BAUDELAIRE CHARLES

POETA. Nació en París el 9 de abril de 1821, en la calle de Hautefeuille, en una casita vieja con torrecita en la esquina y era hijo de Caroline Archinbault Defays y del noble caballero Joseph Francois Baudelaire, ex sacerdote, preceptor, profesor de dibujo, pintor y posteriormente Jefe de las Oficinas del Senado, amigo de Condorcet y Cabanis y hombre de gran cultura y fina urbanidad a lo siglo XVIII. “Esta cualidad persistió en su hijo el poeta que guardó siempre, formas de urbanidad extrema.” Al momento del nacimiento su padre tenía sesenta años y un hijo llamado Claude Alphonse de su primer matrimonio.

El niño Baudelaire fue criado por la sirvienta Mariette pero fue su padre quien le enseñó las primeras letras, luego estudió en varios Liceos, no fue precoz, más bien era distraído y perezoso.

Su madre quedó viuda de treinta y seis años y con una discreta herencia, era hija de emigrados franceses a Londres durante el terror en 1793, enseñó inglés a su hijo. Se cambia de domicilio, antes de los dos años contrajo matrimonio con su vecino el Comandante Jacques Aupick, de cuarenta años de edad. El niño nunca llegó a tener buenas relaciones con su padrastro.

Tras la revolución burguesa de 1830 Aupick participó en la campaña de Argelia y fue ascendido a Teniente Coronel, el 32 pasó a Oficial miembro del Estado Mayor y se trasladó con su familia a Lyon donde vivirán cuatro años.

Entre 1832 y el 36 el joven Baudelaire se aburrió en el Real Colegio de Lyon. El 36 Aupick fue nombrado General de Estado Mayor, matriculó a su hijastro en el Colegio Luis el Grande de París y tras un incidente este fue expulsado, pero logró reingresar y se graduó de Bachiller.

En 1840 se matriculó en la Facultad de Derecho y comenzó a frecuentar a la juventud literaria del barrio Latino. Pronto surgieron disensiones en la familia a causa de la disposición que acusaba el joven por el uso de las drogas y las visitas a los prostíbulos. De esta época es su relación con una prostituta judía del barrio latino llamada Sarah, a la que denomina Louchette por su bizquera y que probablemente le contagió de sífilis. A ella se referirá en el poema “Una noche que estaba junto a una horrible judía” en su obra “Las flores del Mal”.

Su padrastro lo apoyaba y quiso hacerlo diplomático pero el joven solo aspiraba a ser escritor; entonces, como medida desesperada, le mandó a Burdeos para que embarque en el paquebote Mares del Sur al mando del Comandante Saber en una travesía que debía llevarlo a Calcuta y durar dieciocho meses. Durante todo el trayecto el poeta se sintió solo, adoptaba actitudes provocativas y tras conocer Ceylan y el delta del Ganges, sobrevino una violentísima tempestad y atracaron en la isla Mauricio al este de Madagascar donde conoció a una señora casada que describe en el poema “A una dama criolla”. Cuando arribaron a la isla Reunión el Capitán aceptó hacerle volver a Francia en otro barco.

En vano habían tratado de interesarlo por el comercio en un negocio de aprovisionamiento de bueyes para surtir a las autoridades inglesas; pues, cuando volvió a Francia ya mayor de edad recibió setenta y cinco mil francos de herencia y con ellos vivió nuevamente la bohemia de drogas y prostíbulos y hasta mantuvo un tórrido romance con Jeanne Duval, actriz secundaria de raza mulata, que trabajaba en un vodevil del teatro Partenón, relación que al hacerse pública escandalizó a todos y que a pesar de la vulgaridad y continuas infidelidades de ella, durante toda su vida estuvieron ligados. Como paradoja, sus mejores poemas, la tienen de una u otra manera presente. Al mismo tiempo sus colaboraciones en la prensa le abrieron las puertas, numerosos autores como Théophile Gautier y Théodor de Banville son sus amigos, le visitan otros muchos poetas en un cuartito de soltero del hotel Pimodan, conservando un deslumbramiento espléndido por el exotismo de los sitios recorridos, “los nervios inflamados y el cerebro irritado y presto para la neurosis con sus extrañas inquietudes, sus sufrimientos indefinibles, mórbidos caprichos, depravaciones fantásticas, manías y repugnancias sin causa, energías locas y postraciones enervantes, su rebusca de excitantes y un desdén por toda sana nutrición”.

En dicho hotel se reunían algunos literatos a fumar haschic, eran los haschichins; de allí saldrían numerosas concepciones poéticas y filosóficas y finas obras de arte en pintura y escultura. Todos eran espíritus selectos que se distraían en horas de ocio encantadoras, transcurridas en la compañía de mujeres inteligentes y envueltas en muselinas, olorosas a fragancia de lavanda y que con sus miradas y sonrisas animaban aquellos torneos de palabras celebrados sobre finos divanes y suaves cojines, a la luz de una basta chimenea de mármol blanco y rojo y bajo un techo pintado de ninfas semidesnudas perseguidas por sátiros a través de hermosos cañaverales.

Mientras en lo económico iba de fracaso en fracaso, dilapidando la herencia. En lo social se le conocía como uno de los dandys de Paris por la finura de sus modales, elegante conversación, humor fino y especial, sorprendente imaginación llena de mitos mezclados con verdades: su viaje a la India, sus amores inauditos, su vicio y perversidad, su bisexualismo, sus proyectos editoriales y como todo pasa en la vida, también pasaron esas reuniones de finos estetas en que Baudelaire se hacía conocido como poeta dentro del impropiamente llamado estilo de la decadencia, que no es otra cosa que el arte llevado a la madurez extrema que determinan con sus oblicuos soles las civilizaciones que envejecen. “Estilo ingenioso, complicado, sabio, lleno de matices y rebuscas, echando siempre atrás los limites de la lengua, tomando a préstamo todos los vocabularios técnicos, robando colores a todas las paletas y notas, a todas las claves, esforzándose por expresar el pensamiento en lo que tiene de más inefable y la forma en sus contornos más fugitivos y móviles, escuchando, para traducir, las confidencias sutiles de la neurosis; las confesiones de la pasión envejecida que se deprava y las alucinaciones estrambóticas de la idea fija que tiende a la locura. Este estilo de la decadencia es la última palabra del verbo obligado a expresarlo todo y empuja al ápice de la violencia”.

Como antecedentes estaban “la lengua mohosa, ya con los verdores de la descomposición y como oliendo a podrido del bajo imperio y los refinamientos complicados de la escuela bizantina, última forma del arte griego caído en delicuescencias pero así ha de ser el idioma fatal y necesario de los pueblos y las civilizaciones en que la vida ficticia se sobrepone a la vida natural y desenvuelve en el hombre necesidades desconocidas. El estilo es, en síntesis, el mayor efluvio de una raza y cada nuevo estilo comienza por ser despreciado por los pedantes gramáticos que no entienden las medias tintas ni de las palabras que no han sonado todavía. Nuevas palabras para expresar nuevos conceptos o para conceptos diferenciados”.

Por eso Baudelaire salió del Hotel Pimodan con un nuevo mundo bajo el brazo y entonces leyó a Edgar Allan Poe, a quién tradujo al francés por ser su alma gemela, con importante carta prólogo que ha pasado a ser considerada un clásico de las letras.

En 1844 su madre y padrastro obtienen su inhabilitación judicial, El padrastro pasa a manejarle el dinero que quedaba, trimestralmente le entregan seiscientos francos para sus gastos. Desde entonces tiene que cambiar de vida, pues como siguió gastando, le comienzan a seguir los acreedores y para superar estas crisis publicaba artículos anónimos por la prensa.

En 1845 intentó suicidarse con un puñal en un cabaret y ante un grupo de amigos. Esta histeria hace que su padrastro le lleve a vivir con él en su elegante departamento de la Plaza Vendome pero al poco tiempo el poeta salió de allí. Ese año publicó “Salón 1845” revelándose como un experto crítico de arte. El 46 salió “Salón 1846” y exaltó la obra de su amigo el pintor Delacroix, entonces muy discutido, criticó a los pintores oficiales y analizó las obras de otros artistas contemporáneos entre ellos el caricaturista Honoré Daumier; después sacaría diversos trabajos comentando otras exposiciones, que se publicarían a su muerte con el título “Curiosidades Estéticas” y 1868 también se dieron a conocer sus críticas literarias como “El Arte romántico”.

En todos estos trabajos se muestra muy moderno. Su criterio siempre adelante, abría rumbos no solamente en la pintura como cuando alabó el impresionismo de Eduard Monet, sino también en la música al comentar el virtuosismo de Wagner, de quien fue el primer introductor en Francia con una Carta Literaria, tras haber asistido a tres conciertos suyos y a un ensayo.

En otros aspectos fustigó a los moralistas y a los moralizantes, publicó un conjunto de aforismos en Le Corsaire Satan y dio consejos a los literatos en LEspirit Public.

En el salón de la viuda Marie Sabatier trata a Musset, a Flaubert y a otros artistas. Durante la revolución de 1848 fue visto en las barricadas agitando al populacho para que fusilen a su padrastro. El 51, al dar su golpe de estado el Presidente de la República, Príncipe Luis Napoleón Bonaparte, se indignó muchísimo, quizá porque nombró a su padrastro Embajador en España.

En 1857 fue su año cumbre porque editó en París una colección de poesías bajo el nombre raro y terrible de “Las Flores del Mal”, que fue impuesto por su editor Poulet Malassis, ya que el poeta le había dado por título “El Limbo”. La obra apareció con sus noticias biográficas escritas por Théophile Gautier (el perfecto mago de las letras francesas, su caro y venerado maestro y amigo) Las flores malsanas se dividían en Spleen e Ideal, Cuadros de la Ciudad, en París, El Vino, Rebelión y La Muerte y fueron tan fuertes sus olores pestíferos y tan penetrantes sus cuadros del averno, que un crítico dijo que Baudelaire era igual al Dante, por ser su libro una obra maestra de la realidad salvaje, de estilo mayor y de ferocidad magistral e irrepetible. “Un Dante de época vencida, ateo, moderno y nacido después de Voltaire, en un tiempo que no tendría su Santo Tomás” digno de una época turbada por inapetencias teológicas; época escéptica, burlona y nerviosa, que se resolvía en ridículas esperanzas de transformaciones y metempsicosis. Una segunda edición apareció en 1861 con 35 poemas nuevos.

Una de sus poesías nuevas, pues la mayoría habían salido publicadas en revistas literarias de corta circulación, llama “Mujeres Condenadas” en su parte final dice así: Fragmento // I otras, cuyas gargantas ciñen escapularios / y que, bajo las sedas ocultando un cilicio, / beben en el silencio de bosques solitarios / espuma de placeres y sangre de suplicio. // ¡Oh vírgenes] ¡Oh monstruos; ¡Oh demonios! ¡Precite / batallón de enemigas de la realidad, / devotas, brujas, buscadoras de infinito / que saliendo de amor, entráis en caridad! // ¡Yo, que os he visitado en vuestro rojo infierno, / hermanas, yo os adoro. ¡Yo os doy mi bendición, /por vuestro gran dolor, por vuestro anhelo eterno, / y por la urna de amor de vuestro corazón! //

Tales y tantas imprecaciones le atrajeron la persecución judicial y fue llevado a los tribunales de París donde a duras penas salió indemne porque numerosos críticos amigos abonaron por él, de manera que el Juez declaró que no existía delito alguno contra la religión sino contra las buenas costumbres y solo fue condenado al pago de varias multas y a que seis de sus poemas sean eliminados en las siguientes ediciones.

El escándalo había sido iniciado por el periódico conservador “Le Figaro” y suscitó las más encontradas opiniones. Víctor Hugo, desde su destierro en Inglaterra, le escribió: Ud. ama lo bello, deme la mano. I en cuanto a las persecuciones, son grandezas ¡Coraje¡ La juventud francesa le seguía, pero la masa – horrorizada con sus blasfemias – que solo eran formas nuevas de criticar la sórdida realidad de las grandes capitales del mundo, aún siguen asqueadas después de casi dos siglos. Caso único en la historia de Occidente.

Posteriormente editó “Los Paraísos artificiales” (1858-1860) “Richard Wagner el Tenhauser a París” y “El pintor de la vida moderna” son algunas de sus obras más representativas. Aunque era una de las figuras más populares de entonces, los editores no lo consideraban rentable, la Academia Francesa no le aceptó entre sus miembros. En abril de 1864 viajó a Bruselas para ofrecer varias conferencias y allí entabló relaciones con editores que tampoco se interesaron por sus obras. A su retorno a París el 66 comentó: “Bélgica me ha producido una de las mayores frustraciones de mi vida. Nunca imaginé encontrarme con tantas personas carentes de sensibilidad poética”. Le fue diagnosticada una sífilis, con severos trastornos nerviosos y dolores musculares. Se empezó a ahogar, sufría crisis gástricas. Para combatir los dolores fumó opio, ingirió éter. Al año siguiente se le produjo un principio de parálisis.

Su madre le trasladó a descansar en Honfleur, después estuvo en Alencon con su amigo Poulet Malassis. Al poco tiempo aparecerían los primeros síntomas de afasia y hemiplegia y fue recluido por su madre en un hospital de París, donde permaneció un año sin recuperar el habla aunque manteniendo la lucidez. I para levantarle el ánimo, sus amigos acudieron junto a su lecho a interpretarle a Wagner pero paralizado, mudo y medio imbécil, se fue agravando y murió el 31 de Agosto de 1867, en brazos de su madre, a los cuarenta y seis años de edad.

Fue enterrado en Montparnase junto a la tumba de su ilustre padrastro a quien siempre odió, simplemente porque era un burgués, es decir, lo contrario a su rebeldía, y meses más tarde aparecieron sus “Pequeños poemas en prosa”.

Fue tierno y mórbido, sublime y canallesco, cantó y dividió a los perfumes en supremo éxtasis de exotismo y no dejó de deleitarse frente a borrachos y crápulas que arroja el albañal. Soñó y avisoró un mundo moderno peor de lo que es ahora por que aún no lo estarnos viviendo a plenitud, lleno de fantasmas urbanos y coros misteriosos y desvanecidos, cuyos cantos de fantasía siniestra y penetrante son tan reales como estrambóticos. Un mundo caprichoso, de imaginación desordenada, gobernado por el capitalismo desenfrenado, bestia apocalíptica con jugos venenosos de vértigos de fiebre, jardín terriblemente humano que marea los sentidos en complaciente infección; donde incuba la podredumbre sus vicios. Mundo terrible que no terminará por ahora, pero al mismo tiempo tan bello y pleno en realizaciones y más hermoso que cualquier época anterior porque finalmente estamos espectando los sucesivos y contínuos triunfos de la ciencia.

Su obra póstuma se completó con los “Diarios íntimos” que comprende las dos series de “Cohetes” y “Mi corazón al desnudo”, la novela “La Fanfarlo”, varios esbozos teatrales y el Epistolario que comenzó a salir en 1872. En 1939 se publicó la primera edición de sus obras completas.

Aún hoy, a tantos años de su fallecimiento, su nombre continúa glorioso y su fama imperecedera, por eso todo lo relacionado con él se cotiza en las mejoras subastas internacionales. En octubre de 1988, en la galería “Drouot, de París, se vendió en trescientos cuarenta mil dólares el poema manuscrito “Mi corazón al desnudo” del libro “Las flores del mal”. Según los expertos se trataba de uno de los manuscritos más importantes, porque es la expresión más personal e íntima de los pensamientos de Baudelaire entre 1859 y 1865 en diversos campos como el de la literatura, la filosofía o la política. En principio, la obra fue adjudicada a un privado pero la Biblioteca Nacional de París ejerció su derecho de opción.

“Las Flores del mal” es un libro dividido en seis partes, el autor sale de “la legitimidad del mal” para desembocar en él su teoría de la “analogía universal”, con la naturaleza como “bosque de símbolos”. Para muchos críticos, el mejor poema del libro es el soneto “Correspondence”, así como los poemas inspirados por Jeanne Duval. La traducción al español más manejada en los inicios del siglo XX fue la realizada en 1905 por Eduardo Marquina que tuvo excesivos detractores, lo que llevó a Marquina a la publicación de una nueva edición corregida. Al otro lado del Atlántico, en México, Hernández Pagano realizó en 1944 una traducción bastante correcta de la obra baudelariana. Sobre Charles Baudelaire se han escrito centenares de libros, entre biografías, estudios de su obras y ensayos… La escritora española Carmen Martín Gaite dice en su artículo “Nuevas traducciones de Las Flores del mal”: Releyendo Las Flores del mal, al cabo de los años, lo primero que salta a la vista es el alcance – entonces posiblemente insospechado – de ésta estética de lo feo y de lo horrible iniciada por el poeta francés, y la perennidad de su influjo, no solo en la literatura sino también en los comportamientos y formas de vida, por tal actitud debemos situar a Baudelaire en el grupo de escritores de vanguardia sean de la época que sean, porque con la sola fuerza de la palabra poética, logró alterar los puntos de vista generalmente aceptados y revolucionar los modelos de conducta.