ASTUDILLO MORALES ADOLFO MARIA

VICARIO GENERAL DE GUAYAQUIL. Nació en Cuenca el 4 de agosto de 1884 y fueron sus padres legítimos el Dr. Darío Astudillo Ochoa, abogado y Matilde Morales Iglesias, cuencanos domiciliados en la Bolívar entre Tarqui y General Torres, donde después funcionó el pensionado de Señoritas Astudillo Morales.

Niñez feliz en unión de sus padres y numerosos hermanos a quienes quería entrañablemente. De siete años ingresó a la escuela de los Hermanos Cristianos, los sábados se bañaba con sus compañeritos en un hondón del río Tomebamba y luego se iban a comer cuyes con chicha de jora.

Era un joven de suave carácter, sonrisa amplia, ojos azules, cabellos rubios, cari redondo, dulce, expresivo, idealista, que poseía una buena memoria y una encantadora conversación, pero a veces se le veía soñador y nostálgico. Sus padres le ayudaron a encontrar su vocación por el sacerdocio y de diez y seis años solamente ingresó al Seminario Mayor de Cuenca como algo muy natural.

En 1902 recibió la tonsura de monseñor Costamagna, salesiano, Vicario Apostólico de Gualaquiza y el 19 de diciembre de 1908 fue ordenado en la Catedral por el Obispo Manuel María Pólit, que lo hizo su Familiar.

Al día siguiente celebró la primera Misa en la Iglesia del Santo Cenáculo y poco después pasó de Coadjutor a la vecina Parroquia de Biblián, en cuyo templo dedicado a la Virgen del Rocío se le vio numerosas veces cantando los Trisagios y Rosarios, alumbrado con grandes velas de cera de Castilla.

De allí fue trasladado a las montañas de Gualleturo y supo ganarse la confianza de sus parroquianos que llorando le despidieron cuando partió para Azoguez, aunque allí solo estuvo algunos meses porque le mandaron de profesor de latín al Seminario, más tarde fue Bibliotecario, Subprefecto y Prefecto de Disciplina.

En 1917 pasó con monseñor Pólit a Quito y estuvo para la última enfermedad de González Suárez, pero no siendo un intelectual como Pólit, cuando éste ascendió a Arzobispo le destinó a la Parroquia de Chunchi, con fama de rebelde, que logró conquistar con amor y buenas obras.

En 1920 el Obispo de Cuenca Daniel Hermida lo mandó a Tixán, pero los de Chunchi protestaron airadamente, pidieron que les regresaran al Párroco y lo consiguieron. Entonces les tocó a los de Tixán ponerse bravos y el Teniente Político conminó con multa y prisión a quien quiera que ofreciera llevarle de vuelta. Así las cosas, los postas de Chunchi tuvieron que permanecer varias horas ocultos en una cementera hasta que cayó la noche y solo entonces lograron acercarse a la Casa Parroquial. Astudillo partió en la madrugada con ellos, acatando la voluntad del superior.

En junio de 1925 el Obispo de Guayaquil, Andrés Machado, que se encontraba mal de salud, rogó al de Cuenca que le envíe un sacerdote para que lo auxilie en su ministerio. Hermida le concedió a Astudillo licencia indefinida, éste viajó al puerto principal y fue nombrado Vicario General de Guayaquil. Tenía cuarenta y un años de edad solamente.

En el puerto encontró un buen ambiente pues desde 1912 la Diócesis gozaba de una saludable estabilidad tras muchos años de interregno, pero Machado falleció al año siguiente y fue sucedido por Carlos María de la Torre, que gobernó hasta el 33 con ese estilo duro y seco que tanto le singularizaba. Eran tiempos de lucha abierta contra el laicismo, el Estado vivía en constantes enfrentamientos con la

Iglesia. Había prohibición terminante contra las procesiones, que solo podían realizarse en el interior del parque de diversiones American Park. La Fiesta de Cristo Rey era tomada como asunto político y solo se celebraba en las casas de las familias católicas que ponían sus imágenes en el balcón. Cuando arribó el Obispo de Panamá, en tránsito al Congreso Eucarístico de Buenos Aires, le fue impedido bajar a tierra. Todo se solucionaría años más tarde, en 1936, con el Modus Vivendi.

Mientras tanto la prudencia y el buen trato del señor Vicario Astudillo servía para abrir puertas cerradas, lograr entendimientos y conseguir la paz. Vestía pobremente, comía con frugalidad, vivía en Palacio. Tal su vida hasta 1933 que de la Torre ascendió al Arzobispado de Quito por muerte de Pólit Lazo.

Entonces numerosas personas quisieron que Astudillo fuera el nuevo Obispo de Guayaquil y hasta lo solicitaron al Papa, pero los jesuitas se oponían porque era tenido por muy liberal debido a su amistad con los prohombres de ese partido: Arroyo del Río, Tamayo y Baquerizo Moreno, con quienes acostumbraba departir en alegre camaradería.

El asunto se tornaba asaz difícil y hasta hubiera podido terminar en litigio porque De la Torre mantenía la línea dura y favorecería a los padres jesuitas pero la oportuna intervención del propio Astudillo, quien retiró su candidatura, zanjó toda discusión. Así fue como eligieron a monseñor José Félix Heredia, de la Compañía de Jesús, para VIII Obispo de la Diócesis, la más chúcara de la república según jocosa frase que se hizo pública entonces y que todos dieron en repetir.

Heredia llegó algo prevenido contra Astudillo pero prontamente fue ganado por su buen trato y docilidad y hasta llegaron a ser excelentes amigos como antes había ocurrido con de la Torre.

Para entonces Astudillo empezó a almorzar y a cenar en casa de su hermano el Dr. Darío Rogelio, conocido abogado de la localidad que vivía en 9 de octubre y Boyacá esquina y luego se cambió a Eloy Alfaro y Colombia. Allí gozaba del sano esparcimiento de una familia y podía tratar a sus sobrinos los Peñas Astudillo y los Astudillo Ochoa, que le decían cariñosamente Adolfito.

También era un dulcísimo poeta, no solamente mariano sino de temas relacionados con el vivir comarcano del austro y es fama que cuando iba a visitar a su amigo Luis Federico Orrantia en las Peñas, las más de las veces por las tardes, gustaba asomarse a la galería que daba al río y poniendo migas de pan a las aves se pasaba tardes enteras contemplándolas. Era cuando estaba depresivo, pero eso no le afectaba siempre, sino de vez en cuando.

En 1941 fue llamado por su paisana Inesita Núñez del Arco Andrade para que le administre el viático de urgencia a su marido el ilustre escritor José de la Cuadra, que se moría inconsciente en horas de tal madrugada a causa de un fulminante derrame cerebral.

Sus misas dominicales a las doce del día en la Catedral eran solemnes. Allí tomaba la palabra el famoso orador jesuita Francisco de Borja Kueney. Después salía la gente por Escobedo y llegaban al boulevard. Muchos se quedaban en el lujoso salón Fortich en alegres coktails bailables que se prolongaban hasta las cinco de la tarde, otros tomaban por esa artería hacia sus casas.

Mas, no se crea que su labor como Vicario a cargo de la Iglesia Catedral y del Sagrario eran únicamente esas. Tenía a un grupo pequeño de seminaristas en un altillo adyacente a la iglesia del Corazón de Jesús, dirigía la Acción Católica Femenina cuya presidenta fue por muchos años su amiga Piedad Baquerizo de Illingworth, daba clases de religión en el Colegio Americano que se fundó en 1942 en una villa del padre de los Hanna Musse, a un costado del Barrio Centenario.

En 1944 recibió el título honorífico de Protonotario Apostólico con derecho a vestir de morado. El 45 ocurrieron malos entendidos por el reparto de las misas en el Sagrario y monseñor Heredia mandó al jefe de los alzados, padre Antonio Bermeo Basantes, a la lejana parroquia de El Pasaje.

Astudillo, que no había tenido mayor parte en el asunto, fue destinado a la humilde parroquia de San Alejo, donde comenzó a moverse de inmediato, iniciando la construcción de la actual iglesia. Vivía en una vecina casuchita que yo llegué a conocer pues mi abuela me llevaba a visitar a sus primas las Baquerizo Ayluardo que estaban al lado y daba ejemplo de humildad y obediencia verdaderamente ejemplares; quizá por eso cuando Pio XII creó el Vicariato Apostólico de Los Ríos en 1948, a nadie extrañó que monseñor Astudillo fuera designado para ocuparlo.

La nueva labor era inmensa, solo tenía un padre Josefino y dos temporales para tan extenso territorio, la mayor parte, enmontañados. Trajo nuevos sacerdotes, algunos extranjeros y siempre les decía: “Uds. son jóvenes, desplieguen las alas sin miedo, que yo no se las he de cortar mientras no haya nada incorrecto.” Después el Vicariato fue elevado a Prelatura y en 1952 firmó un contrato con el ministerio de Previsión Social para establecer misiones sociales, culturales, educativas e higiénicas en los Cantones y Parroquias de la provincia de Los Ríos. A fines del 53 consiguió un impuesto especial del Congreso destinado a la construcción del Palacio Episcopal y de la Catedral de Babahoyo cuyas obras inició.

En 23 de marzo de 1957 y sintiéndose muy mal de la próstata, se hizo trasladar a Guayaquil a fin de operarse con el Dr. Eduardo Ortega Moreira en el pensionado Sotomayor del Hospital General. El padre Mariano Madonia le confesó, fue intervenido con exito pero a las pocas horas sufrió una aguda hemorragia interna y otra vez lo abrieron por la tarde del día 30.

Pasada la medianoche le administraron los últimos sacramentos y el Padre Madonia le dijo que se iba a morir. Astudillo le contestó ¡Lo sabía! Horas después, un miembro de su familia se le acercó para darle voces de aliento, pero el Vicario aclaró ¡No es verdad! Ya me ha dicho el padre que voy a morir ¡Ahora si que me voy!

Sufría mucho pero no se quejaba. El 2 de abril amaneció gravísimo y pidió una misa. Murió a las 4 de la mañana del día 4, de setenta y dos años de edad.

El Arzobispo César Antonio Mosquera Corral, que le apreciaba muchísimo, facilitó la Catedral para las honras y ordenó que fuera enterrado en la cripta subterránea destinada únicamente a los Obispos, pues casi lo había sido por espacio de veinte y dos años y con tal desprendimiento que siempre fue pobre. Sus deudos reclamaron varios cuadernillos de poemas que se quedaron en Babahoyo pero nunca los mandaron y se perdió su producción literaria.

Tuvo paciencia y buena pasta para sobrellevara dos Obispos difíciles. De la Torre que era terco, duro, testarudo y no aceptaba confiancitas con liberales y Heredia que era demasiado intelectual y tal mal administrador que la plata se le iba de las manos y después ni él mismo se daba cuenta y por eso siempre vivía apretado de dinero, al punto que cuando quiso echarle mano a las misas del Sagrario que eran pagadas, se vio enfrentado al Dr. Antonio Bermeo Basantes y al resto de los Canónigos y en medio de tanto barullo, se halló el bonísimo de Astudillo, al que sin embargo nadie tocó.

El gran periodista Eleodoro Avilés Minuche que escribía unas famosas “Coplas de Ciego” en el diario El Telégrafo de Guayaquil, al agradecer a monseñor Astudillo por una cartita de felicitación enviada con motivo de una de esas coplas, que dedicó a Cuenca en la edición de un 3 de noviembre, le compuso los siguientes versos: I // Un hombre sabio y sencillo / que es honra y gala del clero / le envió carta al coplero / que a su columna da brillo. / Es monseñor Astudillo / el sacerdote ejemplar / que al ver la Gloria cantar / de su terruño en su día / como cuencano le envía / su bendición a Anular. // II //Mil gracias, Padre, de hinojos / mi corazón la recibe / que asi no siempre el que escribe, / cosecha espinas y abrojos. / De nuevo pongo los ojos, / al daros gracias, en Dios, / y va mi espíritu en pos / de
vuestro Azuay, que es tan grande, / porque su gloria se expande, / con grandes cual vos. // III // También el Guayas es vuestro… / con gratitud os escucho, / lo hicisteis vuestro hace mucho / y así ya sois algo nuestro. / Al recordar de mi ancestro / habéis tenido razón / y con intensa emoción, / mientras, señor, os leía / oí una voz que no oía / tiempo ya, el corazón¡ // IV // Por eso quiero al cuencano, / y es mi sentir tan sincero, / que muchas veces le quiero / como se quiere a un hermano / De un sentimiento tan sano / solo un motivo hay apenas: / Nació mi padre en la Atenas / del Ecuador y bien haya, / pues tengo yo sangre azuaya / en mi cerebro y en mis venas. // V // Aquí está el quid. es penoso / que seáis un árbol sin brote / porque yo os sé un sacerdote / austero, grave y virtuoso. / El insistir no es ocioso / un buen producto se saca / que si Anular se destaca / es nada más, por ser dueño / de un corazón bien costeño, / que tiene sangre morlaca¡//