BENZONI IROLAMO

VIAJERO Y EXPLORADOR. Nadó en Milán, capital del ducado de ese nombre, Italia, hacia 1519. Su familia era originaria de Crema donde tenían una posición social y económica desahogada.

Hijo de un rico mercader que le dio cierta instrucción y en medio de las comodidades propias de la gente de su categoría; empero, reveses de fortuna originados por las guerras suscitadas entre el Imperio español y el reino de Francia, no tardaron en obligarlo a ganarse la vida ejerciendo el oficio de platero y a buscar bajo otros cielos, lejos de su ciudad de origen, la oportunidad de rehacer el patrimonio familiar. Fue así como en plena adolescencia recorrió varios países e ilusionado por las numeras referencias que se escuchaban acerca de las nuevas tierras, motivado por la natural codicia de todo mercader y las ansias aventureras de la Europa de su época, decidió pasar a las Indias.

En 1541 dejó Milán y siempre por tierra llegó a Medina del Campo, a Sevilla y por el río Guadalquivir a San Lúcar de Barrameda. Allí tomó un navío que portaba mercaderías a las islas de la Gran Canaria, donde permaneció dos meses, hasta que supo que una nave saldría con botellas de vino a la isla de las Palmas, entonces se apresuró a tomarla y lanzó a las Indias.

Primero tocó la isla Deseada (Guanahaní en las Bahamas) donde había desembarcado Colón, luego pasó a Cubahua (Cuba) y el Gobernador Jerónimo de Ortal lo convenció para que le acompañe al continente a hacerse ricos como mercaderes de esclavos. Con él pasó a la isla Margarita donde intentó una primera actividad comercial con las perlas – famosas en esa región – pero encontró que casi todas habían sido saqueadas y la población local se encontraba muy disminuida. También principió la búsqueda de piedras preciosas y oro que tampoco halló.

Siguieron a Cumaná en el golfo de Paria, volvió a tomar esclavos indios, aventura que le costó muchos trabajos y privaciones. Pasaron a Amaracapana, presenciando la entrada que hizo el Capitán Pedro de Cádiz con cuatrocientos esclavos. Allí fue apresado el Gobernador Ortal contra quien pesaba ciertas acusaciones y por lo pronto se desvanecieron los sueños de riqueza de Benzoni, quien enfermó tan gravemente, que de no haber sido por los cuidados del sacerdote francés Antonio de Casagliani, que le llevó y atendió en la isla Margarita donde existían valles y montañas muy fértiles, hubiera perecido.

Seis meses después se reembarcó en una carabela de esclavos, pasó a la isla de Borinquen (Puerto Rico) y a la Española (Santo Domingo) donde fijó su residencia en 1544, haciendo importantes anotaciones sobre los primeros esclavos cimarrones traídos del golfo de la Guinea en África.

Enseguida estuvo en Cartagena de Indias por algunas semanas debido a que se averió la nave en que viajaba. Un bergantín lo llevó a Acla en el golfo de Urabá y por la selva siguió a Panamá, a Nombre de Dios y por el Río Chagres a La Cruz y nuevamente a Panamá en 1545, traficando con cosas de plata, haciendo negocio a costa de su salud y quizá hasta de su propia vida, pues las islas y territorios del Caribe eran territorios en extremo malsano y peligroso. En esas se encontraba cuando amistó con el joven Alonso Pisa, sobrino del Gobernador de Veragua, quien le pidió que se aliste como soldado y con él partió hacia Veragua; mas, en el camino, se hallaron de repente en un bosque pantanoso y fueron atacados por los indios de la región, pintados de rojo y negro y coronados de plumas, ensordecían con sus bocinas y tambores. El ataque de los salvajes fue rápido y mortífero, hirieron y mataron a muchos blancos, pero cinco sobrevivientes se salvaron porque huyeron a tiempo y se encontraron con dos españoles que también huían y le preguntaron a Benzoni – ¿Qué haces aquí Milanes? luego hallaron al religioso que iba en la expedición y a dos españoles más y finalmente al Capitán Alonso de Pisa, que con varios hombres armados había logrado repeler el ataque.

I habiendo arribado a las costas partieron hacia Nicaragua a recoger a un portugués que había comprado la Gobernación de Diego Gutiérrez. Entonces Pisa y los suyos, entre los cuales iba Benzoni, enderezaron hacia Nombre de Dios, pero como la mar y los vientos eran contrarios, demoraron dos meses y sufrieron grandes penalidades, teniendo que alimentarse con huevos de cocodrilo que robaban en las playas.

Después Benzoni viajó a Honduras, pasó a las minas de Chalutecas y a Nicaragua, siendo atendido por un cacique ladino, porque ya hablaba el idioma castellano, llamado don Gonzalo, que se portó muy bien con él. En la ciudad de León visitó el volcán y poco después estuvo en Guatemala y describió el uso de las hojas de tabaco, cuyo olor le pareció horrible. Esta es una de las más antiguas versiones que se tiene del tabaco.

En Junio de 1547 estaba nuevamente en Panamá y tomó pasaje al Perú, pero al arribar a las costas del cabo de San Francisco desembarcaron algunos aventureros y Benzoni entre ellos y tras muchas aventuras a pie, fueron recogidos en el golfo de Caraque (Bahía de Caráquez) Al día siguiente bajó otra vez a tierra, pasó a la ciudad de Portoviejo que estaba recién fundada y allí permaneció varios meses viviendo entre sus vecinos, visitando varios poblados y presenciando fiestas, sacrificios y borracheras de los indígenas. Sufrió las verrugas propias de esa región y hasta enfermó a consecuencia de un ataque de niguas, pero como siempre fue un hombre limpio y pulcro, sanó rápidamente con mucha higiene corporal y pasó a Colonche y de allí a Guayaquil en tierras de los indios huancavilcas y por el río Chimbo subió a Quito, maravillándose del clima y del paisaje y por primera vez pudo darse una perfecta y cabal cuenta de lo que era el imperio conquistado por Pizarro, que desde la costa no había podido vislumbrar.

En Quito hizo amistad con el franciscano fray Jodoco Ricke de Garcelaer, de cuyos labios escuchó varios relatos de la conquista y de sus fallidos ensayos evangelizadores entre los indios Cañaris; entonces se dio orden de expulsión del Perú contra todos los levantinos y tuvo que emprender el retorno a su patria por la vía de Guayaquil, portando una fortuna consistente en algunos miles de ducados, amasada como negociante platero.

El 8 de mayo de 1550 salió de Guayaquil a Salango donde se hallaba el Presidente La Gasca pero no se vieron. De allí pasó a Manta, la nave en que iba naufragó contra un escollo y con grandes trabajos pudo llegar a la playa. Dos meses después continuó rumbo a Panamá y Nicaragua, allí decidió quedarse cuatro años, tiempo en el cual no tuvo cosas de importancia que contar, a no ser una gravísima enfermedad que casi lo llevó al sepulcro. El 53 estuvo en Guatemala sufriendo una crisis espiritual que le hizo visitar varias veces al padre Francisco Betanzos, de la orden dominicana, que tenía fama de venerable.

El 55 continuó a la ciudad de México, siendo reconciliado como hereje por el fanático obispo, que en su idiotismo creía que todo aquel que no era español debía ser tenido como luterano; y salvándose de ser quemado siguió a Cuba, pero una terrible tormenta arrojó la nave sobre la costa y se perdió parte del cargamento salvándose la tripulación y los pasajeros; mas, pudieron rehacerse y finalmente arribar a La Habana, desamparados de bienes y dolidos de las desventuras, encontrando a la ciudad desolada por el ataque del corsario francés Jacques de Sore.

En Cuba permaneció diez meses en espera del tiempo propicio para el viaje y travesía del Atlántico, sin tener casi nada que hacer y con la angustia de sufrir nuevos ataques, como efectivamente sucedió poco después, cuando los corsarios volvieron a visitar La Habana.

Cuando en junio del 56 llegó la siguiente Armada compuesta de catorce naves entre grandes y pequeñas, pudo embarcarse en una de ellas a fines de Julio, arribó a San Lúcar de Barrameda en Septiembre y a Sevilla poco más tarde.

Luego visitó Cádiz y Génova y finalmente pasó a Milán. Tenía solamente treinta y siete años pero parecía un anciano por los sufrimientos y malos tratos que había padecido durante sus quince años de continuos viajes por el nuevo mundo, época en que fue “embruteciéndose” en las colonias españolas. De allí en adelante poco se conoce de él.

En 1565, habiendo sido testigo presencial y partícipe de las crueldades practicadas en las colonias españolas, arrepentido de las atrocidades que había cometido y asqueado de la hipocresía con la que se ocultaba la verdad, escribió lo que sería un grito de acusación en contra de la conquista y publicó en Venecia “La historia del Mondo nuovo” di M. Girolamo Benzoni milanese, dedicado al Papa Pío IV, haciendo las veces de comentador y traductor al latín y al francés el padre Urbano Calvetonio. Allí aparece su retrato, contaba cuarenta y seis años y su efigie es la de un valetudinario de nariz aguileña y con una luenga barba blanca.

En 1572 dirigió en Venecia la publicación de la segunda edición que salió con un prólogo suyo sobre las cosas notables de las Islas Canarias, dedicada al senador Scipione Simoneta, con numerosas ilustraciones hechas por el prestigioso grabador Theodore de Bry’s porque en el siglo XVI todavía no se conocía la fotografía de manera que la única forma que tenía el público lector de visualizar lo que leía, era a través de escenas dibujadas. Las del libro de Benzoni son crudas y descarnadas.

Su Historia es esencialmente una relación de viaje enriquecida con los antecedentes históricos, en especial los inmediatos a la conquista y colonización española de los países por él visitados. Su texto está dividido en tres libros y tuvo tal éxito que vio varias ediciones y traducciones en pocos años y hoy se conocen casi cincuenta. La efectuada en Lima tiene además un exhaustivo estudio introductorio sobre Benzoni, su vida, viajes y obra escrito por el Conde Carlos Radicati di Primeglio.

El libro sirvió para probar que las aseveraciones de fray Bartolomé de las Casas eran verdaderas y contiene gravísimas acusaciones sobre la conquista que según se creía en Europa tenía por finalidad la piadosa cristianización de los indígenas cuando en realidad fue una sangrienta expoliación de sus bienes, de manera que Benzoni contribuyó a la difusión de la leyenda negra sustentada por fray Bartolomé de Las Casas, autor de la “Brevísima relación de la destrucción de las Indias” editada por primera ocasión en 1572 y descubrió a los ojos de Europa que en las Indias se cometían crímenes en nombre de Dios al describir las crueles prácticas, al mismo tiempo constituye una severa condena a numerosos sacerdotes que se hacían de la vista gorda y las toleraban movidos por el interés material.

Por eso no faltaron voces discordantes como la del cartógrafo de la corte francesa André Thevet que en 1584 inició una campaña en su contra, queriendo atribuirle exageraciones en sus apreciaciones y en la crítica sobre el sistema colonial. Thevet era un fanático católico y no podía pasar por alto las descripciones sobre los abusos cometidos en nombre de Dios y de su santa Iglesia, de manera que desde entonces se movió el aparato político reinante para que la obra de Benzoni fuera olvidada.

Pero sucedió que en el siglo XIX, con el surgimiento de los estudios americanistas en occidente, numerosos intelectuales se dieron a la noble tarea de republicar todo cuanto se relacionara con el descubrimiento y conquista de estas regiones y se produjo el caso que Benzoni volvió a ser materia de estudios y lecturas, editándose por tercera ocasión en 1857, pues siendo un autor veraz y de primera mano, que describió minuciosamente las cacerías de indios, la expoliación material de los bienes naturales sin ningún programa de inversión, los abusos de fuerza contra las sociedades precolombinas, su testimonio escrito será siempre de primordial interés.