ANDRADE MOSCOSO JAIME

ESCULTOR. Nació en Quito en 1913. Hijo legítimo del Coronel Carlos Andrade Rodríguez, militar que levantó la bandera del liberalismo en armas en las provincias del norte ecuatoriano en 1913 contra el gobierno de Leónidas Plaza, y de María Moscoso González, Hija única de la gran poetisa del segundo romanticismo ecuatoriano Mercedes González Tola de Moscoso, cuya biografía consta en esta obra.

Estudió las primeras letras con su madre y la primaria con los hermanos cristianos. En 1928 ingresó a la Escuela de Bellas Artes dentro del academicismo decimonónico que perduró en las primeras décadas del siglo XX. “Mis primeros pasos fueron los cánones clásicos, el yeso griego estudiado desde todos los ángulos y eso, visto a la distancia, resultó un peso del cual ha sido difícil librarse y cuyas huellas todavía aparecen en mi obra, sin darme cuenta” y contó entre sus maestros a Luigi Casadío y a Pedro León entre otros.

La Escuela cumplía con los lineamientos del llamado Plan Roma, fundamentada en el arte renacentista italiano animada por el clasicismo griego pero Andrade se propuso eso y algo más, advertido de los efectos de la revolución industrial, respondió con una relación del hombre a la máquina en el llamado progreso y el 32 realizó el mural en adobe y barro titulado “El esfuerzo” de 12 x 2 mtrs para la Escuela, con figuras de gran plasticidad y belleza, hercúleas y en movimiento, lamentablemente la poca consistencia de los materiales usados permitió que tan hermoso Mural, uno de los mejores que se ha realizado en el Ecuador, se destruyera en poco tiempo.

Por eso ha dicho Hernán Rodríguez Castelo: desde esa temprana época de estudiante, cuando cumplía con exigencias académicas modelando cabezas rodinianas, se desquitaba infundiéndoles una vida que tenía poco de académico.

En 1934 falleció Luigi Cassadío y se abrió un concurso para llenar su vacante. “Participamos algunos de los que habíamos sido sus alumnos y el Jurado resolvió dividir la cátedra de escultura entre Luis Mideros a quien encargaron los últimos cursos y yo que tomé los primeros”.

“Era aquel uno de los más tempranos indicios de relevo generacional, gente nacida entre 1905 y 1920, empezaba a ocupar espacios y en el arte, a imponer sus formas. Generación innovadora y vigorosa, las imponía nuevas, con novedad que escandalizaba a un gusto, que varias generaciones anteriores habían mantenido dentro de las estrechas fronteras de lo académico y seudo clásico”.

Lenín Oña ha opinado de su arte: Desenvolvió su tarea casi en la soledad y por eso se explica en parte, al menos, una trayectoria que ha decurrido por diferentes senderos del arte contemporáneo -realismo, expresionismo, cubismo, abstracción – valiéndose de la piedra, el metal y la madera, ya que en el monumentalismo como en los formatos estatuarios y menores, masa y transparencia, solidez y vacío, color y movimiento, ligereza y reciedumbre, componen el vasto repertorio de recursos empleados. La pertinencia espacial y volumétrica, el óptimo sentido de la escala y las proporciones, la aguda sensibilidad para el tratamiento del material y las texturas, con las meritorias constantes de la obra del escultor ecuatoriano por excelencia. Una austera elegancia qua no se deja corroer por el virtuosismo desnaturalizante, una ponderada manera de concretar las figuras y objetos para que nada falte ni nada sobre. Se podría postular otro valor inmanente: el dinamismo intrínseco o expreso de la composición y la estructura percepción y plasmación serenas, sin desbordamientos, del movimiento, hasta cuando recurre a la simetría, al mesurado ritmo con que se agrupan y se distancian los elementos de cada obra”.

En 1932 egresó de la Escuela de Bellas Artes el 35 realizo en cemento los bustos de Pedro León, Guillermo Latorre, Sergio Guarderas, y de su hermano Carlos Andrade quienes intentaban modernizar la escena quiteña del arte. Ya admiraba la obra modernista de Picasso quien solía deformar las figuras y de Chagal, sobre todo la de este último, por transgredir las leyes de la física al situar sus figuras en el aire y obtuvo un tercer premio en el Concurso Nacional convocado en Guayaquil para el Monumento de Bombero. El 40 ganó el Premio Único del Salón de Exposición “Mariano Aguilera” con una cabeza de piedra dentro de la línea académica pero con recia voluntad realista, adquirido por Patrick Griffin, de Virginia, USA, y el Premio Ministerio de Bellas Artes con Llacta Mama, donde presenta una humanidad vasta y recia, unos seres muy de la tierra. En síntesis un ancestralismo desde la visión de una cosmología universal.

En 1941 viajó becado a seguir cursos de perfeccionamiento en la New School of Social Research de New York, gracias a las gestiones de Camilo Egas, que allí estaba de profesor. “Llegué precisamente cuando el conocimiento del nuevo arte europeo de la Escuela de París causaba en los Estados Unidos más escándalo que admiración. Ese año se presentó una gran exposición de Picasso en el Museo de Arte Moderno. Allí lo descubrí.”

Las discusiones con amigos y colegas eran apasionadas, recorridos tenaces en la interrogación por los criterios que determinaban las vanguardias, los conceptos desplegados en el arte contemporáneo y el arte moderno. Ya comenzaba a forjar su obra sin estridencias pero con acentos reveladoras de construcciones conceptuales que sostienen sencillos principios de composición. También recibió clases de escultura del español José de Creeft. En New York ganó el premio adquisición con “Escultura del Hemisferio Occidental”. Su viaje a los Estados Unidos constituyó una espléndida oportunidad de aprendizaje, pues le enfrentó a las nuevas corrientes, a las ideas contemporáneas en boga y le permitió adquirir fe y seguridad en su propia creación.

“De regreso el 42 esculpió Parva, cilindro en madera de nogal en 60 cmtrs. de altura. del que apenas sobresale modelados rostros, manos y pies y por supuesto en la base una parva de heno. Esta obra le situó entre los grandes escultores de su tiempo por su simplicidad indigenista expresión obtenida dentro del nuevo realismo social que se estaba imponiendo en Latinoamérica. En esta misma línea incidirá con nuevas obras igualmente valiosas.

De entonces son otras figuras reducidas a sus formas volumétricas elementales, sin más que leves mordidas para señalamientos casi elíptico de rostros, pies y manos, algún gesto. Etapa violenta, casi excesiva, con los entusiastas excesos del revolucionario que iría suavizándose, ganando en complejidad y sutileza, pero sin perder fuerza, trasmitiéndola en hieratismo y llegaría a obras de estilización recia y bella en piedra, arcilla y madera”. El 43 obtuvo el premio de escultura de la Universidad Javeriana de Bogotá.

El Realismo social constituyó la expresión de poderosas desproporciones y deformaciones de un expresionismo ansioso de hacer ver la cara oculta de una penosa. En escultura lo hacían Alfredo Palacio y Germania de Breilh. En pintura Eduardo Kingman y Diógenes Paredes; lo decisivo según Hernán Rodríguez Castelo fue que esa generación contaba con creadores como aquellos y como Jaime Andrade Moscoso. La generación comenzó a imponerse en el ámbito nacional en 1936 cuando Kingman fue premiado por su óleo “Carbonero” en la Sala Exposición Mariano Aguilera de Quito, seguido por Andrade Moscoso que en 1940 obtuvo el premio único de Escultura en dicha Sala Nacional.

El 45 triunfó en el I Salón Nacional de Bellas Artes de la Casa de la Cultura con “Muchacha”, talla en madera, de segura estilización, escultura de volumen, casi reducida a elementos geométricos.

El 48 ganó la adjudicación para un gran Mural de 18 x 9 mtrs. en piedra en el edificio del rectorado de la Ciudadela Universitaria de Quito. Andrade Moscoso dio vida al noble propósito del rector Alfredo Pérez Guerrero creando una obra fiel a las centenarias raíces de la U. y proyectándola a la vez hacia el futuro, que complementó admirablemente el proyecto arquitectónico realizado por el docto profesional uruguayo Gilberto Gatto – Sobral. Esta fue su primera obra en proporciones y alcances y la dividió en dos secciones. Una horizontal que sirve de base a la segunda que es perpendicular. El espacio alrededor se dejó en estado bruto- El tema consta de dos movimientos distribuidos en cinco escenas. Figuras humanas en la base confluyen hacia el plano vertical donde otras figuras que representan el nacimiento de la civilización sostienen los segmentos medio y superior con escenas bíblicas, todos los personajes interactúan con simbolismos y combinaciones de forma y fondo contrastándose entre sí. Composición que ha sido calificada de rica en significado pues relieva el triunfo de lo verdadero sobre la prepotencia del poder.

Esa forma de estilización en piedra, arcilla y madera se prolongará casi hasta los años sesenta logrando obras de noble lirismo como “La Virgen y el niño” en 1958 y trabajará con la misma retórica de austera elementalidad la piedra, andina como siempre, sacando bloques apenas desbastados para la insinuación de la figura, como “Abrazo” en 1964.

Entre 1954 y el 56 fue director del Departamento de Arte de la St. Louis Country Day School pero esta experiencia solo durará dos años. A su regreso el 56 construyó el mural pétreo de noble arcaísmo del diario “El Comercio”, entre el 57 y el 58 realizó varias esculturas en madera y en bronce sobre la Virgen y el Niño. Una de ellas realizada a petición del monje trapense Thomas Merton, escritor y teólogo, fue instalada en el interior de la capilla de los novicios de Getsemaní en Kentuky, USA, Merton pidió algo sobrio y efectivista, alejado totalmente de la escultura piadosa y convencional, con hálito de vida espiritual. Andrade concibió para lograrlo que la virgen debía estar enraizada como un árbol, finalmente la estatua adquirió volumen en su base emergiendo como una columna y presentando al niño “que es el fruto de la tierra bendecida con las aguas del cielo,” lo cual dio la impresión solicitada, de sobriedad, serenidad e impacto visual.

De este proyecto ha quedado una curiosa relación epistolar entre dos espíritus afines, unidos por la fe y el arte. Andrade reconocería que la estatua quedó muy impresionante y que su ejecución fue una invalorable experiencia espiritual.

El 59 realizó los murales de la Caja del Seguro y del Aeropuerto en Quito. Asistía a las periódicas reuniones del Instituto Ecuatoriano del Folklore fundado por el Dr. Antonio Santiana Bedoya en la U. Central y junto a otros miembros realizaban viajes de investigación etnográfica por las diferentes parroquias y cantones de la sierra norte del país en busca de expresiones de artisticidad, concentrándose en  la visualidad de las fiestas y los juguetes, para lo cual comenzó a adquirir  objetos que utilizará en sus futuros trabajos.

En 1960 construyó el mural titulado “Mosaico de Piedra” para el Seguro Social de Quito y contribuyó con el Arq. Carlos Velasco y el Director de teatro Fabio Paccioni a organizar el Centro de Artes adscrito a la Facultad de Arquitectura de la Universidad Central, prolongando su experiencia docente por muchos años, pues había descubierto que enseñar es la mejor manera de aprender y que el verdadero artista es el que ve; por eso les hacía ver a sus alumnos más que obligarles a hacer; sin embargo tuvo que salir por ciertas maquinaciones políticas y desde entonces se dedicó únicamente a su arte. De ese año es el monumento en piedra “A la madre” en Ambato.

En sus murales de piedra, figurativos. Banco de Préstamos en 1964 y Banco Central el 65, preparó la ruta hacia la abstracción total, que plasmó en “Las Danzantes” del Hotel Internacional el 67 y en el del Jardín del Diario El Comercio el 72.

Desde 1962 en adelante trabajó el metal, “’láminas de hierro martillado se reducían a planos para un ejercicio de descomposición -composición de motivos humanos. Piezas de extraña estilización, en los mejores casos tensas de gestos humanos y vida, como en Abrazo del año 68 o Pareja del 69. En otros casos el metal cobrará una reciedumbre a lo Chillida como en Amantes del 69”.

Eduardo Chillida (1924) realizó estudios de arquitectura en Madrid y practicó el fútbol. Después de modelar y tallar la piedra, conoció la obra escultórica de Julio González durante una estancia en París y el contacto directo con las fraguas vascas lo encaminaron hacia la escultura en hierro forjado, donde había de lograr sus más bellas realizaciones. Una de sus primeras obras en hierro fueron las puertas de la Basílica de Aránzazu en 1954 y su delicioso Peine del Viento en 1955, después practicó la talla en madera con un rancio sabor artesano.

El 62 Jaime Andrade Moscoso fue uno de los fundadores del Instituto Ecuatoriano de Folklore, luego sería su Director y uno de los principales investigadores. El 63 realizó la piedra funeraria de su amiga Lilo Linke fallecida en mitad de un vuelo entre Atenas y Londres a causa de un infarto masivo. El 64 se encontraba experimentando junto a su hijo Jaime con una personalísima variación de la técnica del mosaico lítico, apta para la creación de murales. Idea muy original porque consistía en murales en relieve.

En su correo epistolar con el padre Merton se quejaba de tener que aceptar los espacios que le ofrecían los arquitectos en Quito no con mucha satisfacción porque mi aspiración era hacer una cosa integrada con la arquitectura. Es decir, que los arquitectos conversaran conmigo acerca de las condiciones que iba a tener el trabajo, pero casi siempre se me ofrece el espacio sin otra consideración.

Entre el 65 y el 67 dirigió la Escuela de Bellas Artes y fue profesor y Decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Central. El 67 estudió las técnicas de soldadura, corte, plegado y fragua del hierro para la construcción del mural en hierro para el edificio del hotel Humboldt en Quito, que terminó sin necesidad de describir cabezas, cuerpos, manos… porque es una representación colectiva.

El 69 fue miembro del Consejo de Gobierno del Museo del Banco Central, dejó su cátedra y comenzó a realizar grabados, motivado por su amigo el dibujante y grabador Kurt Muller quien le ofreció sus conocimientos y herramientas en su taller de Guápulo. Sobre esa década de esfuerzos, creaciones y trabajos opinó; Estuvo marcada de rupturas y hallazgos del encuentro con nuevos materiales, otras técnicas, que permitieron una obra escultórica, mural y gráfica que a partir de esos momentos tiene un desarrollo importantísimo en el uso del hierro y la piedra con variantes en los años sucesivos, en donde el vacío interviene de otros modos.

De 1970 es su célebre mural  del Hotel Humboldt en metal batido, hoy en poder del Ministerio de Cultura, considerado una de sus más bellas creaciones.

“Entonces buscó dar movimiento a sus piezas de metal y la primera solución fue hacer móviles o esculturas volantes en 1970. Juegos de líneas y volúmenes que al girar, pendientes del espacio, crean espacios; pero, una respuesta netamente escultórica a la inquietud fue imprimir a las obras ritmo marcado y gran tensión dinámica. Así, Vuelo, en 1979, con tensiones de aves-aviones, participando de la poesía del ave y de la sombría belleza del avión de presa, logrando sus más hermosas piezas escultóricas. De allí en adelante procuró conjugar piedra y metal, después trabajó con alambre enrollado, con virutas de metal, introduciendo en esos juegos, muñecas, espejo, metal coloreado, tentando nuevas posibilidades sugestivas con móviles”.

El 74 instaló en la catedral de Latacunga una serie de mosaicos que adornan las pechinas de la cúpula mayor y una imagen de Cristo elaborada en una sola lámina de hierro de 1,80 mtrs. de altura, sobre un pequeño osario destinado a personajes ilustres de la Provincia de Cotopaxi. de una serenidad extraordinaria en líneas modernas por demás expresivas. Su amigo Merton al ver la fotografía le felicitó “La cosa que me impresiona como más importante es que es un retorno a más primitivas y más nativas formas de esperanza secreta para el futuro del arte sagrado en América.”

También son de esa etapa sus murales en el nuevo Palacio Municipal de Quito en 1976 y en el de mosaicos del Banco Central el 77 a base de cantos rodados en los ríos y vertientes del Cotopaxi. Andrade Moscoso era uno de los pocos artistas nacionales que se había identificado con su multiforme tiempo, con el doloroso despertar del Ecuador y de América Latina a la estremecida realidad, tras una reconciliación con los orígenes.

El 79 adquirió en New York un pequeño tórculo para hacer grabados en su estudio de Quito, permaneciendo en esa línea hasta el 84. En total se calcula que realizó ochenta grabados en planchas de zinc y cinco xilograbados, pero dejó varias planchas inconclusas debido a su rigor auto crítico. El 80 realizó una célebre exposición de grabados en Guayaquil y existen varias colecciones impresas.

En sus últimos años intentó vincular sus obras espaciales a la temporalidad y volver a la escultura más aérea con una serie de Volantes, de estructuras geométricas, móviles, metálicas, policromadas con canicas incrustadas que brillan con la luz. Aunque también utilizó otros materiales como lana, papel, hilo en un proceso de Concreción de su abstracción geométrica.

Falleció en Quito el 23 de abril de 1990, de setenta y siete años de edad. Fue el tipo de intelectual de intransigente y altiva dignidad. Dejó un legado extenso, además de escultor fue dibujante, grabador, aguafuertista y también trabajó aguatintas, pero sobre todo supo modelar la piedra como nadie lo hizo en su tiempo.

En una de sus últimas entrevistas había manifestado que su vida era la de un escultor a toda costa, profesión difícil recalcó, porque requiere de espacio, mucho tiempo y una decisión de trabajar a toda prueba; en suma, un trabajo pesado que exige equipo especial y costoso. La talla de la piedra, la fundición del bronce, el trabajo del hierro y explicando sus motivaciones, agregó: Comienzo por sentir la necesidad de trabajar cierto material, eso pone en marcha el proceso; pero, necesito una predisposición. Hay días, épocas, en que estoy totalmente vacío. Mas, hay un instante, en que un secreto motivo, algo que ocurre cerca, me incentiva y todo en mí se va activando para la creación. Mis experiencias, mis vivencias íntimas, lo que he acumulado durante toda mi vida, genera algo nuevo al contacto con ese estímulo. Yo no siento en términos de abstracto o concreto, la creación es una angustia perpetua. Cada obra acabada significa otra en gestación, el planteamiento de nuevos problemas, otro desafío, la angustia renovada, que el artista no puede ni quiere escamotear a su destino.

La abstracción de sus murales finalizó en un minucioso puntillismo elaborado a base de piedrecillas y trozos de metal: City Bank en 1968. Banco Popular en 1978 y Banco Ecuatoriano- venezolano en 1981.

Como verdadero artística prevaleció en él una austeridad que se extendía a la nominación de sus obras. En los títulos hizo prevalecer la idea evitando “sugerir al espectador lo que en su trabajo habría de leer.”

De sus frases célebres entresacamos las siguientes: El arte no es literatura, soy un trabajador del arte no un artista, el arte no se enseña, enseñar es la mejor manera de aprender, no pienso en términos de abstracto o concreto porque en la vida lo uno y lo otro se confunde, por eso hago mi obra sin pensar si me va a salir algo abstracto o concreto.

Como dato verdaderamente curioso anoto al paso que sabía dibujar a la perfección, de manera que además hubiera podido ser un gran artista del lienzo, pero por sobre toda otra circunstancia fue un trabajador incansable, tenaz, enérgico, que se mantuvo incólume frente a sus circunstancias y exhibiendo una versatilidad a toda prueba pues hizo dibujo, grabado, aguafuerte, moldeó la piedra andina, el mosaico y el metal (latón y cobre)

I además tuvo la ejemplar templanza y elegante hurañez que lo apartó de los fáciles éxitos ubicándole en las apartadas zonas de los auténticos creadores.

En su aspecto físico parecía un ermitaño por sus luengas barbas que le concedían la apariencia de un abuelito querendon. Los ojos azules, ni alto ni bajo, ni gordo ni flaco, pero con la robustez propia de quien ha trabajado mucho y durante largos años materiales duros. Vestido siempre al desgaire, con zapatos cómodos y pantalones de mezclilla, apreciaba las camisas de colores claros y a cuadros escoceses.

En enero del 2020 se inauguró una Exposición antológica de sus obras en el museo de la U. Central bajo la curaduría de Susana Rocha y la ayuda imprescindible de su hijo el Arquitecto y escritor Juan Andrade Heymann quien aportó con numerosas obras de su padre donde se pudo apreciar el largo camino recorrido y las influencias recibidas del exterior, de otros artistas famosos, como el norteamericano Calder del New York de los años treinta.