CORREGIDOR DE GUAYAQUIL.- Nadó en La Laguna, antigua capital de la Isla de Tenerife, bautizado en la parroquia de Nuestra Señora de los Remedios el 2 de Diciembre de 1683 y fueron sus padres legítimos el Capitán de Caballos Jerónimo Boza de Lima, natural de Badajoz en España pero de familias Canarias, quien gozó del Mayorazgo de su Casa y familia en esas islas, Castellano del Castillo principal del Puerto de Santa Cruz, Gobernador de Armas y Regidor Perpetuo de esa ciudad, casado en La Laguna con Juana de Solis y Pacheco, de ese vecindario.
El Mayorazgo de los Boza fue fundado por su bisabuelo el Licenciado Domingo
Boza de Lima de esclarecidas familias portuguesas. Regidor Perpetuo de la Isla de Tenerife y Teniente General del gobierno de ella. Castellano del castillo principal del puerto de Santa Cruz, uno de los mejores letrados de esas islas, a quien consultaban siempre los jueces las causas y negocios de mayor importancia. En edad madura pasó a desempeñar el Corregimiento de Lorca en la Provincia de Murcia y allí falleció casado con Magdalena Vélez de Fonseca, también de las islas Canarias.
El segundo de una larga familia. En 1698, de quince años de edad, entró a la carrera de las armas. Primero sirvió tres años como Alférez y luego tres más como Capitán del tercio de Infantería en la isla de Tenerife.
El 1704 compró el Corregimiento de Guayaquil en tres mil quinientos pesos que le facilitó su padre y pasó en una fragata al puerto de Cartagena de Indias y desde allí salió a combatir a un barco inglés que logró apresar y llevó a dicho puerto. Enseguida fue enviado a México a servir en la Armada de Barlovento y en 1705 ascendió a Sargento Mayor.
El 8 de Febrero de 1707 presentó sus títulos al Cabildo de Guayaquil y tomó posesión del cargo reemplazando a Francisco Tirado de Cuenca que actuaba desde dos años antes por título del Virrey del Perú, Conde de la Monclova.
De inmediato se dedicó a amparar el comercio ilícito de cacao y nombró a Joaquín de Zabaleta su agente corresponsal en México. Guayaquil era por entonces un centro de distribución de los vinos y aguardientes de uva del Perú que pasaban hacia el norte y recibía a cambio ropa de la China que llegaba de Acapulco y otros puertos centroamericanos. Quizá por ello fue suspendido en Octubre por un Juez pesquisidor enviado de Lima pero de alguna manera hizo valer influencias y coimas pues resultó que a través de su hermano menor el Capitán Antonio de Boza y Solís a poco recuperó el mando.
En Octubre de 1708, asegurada la buena disposición del Marqués de Castell dos Rius, Virrey del Perú, regresó al Corregimiento y continuó libremente en el desempeño del cargo “por los cinco años para los que había sido nombrado por Su Majestad sin que se incluyera en dicho plazo el tiempo que permaneció en suspenso…”
Era muy joven entonces y se metió en amoríos con Petra de Villamar y Tómala que vivía en Ciudanueva de Guayaquil, de manera que para visitarla hizo construir un puente de madera de siete manzanas de extensión, que atravesaba los extensos manglares que dividían ambos barrios y se veía de noche con ella. De tales aventuras nació en 1709 Maria Jerónima de Boza y Villamar que con el andar del tiempo formó familia con el Capitán de Milicias Agustín de Gorostiza y Palacios con ilustre descendencia.
Mientras tanto en 1708 habían partido de Dover dos mercantes corrientes armados en corso. El Duke de 320 toneladas, 30 cañones y 117 hombres al mando de Woodes Rogers y la Dukes de 260 toneladas, 26 cañones y 108 hombres al mando de Stephen Courtney.
Roger era accionista de la empresa y representaba a los armadores. Los tripulantes eran de distintas nacionalidades. En Marzo del 709 comenzaron á hacer presas frente a las costas peruanas. El Virrey avisó a los Corregidores para que tomaran previsiones, entre ellos el de Guayaquil, quien no hizo caso de la advertencia.
La noche del 29 de Abril llegaron los piratas a la ría a fin de saquear el puerto. Dos lanchas y varias barcas con cuatro cañones y un guía indígena se adentraron hasta el malecón pero como uno de los vigías de la Puna había podido dar aviso, encontraron una gran fogata arriba del cerro y numerosas luces y decidieron esperar, hasta que viendo que la marea se les iba alejando se retiraron a dos millas de la ciudad.
Roger se opuso a una acción armada y prefirió negociar la mercadería que llevaba en sus naves para lo cual enviaron el Teniente de la Puna y al Maestre de una fragata la “Havre de Grace” que habían tomado prisioneros en el Perú. Los parlamentarios regresaron a donde los piratas llevando al Maestre de Campo Cristóbal Ramírez de Arellano, Jefe efectivo de la plaza de Guayaquil, quien manifestó que pronto llegaría el Corregidor acompañado de un caballero. Cuando estos se presentaron los piratas se dieron cuente del poco espíritu combativo de Boza, joven e inexperto y para colmos, falto de valentía, a quien agasajaron con un almuerzo y mucho vino, dándose cuenta que la ciudad estaba prácticamente indefensa, tras lo cual le permitieron volver a condición de que regresara a las 8 de la noche. No volvió dada la borrachera que tenía pero envió presentes (comestibles) que agradaron mucho.
El 2 de Mayo debía realizarse la siguiente cita sin que los piratas comparecieran pues insistieron en la presencia del Corregidor en sus naves. Entonces exigieron cincuenta mil pesos por el rescate de la ciudad y la compra de sus mercaderías. Boza regateó ofreciendo cuarenta mil y pidió el término de una hora para la aprobación de los notables de Guayaquil. Los piratas le dejaron regresar pero sus acompañantes (tres) fueron retenidos.
De tarde se les contestó que solo había treinta mil pesos para transar y que no había más dinero para comprar nada. Los piratas se apoderaron de unos cuantos buques que hallaron evacuados y los guayaquileños ofrecieron treinta y dos mil pesos nada más.
En esa etapa los ingleses desembarcaron setenta mosqueteros en el malecón debidamente protegidos por bombas que disparaban desde la lancha grande. Los defensores de la ciudad eran como quinientos parapetados en los bajos de las casas que daban al rio. Los ingleses suspendieron el fuego y sus hombres atacaron disparando e hicieron retirar a los defensores a la Iglesia Matriz donde estaba la caballería y un cañoncito, pero los caballos se asustaron y fracasó la carga mientras los artilleros dispararon contra los ingleses pero no les daban y en media hora – tras replegarse y finalmente salir en desbandada – quedó la ciudad en manos de los invasores. Las bajas en ambas partes fueron insignificantes.
Los defensores subieron al monte y reunieron fuerzas para regresar. El grupo de Selkirk, un marino hallado en la Isla Juan Fernández por los piratas a quien apodaron Robinson Crusoe, tuvo serios encuentros con gente armada que llegaba a la defensa del puerto, de manera que los vecinos retomaron ciudad vieja y los piratas la volvieron a recuperar. El 4 de Mayo el Teniente de la Puna se les presentó con una oferta de treinta mil pesos por la ciudad y sus embarcaciones pagadera en doce días, estos contestaron que aceptaban pero en solo seis días y pagadera en la Puna, ya no se sentían seguros en Guayaquil. El convenio era beneficioso para ambas partes. Los piratas habían robado a su antojo y los guayaquileños salvaban su ciudad construida de casas de madera, de un seguro incendio.
El 5 de Mayo se redactó un Acta en inglés y español donde constaba que la plaza había sido tomada por las armas para que las autoridades superiores no pusieran obstáculos en el futuro. Al día siguiente se canjearon las ratificaciones.
El 11 de Mayo se envió a la Puna veinte y dos mil pesos y entonces los piratas zarparon sin esperar la diferencia, pero un pariente de los rehenes les alcanzó con tres mil quinientos pesos más y logró salvar a unos cuantos prisioneros. Los piratas siguieron hacia el norte y a la altura de Barbacoas hicieron nuevas presas, entre ellas los barcos Santo Tomás de Villanueva y San Dimas. Un vecino guayaquileño llamado Juan Navarro Navarrete logró por una letra de tres mil quinientos pesos girada contra Jamaica salvar a algunos negros y fardos de telas.
La historia ha culpado de este fracaso militar a los Jefes de la Plaza en primer lugar y luego al corregidor Boza y a los Virreyes del Perú que no tomaban disposiciones administrativas para la defensa de un puerto de tanta importancia como el de Guayaquil, que se encontraba desguarnecido a pesar que continuamente había sido visitado por Corsarios y piratas.
Es necesario aclarar que durante la estancia de los piratas en Guayaquil estos fueron recibidos y agasajados en casa de doña Petra Tomalá del Castillo, la moza del Corregidor Boza, quien no permitió que se robara ni uno solo de los bienes de ella, no así con los bienes de los demás vecinos que sufrieron toda clase de expolios.
Poco después el Cabildo de Guayaquil dirigió una misiva al Presidente de la Audiencia, Juan de Zosaya, informándole sobre la entrega de la plaza por el Corregidor sin haber puesto de su parte el menor reparo a su defensa. De Quito llegó un Juez de Residencia, posteriormente el Virrey del Perú empezó a investigar los hechos por su propia cuenta mientras el Corregido y el Maestre de Campo Ramírez de Arellano, trasladados a la Puna, trataba de estorbar los trámites. El asunto se extendió por muchos años porque aparentemente se extraviaron los autos pues no se los tenía ni en Lima ni en Quito aunque después aparecieron tan misteriosamente como habían desaparecido.
Para colmos, muerto en 1710 su protector el Virrey del Perú Castelldosrius, Boza renunció el cargo. Al poco tiempo mantuvo un lance de honor con el Alguacil Mayor de Lima José Merino de Heredia a consecuencia del cual falleció Merino. El asunto pasó al Fuero Militar y fue sentenciado al año siguiente sin mayores responsabilidades para Boza, quien ya era un rico vecino, puesto que en Guayaquil había hecho una regular fortuna.
Efectivamente ese año otorgó una Carta de Pago a Julián López de Velasco y un poder a su paisano Pedro Sánchez Manrique de Lara para que viajaran a la Corte a entregar regalos y prebendas, sobretodo al Capellán de Rey Felipe V, Diego de Valdivia y Cortés, para que actúe como su Agente y le defendiera. Igualmente para que logre su ingreso a la Orden de Santiago, lo que consiguió.
En 1712 casó en Lima con Juana Guerra de la Daga y de la Cueva iletrada, pero hija del General Francisco Guerra de la Daga y Vargas y de Mariana de la Cueva y Guzmán, ambos de la aristocracia virreinal y la última, heredera de un pingue Mayorazgo fundado por sus abuelos paternos El recibo de dote a favor de la novia fue firmado por 19.698 pesos, de lo cuales 10.000 puso el novio.
En 1713 hizo reparaciones en la antigua casa de su mujer para habitarla con gran boato gastando 15.000 pesos en ello, compró el navío “La Sacra Familia” y adquirió una dotación de esclavos para la hacienda Collique pero al año siguiente (1714) sufrió prisión preventiva y el embargo de parte de sus bienes por orden del Juez pesquisidor que veía el Juicio por la entrega de la plaza de Guayaquil, a tiempo que recibía en Madrid el hábito de la Orden de Santiago.
Catorce meses pasó detenido en la cárcel de Corte de Lima hasta que le fue señalada por prisión su propia morada. Seguía siendo rico pues sus negocios progresaban a ojos vista y remató la hacienda de Aucallama de Retes en la jurisdicción de Chancay. Su esposa entregó una fianza de sesenta mil pesos para su defensa.
En 1717 vivía en la calle que va del convento Grande de Nuestra Señora en las Mercedes a la iglesia del Convento de San Juan de Dios, en la última cuadra sobre mano izquierda, al principio de la cuadra. Además era dueño de las haciendas de Colpa y Andachaca en Tarma con treinta y tres mil cabezas de ganado vacuno y ovejuno, Aucallama que tenía dedicada a sembríos de maíz y cría de cerdos para beneficio de su manteca y San Juan de Quipico en la villa de Arnedo en Chancay.
En 1720 fue Coronel de la Guardia del Virrey Diego Ladrón de Guevara con título. El 30 fue condenado en multa y tuvo que pagar ocho mil pesos en el juicio que le seguían por la entrega de la plaza de Guayaquil, el 35 fue Alcalde de Cabildo en Lima, el 36 fue agraciado por el Rey Felipe V con el título de I Marqués de Casa Boza ¡Atiza!
En 1743 fundó un Mayorazgo con su esposa ante el Escribano Marcos de Uceda con la hacienda de Chancay la grande que se llama Aucallama de Retes con cien fanegadas de tierra adquiridas al abuelo de ella Cristóbal de la Cueva, otra contigua llamada Nuestra Señora de la Piedad con setenta y cinco fanegadas adquirida a la madre de ella Maria de la Cueva, una chacra de treinta y cinco fanegadas que llaman del Gobierno al lado de esas haciendas, otra de veinte adquirida en Chancay con ciento cincuenta negros que vivían en ellas y sus respectivos aperos de labranza. Igualmente la hacienda Cullique rematada a la Inquisición en 1737, la casa principal donde vivían, otras dos donde funcionaban la mantequería y la tienda de Marchan y otra más con cinco tiendas, que la llamaba pequeña ubicada al frente de las anteriores. El menaje de la casa principal (colgaduras, pinturas, láminas, dosel) Dichas tres grandes casas existen todavía en la Calle que ahora se llama de Boza por su propietario.
En dicho Mayorazgo también quedó incluido un anillo de brillante que pesaba diez quilates y dos zafiros, dos forlones con sus pares de mulas (calesas urbanas) la araña de plata labrada de grandes dimensiones de la sala y toda la platería del comedor y cocina.
En 1749 enfermó de gravedad y dio poder para testar a su esposa declarando que todas sus propiedades en Lima se arruinaron y estaban siendo reparadas a causa del terremoto de 1746. Murió en Lima el 8 de Septiembre de 1749 de sesenta y seis años de edad y fue sepultado el día 10 en la bóveda de su propiedad en la Iglesia de la Merced.
En el testamento no menciona a su hija natural de Guayaquil pero si a una de Lima; sin embargo, la descendencia de ella se llevó bien con sus primos peruanos, se conocían y apreciaban. Finalmente no está demás indicar que de la descendencia de Boza en Guayaquil, desciende una buena parte de este puerto, entre ellos tres ex presidentes de la República del Ecuador de apellido Arosemena.