AROSEMENA MERINO PABLO

BANQUERO. Nació en Guayaquil el 21 de Julio de 1876 y fueron sus padres legítimos Eduardo Manuel Arosemena Merino cuya biografía puede verse en este Diccionario y su primera esposa y prima hermana Juana Rosa Merino Ortega, quien falleció de tuberculosis el 13 de Noviembre de 1877 dejando a sus pequeños hijos al cuidado de su sobrina segunda Catalina Tola Merino, quien fue una verdadera madre para ellos y terminó casada en 1885 con el Viudo Eduardo Manuel, de donde proceden los Arosemena Tola.

Desde temprana edad fue enviado a estudiar al Colegio Seaton Hall de Baltimore. Allí permaneció varios años hasta terminar la secundaria y dar inicios a una carrera bancaria que no llegó a culminar. En 1900 volvió a Guayaquil y entró de pagador al Banco del Ecuador con S/.200 mensuales de sueldo, llevado por su padre, quien quería hacerlo un competente banquero. Después sería recibidor, ayudante del Departamento de Comercio Exterior y de la Sección Contable.

En 1901 contrajo matrimonio con Susana Coronel Elizalde y habitaron un pequeño departamento en Chimborazo y Ballén, edificio de su padre, al lado de su tía María Teresa Arosemena de Puig, quien vivía con su esposo e hijos. Por esa época fue bombero voluntario en la brigada Sucre de Malecón y Padre Aguirre. Pronto su familia empezó a crecer y tuvieron que cambiarse a una casa de madera, de dos pisos altos, que adquirió en Las Peñas, donde vivió con mucha comodidad toda su vida.

En 1917 falleció su padre y fue promovido a las funciones de Segundo Gerente del Banco del Ecuador. El 18 comenzó a enviar a sus hijos al exterior. Acostumbraba llevar a los suyos a descansar a Riobamba o a la costa, de preferencia a Playas, donde invariablemente le acompañaba su hermano Luis Alberto.

En 1919 su hija Susana fue electa Reina del Centenario de la Independencia de Guayaquil. El 20 fue designado miembro de la Junta de Beneficencia y entró de Comisario suplente al Departamento de Contabilidad, luego sería Comisario del Hospital General, dedicando gran parte de su tiempo a labores benéficas.

En 1925 adquirió a medias con Ernesto Baquerizo Amador mil hectáreas en el sector de Milagro, llamada Hacienda Panigón, para sembrarla íntegramente de palmas de coco, pero una peste acabó con las palmas y tuvo que venderla a la Cervecería, que la dedicó a cría de ganado.

El 26 renunció al Banco del Ecuador en disgusto por la política de mucho riesgo que había tomado el Banco y aceptó ser apoderado de los Aspiazu. Era un buen fumador, algo pasado de peso y le agradaba la vida social y de clubes.

El 27 fue designado Vicedirector de la Junta de Beneficencia y al inaugurarse la Matriz del Banco Central en Quito le fue ofrecida la gerencia en Guayaquil, que aceptó con la condición que le pusieran un directorio propio para no depender del centralismo capitalino, armonizando las relaciones del Central con las fuerzas productivas de la ciudad; sin embargo, solo permaneció allí hasta el 20 de Marzo del 28 cuando aceptó el cargo de Intendente especial de la Liquidación del Banco Comercial y Agrícola.

En dichas funciones tuvo múltiples contratiempos. El banco permanecía cerrado y no podía disponer de sus fondos en el exterior debido a que los banqueros – especialmente de los Estados Unidos – protestaban los giros. Entonces se vio en la necesidad de adquirir giros en la banca de Londres para atender el reembolso de las Letras, principalmente las adquiridas a la Sociedad Bancaria del Chimborazo que en buena proporción resultaron sin fondos.

Para paliar en algo la crisis inició la venta de parte de los activos fijos y se aplicó a aumentar la producción de azúcar del Ingenio San Carlos en Naranjito, principal propiedad del Banco en Liquidación. Contaba con la valiosa ayuda del competente y experimentado administrador español Manuel Zamora que hizo subir la producción sin aumentar los costos, rompiéndose la barrera de los 250.000 quintales anuales.

Otros activos como las haciendas cacaoteras, Jujanillo, Sauce, Martinica, Guarumo, Carolina, San Andrés, etc., por efecto de las plagas eran poco rentables. También existían edificios y solares urbanos en Guayaquil, pero tuvo que pelear en el Congreso la derogatoria de varios créditos injustamente exigidos y como en cada juicio debía solicitar autorización al Intendente de Bancos en Quito, prefirió renunciar, pues eran muchas las dificultades que se le ponían. De todas maneras, durante sus cinco años de labor, logró cancelar todos los créditos pendientes rebajando las deudas y atendió la amortización y pago de las Cédulas hipotecarias y sus cupones.

Era tan grande la crisis económica que vivía el país que la gente dejó de adquirir ciertos bienes de consumo como el azúcar refinado para endulzar con raspadura mucho más barata, de suerte que hubo una superproducción de azúcar y permanecían más de medio millón de quintales embodegados. El gobierno decretó para 1933 que solamente podían realizar zafras San Carlos y Valdez, causando la debacle en los ingenios menores y el campesinado trabajador.

En 1934 aceptó la Gerencia del Banco Territorial. El 37 fue Concejal del Cantón Guayaquil en la presidencia de Luis Vernaza Lasarte donde fueron lanzadas varias emisiones de Bonos Municipales para financiar las obras públicas prioritarias.

En 1940 regresando de Salinas colisionó en su automóvil a un camión estacionado y sin luces a la vera del carretero y sufrió fuertes traumatismos internos. Para curarse tomó un vapor de la Grace Lina con su esposa y su hijo Guillermo. El viaje fue una odisea pues se temía en cada momento el ataque de los submarinos alemanes que merodeaban las aguas internacionales. Finalmente fue internado en el “Jhon Hopskin Hospital” algunos meses y mejoró.

De vuelta en 1941 pudo reintegrarse a sus labores en la gerencia del Banco Territorial. Al poco tiempo sufrió una recaída y falleció ese mismo año en su casa de Las Peñas de tan solo sesenta y cinco de edad. A su sepelio concurrió mucha gente. De estatura mediana, rostro canela claro, pelo negro y crespo que luego fue cano – dorado. Su carácter bondadoso, su espíritu generoso, y conducta atenta y arreglada, le hicieron querido de la colectividad. Gustaba ayudar a los demás y en sus casas era su esposa quien imponía la disciplina. Uno de los castigos preferidos de la señora era hacer que sus hijos menores se sentaron junto al piano a escuchar los ejercicios prácticos de su hermana Susana.