BOLAÑOS ROSERO FRANCISCO

FUNDADOR DE LA RECOLECCION DEL TEJAR. Nació en Pasto, actual República de Colombia, el 4 de Octubre de 1701. Hijo legítimo de Diego Casimiro Bolaños y de Beatriz Rosero, personas muy recomendables por su vida ejemplar.

En 1716 ingresó a la Orden Mercedaria encontrándose el padre Maestro fray José Portillo realizando la visita canónica y siendo Comendador del Convento el padre Predicador fray Diego Rosero, pero al poco tiempo y para ampliar sus conocimientos se trasladó a Quito, estudió en el convento mercedario y pronunció sus votos solemnes el 17 de enero de 1718.

De veinte y cuatro años el 17 de marzo de 1725, se inició en el sacerdocio, celebrando su primera misa en Quito. Sus hermanos José y Pedro también se hicieron mercedarios pero no se tiene mayores noticias de ellos, de fray Francisco se conoce que desde muy temprana edad se había entregado al ejercicio de todas las virtudes, a la observación estricta de sus votos, reglas y constituciones de la Orden y llegó a alcanzar una eminente santidad.

El 12 de mayo de 1733, justamente para alejarse del mundo que le rodeaba, se fue a un lugar solitario y fundó la ermita del Tejar, que con los años pasó a ser conocida como la Recolección, Iglesia, Casa de Ejercicios y Capilla dedicada a San José. Esta fundación la realizó Bolaños en un lugar amplio y ameno con abundante agua y piedras para la construcción, en las laderas del volcán Pichincha, sobre tierras donadas por el Cabildo, frente al sitio donde se había levantado el palacio de placer del Inca Huayna Cápac, separándola de la ciudad una estrecha quebrada que bajaba de Toctiuco y se llamó del Tejar por estar en el lugar donde se horneaban los ladrillos y tejas para la construcción del Convento Máximo mercedario.

Bolaños adornó la Recolección con una admirable imagen de la virgen de La Merced y cuando todo estaba concluido, algunos émulos le indispusieron ante las autoridades acusándole de haber fundado un nuevo convento y tuvo que defender la legalidad de su obra.

Bolaños era un líder y desde sus comienzos ejerció una marcadísima influencia sobre sus hermanos de religión para obtener de ellos mayor austeridad y mortificación en un ambiente de paz, oración y estudio. “Era sencillo, vivía con varios sacerdotes dignos en pequeñas celdillas y tenían la imagen de la Virgen de la Merced pintada en una de las paredes”.

“Leía pero no predicaba pues no era orador ni aspiraba a serlo, hacía gran fruto en los frailes y en los de afuera por su fama de santidad por todos reconocida, y todos se le rendían teniéndole por verdadero Siervo de Dios”. En los ejercicios espirituales para seglares que ocasionalmente dictaba, hacía gran acopio de confesiones generales y sinceros arrepentimientos, por ello sus hermanos le eligieron Maestro de Novicios y Sacristán Mayor, dignidades las más elevadas en el Convento.

Ya para entonces le llamaban el Padre Grande, por alto y fuerte, “reconociéndole como varón de vida ejemplar e irreprensible”. De él se contaba que había comenzado sus construcciones solamente con real y medio en el bolsillo y con el producto de la venta de un libro de ocho reales. Su compasión y caridad hacia los pobres era muy grande y se daba abasto para todos, recibiendo muchas visitas de amigos y conocidos a los cuales recibía con benevolencia, brindando una taza de chocolate que él mismo preparaba, en una chocolatera de bronce calentada sobre un fogoncito que tenía oculto en su recámara. Muchas personas comentaban que sabía leer el pensamiento y por eso en una ocasión que necesitaba piedras preciosas para enjoyar una custodia fue donde una señora que tenía tres esmeraldas a solicitárselas y ella accedió pero sin voluntad, Bolaños lo comprendió y agradeciéndole el gesto no quiso llevárselas. También se refería que acostumbraba disciplinarse en secreto y que en cierta ocasión un hermano lego que era muy curioso, deseando conocer sus instrumentos de suplicio, le abrió sigilosamente la puerta y halló una caja con diversas disciplinas y silicios.

Desde 1759 se recogió en la Ermita totalmente absorto en las cosas del cielo y creció su fama de santidad en toda la ciudad. De allí en adelante, dedicado a los ejercicios espirituales que tanto conmovían a sus auditorios, su vida se deslizó en oración.

El 14 de diciembre de 1785 falleció en Quito tras una existencia ejemplar a los ochenta y cuatro años de edad, habiendo dirigido la Recolección del Tejar desde su fundación. Igualmente había recorrido parte del país, sobre todo las zonas del bajo Ucayali, en misiones de provecho para la conversión de los salvajes. Su entierro se prestó a grandes demostraciones de pesar y se realizó en el Convento Máximo de la Merced. Su Elogio Fúnebre corrió a cargo del padre Mariano Ontaneda y fue posteriormente impreso. En el presente siglo XX el padre Joel L. Monroy compuso una “Relación que se escribió para instrucción del abogado que había de correr con la causa del Venerable Siervo de Dios fray Francisco de Jesús Bolaños”.

Varón penitente y activo, amigo del silencio y del trabajo, pero al mismo tiempo muy dado a las cosas de Dios. Su Orden le tiene como uno de los varones más excelsos que ha producido en el Ecuador. Dejó escrito un pequeño devocionario con oraciones para antes y después de la misa.