BAYAS ARGUDO AURELIO A.

POLITICO. Nació en Azogues, Provincia del Cañar, el 12 de noviembre de 1886. Hijo legítimo del Dr. Aurelio Bayas Martínez, Doctor en Jurisprudencia graduado en Cuenca el 14 de mayo de 1886, secretario de la Gobernación del Azuay en 1889, Diputado por Cañar entre 1896 y el 97 y el 1902 al 3, profesor del Colegio San Francisco en Azogues desde 1898 hasta 1901, Ministro Juez y Presidente de la Corte Superior del Azuay en 1905, Jefe Político de Cuenca en 1906, Rector del Colegio San Luís en Cuenca en 1907, Concejero Cantonal de Cuenca entre 1912 y el 13. Senador por Cañar en 1914, Rector del Colegio Benigno Malo en 1916, 17, 19 y 23, falleció el 16 de febrero de 1923 y de su prima hermana Roxana Argudo Bayas, propietaria de una parte de la gran hacienda “Opar” cerca de Azogues, que heredó por lo Argudo.

Fue el mayor de una familia compuesta de cuatro hermanas y un solo hombre. Su padre era un próspero abogado que militaba con éxito en las filas del placismo del Azuay y figuró muchos años como Diputado y Senador, ocupando el rectorado del Colegio Nacional “Benigno Malo” de Cuenca.

Estudió la primaria en la escuela de los hermanos cristianos de Azogues y la secundaria en el Colegio Nacional “Juan

Bautista Vásquez” hasta graduarse de Bachiller en Humanidades Clásicas en 1901. Ese año inició sus estudios de Derecho en Cuenca, que realizó con gran aprovechamiento y en solo cuatro años debido a la libertad de Estudios. En junio de 1908 se incorporó de Abogado y Doctor en Jurisprudencia.

Ya era conocido como poeta, literato y político. En 1905 había fundado y sostenido el periódico liberal “El Estandarte” y en marzo de 1907 con Juan Iñiguez Vintimilla sacó la revista mensual de letras y variedades “Lapislázuli”, de las primeras publicaciones en adoptar tímidamente los moldes modernistas en el Ecuador. Por eso se la ha calificado de “revista de buen gusto y refinamiento, de ensoñación, de ideal de la belleza, de experimentación y de búsqueda de lo moderno”.

Ese año empezó a colaborar en la revista “Amenidades” de Guayaquil, donde apareció su poesía “De Lejos” con reminiscencias aun románticas y decimonónicas. En la Imprenta de la Alianza Obrera de Cuenca editó en 1908 el fragmento de un estudio mayor titulado “El libro del corazón” cuyas páginas salieron sin numerar. Ese año fue electo Concejal y sus compañeros munícipes le nombraron Vicepresidente del Ayuntamiento cuencano.

En 1909 fue secretario del Colegio San Luis, después transformado en Benigno Malo. Era un joven e inteligente profesional, más bien alto pues media 1,70 mtrs de estatura, que montaba muy bien a caballo y gustaba y apreciaba la vida al aire libre en los campos de la hacienda de su madre, así como del estudio del Derecho y la Literatura y aunque extremadamente amable, quizá por lo fuerte de su carácter, era poco amiguero.

En mayo fue designado Juez de Letras. Sus colaboraciones bajo el seudónimo de “Wabsay” en la revista “Juan Montalvo” de Guayaquil eran continuas. Allí aparecieron sus poesías “Melopea”, “Secretos” y “Wabys”, esta última, dedicada a su amigo y coterráneo Aurelio Falconí Zamora. También es suyo un elegante ensayo sobre el Dr. Luis Cordero, pues fue una época de intensa dedicación al periodismo.

Otros de sus seudónimos más conocidos son Sayab en “Los Andes” y en “Guayaquil Artístico”, y Un Centinela en el “Diario Ilustrado”. A principios de 1912, atraído por sus parientes próximos los Bayas Barros y los Martínez Ponce viajó a Guayaquil y le agradó tanto el ambiente que decidió quedarse.

El 22 de febrero de 1913 fue designado Agente Fiscal de la tercera Judicatura de Letras del Guayas. En noviembre contrajo matrimonio con Judith Alvear Pallares natural de Riobamba y tuvieron seis hijos. El 14 formó parte de la redacción del periódico “El Grito del Pueblo,” el 16 llegó a Redactor en Jefe, allí permaneció durante tres años y el 20 ocupó la Dirección.

En 1914 salió electo Diputado por el Cañar, dándose el curioso caso que su padre era Senador por esa misma provincia y ambos concurrían a sus curules. El 15 fue designado por el Congreso para Ministro Juez de la Corte Superior de Justicia de Guayaquil, le reeligieren durante tres períodos hasta 1918, que ocupó la Presidencia de tan alto Tribunal.

En 1916 salió nuevamente Diputado, en esa ocasión por la provincia del Azuay, pero se excusó en razón del cargo que desempeñaba en la Corte. El 19 fue electo Concejal del Cantón Guayaquil y adquirió una manzana de terreno donde hoy es la Clínica Alcívar (calles Chimborazo, Coronel y Azuay) allí levantó la villa “Leda” de tres pisos de alto, con madera y ladrillos, posiblemente para que su esposa disfrutara de la paz y tranquilidad del campo pues se le había presentado la esquizofrenia (tenía ciertos temas permanentes aunque se daba cuenta de todo) que se irían agravando hasta que la internaban por largos períodos en el Manicomio.

En 1920 volvió de Diputado por el Azuay a los Congresos hasta el 21. Era uno de los abogados más distinguidos de la República y su opinión se respetaba. En 1923 concurrió como delegado por el Cañar a la Asamblea del Partido Liberal. A principios del 26 fue redactor principal del Diario “La Crónica” que hizo violenta oposición a las Juntas de Gobierno de la revolución Juliana.

Fueron años de activa militancia partidista como miembro del ala liberal que lideraba Enrique Baquerizo Moreno en Guayaquil. En 1927 construyó una casa mixta en la esquina de Chile y Bolivia. También de esta época fueron los primeros síntomas de una incipiente diabetes que poco a poco se le fue agudizando y que supo controlar con una dieta estricta hasta que en los años treinta tuvo que procurarse inyecciones diarias de insulina, que él mismo se aplicaba en el estómago.

En 1928 fue designado Alcalde Cantonal de Guayaquil que entonces equivalía al actual cargo de Juez Provincial. Igualmente fue Vocal de la Junta Suprema del Liberalismo En 1930 ocurrió su divorcio por la incurable enfermedad de su esposa, a quien siguió manteniendo pues nunca la desamparó. El 31 contrajo segundas nupcias con su prima doble Esther Martínez Llaguno, en quien no tuvo sucesión.

En 1934 ingresó al Colegio de Abogados de Quito. En agosto fue designado Procurador General de la Nación por el Congreso y ejerció estas funciones hasta enero del 36.

En el desempeño del cargo hizo amistad con el Presidente José María Velasco Ibarra quien le llegó a cobrar especial estimación, al punto que un años después, al producirse el arribo a Quito del Senador Carlos Alberto Arroyo del Río, a quien los liberales ofrecieron un banquete, llamó a Bayas por teléfono y le reprochó que hubiera concurrido, diciéndole: ¿Cómo es posible que un amigo tan apreciado participara del agasajo de su peor enemigo? Bayas se disculpó como pudo.

I efectivamente Velasco tenía toda la razón al esperar lo peor de Arroyo pues desde la presidencia del Senado éste se opuso a todas las reformas e iniciativas del ejecutivo, entablándose una pugna de poderes que terminó con el intento de dictadura del presidente Velasco Ibarra y su fracaso consiguiente.

Ese año ingresó al Rotary Club Internacional, del que fue uno de los más eficientes miembros en el Ecuador, dictando charlas y conferencias a nivel nacional para promover nuevos miembros. La iglesia se oponía a ello pues el rotarismo se consideraba que era una de las principales ramas de la masonería moderna de los Estados Unidos en permanente expansión en los países católicos de occidente.

Proclamada el 20 de agosto de 1935 la dictadura del Presidente Velasco Ibarra, que falto de apoyo tuvo que renunciar sus funciones y ausentarse a Colombia; el ejército encargó el poder al Ministro de Gobierno Dr. Antonio Pons Campuzano, amigo personal de Bayas, a quien designó nuevo Ministro de Gobierno esa misma noche y en la Cartera de Obras Públicas nombró al Ing. Federico Páez, circunstancia que sirvió para que Bayas y Páez se hicieran íntimos.

Un mes después, el 26 de septiembre, ante el peligro conservador que se presentaba unificado a las elecciones presidenciales frente a los dos candidatos liberales (Arroyo del Río y Trujillo) sin consultar con su gabinete intempestivamente Pons resignó el mando en el ejército. Esa tarde se consideró los nombres de Páez y Bayas para sucederle. El primer tenía a su haber la ventaja de ser un ciudadano independiente, que gozaba de grandes simpatías personales en todos los sectores de la capital por su bonhomía y espléndido carácter, pero no era un intelectual como Bayas ni sabía de leyes ni reglamentos. Con todo, primó su candidatura.

Los iniciales actos de este nuevo gobierno dictatorial fueron declarar vigente la Constitución de 1.906 derogando tácitamente la del 29 que había regido hasta entonces. Luego se formó un gabinete de la siguiente manera: Bayas en Gobierno. El Coronel Benigno Andrade Flores en Defensa Nacional y Jerónimo Avilés Aguirre en Hacienda. Las demás carteras: de Educación, Obras Públicas y Previsión Social, fueron encargadas, las dos primeras a Bayas y la última a Avilés.

Pocos días después Andrade Flores fue reemplazado por el General Alberto Enríquez Gallo, ahijado de bautizo de Páez, quien era el verdadero poder tras el trono. El 1 de octubre fue designado Ministro de Obras Públicas el Ing. Segundo Heleodoro Ayala y de Relaciones Exteriores el General Ángel Isaac Chiriboga, ambos independientes. El día 3 en Previsión Social se llamó al Lic. Colón Serrano Murillo y en Educación a Carlos Zambrano Orejuela, ambos de filiación socialistas.

Un gabinete tan bien balanceado se prestó a una serie de pugnas entre los dos ministros socialistas y los dos liberales. Estos últimos desplazaron a los primeros que tuvieron que renunciar.

Como Premier de la República y en razón a sus merecimientos literarios Bayas recibió del gobierno de Francia las Palmas Académicas y del gobierno ecuatoriano la Orden Nacional al Mérito en el grado máximo de Gran Cruz, pero al mismo tiempo colaboró para convertir al Ecuador en un estado policial, al punto que la dictadura empezó a ser conocida como Páez – Bayas, dado el acuerdo tácito existente entre ambos; el 12 de Mayo de 1936 se dictó la Ley de Tierras Baldías, primera que tuvo el país en beneficio del oriente, pues permitió la colonización de la región concedida a la compañía petrolera norteamericana Shell – Mera y se dictó la Ley de Identificación y Dactiloscopia. El país comenzó a reponerse de los avatares de la política y hasta la economía trataba de enrumbarse. En contrapartida también se creó la colonia penal de las Islas Galápagos; sinembargo el 28 de noviembre de 1936 ocurrió la sublevación del regimiento de Artillería Calderón en Quito, cuya disolución había sido ordenada por sospechas de conspiración.

Bayas cayó prisionero de los amotinados dirigidos por el Capitán Pino y un Sargento Velasco, que acababan de asesinar por la espalda al Coronel Patiño y a otros jefes. Enseguida fue conducido con los demás presos al cuarto de oficiales mientras afuera se escuchaba el baleo con las fuerzas leales. Bayas aprovechó el momento para entregar a un joven Alférez las claves del gobierno que llevaba siempre consigo, ordenándole que las oculte en una de sus botas. La explosión de una granada voló los sesos del Alférez, que salpicaron el chaleco y el saco de Bayas.

Mientras tanto los militares alzados habían avanzado hasta la Casa presidencial a fin de tomar preso a Páez, que junto a sus Edecanes y a varios oficiales del batallón Yaguachi, al mando del General Enríquez Gallo, lograron repeler el ataque. Y cuando al interior del cuartel del regimiento Calderón todo parecía perdido porque los amotinados querían asesinar al Ministro Bayas, fueron despistados por un Ordenanza llamado Walter Andrade, que los envió en sentido contrario, dando tiempo para que entraran las fuerzas leales y libraran al Ministro y a la Oficialidad.

El pueblo de Quito dio en llamar a esta revolución con el nombre de “La Guerra de las Cuatro Horas”, hecho sangriento y malhadado pues dio origen a que se iniciara una de las más crueles y duras persecuciones políticas que registra la historia del país en el siglo XX, dizque porque había sido ejecutada por miembros de la Vanguardia Revolucionaria Socialista que acaudillaba el Coronel Luís Larrea Alba, siguiendo estrictas órdenes recibidas del Partido Comunista cuya central estaba en Moscú, lo cual nunca se comprobó.

Numerosos intelectuales y artistas de izquierda salieron desterrados, otros fueron confinados lejos de sus hogares a distintos sitios de la República casi siempre inhóspitos y malsanos, donde sufrieron los estragos de las enfermedades. Los serranos fueron mandados a la costa a que mueran de malaria, fiebre amarilla o cualquier otra enfermedad tropical y los costeños pasaron a vivir cerca de los páramos a que pescaran pulmonía o por lo menos una congestión. Las cárceles también se llenaron de presos distinguidos. I todo ello en un país tranquilo que casi había olvidado el terrorismo de la dictadura de García Moreno.

Visitaba por esos días Quito el señor Carlos Gil propietario de la isla Isabela en el archipiélago de las Galápagos, quien meses antes había conducido a treinta confinados, de manera que el gobierno le solicitó llevar a dicho archipiélago a los seis “revoltosos comunistas” que guardaban prisión desde la Guerra de los Cuatro Días en un cuartel de policía. I estos eran Manuel Donoso Armas ex profesor de matemáticas del Colegio Vicente Rocafuerte, Segundo Castro, telegrafista y artesano en Durán, Neftalí Pacheco León dirigente campesino del Guayas, Modesto Medina obrero y Antonio Ruíz Flores, fundador del Sindicato de Campesinos Pobres y Obreros de Milagro y ex candidato a la presidencia de la República por el Comunismo. No está demás indicar que la Colonia Penal de las Galápagos funcionaba con presos de alta peligrosidad, como gente del lumpen, asesinos, violadores, etc. y era un sitio peligrosísimo, inhóspito y perdido en la inmensidad del océano.

En febrero del 37, estando dispuesto el embarque, el Coronel Enrique Páez, Jefe de la VIII División de Policía, recibió la orden de indultarlos si firmaban un acta renunciando a toda participación sediciosa contra el régimen y como aceptaron firmar, esa misma noche se les liberó “Creyeron Páez y Bayas que con feroz tiranía iban a conseguir el apoyo de los hombres de bien pero solo lograron abolir toda expresión democrática” concitando el descontento general. Para colmos se creó un cuerpo de soplones y espías al más alto nivel, cuya jefatura y dirección le fue encomendada a un alemán misterioso conocido como el Dr. Khun, de clara tendencia nazi, quien controló hasta a los meseros de los salones principales de la capital para que le tuvieran al tanto de cualquier conversación sospechosa; sin embargo, a pesar de ese clima de terror, el descontento comenzó a crecer y Bayas, que nunca fue un tonto, dándose cuenta de la metedura de pata que había cometido prestándose a tan absurdo juego político, terminó por pedir a Páez que lo envíe al exterior y como nuestra Legación en México era la única vacante por entonces, fue nombrado a mediados del 37 para ocuparla con el rango de Ministro Plenipotenciario y Encargado de Negocios.

Bayas viajó inmediatamente acompañado de su esposa, pero al arribar a esa capital fue vetado por el Congreso, que le negó el exequátur en razón de su pasada conducta en el Ecuador.

El asunto se hizo público como es de suponer y causó gravísimo escándalo internacional que Bayas intentó capear haciéndose fotografiar en diferentes sitios de México, pero su situación personal se había tornado insostenible pues era y no era al mismo tiempo nuestro representante diplomático. Páez no se atrevió a traerlo y así pasaron algunos meses.

En agosto se le unieron sus hijos Leda, Elsa e Iván, que justamente el día de la llegada se accidentaron en el automóvil de la legación y fueron a parar a un hospital con heridas leves, no así el chofer que estuvo gravísimo varias semanas.

El 23 de octubre cayó la dictadura de Páez por obra de su Ministro de Defensa General Alberto Enríquez Gallo. La noticia causó gran tranquilidad en el país y se abrieron inmediatamente las puertas de los presidios. Volvía la paz a la República. Bayas presentó su dimisión que fue inmediatamente aceptada y Enríquez Gallo se negó a enviarle el dinero de los pasajes de regreso. Por eso tuvo que emplear parte de los cincuenta mil sucres obtenidos por la venta de la villa “Leda” para que sus hijos pudieran volver a Guayaquil y por consejo de su amigo personal Eduardo Salazar Gómez viajó a Costa Rica con su esposa, país donde la vida se le ofrecía más barata y residió un año en San José, escribiendo para varios periódicos y dictando conferencias rotarias, mientras sus hijos vivían precariamente en Guayaquil, repartidos en casas de diferentes amigos porque no tenía con qué darles de comer.

En 1938 por su gestión personal la Municipalidad de Alajuela resolvió designar a la Avenida donde se levantaría el monumento al General Eloy Alfaro con el nombre de Ecuador. El Monumento fue finalmente inaugurado en 1954 y consta de un hermoso busto en bronce y tres Placas del mismo metal con la historia del Viejo Luchador.

Al subir al poder el Dr. Manuel María Borrero volvió a su Patria y a pesar de estar considerado entre los mejores abogados del país le fue extremadamente difícil reiniciar sus actividades debido a la resistencia que encontró en Guayaquil. Era una de las más prominentes figuras del liberalismo arroyista, de ideas cristianas aunque no practicaba religión alguna, tenía cincuenta y dos años de edad pero vivía desilusionado y pobre. Su salud aparentaba ser buena a pesar de la diabetes. Así pues, decidió instalar de todas maneras su estudio profesional y lo hizo en la casa de madera propiedad del Dr. Francisco Arízaga Luque en la esquina de Luque y Pichincha.

En 1942 vendió una casita en Salinas, de las del Cable, adquirida en 1934, para seguir en la lucha por la vida. Ese año 42 fue designado Ministro Juez de la Corte Suprema de Justicia, viajó a Quito y vivió nuevamente en la capital con su esposa.

El 44 ocupó la presidencia de dicho Tribunal y fue miembro nato del Consejo de Estado, organismo que presidió hasta la revolución del 28 de mayo de ese año.

El día 29 recibió la renuncia del presidente Arroyo del Río, quien acababa de asilarse en la Legación de Colombia. Su amiga Elvira Campi de Yoder salió en su ayuda pues Bayas se encontraba entre las figuras políticas que los revolucionarios iban a arrestar y a procesar y lo llevó a vivir temporalmente a su casa, donde no corrió peligro alguno por ser la residencia de Forest La Ross Yoder, ciudadano norteamericano.

En Julio pudo ausentarse de Quito y se instaló de incógnito en su finca “Opar” cercana a Azogues donde residió con su esposa hasta el 47, que cayó Velasco Ibarra del poder, sobreviviendo de la venta de ganado, gallinas y conejos. Ese año tuvo que vender dicha finca para regresar a Guayaquil y fue nombrado Presidente del Tribunal de Menores y Jefe de la Asesoría Jurídica del Banco Nacional de Fomento del puerto principal.

Estaba muy avejentado y sufría de cataratas pero no quería operarse porque sabía lo peligroso que es cualquier intervención quirúrgica para un diabético pues las heridas no cicatrizan con facilidad. En dicha enfermedad era un experto al punto que numerosos médicos de la urbe le consultaban sus casos difíciles, entre otros el Dr. Juan Tanca Marengo, que lo iba a buscar al banco.

A principios de mayo de 1950 entró a la Clínica Julián Coronel y fue operado de ambos ojos por el Dr. Enrique Ortega Moreira. Salió bien pero a las cuarenta y ocho horas le sobrevino un derrame cerebral y falleció nueve días después, el 16 de Mayo de ese año, de solo sesenta y tres de edad.

Amó la gloria y en cierta ocasión dijo “Quiero escribir para que me recuerden”, no lo cumplió. Sabía muchísimo Código Civil, fue abogado de consulta, culto y agradable en su trato personal, le correspondió vivir una etapa declinante del liberalismo y eso le perjudicó. Poeta en su juventud, de los introductores del modernismo en el Ecuador, los Código terminaron con su temprana vocación por las bellas letras, de suerte que se le recuerda más como abogado que como poeta o escritor, para lo cual, sin embargo, estaba muy bien dotado.

Amante de la hípica, solía acudir a los hipódromos de Quito y Guayaquil casi semanalmente para disfrutar del espectáculo porque no era amigo de las apuestas ni de los juegos. Trabajador y ahorrativo, vendió poco a poco sus propiedades al final de sus tiempos, que fueron de pobreza y aislamiento. I de no haber sido por su estrecha colaboración con Páez durante los días de esa aciaga dictadura (1935 – 37) hubiera pasado a la historia como un ciudadano de entero provecho.