PRESIDENTE INTERINO DE LA REPÚBLICA. Nació en Guayaquil el 12 de abril de 1888. Hijo Legítimo de Eduardo Manuel Arosemena Merino, bautizado en Panamá, quien vino a Guayaquil en 1865 traído por la prestigiosa casa bancaria panameña “Pérez, Planas, Obarrio y Co”., dedicada a la exportación de materias primas y a la compra y venta de divisas y descuento de documentos, donde trabajó y se relacionó con el comercio. Casó en primeras nupcias con su prima hermana Juana Rosa Merino Menendez. El 74 fue designado Gerente del Banco del Ecuador, funciones que desempeñó con lucimiento hasta su muerte ocurrida en 1917. Casado en segundas nupcias con su prima segunda Catalina Tola Merino, dirigió las finanzas guayaquileñas durante cuarenta y tres años siendo uno de los más influyentes hombres del país. El 21 de diciembre de 1883 fundó el Banco Territorial y fue presidente de su primer directorio y en 1888 presidió la recién creada Junta de Beneficencia Municipal de Guayaquil. Su biografía puede verse en este diccionario.
Desde 1892 el joven Carlos Julio cursó los dos primeros grados en la escuela del preceptor Tomás Martínez habiendo sido uno de sus profesores el también joven Juan de Dios Martínez Mera. En 1895 fue enviado a Panamá con su hermano mayor Luis Alberto en el vapor Ecuador de la Pacific Steam Navegation Co. “Los niños, convencidos de que volverían pronto, pidieron a su madre que les cuidara sus juguetes que dejaban guardados en cajones de madera. Fue una escena conmovedora pues su madre sabía que no regresarían hasta después de muchos años”. Viajaron encargados al Capitán de la nave, quien se aseguró que llegaran sanos y salvos a su destino.
En 1898 ingresó al Colegio Seaton Hall, en South Orange, New Jersey y se distinguió en matemáticas, aprendiendo latín, griego, literatura, ciencias, historia, música, catecismo y como materia opcional piano. Durante las vacaciones de verano viajaban a Filadelfia a casa de su tía Carmen Arosemena Merino vda. de Cooke. Posteriormente se matriculó en la Facultad de Medicina de la U. de Cornell en New York y luego de dos años de estudio comprendió que no tenía vocación y mas le valía regresar a Guayaquil.
En 1905, tras once años de ausencia, entró a trabajar sin sueldo al Banco del Ecuador. Recién dos años después y solamente cuando había probado que servía para banquero, su padre aceptó pagarle, antes no lo había hecho porque “el inteligente busca la sabiduría mientras el tonto tiene la mirada perdida y más aprovecha un reproche el sensato que los palazos el necio”.
Durante la movilización nacional de 1910 se enroló como soldado en la reserva del ejército, pero a poco regresó al Banco. El 30 de diciembre de 1915, de veinte y siete años de edad, contrajo matrimonio con la joven Laura Monroy Garaycoa, de solo diez y siete, fueron felices y tuvieron una larga familia compuesta de siete hijos.
Era un joven, de estatura baja y contextura delgada, que hablaba un fluido inglés, vestía trajes de lino blanco a la usanza americana y corbatas de lazo de colores discretos. Sus costumbres sencillas y metódicas. Su trato formal, caballeroso, educado y jovial; se hacía querer por su eterna sonrisa, pasando por el mundo sin despertar animadversiones.
El 31 de diciembre de 1917 falleció su padre, dos años después renunció en el banco y puso una pequeña tienda de venta de conservas, embutidos, chocolatería y otros productos de la afamada marca “Morris y Co.” de Londres. Fue su ayudante el joven Gonzalo Icaza Cornejo.
Después amplió el ramo de sus actividades y se dedicó al cambio de moneda y representaciones. Colocaba seguros de la “Fidelity Phenix Ins. Co.” y se afilió a la “American Foreign Insurance Association” de New York, marginándose una comisión neta del 5 % en estas operaciones.
En 1920 y considerando que muchos comerciantes de la plaza necesitaban descontar sus carteras para incrementar el monto de sus operaciones, empezó a madurar la idea de fundar un Banco. Tenía treinta y dos años de edad solamente, pero dada su personalidad y conocimientos, estaba preparado para el efecto. La publicación América Libre así lo anunció: “Carlos Julio Arosemena últimamente ha dedicado sus energías y el sabio caudal de su experiencia obtenida en su larga práctica bancaria y comercial, al arduo estudio de la fundación de un nuevo banco de descuento, que interviniere ultimamente en diversas transacciones y operaciones de bolsa, que escapan a la actividad general y complicada de los bancos establecidos en Guayaquil”.
Ese mismo año, con la ayuda de Lautaro Aspiazu Carbo y sus cuñados Gustavo y Bolívar Monroy Garaycoa, a quienes encomendó la tarea de interesar a terceros y colocar las acciones, fundó el Banco de Descuento en la esquina de 9 de Octubre y Córdova, bajos del Club Metropolitano, suscribiendo personalmente los cien mil sucres del capital social que elevó a un millón quinientos mil sucres de capital suscrito, equivalentes entonces a cuatrocientos ochenta mil dólares americanos y quinientos mil pagados; aunque la suma resultó insuficiente y hubo que aumentarla con nuevas inversiones a más del doble, siendo los primeros accionistas el propio Azpiazu Carbo, Luis Orrantia Cornejo, Adolfo Gómez y Santistevan, Jacinto Jijón y Caamaño de Quito, Juan Aguirre Oramas, Félix González – Rubio Acevedo, etc. y otros que sumaron casi medio millar en toda la República, pues era su ideal formar una institución de raigambre nacional más que un banco citadino y no hubo mayoría ni minoría pues Arosemena solo mantuvo un ocho por ciento del capital y al terminar el primer año de operaciones había captado el 5,3% de las operaciones a nivel nacional y al año siguiente abrió la sección hipotecaria
Inaugurado el Banco, el local no tuvo oficinas privadas pues pensó que eso limitaría el contacto con los empleados y clientes, empero se preocupó de adquirir en Inglaterra una bóveda de seguridad grande, contraincendios, para evita en casos de incendio, terremoto u otras contingencias se destruyeran los títulos, billetes y demás valores. El 22 el directorio del Banco decidió abrir sucursales en varias partes del país, el plan quedó frustrado a causa de la crisis económica que se vivía a raíz de las pestes del cacao pues hasta el 24 las exportaciones decayeron en un sesenta por ciento: Para entonces las acciones del banco empezaban a cotizarse con un 5% de apreciación entre los inversionistas y comerciantes de la plaza y la cotización del dólar seguía a la alza.
En 1923 adquirió una propiedad a Rafael Guerrero Martínez. El 25 escribió “How to invest $ 100.000 assuming this sum represents the fortune of a widow and two children” en 10 págs. que apareció bajo el título de “Investing for a widow” en la pág. 7 del semanario económico newyorkino “Barron’s” el 15 de febrero del 26. El banco se había vinculado a numerosas instituciones de su clase en los Estados Unidos y Europa.
En septiembre el gobierno ecuatoriano incautó el oro físico de propiedad de los bancos, que utilizó para respaldar sus emisiones de billetes, Arosemena y otros banqueros protestaron inútilmente; pues, para colmo, el banco de Descuento fue multado con seis mil sucres por no haber recogido sus cheques circulares a tiempo. Lo del oro constituyó un robo, un atraco legal, pues se pagó a solamente diez sucres la onza, cuando el valor real en las bolsas de valores del exterior estaba a veinte sucres y en Guayaquil se compraba y vendía a veintisiete sucres.
De estos años es su folleto en inglés “¿Why not securities from Ecuador?” que distribuyó en los principales bancos de Estados Unidosy Europa para captar la mayor cantidad de negocios con el exterior, anunciando inversiones en empresas ecuatorianas al ocho por ciento anual de interés. También escribió un práctico manual “Exports to Ecuador” para orientar al exportador extranjero en el conocimiento de las ventajas de utilizar la Carta de Crédito como herramienta para incrementar sus ventas al Ecuador en forma segura. Por ello el Banco de Descuento se constituyó en el pionero en esta clase de transacciones con el exterior.
El año 27 el Banco de Descuento había incrementado la nómina de su personal a cuarenta y un empleados. El 16 de febrero de 1928 Arosemena enfermó gravemente de tifoidea y guardó cama por algunas semanas, luego mejoró y viajó a restablecerse en Data, de donde siguió a vacacionar en Panamá. Reintegrado a sus labores el 2 de Julio, descubrió que en su ausencia se había practicado un cuantioso desfalco, que denunció a las autoridades de policía para el enjuiciamiento de los culpables y desde entonces colocó su escritorio entre los cajeros y la bóveda de seguridad, para saber exactamente lo que estaba pasando.
Algunos accionistas quisieron aprovechar el escándalo y apoderarse del control administrativo y de la gerencia y al no poderlo hacer se declararon abiertamente hostiles y propusieron al Congreso una reforma a la Ley de Bancos por la cual se disponía la liquidación de los que no declaren dividendos en cierto número de años.
El Banco de Descuento no los venía pagando ni los pagó después sino hasta el 33 pues tuvo que absorber setecientos diez mil sucres de pérdidas por causa del desfalco; sin embargo, en todos esos años siguió entregando gratificaciones a sus empleados a pesar de que escaseaba el circulante y se vivía la asfixia económica propia de la gran depresión mundial, que en el Ecuador se sumó a la baja de las exportaciones. Esto de las gratificaciones no era costumbre generalizada por entonces, pero Arosemena pensaba que en ciertas épocas del año, Abril, Octubre y Diciembre, sus empleados tenían que realizar gastos extraordinarios como suelen ser el pago de las matrículas, las festividades patrias y las
navidades. Su hijo Carlos Julio, ya de Presidente en 1961, lo convertiría en Ley nacional y la gente dio en llamar a estos sobresueldos como los avos por treceavo, catorceavo, etc.
Era indudable que ya gozaba de toda la confianza del público pues para 1931 en que cerró sus puertas el Banco del Ecuador, pasó a liderar los negocios de la ciudad conjuntamente con La Previsora, cuyo gerente era Víctor Emilio Estrada.
En 1935 creó la sección Mandato con motivo de los quince años de funcionamiento. El 4 de septiembre del 36 la Municipalidad de Guayaquil acordó emitir bonos de amortización gradual por seis millones setecientos mil sucres entregando en garantía el fideicomiso de parte de sus rentas, el Banco de Descuento vendía libremente los bonos entre los inversionistas particulares, pagaba su interés anual y los redimía cuando salían sorteados o se vencían. La idea fue un éxito en la práctica y permitió a la Municipalidad construir sus muelles para movilizar las cosechas y la carga de las exportaciones e importaciones pues no existían las carreteras; y mercados, ecuelas, adquisición de vehículos recolectores de basura, pavimentación de diversas calles y apertura del camino lastrado Guayaquil – Playas.
El 39 el Banco fue molestado por el Superintendente Carlos Uribe Quiñónez, quien desde Quito quería dirigir las cuentas y protestaba por la cuantía de los créditos concedidos a la Municipalidad; sinembargo en 1940 el Banco solucionó sus diferencias con la Superintendencia y el 41 había duplicado sus depósitos que alcanzaron los veintiún millones setecientos cincuenta mil sucres; entonces La Previsora empezó a temer la competencia. Ese año Arosemena fue designado miembro de la Junta de Beneficencia Municipal y en septiembre del 42, al ocurrir el fallecimiento de Luis Vernaza Lazarte y la excusa de Luis García, comenzó a presidirla y allí se mantuvo hasta su muerte el 52, con dos períodos de licencia: 1) El 47 – 48 a causa de su presidencia y 2) El 49 – 52 por su larga enfermedad, de suerte que su actividad sólo fue de seis años, pero no por ello resultó menos difícil pues al iniciar su período la Beneficencia soportaba una dura crisis financiera y mantenía un déficit de casi medio millón de sucres, causado por la retracción general de las transacciones económicas en los planos nacional e internacional (la invasión peruana y la segunda guerra mundial) que había elevado desmesuradamente los precios de los alimentos, aumentando el costo de sostenimiento de los servicios. Arosemena disminuyó el déficit con una mejor ordenación administrativa, la consolidación de condiciones financieras que pudo mantener durante algunos años de su período merced a la intervención del Banco de Descuento y el auge de ventas y arriendos de terrenos en la Atarazana al norte de Guayaquil.
El 43 asumió la Vicepresidencia de la Liga Ecuatoriana Antituberculosa (L.E.A.) El 29 de abril de 1944 el banco incrementó su capital pues sus cuentas corrientes, depósitos a la vista y a plazo así lo requerían. Igualmente habían aumentado las operaciones diversificándose hasta formar una nutrida red de servicios.
El 45 cumplió el banco sus bodas de plata. El Presidente Velasco Ibarra le mandó un telegrama: “Al cumplir Ud. veinte y cinco años de esfuerzo bancario honesto, inteligente y provechoso para la Patria, reciba mi felicitación tal como corresponde a un ecuatoriano que ha sabido ser útil al país y revelar siempre capacidad de esfuerzos creadores,” recibió un cordial homenaje de la Cámara de Comercio y otro del Programa radial Vida Porteña. El 3 de agosto fue agasajado en el Club de la Unión. Ese año fue uno de los gestores de la creación del Comité Ejecutivo de Vialidad y el presidente Velasco Ibarra lo designó Liquidador de la Cooperativa arrocera de propiedad de la Piladora Modelo y habiendo concluido exitosamente esas gestiones el 46, le asignó cien mil sucres en calidad de honorarios, que Arosemena donó a la Beneficencia en memoria de sus padres.
Ese año fue elegido presidente del Comité Ejecutivo de LEA teniendo a cargo la parte económica y administrativa. El 17 de agosto inauguró la Conferencia organizadora del Plan Nacional de Lucha Antituberculosa y tal era la confianza que le dispensaba Velasco Ibarra, que le pidió en telegrama público que concurriera a Quito a tratar sobre los problemas más urgentes que aquejaban a la nación. Los particulares le confiaban sus libros para que los guardara en la caja de seguridad del banco y otros hasta le llegaron a designar árbitro de graves diferencias económicas suscitadas entre ellos, de suerte que sin quererlo se convirtió en el hombre del momento y en víctima de los émulos y envidiosos que nunca faltan.
En enero del 47 y mientras seguía de presidente de la Beneficencia, Director principal del Comité de Vialidad y Vicepresidente de LEA esta última solicitó al Congreso Nacional la creación de un gravamen a las aguas gaseosas para financiar la campaña antituberculosa, pero éste negó por unanimidad el impuesto. Entonces Arosemena se dirigió en telegrama público al ejecutivo, en procura de sus buenos oficios y el Gerente de La Previsora denunció al país que era absurdo gravar los alimentos para combatir la tuberculosis, pues al encarecerlos se dificultaba su compra, aumentaba la desnutrición, se provocaba dicha enfermedad y lo que era peor, que los fondos de esas instituciones se mantenían inactivos por años en el Banco de Descuento, sirviendo a los comerciantes y al Banco y no al objeto para el cual los contribuyentes habían pagado.
El asunto cobró revuelo periodístico y causó cierto malestar nacional, pero a la postre sólo sirvió para enterar al público de la sorda competencia que se venía gestando desde años atrás entre ambas instituciones bancarias. Arosemena no contestó y su buena fama no sufrió mengüa. Prueba de ello fue que en septiembre, tras la caída de la dictadura del Coronel Carlos Mancheno Cajas y la renuncia del Encargado Mariano Suárez Veintimilla, el Congreso – movido desde la sombra por Galo Plaza, quien deseaba cortarle el paso a Francisco Arízaga Luque – delegó una Comisión con el objeto de proponerle la presidencia interina de la República hasta la terminación del período para el cual había sido electo el defenestrado Presidente Velasco Ibarra.
Arosemena se excusó por que empezaba a sufrir los efectos de una artritis deformante y el clima frío de la capital no le asentaría, además estaba el hecho de que jamás había intervenido en la vida pública. “Ni siquiera he aceptado desempeñar una concejalía” les dijo, pero a la postre cedió ante la amistosa conminación que le hizo el Obispo José Félix Heredia, S.J. quién le habló en nombre de la felicidad de la Patria y finalmente fue electo en la mañana del 17 de septiembre por el Congreso en pleno, por ciento tres votos contra dos de los diputados comunistas, que opinaron que Arosemena era “la antípoda en sentido económico de los principios de Engels y en la práctica de Stalin”. ¡Pura babosada!
Así pues, casi a la fuerza, viajó a Quito y se posesionó de inmediato, tenía cincuenta y nueve años de edad y designó el siguiente gabinete de concentración nacional: Jaime Chávez Ramírez en el Ministerio de Gobierno, José Vicente Trujillo en Relaciones Exteriores, José Miguel García Moreno en Educación, Ruperto Alarcón Falconí en Obras Públicas, Modesto Larrea Jijón en Economía,
Ángel Baquero Dávila en Defensa Nacional, Alfredo Pérez Guerrero en Previsión Social, Raúl Clemente Huerta en Tesoro, Leonardo Espinel Mendoza fue el Secretario General y el factótum de ese interinazgo, y José Salazar Barragán desempeñó la secretaría privada.
Su administración fue una de las más respetuosas y equilibradas que registra el país pues casi no tuvo oposición y la prensa le fue enteramente favorable. El Presidente era la sencillez personificada. Andaba a pié, se mezclaba con el pueblo quiteño, se recreaba en la contemplación de los parques, oía misa y a la hora de la elevación se arrodillaba en el suelo, saludaba con las tenderas vecinas del palacio de Gobierno y todo ello con una eterna sonrisa en los labios.
Sus costumbres austeras y morigeradas, su natural parsimonia y su afectuoso trato con los demás le granjearon desde el primer momento el cariño y la admiración del país. Su gobierno marcó una era de progreso material pues demostró tener un corazón patriota y una recia y disciplinada voluntad. Durante su período se expidió la ley de Régimen Monetario recomendada por la misión Triffin en virtud de la cual se transformó al Banco Central en un organismo activo y vital, ampliando su campo de acción de simple instituto emisor y regulador de la moneda, en propulsor de la economía nacional, mediante el empleo de nuevos recursos financieros en el fondo destinado a la producción y a las actividades fecundas del país que tuvieran como finalidad principal lograr el incremento de nuestras riquezas naturales y el desarrollo de industrias básicas, a fin de conseguir el incremento índice de vida del pueblo ecuatoriano, norte invariable de toda reforma económica sustantiva. Frenó las importaciones oficiales del estado y de las municipalidades reformando el Art. 47 de la Ley de emergencia sobre Cambios Internacionales, obligándolas a cumplir con el requisito del permiso previo del Banco Central y al pago del impuesto señalado en el Art. 9 de la antedicha ley e intensificó los trabajos de construcción de las carreteras Duran – Tambo, Girón – Pasaje y San Lucas – Loja. Guayas se benefició con la Comisión de Tránsito, las provincias orientales con el Timbre orientalista, de suerte que al término de su mandato de once meses se dijo que “su nombre había servido de paréntesis de paz, de lazo de unión para que los partidos políticos y los ciudadanos olvidaran sus resentimientos y pospusieran ambiciones”. La Municipalidad capitalina le designó “Benemérito quiteño” entregándole la Gran Cruz de Benalcázar y la de Guayaquil lo declaró “Mejor Ciudadano”.
Nuevamente en Guayaquil se reintegró a sus actividades diarias en el Banco y viajó en compañía de su esposa al John Hopkins Hospital de Baltimore donde el Dr. Lay Martin le extirpó la vesícula biliar. Dos meses después regresó aparentemente sano y se reintegró a la gerencia del banco, cuya plana administrativa estaba formada por Gonzalo Icaza Cornejo, Jorge Ponce Coloma, Heráclito y Ernesto Weisson Egas, y José Arosemena Jaramillo y el departamento legal por los Dres. José Miguel García Moreno, Raúl Clemente Huerta y Leonardo Espinel Mendoza. En Cuentas Corrientes Vicente Navarrete Estrada, en Ahorros Eduardo Ayala Núñez y en Hipotecario Víctor Max Toledo.
La artritis le había avanzado deformándole las manos, yo le vi en cierta ocasión a las dos de la tarde al pasar por los bajos del departamento que ocupábamos en el boulevard, usando guantes de franela blanca, cuando se dirigía al banco, para mantenerlos calientes.
A principios del 49 volvió a los Estados Unidos y retornó con su estado no muy halagador, recluyéndose en su hogar donde guardó cama por casi tres años, aquejado de dolores que ni siquiera le permitían leer. Al final llegó a debilitarse al punto que tuvieron que suministrarle sueros “hasta que encontró una mañana pura, amarrada su barca a otra orilla”, pues falleció de solo sesenta y cuatro años de edad, el miércoles 20 de Febrero de 1952, a las 8 y 30, respetado y querido por sus conciudadanos, de 63 años de edad.
Su viuda declinó las capillas ardientes que ofrecieron la Gobernación y la Municipalidad, en el camposanto muchos oradores tomaron la palabra y los diarios le dedicaron sendas notas de pesar.
En 1 954 fueron trasladados sus restos a un imponente Mausoleo confeccionado en Italia por la Casa Montecatini, de Carrara, con mármoles blancos. Dicho Mausoleo fue pagado por el Banco de Descuento.