ARTIEDA MIRANDA FERNANDO

POETA. Nació en Guayaquil el 14 de junio de 1945 Hijo legítimo de Luis Alberto Artieda Lima, funcionario del banco La Previsora, luego fundador y Gerente de la Mutualista Previsión y Seguridad, y de Ana Matilde Miranda Benavides, guayaquileños.

“El mayor de cinco hermanos que crecieron en un barrio de cacahueros y habitaron una amplia casa de madera situada en Juan Montalvo y Baquerizo Moreno propiedad de su abuelo Félix Miranda Carrera, quien había sido uno de los discípulos de Juan Antonio Alminate en la Biblioteca Municipalidad cuando introdujo el método de la clasificación decimal. Miranda sería años más tarde director fundador de la biblioteca de la Sociedad de Artesanos Amantes del Progreso y director de la del Hospital General.

Aprendió las primeras letras con su madre que acostumbraba asomar a sus hijos a la ventana cuando había tempestad, para que contaran los rayos que azotaban la ciudad por estar rodeada de cerros y manglares, así les enseñaba a contar y a perder el temor a los elementos.

Recuerda también la atenta mirada del abuelo querendón, quien se interesaba mucho por su educación y desde su hamaca le enseñó poesías ecuatorianas tales como Líndica de José María Egas, para que se destaque recitando en las horas sociales y en las proclamaciones de las Princesitas de Navidad.

Estudió la primaria en el Colegio Internacional del Sr. Joaquín Litz ubicado en Baquerizo Moreno entre P. Icaza y Víctor Manuel Rendón. En 1955 falleció su abuelo, hizo la secundaria en el Aguirre Abad donde tuvo de profesora de Preceptiva Literaria en el tercer curso a la eximia poeta Aurora Estrada y Ayala, quien puso de tema de examen componer un soneto y fue gratamente impresionada por su joven alumno con “Ocaso” que empieza así fragmento: // Tras la verde oración y como ruego / Se pierde silenciosa en lontananza / la incandescente luz del manso fuego / cual, de natura, la última alabanza. //

En cuarto curso fue alumno de Miguel Donoso Pareja quien lo orientó hacia la lectura de los novelistas rusos y escritores marxistas, le aconsejó que escriba cuentos y poesías y con ellos obtuvo el primer premio en el Concurso Nacional de Poesía Infantil organizado por el Colegio Dolores Sucre y en los Juegos Florales del Vicente Rocafuerte.

En enero de 1959 se entusiasmó al igual que todos nosotros – que entonces éramos jóvenes y optimistas – con el triunfo de la revolución cubana. En Julio del 61 salió en manifestaciones a la calle, estuvo en varios encuentros y fue agredido por la policía hasta que cayó el presidente Velasco Ibarra y subió Carlos Julio Arosemena Monroy. Estas correrías le crearon un tremendo conflicto en su hogar pues sus padres le tenían fijado un destino diferente, de estudio y sacrificio, hasta obtener un título que le permita desempeñar con éxito una tranquila y provechosa carrera profesional.

En 1963 se graduó de Bachiller y empezó a concurrir como oyente a la facultad de Jurisprudencia de la U. pues no tenía aún los dieciocho años de edad. Su amigo Jacinto Velásquez Herrera le empleó de profesor de Literatura y Redacción en el Ciclo Educativo Tarqui con ochocientos sucres mensuales del sueldo y dio clases durante un año, pasando el 64 y con igual sueldo a trabajar en el banco La Previsora, como ayudante de Contabilidad y Cobranzas. En 1965 asistió a las primeras reuniones de formación del Sindicato de esa institución bancaria, dejó los estudios por su enamorada Haydee Cobo Potes, con quien casó, pero la unión terminó en divorcio.

Igualmente frecuentaba el Café Galería 78 de Juan Hadatty Saltos donde se reunían los escritores e intelectuales del puerto a conversar de poesía, literatura y política, así como también de pintura y escultura, de cine y teatro, en cenáculos de alto nivel. Ese año se presentó ante Femando Cazón Vera, editor del vespertino “La Razón” y en tono más bien compulsivo le dijo Soy poeta y necesito trabajar, quien, contagiado por una voz que no rogaba sino que exigía, recomendó su nombre y Fernando comenzó su vida periodística como simple reportero con ochocientos cincuenta sucres al mes. Pronto se destacó por sus textos, que dilucidaban hechos enriquecidos con una carga expresiva y estilística de buena literatura.

En 1966 ofrecía recitales y al caer la Junta Militar de Gobierno fue designado miembro del Núcleo del Guayas de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. El 67 entró de redactor del Canal 2 Televistazo con mil de sueldo, contrajo matrimonio con Haydee “y cuando los recitales guayaquileños reunidos en poesía de Tres Generaciones, se mostró como uno de los poetas más maduros, con una poesía conceptualmente densa, con recurso fácil e ironía, definición, alusión, paradoja y sarcasmo: léxico exacto y duro y ritmo seguro.”

El 68 editó su poemario titulado “Hombre solidario” en 52 págs. y portada de Juan Villafuerte. Con motivo de este primer libro, Hernán Rodríguez Castelo manifestó que Artieda volvía a confirmar todas aquellas primeras impresiones dentro de la nueva poesía ecuatoriana y que sobresalía por vigor conceptual y riqueza de lenguaje lírico. “Dice allí la cólera de su generación con variadas y logradas maneras, busca como los poetas de generaciones anteriores el juego metafórico sostenido, pero prefiere la metáfora extraña, dura, conceptualmente compleja y la logra a veces tremendamente fuerte. No teme las imágenes herméticas y en casos, anima lo conceptual con ancha y onda pasión.

Ese año fue contratado por tres mil seis cientos para continuar en el Noticiero de Canal 2 y como redactor especial de Vistazo, participando en diferentes programas donde alborotó el cotarro por sus agresivas preguntas, su lenguaje desenfadado, su talento para arrancar situaciones insólitas, sobre todo cuando laboró en “Ante la Prensa”, programa que tuvo mucha sintonía por largo tiempo.

En 1975 contrajo terceras nupcias, en esta ocasión con María Luisa Vega Brito. El 78 apareció su segundo poemario “Safa Cucaracha” – modismo netamente guayaquileño usado para expresar el repudio de alguna molestia menor en 108 págs aventura lingüística de incorporación del habla popular a la poesía y como afirmó Rodríguez Castelo, se presenta “Más desenfadado en el lenguaje y más lucidamente comprometido con la problemática de su generación. Su tendencia a la densidad conceptual ha dado en una suerte de neo conceptismo op, pop o beat, al que amarga ironía o desolados hallazgos aproximan a lírica grandeza quevedesca;” anotando que no todo lo de Artieda tiene igual plenitud de fórmula.

Mención especial mereció su actuación en el Taller de literatura “Sicoseo” que se formó en 1978 con Edwin Ulloa, Cecilia Ansaldo, Fernando Balseca, Raúl Vallejo Ortiz, Fernando Nieto, Gaitán Villavicencio, Jorge Velasco Mackenzie, Jorge Martillo Monserrat, Willington Paredes y otros más. “Sicoseo” es un nuevo vocablo que significa algo así como Juego mental y sirvió para denominar al grupo generacional de los postreros años de la década de los setenta, jóvenes escritores que se separó de la vanguardia para apostar al lenguaje marginal y acostumbraban reunirse a conversar en el célebre salón “Montreal” ubicado en la esquina de Pedro Moncayo y Primero de Mayo, a la vuelta del edificio del Núcleo del Guayas de la Casa de la Cultura, luego realizaron sesiones de trabajo los días sábados de mañana en diversas casas particulares para leer y discutir los méritos y defectos de los trabajos de los miembros, al poco tiempo formaron un consejo de Redacción y publicaron un número de la revista del mismo nombre, pero la campaña electoral del Frente Amplio de Izquierda FADI, para las elecciones presidenciales del 79, desdibujó las tareas específicamente literarias emprendidas y empezó el desbande, finalizando tan importante iniciativa. El segundo número nunca llegó a circular a pesar que fue impreso y lo más importante, conteniendo una Declaración de Principios.

En 1979 pasó al Canal 4 como jefe del Noticiero “Panorama” y el 80 viajó a los Estados Unidos y a México en actividades culturales. Este año dio a la luz “Cuentos de guerrilleros y otras historias” con personajes en busca de la cristalización de sus ideales, intelectuales diletantes que consumen sus horas entre tragos de aguardiente y una revolución que no llegaba, choferes, prostitutas, etc. son en cierto modo su ciudad con toda la alienación que implica el haberse convertido en pequeña gran urbe o bien puede ser cualquier ciudad en Latinoamérica. Su lenguaje había ido madurando ostensiblemente, ya no era el caló o el lunfardo, se había transformado en lo nuestro.

Entre el 80 y el 82 fue jefe de Redacción de la revista “Ariel” y profesor de la FACSO en la Universidad de Guayaquil donde dictó la cátedra de “Organización de Empresas periodísticas”. El 81 sacó “Cuentos de guerrilleros y otras historias” con narrativa. Entre el 82 y el 85 desempeñó la Jefatura de Redacción del diario “Meridiano”.

El 84 editó su tercer poemario titulado “Cantos doblados del patalsuelo del alma y otros cantos escogidos” en 116 págs. en la línea de utilización de las hablas populares que tanto había usado en sus composiciones primeras, pero este trabajo no anunció ninguna novedad formal pues Fernando se había estancado en lo suyo.

En junio de 1985 regresó a “Vistazo” como Codirector y a dirigir el noticiero dominical de “Ecuavisa” donde permaneció hasta el 2008 que logró la jubilación patronal por enfermedad.

En enero de 1987 apareció su “Crónica del sembrador de Vientos” entre las págs. 13 y 43 del libro “El Secuestro del poder” de la Editorial El Conejo, conteniendo los antecedentes y consecuentes del secuestro del presidente Febres Cordero en la base área de Taura por parte de los famosos comandos, que en gesto absurdo ocasionado por su falta de experiencia política, casi infantil dijéramos así, lo canjearon por su líder el General Frank Vargas Pazzos, cuando si hubieran esperado unas pocas horas más, estaba caído el gobierno.

Desde entonces, habiendo obtenido su divorcio, dedicó todas sus energías a la revista “Vistazo”, donde a más de dirigir dicha publicación escribió numerosas crónicas de opinión, al igual que en las revistas “Padficard”, “Cash” y “Soho”.

De esos días son varios relatos y cuentos bajo el título de “Al centro de la Injusticia” y su nombre figuró en la “Antología de la Novísima poesía Latinoamericana” editado en México en 1988 por el poeta argentino Jorge Alejandro Boccanera.

En 1990 editó “De ñeque y remezón” con poemas variados, siempre en la misma línea del habla populachera usada por el lumpen guayaquileño, que le era tan estimada.

Habitaba solo pero no desengañado en un pequeño departamento ubicado en el séptimo piso de un edificio cercano al malecón. Había encontrado su fórmula personal de ser y de sentir, disfrutando los imaginarios socio urbanos de Guayaquil con las imágenes y representaciones, sujetos y situaciones que crea toda ciudad y como buen poeta y bohemio cantador de pasillos y frecuentador de toda clase de sitios donde el pueblo suele beber tragos baratos, vivía las andanzas del periodismo a plenitud gozando de tiempo y libertad, pues a pesar de sus matrimonios y de tener varios hijos, no se sujetaba a obligaciones domésticas. Era un espíritu auto liberado que vivía en medio de su sorna personal, sarcasmo y desparpajo, lo cual le confería una gracia singular, aunque a veces confundía el habla popular con la del lumpen, que no es igual.

En 1997 desempeñó la jefatura de prensa con rango de secretario de Estado durante el gobierno constitucional del Presidente Abdalá Bucaram Ortiz y cuando éste cayó del poder, regresó a su trabajo anterior. Agnóstico, por no decir ateo, sinceramente rebelde, alto, feo, delgado, trigueño, de pelo negro y crespo, ademanes violentos, contestaciones rápidas y siempre certeras, con un inacabable humor sardónico, por eso sus amigos le dicen “El ronco de oro de la poesía ecuatoriana” debido al bajo tono de su voz y a la peculiaridad de la temática de sus poemas y relatos.

Por entonces lanzó el último de sus poemarios, que tituló “El alcahuete de Onam”. El 2005 colaboró en la edición aniversario del Diario Expreso. El 2006 empezó a enfermar y se le dificultó caminar, respirar, deglutir, hablar, defecar, pero no pensar, lo cual hacía que sufriera intensamente, pues siempre fue un ser autosuficiente y de inteligencia brillante. I cuando le iban a entrevistar a su departamento se rebelaba y decía que no quería morir. El 2008 se le agravó la esclerosis lateral amiotrófica, que por ser degenerativa le fue volviendo un minusválido. Por eso se deprimía y en una entrevista que le hicieron en abril para Expreso, declaró que solo se arrepentía de sus excesos de carácter – violencias – que habían hecho sufrir injustamente a los seres que más quería.

Obligado a usar una silla de ruedas, como la esclerosis es una dolencia incurable, fue decayendo, bajó considerablemente de peso, se le dificultó el habla, pero no dejó de fumar como había sido su costumbre desde siempre, pues hasta el fin de sus días conservó sus facultades mentales, la claridad en sus ideas, las costumbres de “cholo guayaquileño irredento” como él se definía a sí mismo, en consideración a su rostro de hombre feo y de raza cósmica, a su natural nerviosismo, a su ideario francamente revolucionario.

Falleció en Guayaquil el jueves 15 de abril del 2010, a las once de la mañana, en la Clínica Guayaquil donde se encontraba asilado, a los sesenta y cuatro años de edad, pero antes menudearon los homenajes: la Municipalidad le concedió su Medalla al Mérito Cultural y se le reconoció sin discusión su altísima condición de poeta y periodista honesto.

Fue velado en una de las salas de la Junta de Beneficencia y recibió sepultura en el cementerio Jardines de Esperanza ubicado cerca de la avenida Juan Tanca Marengo de esta ciudad. Estaba casado con Lourdes Centurión, quien le acompañó en su última enfermedad.