jerónimo Carrión y Palacio.

Bravo tenía cuarenta y un años, fue designado Auditor de Guerra y contrajo nupcias con la joven Rosalía Torres Astudillo (Hija legítima de Manuel Torres Vega y de Rita Astudillo Salcedo) de veinticinco solamente, que le dio once hijos y un hogar muy feliz. Los nuevos cónyuges habitaron una casa propia ubicada a una cuadra de la plaza Mayor.

El 22 de Junio editó el periódico oficial titulado “El Genio del Machángara” para dar a conocer a la ciudadanía las principales noticias de la transformación política, casi enseguida comenzó a criticar y a la postre entró en polémicas con “El Norte del republicano” periódico de su amigo y pariente Mariano Cueva, que impugnaba las elecciones de los ocho Diputados del Azuay, entre los que se hallaba Bravo.

A fines de Septiembre apareció “La Atalaya” donde los hermanos Mariano y Agustín Cueva sostuvieron la candidatura presidencial del poeta Olmedo. El 3 de Octubre se instaló la Convención Nacional en Cuenca y la mayoría de los Diputados apoyó a Vicente Ramón Roca, quien no podía salir electo por no contar con las dos terceras partes de los votos como lo disponía la Constitución; los contrarios pidieron que se le entregue el poder al Dr. Pablo Merino y varios Diputados y entre ellos Pío Bravo, modificando la moción, acordaron que Merino presida la Convención solamente y tras numerosas votaciones finalmente pudo Roca alcanzar las dos terceras partes del total de los votos y salió electo; mas, en lugar de aplacarse los ánimos, se avivaron las pasiones y surgieron las polémicas. Bravo estaba considerado entre las primeras mentalidades políticas del país y durante los meses que duró la Convención, lució con el Dr. Manuel Angulo sus brillantes dotes de abogado, sosteniendo que era preciso mantener los Tratados de la Virginia y el peligroso error que se cometería con su desahucio. Igualmente brilló como genial e impetuoso orador con Pedro Moncayo y estuvo a la altura de Rocafuerte, Moncayo, Pablo Merino y Pedro Carbo, formando el selecto núcleo de patricios que defendían los principios liberales en el país, de manera que Bravo ocupa un lugar destacadísimo entre los patricios de esta segunda hora del liberalismo nacional, siendo la primera la del Quiteño Libre (1832-33).

En 1846 figuraba en la plana mayor del roquismo y escribió sus mejores libelos tales como “Los Sermones en el rollo,” “Los aullidos de un raposo” contra el Dr. Mariano Cueva y “Las ocho jornadas de un dormilón”, está última salió firmada bajo el seudónimo de “Licenciado Torres” y su pluma escaló las cumbres del dicterio literario, por eso se ha dicho que fue “como nube preñada de relámpagos” y que no hubo en Cuenca quien estuviera a su altura como polemista, “pues el temple de su alma le hizo insuperable entre todos sus contemporáneos.”

Además era uno de los jurisconsultos más famosos de la época y “previa propuesta de la Corte Suprema y de acuerdo con el Consejo de Gobierno” fue designado el 13 de Mayo, Ministro Juez de la Corte Superior del Azuay, con los Dres. Mariano Cueva y Vicente Palacios y el día 19 fue nombrado Subdirector de Estudios.

Ese año también fue electo Senador principal por la provincia de Cuenca y concurrió hasta 1847 al Congreso, abogando por la abolición de la pena de muerte, la implantación de los Jurados del Crimen que recién comenzaron en 1848 y otras leyes de igual trascendencia, sobre todo defendió el derecho de Patronato inherente a la soberanía del Estado, pero no pudo obtener que fuera incorporado al texto constitucional. El 47 volvió a la siguiente legislatura como Senador por la provincia de Loja y le correspondió defender la abolición de la pena de muerte por creerla inhumana y perjudicial.

Para las elecciones presidenciales de 1849 apoyó al General Antonio Elizalde contra Diego Noboa, pero al no alcanzar ninguno de ellos los votos requeridos, se terminó por decretar el interinazgo del Vicepresidente Manuel de Ascázubi Matheus, de quien fue Bravo uno de los más decididos partidarios y terminó quizá por eso recibiendo el cargo de Coronel honorario de las Milicias Urbanas de Cuenca, título que se prestó para las burlas de sus malquerientes, quienes comenzaron a zaherirle motejándole de virginal espada y otras cosillas bastante graciosas.

En 1850 figuró en la redacción del periódico “El Constitucional” y nuevamente entró en discusiones con Mariano Cueva y con Miguel Heredia Astudillo, a quien las autoridades acusaban de intentos revolucionarios.

El General José María Urbina en Guayaquil mandaba en Guayaquil apoyando la Jefatura Suprema de Diego Noboa Arteta, entonces el cuencano José Antonio Rodríguez – Parra publicó “El Joven Libre,” periódico que exigió la convocatoria a la Convención siempre y cuando no participara en ella el Dr. Pío Bravo y esto que ahora resultaría absurdo, entonces agradó notablemente a los políticos. Para colmos, el mismo Rodríguez – Parra dio a la luz una hojita bajo el título de “El Trovador,” transcribiendo la composición “Viva el Guayas, canción azuayo guerrera,” ocasión que no desperdició Bravo para hacerle una parodia sangrienta que ha quedado en las letras ecuatorianas como modelo de libelo infamante, pero al mismo tiempo de genialidad literaria, titulada “Declaración Jurada de Mr. Rapa Puiné, alias el Huaraca, en una hoja.”

Entonces, el Gobernador de Cuenca José Manuel Vega Chica, apoyó la candidatura de Bravo a Diputado mientras la presidencia de la República se decidía por las armas entre los elizaldistas y noboistas, por eso el 21 de mayo Bravo sacó su periódico “Los Mosquitos,” denigrando de Roca y Noboa y señalando el contubernio de ambos para pasarse la presidencia en detrimento de la constitucionalidad del régimen de Ascázubi y no hallando mejor arma para combatirlos que el nombre del General Flores, empezó a alabarlo.

Este fue sin duda un gravísimo error en su carrera política y pronto se daría cuenta.

El 5 de julio editó “El Boletín” y con el propio Gobernador Máximo Dávila y con Mariano Vintimilla, pretendieron imponer la Jefaturas Supremas de Elizalde o en su defecto de Flores; pero, esos intentos no prosperaron porque triunfaron la armas urbinistas y se consolidó Noboa; al punto que el General Raimundo Ríos, nuevo Comandante Militar de Cuenca, hizo apresar a Bravo bajo la acusación de estar en connivencias con el Presbítero Mariano Vintimilla, para apoderarse de él – de Ríos – y destituirlo del cargo. Vintimilla fue apresado y Bravo tuvo que ocultarse.

Al mismo tiempo se decretaba su enjuiciamiento por un abuso de autoridad cometido contra Ignacio Izquierdo, Teniente de la parroquia de San Blas, a quien Bravo encarceló por desobediencia ya que no cumplió con la orden de citar al Dr. Mariano Cueva y cuando Izquierdo le hizo una observación a Bravo, éste ordenó a los soldados que lo atraviesen con sus bayonetas, lo que, por supuesto, no fue cumplido, ya que ni siquiera le hicieron caso. Este suceso dio lugar a un larguísimo juicio que sus enemigos siguieron a Bravo y que subió hasta la Corte Suprema, finalizando únicamente ocho años más tarde con su muerte. Fue, pues, un asunto, que le ensombreció sus últimos años.

En 1852 sufrió la pena de destierro a Centroamérica, que le fuera decretada sin miramiento alguno por el nuevo primer mandatario General José María Urbina. Salió a Guayaquil, tomó un navío que le llevó a Costa Rica, siguió a la población de Chinandezas en Nicaragua, donde no estuvo mucho pues enfiló hacia Lima donde vivió por espacio de más de dos años dedicado al periodismo, mientras su esposa enferma y su numerosa familia tenía que vender una de las extensas propiedades ubicadas en las estribaciones occidentales de los andes y a la altura del Cañar para no pasar hambre y mendicidad.

En 1854 regresó a su patria merced a un Indulto Especial obtenido del Congreso, arribó a Cuenca más serenado y redactó el periódico “Orden y Libertad” publicando un artículo titulado “El calumniador contra la verdad” en respuesta al opúsculo “La verdad a mis calumniadores” de García Moreno.

En 1856 colaboró en la primera época de “La República” con Benigno Malo, su antiguo amigo y copartidario de Ascázubi. Allí pidieron ambos una mayor atención para el Azuay, sosteniendo como única forma efectiva de gobierno al federalismo.

En 1857 se amistó nuevamente con Mariano Cueva y editaron “Crónica del Jurado de Imprenta” impugnado la Asamblea Electoral del 12 de Junio de ese año, en un artículo aparecido bajo el seudónimo de “Ambrosio Rubio.” El Gobernador José Miguel Valdivieso Rada, al verse sorprendido en esos manejos, cortó sabiamente por lo sano y dejó las elecciones en paz.

En el tormentoso asunto de la designación del Vicario General Dr. Tomás Torres, impugnado en juicio por su amigo el Dr. Mariano Vintimilla, emitió su parecer jurídico y este fue su último acto público, pues en Febrero del 58 enfermó gravemente, otorgó el día 8 Poder para testar ante el Escribano Mariano Duque y falleció en Cuenca el día 20, a la 1 de la tarde, de solamente cincuenta y cuatro años de edad.

Su familia quedó en pobreza. La enorme biblioteca de casi dos mil volúmenes, la mejor de Cuenca, salió a remate voluntario y sólo ha quedado el catálogo. Benigno Malo, en la Oración Fúnebre, calificó al ilustre Bravo con los adjetivos de “apasionado, entusiasta, optimista, intrépido, ardoroso, franco hasta la imprudencia y estoico el día de las persecuciones.” Otros le dijeron que fue un espíritu ardoroso, rebelde, severo y aunque dejó parientes, no tiene estatua y por eso su Patria aún le debe el bronce que perennice su altísima memoria.

Pablo Herrera lo incluyó en su Antología de Prosistas Ecuatorianos con un texto sobre “Régimen Municipal.” Hernán Rodríguez Castelo le ha calificado de gran talento de intelectual de sólidas construcciones intelectuales, y prosista con empaque ensayístico de prosa de ideas, que cuajaban en unidades de sostenido ritmo y severo pero eficaz juego retórico; aunque también fue orador de altísima valía por grandilocuente, impresionante y persuasivo porque poseía presencia, ademán y voz. Finalmente destacó como polemista apasionado y sincero, a la par de gran patriota.