ARSENIO ANDRADE LANDAZURI

OBISPO DE RIOBAMBA- Nadó en la Hacienda “Llamanga”, ubicada en la parroquia Uyumbicho, Provincia del Pichincha, el 8 de septiembre de 1825; hijo legítimo de Camilo Andrade y Tomasa Landázuri, agricultores de medianos recursos en esa jurisdicción.

En 1843 ingresó al Seminario de San Luis de Quito donde siguió el curso de Filosofía; Licenciado en 1847 y Doctor en Jurisprudencia en 1849, practicó cuatro años en el estudio del Dr. José Antonio Lozada, inscribiendo su título de abogado en la Corte Suprema en 1853. Ese año firmó una protesta por la expulsión de los jesuitas y poco después rindió el grado, asistió a un retiro, y fue consagrado en 1855 por el Arzobispo Francisco Xavier de Garaycoa y Llaguno.

Por ocho años desempeñó su ministerio rural en las parroquias de Ichubamba, Pallatanga, Atapulo, Guachi y Uyumbicho. En 1863 ingresó al partido garciano y salió electo Diputado por Pichincha, concurrió al Congreso y formó parte del bloque gobiernista, todo por ser amigo personal del Presidente García Moreno y su condiscípulo en el Seminario de San Luis; defendió la ratificación del Concordato y pidió que los diezmos se repartieran entre el gobierno y la Santa Sede, pero su moción no fue aprobada (1)

Entre 1864 y 71 formó parte de la Academia Literaria que dirigía el padre Manuel José Proaño, S.J. En 1865 fue designado Promotor Fiscal de la Arquidiócesis, meses después Cura de la parroquia urbana de San Blas en Quito y hallándose en dichas funciones pasó a ser Secretario, consultor y confesor de fray José María Yerovi, que le dejó en Ibarra de Vicario General. En 1867 murió Yerovi y el Nuncio Tavani nombró a Andrade Administrador Apostólico de Quito hasta tanto fuere electo el nuevo Arzobispo, designación que recayó en el joven Obispo de Listra, Dr. José Ignacio Checa y Barba, quien se zafó de Andrade elevándolo a Canónigo y Deán de la Catedral de Ibarra, puesto que indudablemente era de menor importancia.

El 16 de agosto de 1868 ocurrió el terremoto de esa ciudad y quedó atrapado por espacio de cuatro horas en las ruinas de su casa, hasta que una mujer del pueblo alcanzó a oír sus gritos y procedió a rescatarlo. Felizmente salió de los escombros sin mayores contusiones y pudo dedicarse a consolar a las víctimas de la catástrofe. El 20 de septiembre participó con García Moreno Jefe Civil y Militar de la Provincia, con Fernando Pérez Pareja Jefe Político, con Rafael María Peñaherrera, Comandante Militar de la provincia, de la solemne bendición y procesión en homenaje a la nueva Iglesia Catedral.

En 1869 concurrió al II Concilio Provincial Quítense y el 7 de junio fue Designado Canónigo Teologal de Quito. En 1870 protestó con otros prelados por la incorporación de Roma al Reino de Italia En 1871 paso de Visitador Apostólico de la Provincia de León – hoy Cotopaxi- El 6 de agosto de 1875 estaba a las tres de la tarde rezando los oficios divinos en la Catedral, cuando le avisaron del asesinato de García Moreno. Salió corriendo y llegó a tiempo para presenciar el dolor de la viuda, que cargaba en brazos al niño Gabriel García del Alcázar y lloraba a gritos por la muerte de su marido.

El 1 de marzo de 1877 ocurrió el incidente del sermón del padre Gago, sacerdote que en la Iglesia de San Francisco levantó al populacho contra el General Ignacio de Veintemilla y su Ministro General Pedro Carbo. La policía quiso apresar a Gago pero la turba lo llevó en triunfo hasta la legación de Francia donde quedó asilado. Pronto se reunieron más de cinco mil personas que recorrieron las calles gritando Vivas a la Religión y Mueras a los Herejes y se requirió de tres batallones que dispararan al aire para dispersarlos. El gobierno ordenó la prisión de más de cincuenta individuos y pidió explicaciones al Arzobispo, que no las dio. Por tal motivo se agriaron las relaciones entre el Estado y la Iglesia ecuatoriana.

El 30 de marzo fue envenenado el Arzobispo Checa y Barba en la misa del Viernes Santo con el vino de consagrar mezclado con estricnina. El Subdiácono Dr. Manuel Andrade Coronel lo acompañaba. Checa se sintió mal después del sacrificio y fue llevado al Palacio donde expiró a los pocos minutos en medio de atroces estertores y sufrimientos. Arsenio Andrade le dio la extremaunción y a los dos días, el 2 de abril, fue designado Vicario Capitular de Quito, siendo la segunda vez que gobernaba el arzobispado. Después se inició un proceso para descubrir a los autores del crimen sacrílego, pero todo quedó en nada pues la Curia intervino en favor del principal sospechoso Dr. Andrade Coronel, quien recuperó la libertad en uso y goce de su fuero eclesiástico. De todo esto quedó en claro que de no haber intervenido Andrade Landázuri, invocando el Concordato para sacar de la prisión a Andrade Coronel, se hubiera logrado obtener su confesión y dar con la verdad.

En mayo se insurreccionó en Ibarra el General Manuel Santiago Yepes, siendo derrotado por las fuerzas del gobierno comandadas por el General Cornelio E. Vernaza Carbo. El Presidente Veintemilla ordenó repiques de campanas y el Vicario Andrade se negó. El 24 de junio el gobierno dictó su prisión y destierro a Colombia.

El 26 el Pro vicario Dr. Ramón Acevedo dispuso a “entredicho”, es decir, que los templos permanecieran cerrados y no se administren los Sacramentos. Al día siguiente el Cotopaxi entró en erupción y al amanecer del día 29 se escucharon detonaciones y el horizonte se volvió negro, al punto que la ciudad quedó sumida en las tinieblas y como no se conocía el origen de este extraño fenómeno la gente dio en decir que era castigo divino. “La confusión era horrible, las campanas de las iglesias tocaban plegarias, el pueblo pedía misericordia a gritos creyendo llegado su último momento y cuando la oscuridad era más intensa y la situación más desesperada empezó a caer una copiosa lluvia de tierra volcánica que puso de manifiesto que se trataba de una erupción de grandes proporciones. “Llegada la noche algunas personas incitadas por el licor se apoderaron de viejos fusiles en la casa de pólvora y recorrieron las calles incitando a la violencia hasta que la fuerza pública salió y restableció el orden. Veintemilla hizo apresar al Vicario Capitular Andrade que fue enviado a Colombia pero a poco cambio de opinión y pidió al Obispo de Ibarra, Pedro Rafael González Calisto, que intervenga ante Andrade para que retire el entredicho y renuncie a sus funciones. Andrade cedió en lo primero y regresó a Quito pero no renunció y sabedor que iba a ser arrestado nuevamente, huyó a las selvas de Santo Domingo donde permaneció prófugo – oficialmente se dijo que en retiro – por dos años, hasta que el 17 de Julio de 1.880 ingresó el nuevo Nuncio Apostólico, Mario Monceni, que arregló las diferencias existentes con Veintemilla.

Acto seguido el Papa designó nuevo Arzobispo de Quito al Dr. Ignacio Ordóñez Lazo. Andrade abandonó su retiro y aunque regresó en triunfo a la capital, había perdido la oportunidad de ser electo para ocupar dichas altísimas funciones. Fue, pués, un triunfo pírrico.

En 1883 y luego de la caída del Dictador se instaló la Asamblea Nacional y asistió como Diputado por Pichincha, eligiéndose Presidente de la República al Dr. Plácido Caamaño, quien presentó al Papa una terna encabezada por Andrade para llenar el Obispado de Riobamba. El Diputado Ignacio Lizarzaburo la objetó y surgieron agrias discusiones, pero Roma resolvió a favor de Andrade y fue consagrado el 25 de enero de 1884.

En Riobamba realizó una proficua labor en pro de la educación, fundando varios Colegios secundarios, de manualidades y de artes y oficios. En mayo de 1883 viajó a Roma en visita ad limina; de regreso pasó por Lourdes y se bañó en la piscina, sanando de un fuerte dolor reumático que le impedía hacer genuflexiones.

En 1895 ascendió el General Eloy Alfaro al Poder. En abril del 97 el General Melchor Costales y otros guerrilleros conservadores abrieron operaciones militares en el centro de la República. Riobamba se convirtió en el centro de estas insurrecciones. El 27 de ese mes fue apresado el Obispo Andrade porque se le atribuía complicidad en la revuelta. El 4 de mayo se combatió en las calles de Riobamba, los soldados asaltaron el Convento de los Jesuitas y profanaron las formas sagradas. Alfaro ordenó el confinamiento de Andrade a Guayaquil, pero en vez de esto lo llevaron a bordo del vapor Cotopaxi, permaneciendo nueve días incomunicado hasta que salió deportado al Perú.

En abril de 1898 se realizaron las conversaciones secretas entre el Nuncio Apostólico Guidi y el Plenipotenciario ecuatoriano Dr. Juan Benigno Cueva, fracasaron estrepitosamente; sin embargo, el 3 de junio, Alfaro firmó el decreto de amnistía para los políticos, señalando Ibarra como lugar de confinamiento para el Obispo Andrade quien no lo acató. En 1900 le permitieron viajar a Quito donde tenía hermanos y sobrinos, pero se resistió a venir al país y continuó en Lima. En 1901 Alfaro entregó el mando constitucional al General Leonidas Plaza y el 6 de marzo de ese año se reunieron en Santa Elena el nuevo Nuncio Pedro Gaspari y el Ministro de Gobierno y Cultos Dr. José Peralta. Fruto de esta entrevista fue la suscripción de varios Convenios y volvió a imperar la normalidad en materia religiosa en el Ecuador.

Entonces Andrade decidió que había llegado el momento de su regreso después de cuatro años de exilio. Tenía setenta y seis años de edad y reasumió el gobierno de su Diócesis. El 22 de agosto el Plenipotenciario de la Santa Sede, Alejandro Bavona, hizo su entrada en Quito. El 7 de septiembre se consagró Arzobispo de Farsalia y con tal motivo Andrade viajó a la capital y cambió saludos con el Presidente Leonidas Plaza.

El 22 de enero de 1905 conmemoró veinte años de consagración episcopal. El sábado 14 de octubre y estando en su casita de La Tola, cerca de Quito, le sorprendió súbitamente un mareo a causa de haber ingerido varias dosis de láudano – medicación a base de opio que le habían recetado para aliviarle un dolor de estómago – y que por descuido se lo prepararon defectuosamente en una botica. Murió ese día posiblemente de un derrame cerebral y fue enterrado el lunes 16 en la capilla de las Almas en la Catedral. Su biografía fue publicada en 1970 por el Dr. Wilfrido Loor Moreira.

Culto y delgado, cara alargada y nariz caída, labio inferior grueso y prognata, piel trigueña. Inflexible en la defensa de sus principios y opiniones, sufrió tres años de ocultamiento y cuatro de destierro en épocas de intensos cambios sociales y políticos para lo que no estuvo preparado. Con Schumacher y Massiá representó la línea dura del catolicismo ecuatoriano a fines del siglo pasado.

Marieta de Veintemilla lo describió así en su libro Páginas del Ecuador” “Muy alto, muy flaco, muy prieto y anunciando en su envinagrado rostro que allá en los tiempos benditos de la Inquisición hubiera quemado herejes.” El padre José María Vargas, O. P. en cambio lo califica de “favorecido de notables dotes intelectuales, supo reunir en su persona dos cualidades que se complementaban: a la piedad, mansedumbre y sencillez como de niño, se sumaba un carácter firme como la roca”.