BAQUERIZO MORENO ALFREDO

PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA. Nadó en Guayaquil el 28 de Septiembre de 1859 en la casa propiedad de sus padres en la calle Pichincha casi al llegar a Ballén, vecina de la de Rosendo Avilés Tolosano, que había sido de los Espantoso y antes de la Junta de Temporalidades que se la quitó a los jesuitas expulsados en 1767.

Hijo legítimo de José María Baquerizo

Noboa, casado en 1858 con Rosario Moreno Ferruzola, propietaria de la finca “Los Morenos” en Balao, ambos guayaquileños. En 1861 don José María fue designado por su primo hermano político el Presidente Gabriel García Moreno para el desempeño de las funciones de Interventor de la Tesorería de Hacienda en Guayaquil, al año siguiente ascendió a Tesorero en propiedad. Renunció en 1866 cuando fue designado Administrador de Aduana, donde permaneció dos años, organizó la oficina y construyó el tren urbano que cruzaba el malecón. Tras la revolución de enero del 69 de García Moreno, fue designado Consejero Municipal y ocupó la Presidencia del Ayuntamiento. Ese año se hizo cargo de los negocios en Guayaquil de Pedro Pablo García Moreno y en octubre viajó a Quito a ocupar el Ministro de Hacienda en la segunda administración de García Moreno pero se cansaba pues estaba cardiaco. El 28 de abril de 1870 concurrió a una sesión del Consejo de Estado donde ya empezó a sentirse mal, de regreso a su despacho falleció a la una de la tarde. Le hallaron puesta la cabeza sobre el escritorio. I aunque nunca había sufrido del corazón, murió de un fulminante infarto. Esa noche fue velado en la iglesia de Santo Domingo y al día siguiente le enterraron en el cementerio de San Diego en la capital. Su familia regresó a Guayaquil.

Sus hijos estudiaron las primeras letras con su madre. “A ella debo mi educación en la niñez y mis estudios en la juventud”, diría años más tarde Alfredo, quien también fue alumno del célebre profesor primario José Herboso.

El 68 fue llevado a Quito y de paso por Latacunga el día 16 de agosto sufrió los estragos del terremoto de Ibarra que se sintió en toda la zona norte de la República. En Quito concluyó la primaria en la escuela de la Merced y luego ingresó al Colegio San Gabriel dirigido por los jesuitas donde se graduó de Bachiller. Ellos le enseñaron lenguas extranjeras y el latín. “Por eso conocía de literatura y leía a los clásicos – sobre todo a Virgilio y a Horacio – cuyas principales obras tradujo al castellano y a quienes debía en gran parte la savia vivificadora de su natural buen gusto y delicada sensibilidad.

Desde joven fue un brillante pianista capaz de interpretar las más difíciles partituras y hasta llegó a componer numerosas piezas musicales, Pablo Hanníbal Vela diría // El de los dedos ágiles / de magia y de virtud / que al piano hablar hicieron / lo que él quiso decir. //

En 1872 había sido alumno de Gino Rossi, profesor italiano del recién fundado Conservatorio Nacional de Música, en técnica y ejecución al piano. Al fallecer su padre entró la pobreza en su casa.

En 1877 ingresó a la Universidad Central donde fue discípulo del célebre jurista Alejandro Cárdenas Proaño y estudió hasta el quinto curso de Jurisprudencia. Acostumbraba enviar colaboraciones a las páginas literarias del Diario la Nación de Guayaquil a la par que era estudiante de Derecho y poeta lírico poseía un talento claro, temperamento suave y rumoroso, músico y polígloto, solía frecuentar los salones del Palacio Presidencial, fue amigo personal del Presidente Ignacio de Veintemilla y de su guapísima sobrina Marietta, alma de esas reuniones artísticas y literarias.

Con el profesor colombiano José María Velasco y Castillo escribió varios sonetos y silvas que reunieron en 1.881 en Quito en un poemario dividido en dos partes, la primera tituló “Lágrimas” y es de Velasco y la segunda “Rumores del Guayas” de Baquerizo, ambas con Prólogo de Quintiliano Sánchez Rendón. También fue de esa época su comedia “El Nuevo Paraíso”.

En 1882 salió en Guayaquil “Ensayos Poéticos” en 102 págs. escrito con sus amigos Nicolás Augusto González Tola y Juan Illingworth Icaza mostrandose suave, sentimental y becqueriano y con González publicó el drama histórico “Amor y Patria”. Era uno de los jóvenes de más avanzadas ideas en el Ecuador, hablaba francés y latín, pero no se comprometió en la lucha armada contra la dictadura por ser de apacible naturalidad y haber gozado de la amistad generosa de los Veintemilla, especialmente de la bondadosa deferencia de la inteligente Marietta, en la casa presidencial.

En 1883 obtuvo Medalla de Primera Clase en la Universidad Central, pero por el fallecimiento de su madre pasó a Guayaquil, se graduó de Abogado el 11 de marzo de 1884 y ocupó la secretaría de la Corte Superior de Justicia hasta el 86. Ese año contrajo matrimonio con Piedad Roca Marcos, inteligente y comprensiva, tuvieron doce hijos y una vida dichosa, plena y feliz.

En 1885 fue profesor del    San Vicente.

El 87 Juez Consular de Comercio. El 88 colaboró en el periódico capitalino “El Cometa” con Atanasio Zaldumbide y Antonio Alomía Llori e instaló su estudio profesional con su primo Carlos Carbo Viten, enviando colaboraciones al diario de la tarde “La Opinión Publica”. Figuraba entre los jóvenes intelectualizados de Guayaquil cuyo pensamiento progresista estaba adecuado a los preceptos políticos de tolerancia, afines al partido recién fundado por el Presidente Antonio Flores Jijón.

En 1890 ocupó la dirección de la Biblioteca municipal, aunque por corto periodo pues fue designado Alcalde Municipal, hoy seria Juez de lo Civil. En 1891 fue Miembro de la Junta de Sanidad, Síndico de la Municipalidad desde el 91 hasta el 96. El 93 publicó en el “Álbum Ecuatoriano” de Quito, revista fundada por Miguel Ángel Corral y Luís Napoleón Dillon, su “Sonata en Prosa” y “El Instituto Libre”, primera de sus producciones en prosa, y en “El Globo de Guayaquil” apareció su novela “Titania” con los amores de una muchacha de ese nombre, reeditada el 95 en “La Revista de Guayaquil”. También se conoce otra edición que incluye a “El Señor Penco” en 263 págs.

En 1893 adquirió a José Eduardo Illingwort Icaza, la casa No. 138 de la calle Numa Pompilio Llona en el barrio de Las Peñas y la habitó con su familia. Era un edificio antiguo y daba al río.

En 1894 comenzó a colaborar en la revista semanal de Literatura, Ciencias y Artes “Guayaquil” cuyo director era el Dr. Cesáreo Carrera Padrón, ingresó al cuerpo de profesores de la Universidad de Guayaquil y fue electo Ministro Juez de la Corte Superior, ocupando la presidencia de dicho organismo el 99.

En octubre de 1896 sufrió la pérdida de su casa y de todas sus pertenencias durante el llamado Incendio Grande y para reconstruirla se asoció con otros perjudicados y trajeron de California un cargamento de madera de pino de tea aceitosa, a la que no entraba polilla. Entonces levantó una casa de tres pisos, viviendo en el tercero que daba directamente a la calle, sus numerosos hijos vivían en el segundo al que había que bajar y en el primero los Baquerizo Coronel pues la casa poseía nueve dormitorios en total más la sala ordinaria, el comedor de diario, el cuarto del empleado, el salón grande, el comedor con tres espejos bellísimos, etc.

Por entonces ingresó a la masonería pero nunca fue un miembro demasiado activo. En 1901 publicó en el “Globo Literario” de Guayaquil “El Señor Penco” en 203 págs. “Titania” y “Luz” en un solo volumen de 159 págs. y “Una Sonata en prosa” en 128 págs. con situaciones tomadas de la vida de la clase media guayaquileña, delicadas sátiras y hasta juguetonas y superficiales porque no describen la naturaleza del medio geográfico ni se adentran en el alma de sus personajes. Novelas urbanas escritas en tono naturalista y más para divertir en los salones de la sociedad que para recordar, quizá por eso la conservadora Academia Ecuatoriana de la Lengua le designó su Miembro de Número. A fines de año viajó a Valparaíso a defender a su hermano Enrique, uno de los acusados en el escandaloso asesinato del cónsul ecuatoriano Alberto Arias Sánchez.

En 1902 fue llamado a Quito a ocupar el Ministerio de Relaciones Exteriores en un momento álgido con la Santa Sede y escribió una síntesis del problema bajo el título de “Memorias de Negocios Eclesiásticos.”

En 1903 fue designado Ministro Plenipotenciario en Cuba y en Colombia y Vicepresidente de la República para el cuatrienio del 3 al 7. Todo le ayudaba, tenía buena presencia, era alto y erguido, delgado y viril. De mirada dulce, penetrante, voz modulada y agradable, piel canela, ojos café claros, pelo y bigote negros que después se tonaron blancos y una oratoria espléndida y majestuosa elocuencia que arrebataba con imágenes y símiles que abrían y cerraban los rotundos períodos de sus discursos, que prontamente se hicieron famosos en el país por su hermosura, aunque no eran de índole filosófica sino más bien de ocasión.

Como Vicepresidente le correspondió dirigir al Consejo de Estado y a la Junta de Crédito Público, encargándose del poder por ausencia del titular entre el 23 de marzo y el 12 de Junio de 1905.

El Nuevo Presidente Lizardo García le designó primer Miembro de la Junta Consultiva del Ministerio de Relaciones Exteriores pero el 1 de enero de 1906 se produjo la revolución alfarista en Riobamba.

En su calidad de Vicepresidente de la República, sostuvo al Presidente García en Guayaquil, llamando al General Plaza – hombre fuerte del régimen – que se hallaba en New York.

Posteriormente, al conocer la derrota de Chasqui, se sostuvo firmemente, designó un gabinete y declaró a Guayaquil capital provisional del país hasta que el día 19 salió el pueblo a las calles a proclamar a Alfaro y tras intensos tiroteos tuvo que esconderse, pero no fue molestado.

A raíz de esos sucesos volvió a la profesión e instaló estudio en la casa de su suegro el Dr. Emilio Gerardo Roca Andrade ubicada en Malecón y P. Icaza, ya sin ninguna influencia política. En 1907 presidió el Comité guayaquileño para la celebración del Centenario de la independencia quiteña.

En 1910 editó “El Nuevo Paraíso” en 48 págs. El 11 fue designado Miembro de la Junta Municipal de Beneficencia y entre el 12 y el 15 fue Vice Director de dicho organismo. El 12 salió electo Senador por el Guayas, concurrió al Congreso y lo presidió apoyado por Plaza hasta el 16, encargándose de la Presidencia de la República por segunda vez por el lapso de veinte días, mientras se realizaban los escrutinios que favorecieron al General Leonidas Plaza para un segundo mandato. El 12 fue Arbitro del ferrocarril. El 13 contrajo matrimonio su hijo mayor Alfredo Baquerizo Roca con Dolores Valenzuela Plaza, sobrina carnal del General Leonidas Plaza, que ocupaba la Presidencia de la República ese año.

Entre el 22 y el 31 de marzo de 1913 se encargó del Poder por tercera ocasión en ausencia del presidente Plaza que se encontraba atareado en la provincia de Esmeraldas, tratando de contener la revolución de Carlos Concha. Al año siguiente ejerció el mando por varias ocasiones mientras duraban las ausencias del titular Plaza en Esmeraldas.

En 1915 fue expuesto su nombre para ocupar la presidencia de la República en el semanario liberal “La República” y pronto concitó simpatías en el resto del país. Los Radicales no presentaron candidato y los Conservadores auspiciaron al Dr. Rafael María Arízaga Machuca. Realizadas las votaciones en 1916 triunfó Baquerizo Moreno, quien se posesionó el 1 de septiembre, encontrando a la República arruinada por la larga lucha armada en Esmeraldas y dividida por los asesinatos de los Alfaros sus Tenientes, y el General Julio Andrade, de manera que su primer decreto fue declarar una amplia amnistía para todos devolviendo la paz interna al país. Durante su mandato la prensa gozó de amplias garantías y hubo una relativa tranquilidad, amagada por las insurrecciones de J. Federico Intriago en Los Ríos y de Clotario Paz Paladines en el Oro.

Decretó la jornada máxima de ocho horas de trabajo. En junio de 1917 visitó en el guarda costa presidencial “Patria” el Archipiélago de Colón – fue el primer presidente ecuatoriano en hacerlo – y fundó la población de Puerto Chico, hoy Puerto Baquerizo Moreno, al sur de Manabí. La comitiva presidencial estuvo compuesta de las siguientes personas: Coronel Alcides Pesantes, subjefe de Estado Mayor; General Angel Meneses, secretario privado; Luís G. Tufiño, director del Observatorio Astronómico; Carlos Freile Correa, Dr. Rafael Dávila; Víctor Eastman Cox, Ministro de Chile; Enrique Hayton, Ministro de Argentina; Eduardo Muelle, Cónsul del Perú en Guayaquil; Rosendo Avilés Minuche por la prensa quien reemplazó a Manuel J. Calle quien se excusó por enfermedad.

En 1918 llegó la Misión Rockefeller para erradicar la fiebre amarilla en Guayaquil, el Diputado Víctor Manuel Peñaherrera logró la abolición de la prisión por deudas o abolición del Concertaje y la promulgación de la célebre Ley de Jornaleros, inspirándose en un proyecto presentado años atrás por el Senador por Loja, Agustín Cueva Sanz. El domingo 18 de agosto apareció en los diarios del país la inicua Lista Negra elaborada por el consulado norteamericano en Guayaquil con los sujetos alemanes y ecuatorianos con quienes estaba oficialmente prohibido comerciar porque habían representado o representaban aún intereses comerciales alemanes en el Ecuador.

El 20 se entrevistó con el Presidente de Colombia, Dr. Marco Fidel Suárez en el puente internacional de Rumichaca, pronunciando la célebre frase: “Un puente más, un abismo menos.”

Ese año le sucedió el Dr. José Luís Tamayo y al inaugurar sus sesiones el Congreso, se despidió diciendo “He venido cubierto con el triunfo de cuatro años de paz sobre mis hombros y acompañado de hechos que serán de recuerdo perdurables y de palabras que acaso, acaso, no morirán”, sin embargo, el principal problema de su gobierno, el económico, motivado por la aparición de las plagas del cacao en 1916 y la rebaja del precio del quintal en New York que de 26,76 dólares en 1916 bajó a solamente 12 en 1920, quedaba latente, porque no pudo incrementar el ahorro nacional ni diversificar las exportaciones que siguieron siendo las mismas, las tradicionales de siempre.

En 1924 fue designado Embajador Especial ante el Perú y presidió la Delegación ecuatoriana al Centenario de la Batalla de Ayacucho que selló la independencia de esa nación y de Sudamérica.

A principios de 1925 fue Presidente de la Comisión Revisora de la Constitución y leyes, pero al triunfar la revolución Juliana perdió toda influencia. El 30 pronunció en Quito su célebre Discurso en el Centenario de la Primera Asamblea Constituyente, fue electo Senador por la prensa y presidió el Congreso. El 15 de octubre se encargó del mando al producirse la caída aparatosa de la dictadura del Coronel Luís Larrea Alba quien solo duró ocho días en el cargo al que ascendió por expresa designación del Dr. Isidro Ayora, de manera que Baquerizo Moreno salvó la democracia ecuatoriana en esa peligrosa e histórica hora.

Enseguida convocó a elecciones y surgieron dos candidaturas que dividieron el voto de las izquierdas, la del Comandante Ildefonso Mendoza Vera por el socialismo y la del Dr. César Carrera Padrón por el liberalismo radical, pero triunfó la consevadora representada por Neftalí Bonifaz Ascázubi que obtuvo la mayoría de votos.

Neptalí Bonifaz se presentó como el candidato más fuerte de los conservadores y a la postre triunfó en las elecciones, pero surgió el problema de su dudosa nacionalidad y se caldearon los ánimos, hubo manifestaciones públicas pidiendo su renuncia y la del Congreso y algunos batallones se levantaron en armas en la capital. Baquerizo Moreno entregó dócilmente el mando a un bonifacista y se asiló en la Legación argentina, donde permaneció con grave peligro de su vida durante la fatídica “Guerra de los cuatro Días”.

Su Ministro Carlos Manuel Larrea comentaba años más tarde: Inolvidables las gratas conversaciones íntimas cuando después de fatigantes jornadas de trabajo, me invitaba cariñoso a pasear en automóvil por los pintorescos caminos de los alrededores de Quito olvidando momentáneamente los graves problemas políticos, me hablaba de libros y escritores, de novelistas y poetas, de música y de toda manifestación artística.

Nuevamente en Guayaquil, solía trasladarse a la vecina población de Data de Posorja en los meses de invierno, con su esposa e hijos, donde gozaba de las bondades del clima marítimo que tanto le agradaba. Como siempre fue de modestos recursos alquilaba una casita al borde de la carretera con un corredor por delante y en las tardes, cuando la brisa comenzaba a refrescar el ambiente, gustaba sentarse a leer de todo un poco, para matar el tiempo y por simple distracción, desde los temas más trascendentes hasta sus queridas Antologías; mientras su esposa le acompañaba trabajando obras de mano (bordados, costuras, etc.) María Teresita, la menor de sus hijas, era la única que les hacía compañía pues aún estaba soltera.

En 1935 salieron “Discursos, Alocuciones, Cartas, Artículos, Telegramas” en 82 págs. y en 1937 la Academia Ecuatoriana de la Lengua editó su novela “Tierra Adentro” en 108 págs. escrita en 1898, relación de un viaje por el interior del país y humorística alegoría de nuestras guerras civiles. Esa novela fue republicada por el diario “El Telégrafo” en entregas el 39 como un homenaje al ilustre autor en sus ochenta años de edad.

Al fallecimiento de su primo político y cliente Juan Francisco Marcos Aguirre se retiró de la Asesoría Jurídica de la familia Marcos, quienes le siguieron pasando una pensión jubilar. Entonces fue designado Abogado del Banco Hipotecario del Ecuador, transformado después en Banco de Fomento, donde laboró casi hasta su muerte porque siempre había sido pobre.

El 25 de octubre de 1937 falleció su esposa de una afección cardiaca. El escribió “Cuanta gente en torno mío, pero que soledad en mi” se habían querido mucho, ella era diabética y de carácter fuerte, sus cumpleaños se celebraban en familia. Se reunían todos.

En 1939 cumplió ochenta años. En septiembre recibió un cálido homenaje. La Municipalidad de Guayaquil le declaró Hijo ilustre de la ciudad y puso su nombre al tramo norte de la calle Chimborazo, partiendo desde el boulevard. Isaac Barrera comentó “Sin estridencias, el doctor Baquerizo Moreno cuida de su prestigio y mantiene el buen nombre de ciudadano íntegro que probó su discreción cuando muchos perdieron la cabeza. El 40 aparecieron “Crónicas del Homenaje” y la Municipalidad de Guayaquil editó en su honor una “Selección de Ensayos” con apuntes y discursos suyos, en 195 págs. El 44 intervino en los actos realizados en Cuenca en Homenaje a Roberto Crespo Ordóñez.

El 45 los miembros de la institución patriótica “Los Comandos” que acababan de obtener la aprobación de sus estatutos sociales en Quito, le solicitaron la letra para un Himno patriótico y escribió “Recordemos El Oro” que con música del franciscano español Agustín de Askúnaga se cantó en calles y plazas. Fragmento. // Recordemos El Oro es el grito / de la cumbre del Ande a las playas / que al besar con sus aguas el Guayas / libertad para siempre nos dio…. //

El 46 salieron a la luz sus traducciones y divagaciones sobre Horacio en 69 págs, y dijo con tal motivo “Amé a Virgilio y comenté a Horacio. El genio puede a veces más que el amor”. También salió “De ayer y de hoy” con escritos varios en 173 págs. y la segunda edición de sus cuatro novelas.

Leía y escribía, se sentaba a mirar la ría, a ver el paisaje, tocaba bien el piano. Otros familiares también hacían música “en su retirada y silenciosa casita en Las Peñas” y cuando se realizaban elecciones era el primero en concurrir a votar a su mesa, por eso le retrataban en los periódicos, también empezó a anotar en un librito de bolsillo sus soliloquios. Su nieto Ernesto Baquerizo Lince le acompañaba por las noches. A veces le visitaban sus amigos, otros iban a consultar obras de derecho en su biblioteca. De esa época en su pensamiento “Mi presencia nada, mi recuerdo algo.”

En 1951 enfermó gravemente con un cáncer a la vejiga y fue llevado por su hija María Teresa y su yerno Eduardo López Proaño que mucho lo quería, al Medical Center de New York, donde le operó el 22 de Marzo el Dr. Masson con éxito, pero a la mañana siguiente, mientras estaba sobre sentado en su cama, al pie de una ventana y mirando a la calle porque acababa de llover y estaba mojada, le sobrevino un violento vómito de sangre y quedó inconsciente, falleciendo a las pocas horas sin recobrar el conocimiento. Su muerte se debió a una antigua ulcera cicatrizada. Por eso se dijo que no sufrió y que aparentemente quedó dormido. Sus restos fueron repatriados y tras recibir el reconocimiento ciudadano en una severa Capilla ardiente que se levantó en el edificio de la Gobernación, reposan en el Cementerio General de Guayaquil.

En 1959 se publicaron sus “Pensamientos” en 53 págs. con prólogo de Adolfo H. Simmonds. También ha pasado a la historia por sus frases hechas, llenas de humor y hasta de filosofía. Con motivo del alzamiento armado de Gotario Paz en la provincia de El Oro expresó: “Cayó Paz para que la paz impere”, “Habló Bolívar, y terminó el Mensaje” al finalizar uno de sus mensajes presidenciales al Congreso Nacional.

Brilló como poeta suave y becquerian, por eso se dijo de él “Alfredo Baquerizo Moreno, el singular, él hizo a las espinas en rimas florecer, el que en sus labios tuvo la palabra de ayer, y en su diestra la pluma para el alto pensar…”

De “Vanidad y Plenitud” . Fragmento. // Aquellas blancas flores que regaban / para cubrir el cuerpo / cuan frescas, cual olientes, esparcían / su aroma de jazmines sobre el muerto…//