BRANDIN ABEL VICTORINO

MEDICO Y ESCRITOR.- Se desconocen sus primeros años. Obtuvo el título de Médico y Cirujano en la Facultad de Medicina de la Universidad de París, se enroló como cirujano en los ejércitos de Napoleón y le correspondió actuar en la invasión y retirada de Rusia, donde alcanzó a ser condecorado con la Orden de la Legión de Honor en el grado de Caballero.

Posteriormente – como buen romántico – decidió viajar hacia tierras lejanas con la finalidad de admirar la naturaleza, estudiar la climatología, geografía médica y desarrollo de las enfermedades y epidemias.

En 1820 arribó a Buenos Aires, cuando cinco años atrás los sabios Pelletier y Caventou habían logrado aislar en París el principio activo de las quinas. Luego siguió a Chile, ingresó como socio a la Academia médica de Santiago, marchó de médico militar a la campaña de Arica y hubo de presenciar los estragos que en las tropas hizo la malaria, siendo el que introdujo el sulfato de quinina o sal de quinina en Sudamérica para el tratamiento del paludismo, enfermedad que describió ampliamente en una Relación que dio a la imprenta en 1824 sobre la antedicha expedición; y como ese año se enteró que en los puertos del Perú reinaba la fiebre intermitente, resolvió viajar a Lima donde sus colegas peruanos se opusieron al empleo del sulfato de quinina, obligándole a publicar un segundo opúsculo bajo el título de “Nuevas consideraciones sobre las fiebres intermitentes de la costa del Perú y sobre las enfermedades nerviosas de las mujeres de Lima” con observaciones sobre la epilepsia, la histeria la hipocondría, la de tienesa y otros males mentales”; pero cansado de las polémicas seudo científicas que le armaba el cuerpo médico peruano, sobre todo el Dr. José Pezet y Monel, siguió a Guayaquil en 1825, pero solo permaneció corto tiempo que aprovechó para escribir “De la influencia de los diferentes climas del universo sobre el hombre y en particular de la influencia de los climas de la América Meridional” con valiosos datos, los primeros que se publicaron sobre climatología y geografía médica de Guayaquil y Quito, ciudad en la que terminó su trabajo.

La obra también contiene referencias autobiográficas del autor, a través de varias de sus experiencias médicas en estos países. De vuelta a Lima publicó su libro sobre los climas y se alejó definitivamente de esa capital, donde los médicos no querían abandonar sus polvos de quina, que contra las fiebres palúdicas administraban en diferentes preparaciones como la Opiata febrífuga de Villalobos, el vino febrífugo Experto o contra Cuartanas y otras, pues la corteza de quinas era utilizada en polvos, tinturas, vinos y jarabes.

Brandín, en cambio, suministraba el sulfato de quinina por granos disueltos en una cucharada de elixir de quina, o de infusión de té o café, hasta que la fiebre desaparecía; para continuar luego con el elixir, del que daba dos cucharadas cada mañana por espacio de siete o más días. Posteriormente y cuando las píldoras de sulfato de quinina se popularizaron, el cuerpo médico las recetaba con el nombre de píldoras de Pelletier.

También fue un ardiente partidario del uso de las sanguijuelas como tratamiento efectivo contra los llamados males de la robustez o presión arterial elevada. Igualmente, lo fue del baño, como el mejor medio para curar la sarna. El baño, decía, tan necesario en las zonas tórridas, donde el órgano cutáneo está continuamente en excitación y de donde resultan estas afecciones conocidas bajo el nombre de hongos y de carachas. Los baños templados con adición de sulfuro de potasa abreviará segura y prontamente la curación y prevendrá la propagación que resulta del inevitable contacto.

A mediados de 1826 trabajó por segunda ocasión en Guayaquil. Después regresó a Lima y con la ayuda del farmacéutico peruano Agustín Cruzate logró preparar y obtener por síntesis el sulfato de quinina en 1827, año en que fundó y editó los “Anales Medicales”, uno de los primeros periódicos del Perú y el primero dedicado a tratar asuntos relacionados con la medicina. En 1828 figuró en Quito donde rindió el grado de incorporación y anotó su título de médico en la Facultad de Medicina de la Universidad de Santo Tomás, con el propósito de ejercer y quedarse.

En 1829 influyó sobre el Libertador para que firmara un decreto en Guayaquil, normando la extracción de las quinas de los bosques de Colombia. Era un viajero que cambiaba cada cierto tiempo de domicilio. El 30 escribió, aunque ignoramos la fecha de la edición, un trabajo titulado “De lAmerique espagnole en 1830” y un opúsculo sobre la epidemia de cólera: “Del cólera morbo en Europa”.

En 1835 trabajaba en Popayán, posiblemente en su especialidad psiquiátrica o nerviosa, como entonces la llamaban. Por eso se le considera el precursor de estos estudios en nuestras zonas. Estudios que hasta entonces habían sido considerados cosas del demonio, pues se creía que las enfermedades a los nervios eran posesiones diabólicas, hasta que el positivismo científico del siglo XIX rompió los lazos que aún ataba a la medicina con la magia y abrió un campo ilimitado hacia la objetividad de las ciencias naturales susceptibles a la observación científica.

Ese año criticó las medidas propuestas por la Gaceta de Gobierno de Quito, de recoger a todos los leprosos para mantenerlos aislados como única forma de evitar el contagio y propagación de tan terrible enfermedad entre la población. Estos apuntamientos le sirvieron luego para la realización de un trabajo de mayor envergadura sobre el tema.

El 36 fue profesor de Patología en Quito y le criticaron por “sus afanes de observar, dejarse de discursos líricos y discusiones teóricas e ir a lo que veta; en síntesis, razonar, escribir y pensar”. También formó parte de la comisión encargada del estudio de Ciunchunchuli (yonidium parviflorum) para curar la lepra y del “’watum condenado” para lo mismo, y escribió un Informe que apareció en el Registro Auténtico Nacional.

También por entonces dio fin a su estudio sobre la lepra en el Ecuador, que luego hizo imprimir por su amigo el Dr. León Espinosa, imprenta de Alvarado, Quito, 1840, con el título de “De la mayor calamidad que puede acometer el género humano y que aflije al Ecuador, de los medios de remediarla, por el autor de La influencia de los diversos climas del Universo, De I’ Amerique espagnole en 1830 y Del cólera en Europa, etc.”.

En 1836 había viajado a Panamá y México de paso a Francia. El 37 editó en París la “Historia del reino de Quito” del padre Jóse Juan de Velasco, cuyos originales los había entregado el autor, poco antes de su muerte, a su sobrino el padre Dávalos Velasco, para que los encomendara al primer personaje distinguido de nuestro país que pasara por Roma y éste fue José Modesto Larrea y Carrión, Ministro plenipotenciario ecuatoriano y amigo personal de Brandín, a quien le remitió los originales y el dinero para costear la edición; pero como Brandín estaba por regresar a América, sólo alcanzó a imprimir algunos capítulos en París y luego algo más en Quito, que dedicó a Rosa Carrión y Velasco, madre de su amigo Larrea. Luego devolvió los originales a Manuel Larrea Carrión, que republicó completa la Historia entre 1841 y el 44 en Quito, bajo la responsabilidad del Dr. Agustín Yerovi y obsequió los origínales a la Biblioteca Nacional, donde permanecieron hasta que el presidente García Moreno los entregó arbitrariamente a los padres Jesuitas, que primero los llevaron a España y luego a Roma, donde posiblemente aún han de estar.

El publicista Terneaux Compans tomó de la edición de Brandín el material que incluyó en “Selección de trabajos históricos americanos” aparecida en París en 1840.

Brandín acostumbraba examinar a sus pacientes y al entorno general donde vivían. Era vivaz y poseía ingenio y facundia, una preparación universitaria y capacidad para escribir, redactando en buen estilo todo cuanto veía y le interesaba, con datos novedosos y conclusiones casi siempre acertadas, pensando con apego a la ciencia y a la experimentación racionalista. Fue también uno de los mayores publicistas de su tiempo en materia médica, tuvo inquietudes intelectuales y un carácter vehemente y conflictivo. Durante muchos años fue el único médico preocupado por las publicaciones relacionadas con dicha ciencia. Desconocemos su retrato o descripción física y si contrajo matrimonio y tuvo familia y suponemos que su muerte ocurrió en Francia, aunque también ignoramos la fecha.