BETANZOS JUAN

CRONISTA. Su nombre completo es Juan Díez de Betanzos y Araos pero él prefería firmar Juan de Betanzos porque fue nacido hacia 1510 en esa ciudad, que siempre ha sido una de las siete capitales históricas de Galicia. Miembros de esta familia estaban avecindados en tierras del Conde de Oropesa y descendían de Fernán Pérez de Andrade, señor feudal conocido por sus obras como “El Bueno”.

No se sabe la fecha de su pase a las Indias pero estuvo entre los expedicionarios de Francisco Pizarro en la Isla del Gallo. Debió arribar entre 1534 y el 35 al Perú, fue de los primeros vecinos de San Miguel de Piura y se movilizó a tiempo para participar en el cerco de Lima siendo intérprete y mano derecha de Pizarro, quien vivía maritalmente con la Princesa Inca Cuxirimay Ocllo, hermana y mujer principal de Atahualpa, que al ser bautizada llamó Angelina Yupanqui, ella fue la segunda mujer que tomó Francisco Pizarro, a quien dio dos hijos llamados don Francisco y don Diego (1)

Entre 1542 y el 43, conjuntamente con Francisco de Villacastín, otro conocedor de la lengua del Inca, ayudó al Gobernador Cristóbal Vaca de Castro en la declaración de los quipocamayos, a fin de averiguar las cosas antiguas de los indios. Betanzos y Villacastín iban escribiendo lo que el indio ladino Pedro Escalante traducía al castellano aquello que relataban en quechua los quipocamayos, quienes leían en sus quipos lo que allí estaba escrito.

Cuando por motivo de las leyes de Indias los conquistadores se sublevaron liderados por Gonzalo Pizarro, en un primer momento Betanzos apoyó la revuelta, luego se volteó y estuvo con el Presidente Pedro de La Gasca quien sofocó la rebelión. En premio recibió en 1548 una Cédula de Encomienda otorgada por el Licenciado la Gasca, que dice le fue otorgada, entre otros merecimientos, porque hacía traducciones de textos de doctrina cristiana al quechua. Ahora se conoce que fue de los primeros españoles en escribir en quechua y que llegó a elaborar un vocabulario básico español – quechua.

Por su matrimonio con doña Angelina Cuxirimai quien había sido una de las principales mujeres del inca Atahualpa y luego fue tomada como concubina por Francisco Pizarro y por su condición de “lengua” trató a la nobleza del Imperio, supo ganar su amistad y confianza, logrando una invalorable información de primera mano sobre el origen, la expansión y el trágico final del Tahuantinsuyo, lo cual le permitió escribir un Resumende los sucesos de la conquista que leyó el Virrey Antonio de Mendoza en 1551, quien quedó tan satisfecho que le ordenó confeccionar una Historia completa desde los orígenes hasta la conquista, que Betanzos tituló “Suma y narración de los Incas que los indios llamaron Cappacunayo” y completó entre 1551 y el 58, obra considerada entre las más importantes del mundo andino pero que no pudo publicarse por muerte del susodicho Virrey.

Perdido el original con el paso del tiempo, a finales del siglo XIX el americanista español Marco Jiménez de la Espada, buscando en los fondos de la biblioteca de El Escorial encontró una copia incompleta que editó en 1880; sin embargo, hace pocos años la investigadora Carmen Martín Rubio halló otra copia manuscrita con el texto aparentemente completo, buscando entre los manuscritos antiguos de la Fundación March, de Palma de Mallorca y que se conoce perteneció a la biblioteca archivo de los Duques de Medinaceli, de manera que puede ser que algunas partes no sean enteramente de Betanzos sino del copista, que quizá añadió, quitó, aclaró o actualizó la información contenida en el original. Entre la copia incompleta de El Escorial y la completa de la Fundación March existen pequeñas variaciones que en ningún caso pueden ser consideradas de importancia.

La Suma contiene la genealogía de los Incas en una sola página y luego viene la Narración, es decir, que se divide en dos partes. La primera tiene cuarenta y ocho capítulos y cubre desde la antigüedad pre Inca, pasando por Manco Cápac y toda su descendencia hasta llegar a Huayna Cápac. La segunda parte tiene treinta y tres capítulos y trata sobre Huáscar y Atahualpa y los tiempos que siguieron de ocupación española.

La obra presenta muy importantes aportaciones sobre la cultura andina, concluyendo en el Capítulo treinta y cuatro de la segunda parte de la Narración, con la despedida de Juan de Betanzos en 1557, quien parte por orden del Virrey Andrés Hurtado de Mendoza, Marques de Cañete, junto a fray Melchor de los Reyes, en calidad de mediadores, para sumarse a la negociación ya empezada a fin de obtener la pacificación del reino de Vilcabamba gobernado por el Inca Sayri Túpac (2)

Los delegados del virrey no pudieron entrar ni por Huamanga ni por Andahuaylas, por eso cambiaron de rumbo hacia el Cusco donde el Corregidor Muñoz les solicitó que se unan a Juan Serra, hijo del Conquistador Mancio Serra de Leguízamo en la princesa Inca doña Beatriz Quispe Quispe tía de Sayri Túpac, quienes ya habían comenzado las negociaciones con el Inca casado con la Colla Cusi Huarcay, padres ambos de la princesa Beatriz Clara Coya y entre todos llegaron a convencerle para que acepte la invitación del Virrey y visite Lima como muestra de buena voluntad.

(1) Francisco Pizarro tuvo oficialmente dos concubinas indígenas y estas fueron las Collas o Princesas doña Inés (Quispe Sisa) y doña Angelina (Cuxirimay) mujeres del Inca Atahualpa. La primera tenía solamente doce años cuando le fue entregada en Cajamarca y fue madre de don Francisco y don Gonzalo, y llevados al Cusco fueron educados por los frailes dominicanos. Garcilazo escribió que él conoció a don Francisco que era lindo de cuerpo y de rostro y murió mozo. Más tarde Pizarro la entregó en Lima a su criado Ampuero, que se vio obligado a casarse, el matrimonio duró muchos años, hasta la muerte de ella ocurrida en Lima en Mayo de 1575, siendo sepultada en el convento de La Merced. Doña Angelina, fue madre de dos hijos de Atahualpa llamados don Francisco y don Diego, traídos por Diego de Almagro desde la provincia de Quito; ella fue tomada prisionera en Cajamarca junto a su prima Cuxirimay y el día que murió el Inca, atado de pie a un tronco de árbol, al cuello un collar de hierro llamado el garrote vil, porque tenía en la parte posterior una palanca igualmente de hierro, que se accionaba para cerrar el collar y provocar la muerte, vieron al cadáver de Atahualpa que quedó toda la noche atado, con los ojos abiertos de par en par y el rostro y las manos embadurnadas de sangre, que entonces volvieron a su encierro y gritaron buscando el espíritu del Inca pero solo encontraron silencio, que trató de matarse y allí fue que Pizarro la tomó como segunda mujer y le dio el nombre de doña Angelina, teniendola consigo en Lima por algún tiempo, hasta que la abandonó y ella volvió al Cusco, ciudad que fue tomada por Diego de Almagro, quien la aprisionó. Sus soldados violaron a varias mujeres de aquellas. Años más tarde se casó con Juan Diez de Betanzos, quien se ganaba la vida como traductor del quechua y la ayudó a obtener una Encomienda pequeña en las cercanías del Cusco y tras su muerte casó con una mujer española, heredando dicha Encomienda. La Coya Curixamay o Susirimay como también se la conoce, era una de las esposas favoritas de Atahualpa y cuando éste cayó preso fue violada por el Indio ladino Felipillo en Cajamarca , con el consentimiento de su amo Pizarro. Este Felipillo era un joven punae, indio ladino porque hablaba y vestía a la española, hablaba a medias el quechua y sirvió durante los primeros tiempos de la conquista peruana como traductor. Pizarro lo envió como espía a Chile, en la expedición militar comandada por Diego de Almagro, mas al ser descubierto recibió la muerte.
(2) Sairy Túpac, hijo del Inca Manco II y de la Coya Raba Ocllo, por lo tanto nieto de Huayna Capac, era considerado el heredero legítimo del Imperio. Casó con la Colla Cusy Huarcay y gobernó en las montañas abruptas de Vilcabamba rodeado de Caciques e indios que habían sido del círculo de su padre pero habiendo aceptado el dominio de los españoles bajó a Lima, donde le agasajaron con muestras de gran respeto dada su condición de soberano reinante y recibió varias prebendas ya mencionadas, en compensación a la renuncia de sus derechos, realmente una poquedad pero peor era seguir en las selvas de Vilcabamba, añorando un pasado de grandezas y glorias. Sus capitanes consideraron que este sometimiento era una verdadera traición y desde entonces lo despreciaron. Su viuda, bautizada como doña Beatriz Clara Coya Inca, casó con don Martín García de Loyola, Caballero de Santiago y sobrino nieto de Ignacio de Loyola con quien hizo muy poca vida marital pues Loyola desempeñó la Capitanía General del reino de Chile, lejos de ella, donde murió. Viuda por segunda ocasión, crió a su única hija llamada doña Ana Maria Coya Inca de Loyola, reconocida como Pariente Mayor de los Incas, quien casó en España con don Juan Enríquez de Borja, Caballero de la Orden de Santiago, Capitán General de la Armada de Barlovento y Mayordomo del Rey Felipe IV, con sucesión. Doña Ana Maria Coya Inca de Loyola recibió en 1614 el título de I Marquesa de Santiago de Oropesa, siendo por derecho propio señora de la Casa de Loyola en Azpeitía.

En octubre de 1557 el Inca salió por Andahuaylas con gran séquito y en compañía de su esposa la Colla Cusi Huarcay, nieta de Huáscar, de solo diecisiete años de edad, siendo conducido en litera hasta Lima. En Vilcabamba quedaron su hermano Túpac Amaru y su medio hermano Titu Cusi Yupanqui. El Virrey dispuso que saliera el Cabildo a recibirle, así como las instituciones de Lima. El Inca, por educación, se había quitado la insignia de los Emperadores del Tahuantinsuyo que usaba. La pareja fue alojada en el palacio de los Virreyes, siendo objeto de agasajos y regocijos. El Virrey le sentó a su lado en la Sala de Audiencias del Palacio. El Arzobispo Jerónimo de Loayza le convidó a cenar y tras el banquete el Maestresala se presentó con una escudilla de plata conteniendo un Indulto y una Cédula en la que a nombre del Rey se le otorgaba a perpetuidad la Encomienda de Sacsahuana que comprendía gran parte del hermosísimo e histórico valle de Yucay conocido como Valle Sagrado y su palacio que había formado parte de la panaka de Tumibamba propiedad de su abuelo el Inca Huayna Capac, el título de Marqués de Oropesa, una renta de veinte mil ducados anuales tomados del Cusco, los indios que habían sido del hijo de Francisco Pizarro, etc. Instruido de su tenor, el Inca tomó un hijo de seda de la sobremesa y dijo a los presentes: Todo este paño y su guarnición era mío y ahora me dan este hilito para mi sustento y el de toda mi casa, pero de todas maneras lo tomó. A los pocos días, con licencia del Virrey, volvió al Cusco. En el camino, al pasar por Huamanga, Miguel de Estete le obsequió la borla colorada que él mismo había quitado de la frente al Inca Atahualpa durante la sorpresa de Cajamarca, que Sayri Túpac aceptó también por educación aunque el regalo no debió agradarle por haber sido de un enemigo de su casa.

Al Cusco ingresó en litera recorriendo los pocos monumentos nativos que aún quedaban. Su primo Juan de Betanzos Inca, a quien manifestaba mucho afecto, le acompañaba. Miles de sus vasallos, llegados desde todos los puntos del Imperio, peregrinaron para rendirle homenaje durante las semanas en que él y su esposa se alojaron en la mansión de su tía. Entre los familiares que les fueron a rendir homenaje se encontraba el joven Gracilazo Inca de la Vega, de diecinueve años. El Inca dictó un testamento dejando la administración de sus bienes a su primo Juan.

Tras su salida el Licenciado Juan Polo de Ondegardo decidió exhibir en público las momias de los Incas. Unos fueron hallados embalsamados y frescos y otros dentro de unas jaulas de cobre y fueron enterrados en algún lugar secreto cercano al Cusco. Los primeros fueron paseados por la ciudad, enviados a Lima y enterrados en algún sitio en el jardín del convento de San Andrés. Posiblemente el sitio donde estaban las momias pudo haber sido proporcionado por el propio Inca, siguiendo los consejos del dominico Melchor de los Reyes, quien lo instruyó para su conversión.

El Virrey había encargado al agustino fray Juan de Vivero para que siga a Vilcabamba y continúe la catequización de los Incas y en 1558 se consiguió bautizarlos con los nombres de don Diego Sayri Túpac y doña Beatriz Clara Coya Inca y fueron establecidos ambos en el Palacio de Yucay. El Rey Felipe II consiguió de Roma una Cédula para legitimar dicha unión en matrimonio. Los cusqueños le consideraron un traidor y vivió como un Encomendero español pero en aislamiento hasta que fue envenenado en 1560, siendo sucedido en Vilcabamba por el Inca Tito Cusi Yupanqui.

El Cronista Juan de Betanzos falleció en el Cusco el 3 de enero de 1576, dejando dos hijos legítimos y mestizos, llamados don Cristóbal de Bustinza y don Martín de Bustinza. Su viuda casó en segundas nupcias con un español de baja ralea llamado Diego Hernández, quien usando de engaños le quitó gran parte de sus tierras. Al morir ella, le había precedido su hijo mayor Juan Serra de Leguizamó Inca, quien estaba enterrado en el convento de Santo Domingo del Cusco como Encomendero de Pisac y Gobernador del valle de Yucay, casado con María Ramírez y padres de don Juan Serra de Leguizamo y Ramírez quien heredó la Encomienda y de doña Bernardina Serra de Leguizamo y Ramírez, quien entró de monja al convento de Santa Catalina del Cusco.

El Cronista, en cambio, fue un hombre culto, letrado y debió ser muy trabajador pues en el Archivo de Indias existe un manuscrito en latín, que no ha sido traducido al español, mencionado como de Betanzos, titulado “Historia de indorum moribus imperio regum rebusque eorum gesti unque ad hispanorum adventum” con diversas aportaciones sobre el conocimiento de las plantas útiles para los indígenas. En cuanto a un Diccionario de la Lengua quechua, compuesto para aclarar ciertas palabras contenidas en su Historia, éste no aparece aún, teniendose por perdido para siempre.