MEDICO. Nació en Alicante, España, el 2 de Diciembre de 1753, de familia de cirujanos, fueron sus padres legítimos Antonio Balmis, maestro cirujano y sangrador y Luisa Berenguer.
Estudió en el Hospital Militar de su ciudad natal donde trabajó cinco años con el Cirujano Mayor de dicho centro de salud. El 75 ingresó a la Armada española y participó como practicante militar en la expedición del General O´ Reilly a la ciudad de Argel, El 78 presentó su examen ante el Protomedicato de Valencia, obtuvo el grado de Cirujano y el 80 asistió al sitio de Gibraltar. El 81 su Regimiento fue trasladado a América. Primero estuvo en La Habana, siguió a México y el 87 trabajó en el Hospital del Amor de Dios y se graduó en Artes en la Universidad de México. El 90 tuvo a su cargo la Sala de enfermos venéreos que se curaban con infusiones y pomadas fabricadas a base de raíces, pero al mismo tiempo con un componente de creencias con un componente de creencias supersticiosas que terminó por desechar. En Enero del 92 volvió a la península portando un gran cargamento compuesto de cien arrobas de maguey y treinta de begonia para difundir esos remedios, ensayó la nueva terapéutica en los hospitales de la metrópoli y editó en 1804 “Demostración de las eficaces virtudes nuevamente descubiertas en las raíces de dos plantas de Nueva España, especies de agave y begonia, para la curación del vicio venéreo y escrofuloso”, pero encontró una cerrada oposición, sobre todo de parte del Dr. Bartolomé Piñera Siles.
En 1797 obtuvo el título de Bachiller en Medicina en la Universidad de Toledo y siguió dos cursos en Medicina Práctica en Madrid. Graduado de Doctor, se hizo notable como médico y llegó a ocupar el cargo de Cirujano honorario de la Cámara del Rey Carlos IV.
Era conocedor de los usos y costumbres americanos y empezó a trabajar de brazo a brazo en la vacunación de niños contra la viruela, por eso tradujo en 1803 al español el “Tratado histórico de la Vacuna” escrito en francés por Moreau de Sarthe (1) que editó con un amplio estudio introductorio y presentó a la Junta de Cirujanos de Cámara integrada por los médicos Antonio de Gimbernat, Leonardo Galli e Ignacio Lacaba que aprobaron su proyecto denominado “Derrotero que debe seguirse para la propagación de la vacuna en los dominios de Su Majestad en América.”(2)
En Junio el Rey Carlos IV le designó Director de la “Real Expedición Marítima de la Vacuna” para América y las Filipinas, con un sueldo más bien escaso, la responsabilidad de conservar la vacuna en actividad y la obligación de adiestrar a sus subordinados, mantener un botiquín y llevar la estadística de las vacunaciones efectuadas.
El 3 de noviembre la Expedición filantrópica partió del puerto de A Coruña, a bordo de la corbeta María Pita. La componía el Dr. Balmis, el subdirector Lic. José Salvany y Lleopart, los Ayudantes Ramón Ochoa, José Grajales y Antonio Pástor, veintidós niños de ocho a diez años tomados de la Casa de Desamparados de Madrid y que no habían sufrido la enfermedad y a quienes se les fue haciendo sucesivamente la vacunación de brazo a brazo, varios empleados subalternos y el implemento médico del caso. También traía unos quinientos ejemplares de la traducción de Balmis del Tratado histórico de la Vacuna.
Arribaron a Santa Cruz de Tenerife en el archipiélago de las Islas Canarias, estuvieron en San Juan de Puerto Rico, La Guayra, Caracas, La Habana, donde se dividió y Salvany partió hacia Cartagena de Indias y Balmis continuó
hacia Yucatán donde arribaron en junio de 1804, Pástor continuó hacia Guatemala mientras Balmis subía por Campeche y Veracruz hasta ciudad de México, que ya conocía el método de la vacuna.
Balmis se dedicó entonces a promover el modo de conservar el suero de la vacuna y estuvo en Guadalajara y otras ciudades, enviando la vacuna a Chihuahua, Sonora y Texas antes de partir desde Acapulco a la ciudad de Manila en las islas Filipinas el 7 de febrero de 1805.
Su misión no fue del todo exenta de penalidades y contratiempos. En México tuvo roces con el Virrey José de Iturrigaray a quien llegó a vacunar lo mismo que a su hijo, luego con las autoridades de Manila, pues era de por si autoritario, de reacciones rápidas, amigo de que todo marche a reloj y bajo un orden previsto porque tenía conciencia de su misión y quería que no hubiera fallas. Mas, desde el punto de visto científico, la vacuna se dispersó de las Filipinas a otros sitios de Asua. Desde Cartagena de Indias a los virreinatos de Nueva Granada y del Perú, aunque finalmente se practicó hasta en las tierras de Chiloé, las más australes de Sudamérica. En 1806 de regreso a España vacunó en Macao, Cantón y en la isla de Santa Elena. En Madrid depositó los papeles con el resultado de sus trabajos en el Museo Nacional de Ciencias Naturales.
En 1808 se opuso al gobierno de José I Bonaparte y huyendo de la persecución de los franceses se embarcó a México en 1810 donde sufrió las primeras revueltas independentistas. En 1813, habiendo pasado el peligro en España, se instaló nuevamente en la corte de Madrid en situación económica de apremio, pero fue sostenido por el Rey Fernando VII con el cargo de Cirujano de Cámara efectivo, así como miembro de la Junta Superior de Cirugía, funciones que desempeñó hasta su fallecimiento en esa capital el 12 de febrero de 1819, a la edad de sesenta y seis años. Durante sus años en América y las Filipinas desarrolló una gran empresa humanitaria que el propio Jenner aplaudió sin reservas desde Londres siendo Balmis el primero en organizar la lucha antivariólica como medida preventiva de alcance continental.
Entre sus deducciones formuladas a su regreso a España estaba que la vacuna, aparte de su función primordial de defensa contra el contagio de la viruela, tenía poderes para calmar los dolores de la dentición de los niños, aceleraba la salida de los dientes, actuaba como antihelmíntico pues producía ligera hipertermia, cólicos y se evacuaban las lombrices. Había arreglado a muchas mujeres que sufrían de la supresión del menstruo o no lo tenían arreglado. Finalmente, su Ayudante Salvani, anotaría también que en los países de climas tropicales, donde existía mucha sarna, la hacía descascarar y finalmente la curaba.
En Madrid fue designado Inspector de las Juntas de Viruela para toda España y presentó un proyecto de Reglamento para España y América, pero se vio sin sus bienes a causa de los trastornos políticos y militares causados por la invasión y ocupación francesa y los luctuosos acontecimientos que siguieron.