FEMINISTA.- Nació en Guayaquil el 30 de julio de 1889. Hija legítima del Dr. César Borja Lavayen, médico, político, Ministro de Hacienda Pública en 1907, poeta parnasiano y traductor de versos franceses, autor de “Flores tardías y joyas ajenas”, cuya biografía puede verse en este Diccionario, y de su prima segunda Angela Cordero (Febres – Cordero) y Lavayen; mujer de fervorosa intuición y de alma inteligente; ambos guayaquileños.
Por ser la última de cinco hermanos, dos de los cuales habían fallecido antes que ella naciera, y siendo de contextura delgadita y delicada, fue la consentida de todos y pronto demostró tener un hondo lirismo y clara inteligencia. En un viaje a Puná un amiguito de sus hermanos le preguntó viéndola caminar por la playa ¿Dónde vas plumita? A donde me lleve el viento fue la respuesta… Después diría: “Mi madre me guiaba siempre por la reflexión a fin de que mi obediencia fuera el resultado del convencimiento”.
Una tarde que jugaba en su casa con muchachos mayores simulando la batalla de Tarqui sufrió una caída y la rotura de un brazo. Meses después asistió a la escuela “Carmen Sucre” que dirigía su tía Rosa Elena Borja Lavayen de Izquierdo. En 1895 su padre fue desterrado a Costa Rica y vivieron el ostracismo. En 1899, cuando regresaba por Panamá, enfermó gravemente de fiebre amarilla, pero fue sanada por su padre.
Desde 1900 estudió piano con el maestro Domingo Brescia y siguió de alumna de su tía Rosa Elena. Cuando su padre se amistó nuevamente con Alfaro y fue designado Ministro en 1907, viajaron a Quito, luciéndose en la sociedad capitalina como una consumada pianista.
Nuevamente en Guayaquil en 1910 alquilaron una casa en Pichincha y P. Ycaza. Poco después murió su padre del hígado dejando sesenta mil sucres para sus hijos César y Camilo y una casa en Luque entre Chile y Pichincha para doña Angela y Rosita, que desde entonces vivieron de los arriendos, acompañándose en la mayor armonía.
Entre 1914 y el 15 radicaron en Lima invitadas por su cuñado y tío Juan Vallarino Miró – Quezada. Estos meses fueron de preparación para Rosita, puesta en contacto con intelectuales y mujeres valiosas, aprendió de ellos los nuevos horizontes que señalaba el servicio social a la comunidad.
En 1916 volvieron a Guayaquil y contrajo matrimonio el 16 de diciembre, a los veintisiete años de edad, con Alberto Ycaza Carbo, viudo de Susana Pareja Llaguno y muy amigo de su hermano César. Pronto nacieron Luis Alberto y Gustavo Ycaza Borja.
Entonces ingresó a la tercera Orden franciscana y al Belén del Huérfano que dirigía Ana Darquea de Sáenz de Tejada, entidad social y de beneficencia que mantenía un asilo escuela para niños huérfanos, interviniendo en las exclusivas veladas artísticas que se realizaban en los teatros Edén y Olmedo para recaudar fondos, a un costo bastante elevado de treinta sucres la entrada (seis dólares) De esa época son sus primeras poesías que publicó en “El Guante” bajo el seudónimo de “Alma”.
En 1920 enfermó su madre gravemente con arterieesclerosis y parálisis progresiva y su hermano César fue designado Cónsul en Hamburgo, así es que de común acuerdo decidieron llevarla a tratar a Alemania para ver si mejoraba, vendieron la casa y las dos familias se embarcaron en el vapor “Negada”, soportaron tres días de temporal en el Caribe, doña Angela falleció en alta mar y para colmos la nave colisionó cuando entraba a Hamburgo.
Enferma de los nervios, alquiló una casita de reposo a orillas del río Elba, en el “Hans Gruneck” del barrio Blankenese, donde permaneció varios meses acompañada con su fiel empleada Filomena y sus dos hijos, leyendo todo lo relacionado con la participación de la mujer en la sociedad de la postguerra. Esta fue su segunda experiencia en el campo social, la más importante de su vida, pues la preparó para desempeñarse en el servicio a la comunidad.
En 1923 regresó por Bélgica y Holanda. Ya en Guayaquil se decidió a actuar, pues intuía que era necesario hacer algo para cambiar el modo de ser y de pensar de las gentes, de manera que publicó en solo diez ejemplares numerados, que entregó a las autoridades del país, un pequeño ensayo titulado “Los derechos humanos de la mujer” para tratar de incentivar cambios sociales en el ambiente nacional y apoyada por Ana Darquea de Sáenz de Tejada dio una conferencia en el teatro Edén, como número principal de una velada artística musical, sumándose a un pequeño grupo de jóvenes mujeres que lucharon por la superación del bello sexo utilizando los caminos de la poesía y la literatura, entre las que figuraban Aurora Estrada y Ayala, María Piedad Castillo de Levi y Zaida Letty Castillo de Saavedra.
El 4 de Octubre de 1926 leyó una conferencia en la Tercera Orden con motivo del VII Centenario de la muerte de San Francisco de Asís y el 21 de junio de 1927 se presentó su diálogo “El azar de la vida” que se resintió por la falta de ensayo, aunque fue calificada de “delicada filigrana por la pureza de la dicción demostrada por los actores, como por el interés de la acción”.
En 1928 fue electa Vicepresidente del Comité Patriótico Orientalista de Señoras y el domingo 29 de septiembre de 1929 sustentó en el paraninfo de la Universidad una conferencia sobre la mujer. Esta fue la primera ocasión que una mujer ocupó el Paraninfo, especie de santo santorum varonil en nuestro medio. El asunto atrajo la atención de la ciudad. “Subió frágil, delicada y vestida de negro por ser el color de los poetas, de suerte que la tersura de su albo cuello resaltaba en la solemnidad del recinto y leyendo con gracia y soltura dijo: Hay que educar a la mujer. Solo liberándola de la ignorancia no seguirá padeciendo la reducción de su personalidad social”. Frases que fueron como una clarinada que anunciaba el alto destino de la mujer cultivada primordialmente y por supuesto, causaron desazón en los espíritus retrógrados y pacatos y cuando los aplausos desmayaban, Gabriel Pino Ycaza la obsequió en gesto galante y modernista, con un ramo de espléndidas rosas.
La conferencia de 54 págs. aparecería dentro de su obra “Aspectos de mi sendero” bajo el titulo de “Influencia de la mujer como factor importante en el mejoramiento humano” y ocasionó la reacción de la “Asociación Social Católica Guayaquileña” formada por damas caritativas que no comprendían los altos fines “de esta esposa y madre joven y dama del gran mundo, caso un tanto excepcional de mujer intelectualizada, de escritora y periodista en paz con sus faldas y su manicure, con los modales de su sexo y que brillaba y descollaba por todos los aspectos de su múltiple personalidad”; así pues, el director espiritual de la Acción, jesuita francés y de moda en Guayaquil, padre Francisco de Borja Kueney, desde el púlpito de la iglesia de san José y a través de la páginas de la revista “Bandera de Cristo Rey” la criticó por esparcir teorías contrarias al papel natural de la mujer en el hogar, imitadora de las virtudes de María en Nazareth.
Pronto se regó la noticia y la ciudad tomó partidos, Alberto Ycaza salió a reclamar pero felizmente no se encontró con el padre Kueney. Los masones la felicitaron e influyeron para que se le reconocieran sus méritos. El 22 de octubre “El Telégrafo” lanzó su nombre para representar al feminismo en las elecciones municipales. El jueves 21 de noviembre la Sociedad Filantrópica del Guayas la condecoró con Medallas de Oro y el 29 de diciembre la “Sociedad Trece de Mayo” la recibió en sesión solemne para oír su disertación sobre “La mujer moderna y la obrera.”
Los años treinta comenzaron con tan buenos auspicios para el feminismo porteño: sin embargo, acababa de morir Ana Darquea de Sáenz de Tejada y poco después se ausentaron a Quito y Lima respectivamente Aurora Estrada de Ramírez y Zaida Letty Castillo de Saavedra y un silencio pesado fue cubriendo sus hermosos poemas. Solo Rosita y Mana Piedad Castillo de Leví quedaron en el campo de las bellas letras.
El 30 editó “Aspectos de mi sendero” en 144 pág. con sus tres conferencias que un crítico calificó de “bellos desahogos de una alma de élite”. El 31 de julio la nombraron en Quito Vicepresidente del Comité Bolivariano de Guayaquil; poco antes había viajado a Riobamba a sustentar una conferencia en el teatro León, donde incitó a las damas a fundar el “Centro General de Cultura”. Entonces y para sorpresa de todos, no leyó como era su costumbre, tratando el tema “Acción social de la mujer aplicada especialmente al niño”. En octubre fue designada Consejera Provincial del Guayas y su nombre fue conocido en todo el país, pero habiendo aparecido el libro “Los que se van, cuentos del cholo y del montubio” mostró su desagrado por el abuso de las malas palabras y opinó que eso no era literatura. En esto se comportó reaccionaria. El 20 de Diciembre declamó su composición “Canto bolivariano” en el salón máximo de la Universidad.
En Mayo del 31 se sumó al Apoteosis Nacional en homenaje al Dr. Honorato Vásquez y envió su discurso, que fue leído por Remigio Crespo Toral. El 1 de diciembre fue electa Presidente del “Centro de estudios Literarios de la Universidad de Guayaquil” integrándolo con Francisco J. Falqués Ampuero, Modesto Chávez Franco, José María Egas, José Antonio Falconí Villagómez, Carlos Alberto Flores y Joaquín Gallegos Lara, el más joven de todos. El 17 de ese mes y como vicepresidenta de la Sociedad Bolivariana pronunció un discurso al pie de la estatua del Libertador. A fines de año fue presentada su candidatura para el ministerio de Educación por el diario “El Telégrafo”.
En marzo del 32, mientras pasaba vacaciones en Riobamba, se sumó a la celebración del centenario del nacimiento de Numa Pompilio Llona con un discurso largo que dedicó a sus hijas. El 11 de octubre la compañía Vidal – Montoya estrenó en el Olmedo su comedia costumbrista de clase alta y fin moralista, en tres actos y en prosa, titulada “Las de Judas”, que dedicó a su amiga María Piedad y tuvo que presentarse en escena a recibir reiteradas y estruendosas palmas. La obra se editó en 112 págs. al año siguiente.
El 3 de Enero del 33 fundó con el Director Provincial de Educación, Alberto Wither Navarro, la “Legión Femenina de Educación Popular,” institución destinada a “combatir el analfabetismo, proteger al niño y estimular la cultura nacional por todos los medios que se hallen al alcance de la mujer”, así como a la formación de escuelas y talleres para educar y tecnificar a la mujer y prepararla para la vida. La Legión nació como una institución privada y de servicio público, sin director espiritual ni orientación política o religiosa y aceptó entre sus miembros a todas las mujeres de buena voluntad que quisieran trabajar, prefiriendo siempre a las más cultas e ilustradas y esto que la Legión no tuviera director espiritual le acarreó serios reparos de parte de algunas selectas matronas poco acostumbradas a andar sueltas en el servicio social; pues, desde la época colonial, cada dama tenía su confesor y director espiritual.
En esta labor contaba con el apoyo del Dr. Leopoldo Izquieta Pérez, Ministro de Educación, para dictar las clases en los locales de escuelas fiscales a horarios convenientes y la inteligente colaboración de María Isabel Mejía de Tinajero, María Barredo de Castillo, Amarilis Fuentes Alcívar, Piedad Baquerizo de Illingworth, Rosa Rivas de Andrade, Rita Molina de Rendón, María Wither Navarro, María Esther Martínez Macías, Flérida Rodríguez de Maruri y otras abnegadas mujeres, señoras y señoritas, dispuesta a trabajar en pro de la mujer desprotegida.
Ese mismo año 33 presidió el Comité de la Bandera de la Paz y de la Raza por elección del Comité Central en Montevideo y el 2 de Agosto realizó una Velada Solemne en el Paraninfo de la Universidad de Guayaquil.
Por el éxito alcanzado por la Legión en Guayaquil al año siguiente le llegó el nombramiento de Presidenta Internacional de la Legión Femenina de Educación Popular. Por esta dignidad continental “su obra trascendió las fronteras y su contribución a la cultura se plasmó en una amplitud de preocupaciones e intereses que incluirán campañas de alfabetización, legislación especial para proteger a las trabajadoras y a los niños, la enseñanza para la mujer, panamericanismo y la paz mundial, logrando atraer hacia el Ecuador la atención de los círculos literarios de América e incluso de Europa y llevó a la literatura nacional su perspectiva universal y humanista.”
Ese año fue descrita desde Caracas por Víctor Hugo Escala como “joven dama de talla continental”. En mayo fue electa Presidente del Comité Patriótico de Guayaquil y el 17 de ese mes inauguró los cursos de enseñanza para obreras y domésticas en tres escuelas fiscales. En estas actividades era ayudada por su esposo quien jamás se negó a compartir sus anhelos por el bienestar popular. El 3 de agosto izó la bandera de América también llamada de la raza, ante tres mil personas congregadas en la rotonda. En julio fue electa miembro de la “Sociedad Bolivariana del Ecuador” con sede en Quito y en octubre fundó la revista “Nuevos Horizontes” con María Piedad Castillo de Leví en Guayaquil e Hipatia Cárdenas de Bustamante en Quito. “La revista reflejó, como órgano oficial de la Legión, por años y hasta mayo del 36, los nuevos rumbos que las escritoras y las intelectuales tomaron para asegurar que la mujer tuviera un rol más significativo en la sociedad ecuatoriana.” Rosita escribía los Editoriales tratando siempre de romper los arcaicos moldes que limitaban la acción de la mujer ecuatoriana.
El 24 de Julio de 1934 la Legión organizó y puso en funcionamiento la primera Biblioteca Popular que tuvo nuestra ciudad y estuvo ubicada por muchos años en el parque Seminario, luego se crearon otras en el parque Abdón Calderón y en el Malecón. El Concejo Cantonal puso a su cargo una ala del recién construido Mercado Municipal en las calles Gómez Rendón y Chimborazo, donde la acción educativa se extendió a los niños voceadores de periódicos. En ese local instaló los primeros comedores populares y los roperos escolares, peluquería gratuita, talleres de industrias manuales y objetos de paja toquilla. También se formaron los Comité para organizar las granjas agrícolas, colonias vacacionales, campañas anti alcohólicas y asistencia médica escolar.
Ese año fue premiada en la exposición del libro por su obra “Hacia la vida” que auspició la Municipalidad en 1935 y editó al año siguiente en 184 págs. con el No. 1 de la colección Biblioteca Guayaquil de selección de autores ecuatorianos, fue electa presidente del Consejo Nacional Ecuatoriano de la Unión de Mujeres Americanas (U.M.A.) compartiendo un ideario cristiano, femenino y práctico con otras notables mujeres como Juana de Ibarbourú, Gabriela Mistral, Amada Laborea, Georgina Fletcher, Harman Hull, Gloria Dall, Doris Steven, Esther Croock, Maximina Olmos de Jiménez, Rosa Tornero, Graciela Bográ, Lucy Martinelly, Elena Torres, Margarita Robles de Mendoza, Isabel Morel, Nelly Merino de Carvallo, Lina Tersi y Leonor Llach.
En 1935 recibió y atendió en su casa a las escritoras Juana de Ibarbourú y Concha Espina cuando pasaron por Guayaquil. Con una asignación fiscal abrió los comedores populares y agrandó los talleres femeninos y en el teatro “Edén” a beneficio de la sociedad El Belén del huérfano pronunció una conferencia titulada “Orientaciones Sociales” donde expuso su pensamiento para elevar a la raza indígena en el Ecuador. Mas, su pensamiento, lamentablemente estaba influenciado por las teorías raciales entonces en boga con el nazi – fascismo, que sostenía la existencia de razas superiores e inferiores: “Una raza aletargada por cuatro siglo, que se despierta ya con derecho a la vida, trayendo los peligros de la adaptación violenta de una raza inferior que, numéricamente superior, careciendo de armas espirituales, nos dará la trágica evidencia de su vengativa supremacía por la injusticia feroz que hoy padece. Para atender este inquietante desenvolvimiento de la raza primitiva que domina nuestra República, donde la porción civilizada constituye apenas una débil apariencia para los ojos de los pueblos extraños, necesitaríamos comenzar por sacudir nuestra incapacidad moral para atender a las necesidades positivas que se encuentran paralizadas en medio de nuestra pretendida civilización, para vincular con un espíritu más juicioso y más humano todas aquellas regiones del país que en el sentido material y político están desconectadas de la vida nacional y que no han recibido las invasiones bienhechoras de la cultura.”
Su programa de salvataje tenía por meta “la aplicación de las normas sociológicas que proporciona la civilización” pero sus buenas intenciones quedaron en el limbo frente a la inercia imperante en la sociedad de su tiempo.
El 5 de Junio, día de la revolución liberal, disertó sobre el feminismo en la radio “El Telégrafo” y terminó diciendo: El feminismo que se levanta hoy en el Ecuador es un feminismo consciente y liberal. Poco después habló sobre el arte como función social en el Conservatorio de Guayaquil. En septiembre fue condecorada por el gobierno de Venezuela con la medalla de Honor de la Instrucción Pública y en Octubre por el dictador ecuatoriano Federico Páez con la Orden Nacional al Mérito, en ambos casos en Quito.
Por todo ello la Municipalidad de Guayaquil el 4 de Agosto de 1936, queriendo alentar su labor, designó a una calle del Barrio del Centenario con su nombre y ejecutó la ordenanza el 7 de septiembre siguiente, honor altísimo pero muy merecido, que la consagró.
En 1937 fue vocal del “Círculo de Periodistas del Guayas” fundado por José Antonio Campos e Ismael Pérez Pazmiño. Durante la estadía de Gabriela Mistral en 1938 ofreció un brindis en su casa en honor a tan ilustre visitante. El 14 de Octubre de 1938 la Compañía Soler Malumbres, dirigida por el primer actor Andrés Soler, estrenó en el Olmedo su alta comedia en prosa “Nadie sabe lo que vendrá mañana” con gran éxito, pues la autora tuvo que salir a escena y la concurrencia se puso de pie. Los años treinta culminaron con el advenimiento de la II Guerra Mundial y el feminismo pasó a ocupar segundos planos en América.
A principios de los cuarenta tuvo un desagradable incidente con el Obispo José Félix Heredia, S. J. que tenía fama de ser persona instruida, educada y hasta era historiador. Rosita era miembro activa de la tercera orden franciscana y se reunían a realizar sus prácticas piadosas de rezos y novenas en una capillita ubicada al lado del templo. Una mañana, como a las doce del día, al bajar al pretil se encontraron las buenas damas con el monseñor que acababa de oficiar una misa de réquiem y todas fueron saludando por turno. Al tocarle a Rosita, tras besarle el anillo llamado esposa, le dijo: Cuanto gusto de verle monseñor ¿Cuando nos acompaña al taller de la Legión (refiriéndose al de la Legión Femenina de Educación Popular) para que aprecie lo que estamos haciendo? Bastó eso para que Heredia, muy enojado, le espetara la siguiente agria frase: ¿Cómo se atreve invitarme a visitar una institución de señoras sin director espiritual? tras lo cual dio media vuelta y se alejó, dejándola perpleja. El asunto se volvió la comidilla social del momento pero no tuvo repercusión por la prensa.
En 1942 fue galardonada por la “Asociación Argentina de Música de Cámara” con un Primer Premio por su “Album de Música”, conteniendo varias partituras propias donde lució sus dotes de compositora. Ese año pasó a Quito con su esposo que acababa de renunciar la administración del Cementerio General de Guayaquil por un problema surgido al sacar los restos mortuorios de muchas personas cuyos familiares se habían atrasado en la cancelación de los arreindos. Algunos por varios años.
Sus hijos trabajaban en la capital y el gobierno la designó Directora de la Biblioteca Nacional, desempeñando esas funciones hasta después de la revolución del 28 de Mayo. El 43 había sido nombrada miembro del “Instituto Cultural Ecuatoriano” que antecedió en meses a la creación de la Casa de la Cultura Ecuatoriana.
En 1948 enviudó y el 49 representó al Ecuador en el “Día de la Mujer de América” celebrado en New York. En 1952 el Alcalde. Dr. Carlos Guevara Moreno, la designó directora de la Biblioteca Municipal y con el paso de los meses se hicieron amigos y fue una de sus principales consejeros y no cosechó rosas modernistas como en sus primeras épocas, sino la admiración y el cariño del pueblo, de esas gentes que la consideraban por sus obras y sus años; pues, a los sesenta y tres de edad, inició una nueva faceta de su vida siempre ascendente, desde dama de sociedad, activista feminista, directora de entidades sociocultu rales y de bibliotecas públicas, hasta consejera política del único gran partido populista que ha conocido el Ecuador en el siglo XX, la Concentración de Fuerzas Populares C. F. P. Entonces se afilió a dicho partido y renunció a la presidencia de su querida Legión Femenina (fue reemplazada por su amiga María Isabel Mejía) dedicando a la política las noches pues fue constante en las visitas a los Comités populares ubicados en el centro y aún en los del Suburbio que recién se estaba formando al suroeste de la ciudad.
En 1953 fue llevada a la dirección del Departamento de Extensión Cultural de la Municipalidad de Guayaquil por el concejal Rafael Dillon Valdés y a fin de año hizo una extensa exposición al nuevo Alcalde Dr. Rafael Mendoza Avilés “sobre los lineamientos de la obra renovadora que dicho departamento podría desarrollar” que editó en 78 págs., bajo el título de “El Municipio y los problemas sociales de Guayaquil.” Lamentablemente la situación política no permitió el cumplimiento de tan vastos propósitos que doce años después – en 1965 – revivirían con el nombre de “Patronato Municipal de Bellas Artes” continuando años más tarde con el nombre de “Centro Municipal de Cultura” hasta que al cumplir veinticinco años de labor en 1989 fue ominosamente cerrado durante la pésima alcaldía de la Abogada Elsa Bucaram Ortiz.
Rosita era una dama viuda de escasos recursos y se ayudaba con el producto de su trabajo. En 1954 editó su poemario “Ritmo Espiritual” en 143 págs. En 1959 publicó en veinticinco entregas con dibujos de Jorge Sweet su autobiografía novelada “Mi mundo íntimo”, que solo abarcó sus primeros diez años de vida hasta el destierro de su padre en Centroamérica. Crónica escrita dentro del género tradicionista de costumbres, de carácter intimista por subjetivo, que sugería un cambio de estilo en la escritora. Igualmente dio a la luz su poemario “Ritmo Espiritual” en 142 págs. y en 1960 editó con prólogo del padre Aurelio Espinoza Pólit su canto “Libertador”, de corte anacrónico por romántico neoclásico, dedicado a Bolívar en 49 págs.
En 1961 fue directora fundadora del “Grupo Cultural Oasis” y disertó varias veces en el “Club femenino de Cultura de Quito”, recogiendo esas charlas en un volumen titulado “Impresiones” aún inédito. En 1962 el núcleo del Guayas de la C. C. E. publicó en la “Colección Popular” sus dos obras de teatro en 179 págs.
A mediados de diciembre de 1964 se encontraba bien de salud, muy animosa y hasta preparaba otro libro pues se la observaba atareada y con papeles entre manos, cuando al bajar una tarde al portal de la casa de su hijastra María Mercedes Icaza de Illescas ubicada en el Malecón casi al llegar a la Avenida Olmedo, que desde su viudez la protegía económicamente, por no divisar una grada perdió el equilibrio, cayó y se rompió el tabique nasal, con lo cual se probó una vez más que en toda escalera la grada más peligrosa es la última, pero no hay como quitarla.
Llevada a la Clínica Guayaquil fue operada por el Dr. Roberto Gilbert Elizalde mejoró y egresó pero a la semana se sintió mal y poco después el Dr. José Manrique Izquieta le diagnóstico un infarto, falleciendo sin agonía el 22 de diciembre a las diez de la mañana “con la tranquilidad propia de las almas grandes, gozando de los beneficios de su cultura integral y en perfecto equilibrio de su personalidad” y siendo su médico de cabecera el Dr. Rafael Mendoza Avilés.
“Tuvo la plenitud de espíritu razonando y sintiendo permanentemente el infinito”. Murió de setenta y cinco años, admirada y respetada por la intelectualidad del país. Su estatura normal, contextura algo gruesa al final de su vida, ojos color café, piel blanca rosada y pelo negro. Su trato ameno, dulce, cordial. Su voz suave y agradable. Tocaba el piano con maestría, compuso música, gustó las cosas finas y elegantes, pero siendo una viuda de escasos recursos, su departamento era modesto, amoblado únicamente con lo necesario y como único lujo solo conservaba algunos objetos de familia. Tuvo carisma, talento y don de mando, así como femineidad.
En los años veinte fue lanzada a las bellas letras como prosista por Ana Darquea de Sáenz de Tejada al tiempo que como poeta María Piedad Castillo de Leví recibía igual honor.
“Entre los años treinta y sesenta hizo periodismo en diferentes medios como El Grito del Pueblo, El Guante, El Telégrafo, El Universo, La Prensa, todos de Guayaquil. Sirvió al pueblo y a la sociedad con patriotismo y sinceridad por eso fue llamada La Rosa del Guayas.
Su poesía de carácter cívico, particularmente bolivariana, fue la manifestación propia a su tiempo y de su sensibilidad.”