BRAVO MANUEL DE JESUS

MEDICO Y CIRUJANO.- Nació hacia 1790 con un gran porcentaje de sangre africana. Fue su padre el Dr. Manuel Silverio Bravo, miembro de la Junta
de Sanidad de Guayaquil, Cirujano que perteneció durante algunos años a la plana mayor del ejército de la Provincia Libre de Guayaquil pues desde el 14 de Octubre de 1820 fue Cirujano en el Cuerpo de Artillería comandado por el Teniente Coronel Rafael María Jimena. En 1823 Director de la Junta de Vacuna, el 29 médico del Hospital, el 30 miembro de la Junta de Sanidad, luego fue primer médico y cirujano de los Hospitales Militares y en 1835 miembro de la Junta Departamental de Medicina y primer Secretario de la Sociedad Médico Quirúrgica del Guayas. Ostentaba en su pecho la condecoración del Congreso peruano denominada “El busto del Libertador” y llegó a Comandante de Ejército, muriendo durante la epidemia de fiebre amarilla que azotó Guayaquil en 1842.

Algunos de sus libros se conservan actualmente en la Biblioteca Municipal. Mas que un médico fue un filántropo pues acostumbraba curar gratis.

Su hijo Manuel de Jesús jugaba desde las primeras aulas a que era también médico, imitando lo que veía en el consultorio de su padre y como también tenía buen oído para la música, se aficionó al piano, la guitarra y a otros instrumentos con lo que se acompañaba en el baile y hasta llegó a ser un notable bailador. Todo ello unido a un carácter afable y entusiasta, le dio desde muy joven una gran simpatía y ascendiente en sociedad.

Joven aún estableció una botica que llamó la Botica Nueva en la calle del Comercio, hoy Pichincha, mientras estudiaba Farmacia y Medicina y cuando en 1835 se fundó la Sociedad Médico Quirúrgica del Guayas, su padre le hizo ingresar y figuró como Secretario bajo la presidencia del Dr. Bernardo Daste. Por entonces se había asociado en la botica con los farmaceutas Isidoro Cazeneuve y José Gault, dándole con éste último el doble servicio de Farmacia y Droguería.

Fuera de su trabajo fue bombero raso y llegó a Comandante de la Salamandra y a Juez de Incendios. Vivía en la plaza de la Catedral y su casa era un jubileo diario, habiendo noches en que no podía dormir por atender llamadas urgentes, por eso era el primer
convidado en toda fiesta, que animaba con buenos y elegantes pasos de baile, a los que era muy pegado.

No contrajo matrimonio pero fue padre del también Doctor Nicolás Fuentes Franco habido en Carmen Franco y que llegó a médico notable. Igualmente fue padre de José Vélez y Bravo, a quien criaron en Daule en casa del Notario Vélez Enríquez como hijo adoptivo. Vélez llegó a Ministro de Estado en tiempos de Veintemilla y falleció en París después de haber hecho el bien y dejado su fortuna a la beneficencia. Fue hijo de Carmen Rico Rocafuerte pudiente dama porteña.

Bravo solo cobraba al rico la medicina y al pobre nada. En las afueras de su botica tenía la costumbre de colocar dos largos y confortables bancos de madera donde numerosos caballeros se reunían a conversar. Esa peña se hizo famosa por los chistes que de allí salían y porque el bonachón de Bravo tenía la costumbre de tener acostados a dos formidables canes dormilones y perezosos, que por su aspecto ocasionaban el susto a cualquiera, mas eran como su dueño y fue fama que jamás ladraron ni mordieron a nadie y antes por el contrario se prestaban a toda clase de juegos y regocijos.

Murió en Guayaquil el día 6 de Octubre de 1875 y la prensa comentó la infausta nueva indicando que había malogrado los festejos por la independencia, pues en los balcones y fachadas se colocaron grandes crespones negros por tres días, en su memoria.

Fue un hombre amulatado, simpático, corpulento, robusto, alegre y emprendedor. Muy fácil de palabras, simpático, leal y generoso, que jamás aceptó un cargo público para no herir susceptibilidades. Con las damas cortesano, atento y hasta solterón empedernido pues acostumbraba enamorar a varias a la vez pero sin que se dieran cuenta.

Con sus amigos siempre preocupado en hacerles el bien, en protegerlos cuando sabía sus necesidades y con el prójimo cariñoso, compasivo y lleno de caridad cristiana. Tal su retrato y por ello en su muerte fue llamado el “Apóstol de la Caridad”.