ESCRITOR Y DIPLOMÁTICO. Nadó en Guayaquil el 17 de Octubre de 1905 en la casa de sus padres ubicada en Rocafuerte entre Urdaneta y Mendiburo. Fue hijo legítimo del Dr. Leonidas Benítez Torres, Médico, hombre humanitario que sirvió gratuitamente a la barriada pobre de la Quinta Pareja situada muy cerca de su casa, desde la consulta abierta de siete a nueve de la mañana. En su domicilio también montó un modesto laboratorio para elaborar la moderna vacuna contra la viruela, perfeccionando el método original de su descubridor en el siglo XVIII el médico inglés Dr. Edgard Jenner, descartando la peligrosa vacunación de brazo a brazo que era como se venía practicando. La enfermedad hacía terribles estragos en la ciudad y el país cuando perfeccionó el nuevo método en 1896 y comenzó a vacunar gratuitamente a quien lo solicitaba. La efectividad de la vacunación hizo que la demanda creciera y para atenderla construyó un centro de vacunación con dinero de su propio peculio, en un pequeño espacio de su casa, donde laboró hasta el 10 de agosto del 97 que inauguró el Instituto de Vacuna, siendo su primer director por nombramiento del Presidente Eloy Alfaro, ratificado a las pocas semanas por la Convención Nacional, y allí la mantuvo con fondos de la Junta de Beneficencia Municipal, que le renovaba el nombramiento anualmente hasta que en 1913 presentó su renuncia. Afiliado al Partido Liberal Radical, fue Cirujano del ejército que combatió en la batalla de Chasqui en 1906, Diputado al Congreso, Gobernador de la provincia del Chimborazo en 1910, fallecido prematuramente en 1917, y
de su segunda esposa Angelina Vinueza Rodríguez, guayaquileños (1)
Leopoldo fue el segundo de tres hermanos, habidos en el segundo matrimonio de su padre, quien le tenía una especial predilección y en las noches, cuando retornaba cansado al hogar le llamaba a conversar y el niño Leopoldo le hacía preguntas como éstas: Papá ¡Quién creó el mundo? él, como era creyente, le respondió: ¡Dios¡- ¿Quién creó a Dios? Lo cual le causó un gran estupor, “tenía cinco años cuando le hice esta pregunta…” posteriormente el niño se transformó en un joven idealista que descubrió que poseía un temperamento esencialmente lírico y aunque comenzó a hacer versos, pero éstos le salieron malos, de manera que en forma natural se encaminó a la sociología, a la historia, y con el tiempo la vida le llevó a la política y finalmente a la diplomacia en la O.N.U.
Recibió las primeras letras con las monjas de la Caridad de Riobamba, asistió a la Preparatoria Inferior del San Felipe Neri, estudió el primer año de secundaria en el Colegio Pedro Vicente Maldonado. Su padre le había iniciado en el conocimiento de los poetas modernistas pues le agradaba mucho la poesía de Delmira Agustini y de Alfonsina Storni pero regresó a Guayaquil asu muerte, completando su formación a la sombra de su hermano mayor, que estaba muy cercano al grupo de jóvenes poetas de “El Telégrafo Literario” y en el Vicente Rocafuerte tuvo profesores excepcionales como el Dr. Pedro José Huerta, quien para motivar a sus alumnos hacia la historia acostumbraba obsequiar libros. También fue alumno del Dr. José Vicente Trujillo, de Alberto Ordeñana Cortés y del sabio Francisco Campos Rivadeneira. La desaparición de su padre y la lectura de “Las ruinas de Palmira” del Conde de Fourney, cuyas palabras iniciales dicen: El principio de toda sabiduría es saber dudar, decidieron su agnosticismo.
En 1919 dio inicio a sus lecturas montalvinas, no con el entusiasmo juvenil de la generación liberal si no críticamente, sin dejarse deslumbrar por la prosa pues conocía los clásicos
del siglo de Oro y empezó a detestar las grandes parrafadas del Cosmopolita A estas lecturas se unieron sus afanes literarios en el grupo de “Los Hermes,” inicialmente formado por el periodista de “El Guante” Rubén Irigoyen con jóvenes idealistas amantes de las bellas letras que se reunían a leer y a recitar en casa de la joven poetisa Aurora Estrada y Ayala, comentando toda novedad de los primeros tiempos de la post guerra, por eso gustaban del modernismo y admiraban a Darío pero la mayor influencia les venía de Rodó y de Herrera Reisig, pues en el Ecuador el arielismo llegó paralelo al Modernismo y alcanzar al ángel Ariel, símbolo de la espiritualidad hispanoamericana, era sinónimo de dignidad y honestidad. También tentaban los exagerados individualismos como los ultraístas y los dadaístas y admiraban sobremanera a la Gran revolución rusa aún lejana y sin llegar a reflejarse en la literatura, abría la esperanza a un mañana mejor, libre de clases sociales y de injusticias económicas.
En 1922 fue testigo de la matanza del 15 de noviembre y desempeñó la secretaría de la redacción de la revista mensual de letras y artes “Síngulus”, órgano de Los Hermes, donde aparecieron publicados varios de sus poemas simbolistas. Ese año Heliodoro Avilés Minuche le llevó a colaborar en “El Guante” con versos juveniles y cuentos fantásticos de tipo parabólico muy a lo Oscar Wilde, que no constituyeron por eso simples escarceos literarios, ya que dejaron un surco bastante profundo.
Tenía escasamente diez y nueve años, había recibido la influencia de doctos maestros, era alto, fuerte, amaba la cultura, leía con avidez y en sus ratos de descanso acostumbraba reunirse con varios compañeros en los bajos del chalet propiedad de su madre y se iban a remar al estero Salado o boxeaban amistosamente.
Atraído por la profesión de su padre comenzó estudios de medicina, carrera que abandonó a los pocos meses a instancias de su madre, para ingresar a la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad de Guayaquil, aunque no era esta su verdadera vocación, pero
el ambiente le llevó a estudiar el Derecho.
En 1924 ganó el primer Premio en el Concurso promovido por el Comité de estudiantes del Colegio Vicente Rocafuerte con dos relatos cortos, muy influenciados por la lectura de los cuentos del escritor argentino Horacio Quiroga, de audaz reciedumbre y fuerza expresiva, titulados “La mala hora” de temática montubia y “El enemigo” con entorno indigenista, que recién aparecieron en 1927 en la Editorial Mundo Moderno, en folleto de escasa circulación. I en esta hora de temprana maduración literaria le tentó las luces del periodismo y las colaboraciones en revistas, donde podía ser más directo, más comunicativo que en el relato en un país donde casi nadie lee, perdiéndose el literato que hubiera podido escribir cuentos y novelas, mucho más trascendentes que el simple artículo circunstancial.
En 1925, recién graduado de Bachiller fue nombrado bedel del Rocafuerte con ciento cincuenta sucres mensuales de sueldo y ayudó a cubrir los gastos de su casa. Después ascendió a Profesor titular de las cátedras de Historia de la Literatura Castellana y de Etica con trescientos cincuenta mensuales. En 1926 rindió su grado de Licenciado en Ciencias Sociales y comenzó a escribir para la revista “Savia” figurando al lado de personalidades consagradas.
En el Colegio Rocafuerte fue profesor de Demetrio Aguilera Malta y de Enrique Gil Gilbert y les hacía leer cuentos de escritores modernos como Horacio Quiroga, de manera que por todo ello está considerado el precursor del grupo de escritores guayaquileños que dio la tónica a la literatura nacional que vendría después.
(1) Edwad Jenner, un médico inglés vinculado con granjas ganaderas, observó que las mujeres ordeñadoras por su diario contacto con las vacas adquirían las pústulas conocidas como viruela de vaca o viruela vacuna pero jamás adquirían la enfermedad mortal de la viruela. El Dr Jenner tomó viruela vacuna de la mano de una granjera y la inyectó en el brazo de un niño de ocho años. Pocos días más tarde el niño presentaba los síntomas de la viruela vacuna y cuando semanas más tarde el niño se había recuperado totalmente, le inoculó viruela humana y no mostró síntomas de haber adquirido la enfermedad. Se había descubierto el fluido vacuno que prevenía a la humanidad de la viruela.El 2 de Diciembre de 1953, al cumplir su décimo aniversario de fundación el Instituto Nacional de Higiene del Ecuador rindió un tributo de reconocimiento al Doctor Leonidas Benítez Torres por sus brillantes ejecutorias – haber introducido en el país el uso de la moderna vacuna antivariólica y establecer su propio centro de elaboración local en su domicilio en Guayaquil – |
El 27 colaboró en la revista “Voluntad”, el 28 contrajo matrimonio con Margarita Sierra Escalante y egresó sin que jamás le interesara graduarse. El 8 de Julio del 30 integró el equipo de universitarios ecuatorianos con Jorge Mejía Cedeño, Pedro Saad Niyaim y Antonio Parra Velasco, que con vibrante oratoria se impuso en el paraninfo de la U. de Guayaquil
durante el debate realizado con los estudiantes de la Universidad de Yale de paso por Guayaquil y Quito.
En 1932 fue secretario municipal en la administración de Alberto Guerrero Martínez y colaboró en “Semana Gráfica” con algunos de sus poemas. La revista pertenecía a los accionistas del diario “El Telégrafo”. Allí apareció “La Canción del Guayas”. Fragmento // El poema de mi río es rudo y es bravío / como los troncos recios que se hunden en sus aguas / tejiendo la frescura del remanso sombrío / para el idilio casto de canoas y piraguas… // El 33 fue Subsecretario de Obras Públicas en el Ministerio de Alberto Ordeñana Cortés. El 35 trabajó para los ferrocarriles del estado en Quito.
En su poema “Canto de nostalgia al Ecuador”, en versos profundos y de gran fuerza se refiere a los elementos históricos que identifican al Ecuador como una nación rica y grande por sus recursos naturales y por sus bellezas de orden geográfico. Allí dice // En el café sofisticado / me viene una entrañable confidencia de aromas / Que conocí en su virginidad de flor y fruto. / Los rubios cigarrillos con humo de farmacia / me traen el recuerdo de mis verdes humaredas de selva / y de vegas sombreadas de tabaco / en ríos ilustrados de iguanas y de garzas. / Ríos con hombres de siete siglos / en lenguas que han olvidado de pronunciar los hombres / el Guayas de mangles pescadores, / el Babahoyo turbio de cacaotales / el Yaguachi crecido de arroz y de bananos / y el Taura con su sol tatuado de caimanes. / Palpo en las sombras nubes de cemento / buscando como abrirse ventanas al recuerdo / Para ver cómo crece la alfalfa y la cebada, / la amarilla gravidez del maíz / la vida subterránea de la papa, / en mis laderas que conocen de la paciente sabiduría de los bueyes. // ¡Oh mi Ecuador distante¡ / Mis páramos de anchos vientos ilimitados, / que andan sobre la arena con sandalias de nieve / Mis volcanes que editan decálogos de lava. / Mis torrenteras crinadas de helechos. / Mis ríos que conocen el óvalo secreto del níspero / Mis playas en que tienden su desnudez la espuma. / ¡Oh, mi Ecuador distante! //
En 1936 fue designado profesor del Colegio Nacional Vicente Rocafuerte y aparecieron sus primeros artículos en el diario “El Universo” bajo el pseudónimo de Alsino, personaje especie de ICARO tomado de una novela poco conocida del escritor chileno Pedro Prado. Pronto su columna “Hombres, cosas y hechos” se hizo famosa pero la dictadura del Ingeniero Federico Páez terminó clausurando el diario y cuando a los pocos meses se reabrió, formó parte de la redacción.
Entre sus recuerdos como profesor vicentino está el quiosco de venta de libros usados del cojo Eloy Ortega en la esquina de malecón y Pichincha, a donde solía acudir a comprar, alquilar o prestar, pues dicho señor era un benefactor de la cultura. También menciona el gran ambiente del Colegio, con una biblioteca extensísima y de primera, con profesores dedicados que amaban la pedagogía.
En 1940 apareció en la revista del Vicente Rocafuerte un ensayo crítico titulado “Perfil del coloniaje” en solo 6 págs. con las relaciones feudales españolas traídas a América, donde es fácil definir el carácter de la encomienda, las mitas y los obrajes. Ensayo breve pero que sin embargo le motivó a realizar nuevos estudios, aprovechando la rica biblioteca del Colegio, en esta ocasión, sobre la vida del precursor Eugenio Espejo, médico, pensador y agudo crítico de su tiempo, que tituló “El Zapador de la colonia, la vida y la obra de Francisco Javier Espejo” que también apareció en esa revista después de la revolución de 1944, en 60 págs considerado el primero de sus ensayos magistrales porque no solamente interpreta la vida del Precursor sino también al tiempo que le tocó y que por ser el final del coloniaje fue intenso en cambios históricos. En este primer ensayo sobre Espejo se da cuenta del escritor encubierto que deseaba cambios para su época, no fue Espejo un revolucionario propiamente dicho y no lo fue porque para entonces la revolución era algo imposible, lo cual no le resta méritos al Precursor.
En 1941 la dictadura encubierta del presidente Carlos Alberto Arroyo del Río reorganizó al plantel y en retaliación por sus artículos en “El Universo” fue excluido del profesorado. Una noche la pesquisa visitó su chalet pero no pudieron encontrarle. Puesto sobre alerta viajó a la hacienda de un amigo en Taura y permaneció cuatro días escondido en ese rincón de la selva tropical ecuatoriana, hasta que le avisaron que ya no existía la Orden de prisión dictada en su contra.
Durante la invasión peruana ocupó desde el mes de julio la secretaría de la Junta guayaquileña de Defensa que presidió el Dr. Darío Rogelio Astudillo Morales. Guayaquil fue declarada ciudad abierta para impedir su bombardeo por la aviación y armada peruanas. También se preparó la defensa militar, rechazando el Informe de la Misión Militar italiana que aconsejaba abandonar la costa y defender únicamente la sierra, y colaboró desde la secretaría de la Cruz Roja Provincial del Guayas. A finales de año fue invitado por “The Nacional Press Club of Washington” a visitar los Estados Unidos y a dictar varias conferencias.
Fueron tiempos difíciles por la constante vigilancia de la pesquisa, que sumado al subempleo lo mantenía en absoluta pobreza, pero aprovechaba cada minuto libre en fructíferas lecturas, estudios y meditaciones y nació el sociólogo brillante y erudito, que se dedicaba a reflexionar acerca de la realidad del país. Por eso sus escritos reflejaban el hondo drama de una Patria dividida y atropellada y a la par de ello aumentaba su recia oposición al gobierno a través de su columna periodística.
En 1942 los Estados Unidos envió una Misión reconstructora a la provincia de El Oro y fue invitado a reconocer esos trabajos. Estando en Machala en marzo del 43 fue sorpresivamente apresado y conducido por mar a la cárcel de Esmeraldas, donde permaneció ocho meses detenido sin fórmula de juicio, conociendo el gran cariño de ese pueblo que en el encierro le llevaba alimentos, libros, calor, afecto humano, mientras dizque se investigaban los cargos de conspiración contra el régimen. Durante ese tiempo, en la soledad de su celda, escribió la odisea del descubrimiento del Río Amazonas por Francisco de Orellana que tituló “Los Argonautas de la selva” y que constituyó una hermosísima defensa de los derechos ecuatorianos sobre el gran río. Cuya segunda edición salió por cuenta del Instituto de Cultura Hispánica y existe una tercera impresa en Ecuador.
En la parte histórica su autor se fundamentó en los documentos encontrados en el siglo XIX en los archivos españoles por el erudito investigador chileno Toribio Medina, principalmente la Crónica o relación del descubrimiento del Amazonas por fray Gaspar de Carvajal, que incluyó íntegramente Medina en su obra y que es el documento que reivindica al descubridor del rio de las Amazonas de la grave acusación de felonía y traición que le hicieron los agentes de los Pizarro en España.
En la parte técnica aparecen dos personajes: Orellana y la selva que con su ambiente asfixiante hace que todo se pierda, la fe, la razón y ciertamente la vida. Estas descripciones, quizá demasiado morosos, hace que el héroe aparezca hasta cierto punto empequeñecido. “Miles de kilómetros de lujuriante vegetación le condenan pero Orellana solo quiere salir para darle a su Rey la noticia de nuevas tierras y de un río sorprendente en sus caudales”.
Con esta obra Benites logró una biografía que supera la simple acumulación de datos y revitaliza a un personaje para presentarlo vivo ante la historia y la descripción poética de un Viaje de aventuras, intrigas y traiciones que estremecen las páginas de una de las novelas históricas más sorprendentes de la literatura hispanoamericana del siglo XX.
Mientras tanto seguía enviando artículos a “El Universo”. Se ha dicho que en sus páginas de lucha contra el arroyismo hay una gran pasión por la vida, por los derechos políticos y sociales, por las conquistas históricas del pueblo, por la democracia y por la cultura de los ecuatorianos.
Al recobrar la libertad ingresó a Acción Democrática Ecuatoriana ADE y empezó a firmar sus artículos con nombre y apellido pues ya era un político perseguido, personaje público, y no había razón para seguir utilizando un pseudónimo.
El día 27 de mayo, víspera de la revolución, no se encontraba en la ciudad pues nadie pensaba que debía ésta ser adelantada, pero los acontecimientos se precipitaron y se dio el golpe, de manera que – a pesar de haber estado en todos los preparativos – ese día no estuvo en la lucha. Con el triunfo el Comando de ADE le designó Diputado funcional por el periodismo de la costa a la Asamblea Nacional Constituyente que se reunió en Quito y dictó la nueva Constitución del 45 y cuando se fundó la Casa de la Cultura Ecuatoriana fue electo Miembro Nacional.
El mismo año 45 salió “Don Juan, el anti – amor” ensayo extenso y erudito sobre el amor estudiado a través de diversos personajes de la literatura española, tipos que pueden definirse en idealizaciones y materializaciones, introducción en el corazón y los sentidos de aquellos seres capaces de darlo todo o negarlo todo en materia amorosa.
Por entonces arribó al país el historiador y periodista mexicano Daniel Cossío Villegas en busca de material para el Fondo de Cultura Económica que editaba en ciudad de México la colección Tierra Firme y se entusiasmó al leer los originales de “Los Argonautas de la Selva” que consideró una aventura cósmica por el Amazonas, se los llevó y salieron publicados en el Número 8 de la citada Colección en 306 págs De esta novela histórica, biográfica y telúrica, que le dio a su autor fama internacional, Joaquín Gallegos Lara expresó que es uno de los más grandes poemas vegetales de América.
En marzo del 46 advino sorpresivamente la dictadura del Presidente José Maria Velasco Ibarra que Benites combatió por ser un militante de la izquierda moderada ecuatoriana y en la revista de la Casa de la Cultura Ecuatoriana salieron sus ensayos “Don Juan el anti – amor” y “Sociología del Arte.”
Entre octubre y Noviembre escribió por encargo del mismo Fondo de Cultura Económica que le pagó la cantidad de mil dólares, su ensayo crítico “Ecuador, drama y paradoja” editado cuatro años más tarde, en 1950, en México, en 282 págs libre interpretación sobre el proceso de formación histórica todavía vivo, que es el Ecuador, contado desde el análisis del conflicto de actores colectivos, es decir, con un punto de vista socialista.
Obra de transición entre el ensayo tradicional y el que enfrenta a la sociedad nacional como conjunto – pueblo. Su autor desbroza la historia nacional, destruye mitos y abre amplios panoramas sobre sucesos minimizados y hasta olvidados, ofreciendo varias claves esenciales para comprender. Por eso se le ha comparado con Pío Jaramillo Alvarado ese otro gran ecuatoriano de todos los tiempos y con Angel Felicísimo Rojas que en “La Novela Ecuatoriana” hizo trabajo parecido en intensidad, profundidad y belleza, siendo un gran esfuerzo, pues se propuso alcanzar el mismo fin de Benites, esto es, lograr y explicar la expresión global y amplia de nuestro pequeño y gran país.
“Ecuador drama y paradoja” se basó en sus artículos aparecidos en “El Universo” y por eso su autor demoró únicamente dos meses en terminarlo. Contiene sus criterios socioeconómicos y demás antecedentes, aunque tuvo amplísima acogida en el exterior dentro del campo de la sociología que crecía y se ponía de actualidad, casi no circuló en el Ecuador.
En 1947 la Universidad de Bogotá le invitó a dictar conferencias sobre diversos aspectos sociológicos y una tarde ocurrió que el taxi en que iba se salió de la carretera y chocó, sufriendo la fractura de una pierna. En tan críticas circunstancias el Ministro de Educación José Miguel García Moreno le llamó a nombre del presidente Carlos Julio Arosemena Tola para que acepte permanecer en Bogotá como Consejero de la Embajada, ayudando en los trabajos preparatorios de la Conferencia Panamericana, empleo provisional dada su situación de apremio y que solo desempeñó por tres meses, pues prefirió volver a Guayaquil.
Ese año 47 salió su ensayo sobre el Quijotismo como actitud, ya no española sino universal, estudiando el quijotismo de la época de Cervantes, cuando España se debatía en discordancias y contradicciones que se mantenían con terquedad en el esplendor de un imperio que comenzaba a morir.
Entonces el gobierno le propuso que ocupe la representación diplomática del Ecuador en Cuba o en Uruguay y siendo un convencido arielista prefirió ésta última. El 48 viajó a Montevideo con el rango de Enviado extraordinario y Ministro plenipotenciario, pero el 50 fue ascendido a Embajador. Allí vivió por espacio de cinco años en dinámica acción cultural y la Universidad de esa capital le concedió su doctorado Honoris Causa, conferido solamente seis veces en cincuenta años.
En 1951 estrenó en Montevideo una pieza teatral titulada “Cuzunza o aguas turbias”, aún no publicada, cuyo argumento trata sobre un europeo recién llegado a América en busca de tesoros, sus penalidades y muerte por falta de adaptación al aspecto selvático de nuestra región oriental ecuatoriana.
En 1953, amistado ya con el Presidente Velasco Ibarra a quien había visitado varias veces en Buenos Aires, éste le ofreció la Embajada en Guatemala pero al cabo de varios meses, por no estar reunido el Congreso que debía dar su aceptación, sus amigos del gabinete Teodoro Alvarado Garaycoa y Roberto Nevares Vásquez le informaron que más le convenía ser Ministro alterno ante las Naciones Unidas, funciones secundarias que no requerían de aprobación alguna y aceptado por el representante principal Dr. José Vicente Trujillo, el 54 viajó a la sede de New York, teniendo sus primeras experiencias en ese difícil campo.
“Llegué a Naciones Unidas muy poco tiempo después de haber entrado en funcionamiento porque comenzó a sesionar el 45. La organización estaba compuesta casi totalmente por latinoamericanos que eran la mayoría, europeos no todos, porque había todavía discriminaciones, muy pocos asiáticos y tres africanos que no habían sido colonias. De modo que la lucha principal en ese momento era la integración de la organización conforme a la Carta, es decir, la liberación de los pueblos y naciones oprimidas. Tengo la satisfacción de haber luchado en ese campo. Planteé la obligación de las Naciones Unidas de conducir a los pueblos a sus gobiernos propios, fui persistente y finalmente la tesis triunfó y entrarían los países que habían tenido alguna relación con el Reich y los países africanos nuevos.
El 56 ocupó la Embajada en Bolivia, país que vivía los cambios propios de una revolución total y en donde la inestabilidad política conspiraba contra una verdadera institucionalización.
El 59 aparecieron sus estudios sobre Espejo y Mejía en 56 y 54 págs respectivamente, como ensayos de introducción al volumen Precursores de la Biblioteca Mínima Ecuatoriana editada con motivo de la Undécima Conferencia Panamericana. Ambos trabajos y otro más sobre Montalvo fueron republicados bajo el título de “El Vigilante de la noche” en la Casa de la Cultura Ecuatoriana.
Ese año fue trasladado a la Argentina con igual rango de Embajador y afrontó la gravísima situación planteada por el asilo de varios políticos en la sede de la embajada ecuatoriana, a los que luego de varias semanas de papeleo pudo enviar a salvo a Montevideo. Poco después fue nuevamente designado Embajador en Uruguay y casi enseguida, en 1960, el Presidente Velasco Ibarra le pasó urgentemente como representante principal del Ecuador ante la ONU en reemplazo de José Correa, reiniciando sus actividades en dicho organismo.
Entonces yo vivía en la Gran Manzana y le conocí durante una visita al edificio de la ONU. Eran los meses finales de 1963. Y me recibió con cordialidad y generosa anfitrionía pues era amigo de toda la vida de mi tío Jorge Pérez Concha, de quien me relató anécdotas de una común juvenilia.
En 1966 presidió el Consejo de Seguridad de la ONU durante la vigésima octava sesión. El 73 dirigió por votación unánime de sus miembros las sesiones de la Asamblea General, cargo el más alto de la diplomacia internacional y especie de presidencia mundial, honor que nunca antes ni después ha sido conferido a un latinoamericano, de suerte que se dijo que era la voz del tercer mundo. Fue su mejor momento, el 74 fue reelecto, su presencia era requerida y su opinión escuchada respetuosamente en los más altos círculos de la diplomacia mundial.
Al siguiente año presidió la Comisión encargada de elaborar la Ley internacional de Derecho del Mar y en noviembre de 1974 fue invitado a dictar un ciclo de conferencias en Ambato y habló por primera vez en el Ecuador de la defensa del medio ambiente cuando solamente en Europa, los llamados partidos verdes o ecologistas, se preocupaban del ecosistema. De esta época es su doctorado Honoris Causa en la Setton Hall University de New Jersey y volvió a Guayaquil después de trece años de triunfal carrera llamado por la nefasta dictadura del General Guillermo Rodríguez Lara, entonces retomó su columna en “El Universo” que tituló Problemas y Realidades Nacionales, para orientar a la opinión como en otros tiempos pero ya no fue el escritor combativo de la década de los años treinta pues los años gastados en la diplomacia morigeraron su pluma, no en vano había transcurrido casi medio siglo.
La labor desplegada como internacionalista había sido en extremo provechosa. Durante su presidencia en la Asamblea se inició el proceso de descolonización a nivel mundial, sobre todo en el África, de manera que le correspondió abrir las puertas de la ONU a diecisiete países nuevos africanos. Además, su participación en la Convención de Jamaica que trató sobre los derechos del mar y en el Tratado de Tlatelolco en México, basado en la proliferación de las armas nucleares, le convirtió en un funcionario de visión universal.
Poco después sus amigos diplomáticos de New York le consiguieron la representación del Ecuador ante la Comisión de Derechos Humanos con sede en Ginebra, que presidió en 1976, en que fue contratado por la ONU para formar la investigación sobre la violación de los Derechos Humanos en Chile y trabajó con exiliados en México, Venezuela y Suiza hasta 1980 en que concluyó sus labores y retornó a Guayaquil.
En “El Universo” criticó al gobierno del presidente Jaime Roldos empantanado en una interminable pugna por el poder con el líder cefepista Asaad Bucaram y lo hizo utilizando su magistral estilo de siempre. El 81 y con motivo de los enfrentamientos armados en Paquisha, fue enviado con otros delegados ecuatorianos a conferenciar en Washington, gesto que le acercó a Roldos. La Universidad de Guayaquil le otorgó el Doctorado Honoris Causa y el 82 fue electo Miembro de la Junta Consultiva del Ministerio de Relaciones Exteriores por el siguiente Presidente Oswaldo Hurtado Larrea.
La Casa de la Cultura Ecuatoriana había editado en 1977 una selección de su poesía con el título de “Poemas en tres tiempos” en 110 págs en el Número 44 de la Colección Letras del Ecuador.
En 1982 pasó de Embajador en México en reemplazo de Demetrio Aguilera Malta que acababa de fallecer y dejó de escribir para “El Universo”. Entonces apareció en la revista de la Sociedad Jurídico Literaria de Quito su ensayo “Tiempo y presencia de la generación decapitada” en 54 págs que no es un estudio completo de cada uno de ellos sino más bien su ubicación temporal y el señalamiento de su presencia, pero contiene citas eruditas que dejan traslucir las influencias literarias foráneas sobre la obra de nuestros principales modernistas.
En 1985 enfermó gravemente en New York uno de sus hijos con cáncer y al ocurrir su deceso el 86 se retiró de la vida diplomática justo a los ochenta años de edad. Recluido en su villa situada en el corazón de Urdesa entre música, visitas de familiares y libros, se le notaba deprimido y quizá por eso no alternaba en la vida social de su ciudad, pero releía mucho, adoraba a sus nietos y compartía sus alegrías y tristezas con su esposa, a quien calificaba de solidaria en todo.
Le entrevisté y me dio generosamente sus datos de vida, declaró que tenía bastante avanzada una obra sobre el Libertador Bolívar romántico y otra sobre el formidable polemista que fue Juan Montalvo pero que no podría terminarlas pues le parecía que los años de diplomacia habían atemperado su necesidad de escribir como suele suceder a menudo.
Desde 1992 una lenta enfermedad le ocasionó una especie de sopor del que no salió a pesar de la atención médica recibida y falleció de ochenta y nueve años de edad en Guayaquil, el día 7 de Marzo de 1995 dejando un vacío que difícilmente se llenará en el campo de la crítica histórica y sociológica, aparte que como periodista fue irónico y contundente – sobre todo en su primera época – como pensador logró una compenetración total con la problemática nacional y como escritor tuvo estilo magistral. Raro ejemplo de inteligencia y erudición.