ANDRADE MOSCOSO RAUL

ESCRITOR. Nació en Quito el día 4 de Octubre de 1905, en una casa alquilada en la parroquia del Sagrario, y fueron sus padres legítimos el Coronel Carlos Andrade Rodríguez, quien tres meses después fue herido por una bala de fusil en el vientre, cuando en la campaña de 1906 – espada en mano y en el puente del río Chasqui – intentaba detener a los soldados gobiernistas que se pasaban al bando rebelde al grito de “Viva Alfaro”. Llevado a una casuca cercana el Cirujano militar Dr. Salgado le hizo una curación de emergencia que permitió su traslado a Quito, permaneció fuera del ejército hasta 1911 y de María Moscoso González, hija única de la gran poetisa romántica e intimista Mercedes González Tola de Moscoso, quien había sido la Primera Directora de la Biblioteca Nacional, y vivía la viudez en casa de su hija.

Durante sus primeros años recibió todo el afecto de su abuela quien le enseñó mucho de cuanto supo de Historia y Geografía, después pasaría a la escuelita que regentaban las señoritas Toledo en el barrio de La Loma junto al Arco de Santo Domingo. Era un enorme galpón dividido en aulas desde el pie del Arco citado hasta la calle Pereira. Las seis clases estaban arrinconadas. Eran unas viejecitas muy buenas, muy cariñosas. La enseñanza se repartía un poco entre las cuatro operaciones y la noción del pecado, después lo matricularon en la escuela de San Luís Gonzaga donde hizo la primera y única comunión en toda su vida.

Un día su padre le llevó de la mano al despacho presidencial y Alfaro – quien se encontraba en su segundo mandato presidencial y se había amistado nuevamente con su padre – le obsequió una moneda de oro. Vivía en casa de sus abuelos maternos donde una antigua lámpara de petróleo proyectaba su luz circular, en la estancia amoblada según el gusto de comienzos de siglo. Las esquinas con chineros enjutos, de nogal, hospedaban a las graciosas porcelanas y a los juguetes de cristal. En el centro, una mesa redonda cubierta de mantel cuadriculado, agrupaban las figuras graves y severas de los abuelos. La abuela tejía su labor, reclinada en una mecedora de esterilla de manufactura vienesa. El abuelo Moscoso, las gafas levantadas, leía invariablemente un capítulo de la Historia de los Girondinos.

El 5 de marzo de 1912 fue asesinado su tío Julio Andrade por motivos políticos. En 1914 su padre se levantó en armas en la provincia de Imbabura al norte de la República apoyando la revolución de Carlos Concha en Esmeraldas, pero fue traicionado y cayó preso en el panóptico donde permaneció dos años. El niño iba a visitarlo dos veces por semana, por eso diría “Mi infancia y la de mis hermanos conoció el sobresalto, la inquietud, la zozobra. Vi perseguir a mi padre, preso, desterrado. Vi morir una hermana mía golpeada por la meningitis que le causó la irrupción de la soldadesca para llevarse a mi padre preso. Recuerdo a mi madre sentada durante catorce horas consecutivas ante una máquina de coser para que el magro pan no nos faltara.” Entonces estudió en la escuela gratuita municipal Espejo, fue de los alumnos fundadores, brilló por sus excelentes calificaciones y escribió un poema patriótico que se publicó en la revista “El Magisterio ecuatoriano”.

En 1918 ingresó al Mejía, siguió los primeros tres años de secundaria, se relacionó con el grupo estudiantil de La Idea formado por Jorge Carrera y Gonzalo Escudero, auspiciaron un homenaje a Arturo Borja que cayó muy mal, porque el poeta suicida era recordado como morfinómano, de donde salió la conseja que los del Mejía también eran drogadictos. Poco después tuvo que salir cuando uno de sus profesores lo pilló leyendo “Las Flores del Mal” de Baudelaire pues leía de todo (Víctor Hugo, Alejandro Dumas. Etc.) un poco a escondidas de su padre a Stendhal, a Byron, a Daudet, y entre los nacionales a Montalvo y al peruano Manuel González Prada amigo de su tío Roberto Andrade cuando el destierro en Lima. También a Juan de Dios Uribe el panfletista colombiano. La ortografía y la redacción le fueron naturales. Reveses económicos familiares, emanados de persecuciones políticas, le obligaron a trabajar en el comercio como agente de ventas de la Casa Francesa.

Cuando solamente tenía diecisiete años de edad en Octubre de 1922 abandonó su hogar y marchó a Guayaquil atraído por la aventura y quizá por el hecho que su madre tenía parientes en el puerto que habían formado un Comité pro construcción de un Mausoleo para su abuela. Recién llegado a Guayaquil fue testigo del discurso del joven abogado José Vicente Trujillo que enardeció a las masas obreras y motivó su marcha hacia el cuartel donde permanecían algunos presos, originando la matanza de pueblo y obreros del 15 de noviembre con casi un millar de muertos, y empezó a trabajar en una imprenta.

En 1923 ingresó al mayor diario de ese tiempo – “El Telégrafo”- corrigiendo pruebas, inflando telegramas, comentando teatro y escribiendo pequeñas notas bajo el seudónimo de “Carlos Riga” nombre del protagonista de la novela “El mal metafísico” del escritor Manuel Gálvez.

Dibujaba muy bien, hacía poemas y en una ocasión fumó opio a título de prueba y por curiosidad, pero la experiencia fue del todo desconsoladora y jamás volvió a insistir en ella. En 1924 pasó a una sucursal del Banco Comercial y Agrícola con tan mala fortuna que la revolución Juliana lo clausuró a mediados del año siguiente y perdió el empleo y cuando quiso hacerse marino la única nave que tenía el estado ecuatoriano naufragó días antes de embarcarse. El 26 colaboró en las revistas “Semana Gráfica” y “Savia”.

En 1927, tras cuatro años de vivir la bohemia guayaquileña regresó a Quito y fundó “Hélice”, revista quincenal de arte, de la que aparecieron solamente seis números, con la colaboración del pintor Camilo Egas recién llegado de Europa, Alfredo Gangotena, Gonzalo Escudero, Jorge Reyes, Pablo Palacio, Miguel Ángel León, Segundo Guarderas, el pintor Pedro León, el caricaturista Guillermo Latorre, su hermano Carlos Andrade Moscoso a) Kanela, Miguel Ángel Zambrano, Jorge Reyes, etc. allí escribió una columna titulada “Bajo la bóveda craneana.”

Alquilaba un departamento en la parroquia San Marcos, era un joven de mediana estatura y muy delgado, a quien sus amigos apodaban “Capitán Piola” o simplemente “Piola Andrade”. Quiso montar una obra de teatro suya pero no pudo y una tarde hasta dio un espectáculo de fakir, acostándose sobre cuchillos. El lo ha dicho: “Trasnochábamos y bebíamos luciferinos rones hasta el amanecer, mientras se discutía sobre todo lo humano y lo divino, sobre todo lo presente y lo pasado. Por supuesto, allí se incubaba también actitudes vindicativas y feroces, que dieron pie a la aparición de periódicos de combate.”

El 4 de mayo de 1931 la Compañía de Marco Barahona estrenó en el teatro Sucre su tragedia en dos actos titulada “Suburbio”, cuyo libreto apareció en separatas en la revista universitaria “Rieles”, mostrándose por primera ocasión en Quito un teatro anti aristocrático. Pieza descarnada, historia de pobreza sin esperanza, con personajes metidos en un mundo sin salida que es la combinación de sus propias derrotas individuales. Tras ese éxito fundó la revista “Bagatelas” pero solo apareció el primer número, entonces leía a autores españoles sobre todo a Unamuno, Machado, Miró, Ortega y Gasset, Ramón Gómez de la Serna, pues con la caída de la monarquía se comenzó en el Ecuador a estimar lo español y con la venida al país de Abel Romeo Castillo se descubrió el Romancero Gitano de Federico García Lorca.

Por esos días fue contratado por Ricardo Jaramillo, Director del Diario “El Día,” firmaba como Juan de la Luna, pero a los pocos meses una discrepancia lo hizo salir del periódico.

El 34 Alberto Guerrero Martínez fundó el diario liberal “La Mañana” con Francisco Guarderas y Abelardo Moncayo Andrade. Allí – el 24 de Julio – inició la columna “Cocktails” bajo el seudónimo de “Frank Barman”; más, el diario fue inesperadamente clausurado por el primer velasquismo y por esa causa se decidió a fundar la revista semanal “Zumbambico” que dirigió hasta la caída de Velasco ibarra el 20 de agosto de 1935, haciéndole una oposición burlesca, satírica e iracunda. Entonces escribió un “Esquema de Camilo Egas” en cuatro tiempos, entonces preparó con entusiasmo un viaje a España pero el estallido de la Guerra Civil le cerró los horizontes de esa aventura y luego la II Guerra Mundial le impidió conocer Europa como eran sus deseos de siempre pues era un personaje intelectualizado.

En 1937 editó en los Talleres Gráficos de Educación su obra “Coktails con crónicas escritas el 34 y el 35 en “La Mañana” y en “Zumbambico” que no podían ser calificadas propiamente como ensayos pues solo son cortas, sutiles y precisas expresiones de su caudaloso pensamiento intenso, lleno de poesía, de crítica, de filosofía, de voraz uso del adjetivo, de biografías y de moroso cultivo de la nostalgia. De allí en adelante se dispersó su producción en periódicos y revistas, fue directo al gran público lector porque su temperamento nervioso le limitó siempre al artículo corto y solo por excepción al micro ensayo más ambicioso.

Estos años fueron asendereados, integró la famosa banca Tigre de la plaza de la Independencia en su fase final, según lo ha referido Fernando Jurado Noboa, quien recogió el testimonio de los últimos Chullas que aún quedaban en Quito por los años 70 al 80.

El 39 entregó a la prensa su ensayo lírico – crítico “Retablo de una Generación Decapitada,” que causó sensación en los medios artísticos y culturales del país, estudiando a los poetas ecuatorianos de los años 1.910 al 20. José Antonio Falconí Villagómez, sintiéndose aludido, respondió por periódico “Ud. es el único decapitado.” De 1939 son dos ensayos más: “García Lorca, alegoría de una España yacente” y “Charlot, parábola y hazaña de la desventura” que leyó en el teatro Sucre.

El gran escritor y político republicano español Fernando de los Ríos, que había llegado en gira a Quito se emocionó y le escribió porque su interpretación de España acusaba una agudeza enorme: Esas conferencias han sido para mí una revelación y un gozo, revelación de un escritor de gran aliento poético, admirable poder intuitivo y formidable maestría de la lengua… para finalizar diciendo: ese grupo doliente y fino, de escritores como Andrade, desamparado y anhelante, acendradamente conmovido por el drama que le circunda y devorandose o mejor consumiendose, en un ambiente de indiferencia. (se refería al Quito de entonces)

Desde 1940 colaboró en el diario “El Día” nuevamente. En 1943 aparecieron en los Talleres Gráficos del Ministerio de Educación sus “Gobelinos de Niebla” conteniendo sus tres ensayos “ y fue tal el impacto que ocasionaron en la crítica seria que Nicolás Delgado le llevó de secretario de la Escuela de Bellas Artes para hacer un inventario de la riqueza artística del país y comenzar la remodelación del Museo Colonial.

Jorge Reyes en sus “Apuntes” anotaba certeramente que dentro de Raúl Andrade existía una vena poética inacabable, surtidora del lirismo que se notaba en todos sus artículos, llenos de elementos poéticos y simbolistas de extraña belleza. Quizá por eso Gonzalo Zaldumbide logró a principios del 44 que le nombraran Cónsul del Ecuador en Seatle, pero no llegó a viajar por la caída del régimen.

Entre 1943 y el 44 mantuvo en “El Telégrafo” de Guayaquil su columna casi diaria “Viñetas del mentidero” es decir, de la Plaza Grande de Quito, con lúgubres descripciones de los políticos y estampas pintorescas de la capital y los quiteños, alertando de los peligros de un segundo velasquismo y orientando al Partido Liberal para alcanzar el poder en las próximas elecciones pero al mismo tiempo criticando “entristecido y fatigado sin el mismo entusiasmo de los años treinta pero con la indignación aún más grande, más depurada, más constante..”.

Producida la revolución popular del 28 de mayo del 44 y habiendo ascendido Velasco Ibarra al poder – mal visto por el régimen velasquista – casi como un exilado en voluntario extrañamiento, viajó a México a finales del 44 y permaneció el 45 conociendo ese bello país, con esporádicas colaboraciones, algunas conferencias y escribiendo en “Letras” de México D. F. para sobrevivir, pero le fue difícil ser escritor de planta por la cantidad de emigrados que ingresaban. Enseguida recorrió Cuba y Centroamérica, de regreso por Cartagena de Indias se quedó tres años en la redacción del diario “El Tiempo” de Bogotá con la columna “El Espejo y la clepsidra” y por eso el 47 pasó duros momentos durante el llamado bogotazo. En Colombia se decidió su destino como periodista. El 48 escribió “Teoría del destierro”, “Perfil de la Quimera” y “Viaje alrededor de la muerte” que leyó a su regreso a Quito en la Casa de la Cultura, esta fue su mejor época, aunque seguía viviendo estrechamente y solo de su producción literaria.

En 1949 volvió al Ecuador con el ánimo de hacer oposición al gobierno de Galo Plaza a quien consideraba su enemigo político por razones estrictamente de familia y éste, para sacárselo de encima, a través del sub secretario de Relaciones Exteriores, Carlos Tobar Zaldumbide, lo nombró Adjunto Cultural en Madrid. Andrade aceptó solo por cumplir uno de sus más caros anhelos, conocer Europa y todo ello a pesar de la sanguinaria dictadura del Generalísimo Franco.

En España enroló con los primeros literatos, bien es verdad que ya era conocido por sus ensayos hispanófilos. El Ilustre Azorín era su admirador y dijo: Quien domina el idioma como Andrade honra al Ecuador y enaltece a España, pero como nunca faltan fanáticos, unos franquistas le invitaron a desdecirse de varias opiniones vertidas en su ensayo sobre García Lorca o a salir del territorio y optó por lo segundo, viajando por el norte del África con una frustración inmensa pues era un gran admirador de España.

Exasperada la opinión pública ecuatoriana se logró que el gobierno lo pasara con iguales funciones a Paris y allí se estuvo hasta 1.951 que volvió a Quito contando cuarenta y seis años de vida.

Entonces escribió su ensayo sobre “Rosalía de Castro sirena de la nostalgia” que leyó en el Club Femenino de Cultura de Quito, contrajo matrimonio con Mireya Gándara Enríquez, quien estaba viuda de Pablo Guarderas Chiriboga y era madre de una niña llamada Margarita Guarderas que con el paso de los años llegará a ser una gran poetisa, viajaron a Chile en luna de miel.

El 52 volvió a “El Comercio” que le tuvo con la columna Claraboya por más de treinta años, tratando solamente asuntos literarios, pues al iniciar su tercera presidencia el Dr. José María Velasco Ibarra, el Director del diario le había sugerido que “moderara su ironía irreverente, traviesa y acerada” para no desestabilizar el carácter de su Excelencia, muy proclive a caer en exabruptos.

El escritor se vio abocado a dejar enteramente los asuntos políticos y llevando al extremo esa súbita decisión comenzó a escribir relatos poéticos, especies de poemas en prosa que intencionalmente se referían a escenarios geográficos foráneos, , sus recuerdos familiares, sus creencias filosóficas, incidentes relatados en las gacetillas de la prensa, capítulos de historia, estampas literarias, evocaciones de la vida cotidiana, etc. Sus temas políticos acabaron en forma tan insólitas y terminó el escritor de agilidad y dureza en el manejo del idioma que no daba tregua a sus adversarios, para dar paso al poeta en prosa en hermosísimos artículos en los que se mantuvo hasta su muerte con largas interrupciones por sus viajes y estadías en el servicio exterior ecuatoriano, que singularizaron su última etapa como escritor. Por eso había dicho: historia, cívica y moral las aprendí directamente de mis antepasados. Literatura y gramática leyendo y escribiendo. En cuanto a la geografía la aprendí navegando y caminando.

Su columna en El Comercio gozó de tanta popularidad que era recortada y coleccionada, aparecía con los dibujos de Francisco Reyes Henz y “sus selecciones” originaron libros que se acababan casi al momento mismo de salir a la venta. Ese año publicó “El Perfil de la Quimera”, que ha conocido cinco ediciones, conteniendo siete ensayos clásicos en nuestra literatura nacional (García Lorca o Alegoría de una España Yacente, Retablo de una generación decapitada, Charlot parábola y hazaña de la desventura, Teoría del destierro, El Perfil de la Quimera, Viaje alrededor de la muerte y Rosalía de Castro sirena de la nostalgia) asentando su fama del mejor estilista en el Ecuador.

El 53 fue alabado por el presidente Velasco Ibarra, quien quiso atraérselo con varios ofrecimientos de dignidades y empleos que Andrade rechazó. El 54 editó en Quito “La Internacional negra en Colombia y otros ensayos” en torno a las figuras políticas de Laureano Gómez y Jorge Eliécer Gaitán.

Entre el 55 y el 57 fue redactor político de “El Telégrafo” de Guayaquil desde su columna “Escaparate” intensamente doctrinaria, manteniendo en “El Comercio” su crónica literaria semanal de los días lunes, atacando el 56 la candidatura de Huerta – Plaza del Frente Democrático Nacional. El 57 su amigo el canciller Carlos Tobar Zaldumbide le designó Cónsul en Santiago de Chile, después lo sería en Burdeos – visitó Oran, Argel – finalmente nos representó en Trieste.

En 1961 envió una larga comunicación a su amigo el también escritor liberal Eugenio de Janón Alcívar, reivindicando a su tío Roberto Andrade. Entre marzo y Abril del 62 escribió en ese puerto la biografía de su tío el General Julio Andrade, publicada ese año bajo el título de “Crónica de una vida heroica” en 78 págs por conmemorarse el centenario de su nacimiento, de la que existen dos ediciones más, pero este trabajo no tuvo la consistencia documental necesaria pues se encontraba lejos de los archivos patrios.

Dandose en pequeños respiros visitó Florencia, Venecia, Roma. Es el verdadero viajero de papel y “desde Europa comencé a escribir para periódicos hispanoamericanos y a poco con una agencia de noticias que distribuía artículos para Excelsior de México, El Universal de Caracas, La Nación de Santiago.”

Después fue movilizado al consulado General en Génova y conoció toda Italia. El 64 la Junta Militar de Gobierno lo elevó a Encargado de Negocios en Bruselas y en Marzo del 67 el gobierno del presidente Otto Arosemena Gómez lo cambió a Lisboa, pero en Julio, cuatro meses después, fue cesó en sus funciones por decreto ejecutivo, a causa de límite de edad según se dijo en fórmula mentirosa y eufemística, aunque sólo tenía sesenta y dos años y cuando estaba en su mejor momento y era considerado el más importante escritor nacional.

Como antecedente a este oscuro chanchullo cabe indicar que en París se había enemistado con Jorge Carrera Andrade quien ocupaba la Cancillería ese año 67 en tiempos del presidente Arosemena Gómez. Ambos escritores habían sido compañeros de estudio, después amigos inseparables y finalmente trabajaban juntos en la capital francesa pero una mañana Carrera entregó a Andrade un ejemplar de su último poemario, este lo tomó descuidadamente porque estaba en esos momentos previos, de concentración, para iniciar un artículo y lo arrojó sin querer a un tacho de basura, pero quien maquinó y llevó a cabo su salida del servicio exterior fue Julio Prado Vallejo, sagaz personaje, muy influyente en el régimen pero rencoroso al máximo, quien aprovechó la falta de cultura literaria del presidente de la República y hasta cierto punto la mala voluntad del Canciller Carrera Andrade, para satisfacer pequeñas envidias propias de su perversidad intelectual.

De nuevo en el Ecuador tras una ausencia de casi diez años ingresó al cuerpo de redactores del grupo “American Litery Agency ALA” de New York y sus artículos fueron distribuidos a treinta periódicos de España y Latinoamérica que ávidamente reclamaban su columna” quizá, por eso, en su afán de agradar al público común con lecturas rápidas pero hermosas, no tentó el ensayo largo y decidor al que estaba llamado como ningún otro escritor ecuatoriano del momento en razón de su talento y estilo y por sus años de viajes y experiencias.

En 1970 el presidente Velasco Ibarra le ofreció la Embajada en Moscú, designación que fue criminalmente vetada por la Junta Consultiva de RR.EE. pues se impidió el ascenso del mayor escritor ecuatoriano.

Ese año fue entrevistado por Hernán Rodríguez Castelo. Vivía en una hermosa casa propia de paredes enjalbegadas y recovecos amables con un bosque de eucaliptos jóvenes al frente y empinadas faldas del Pichincha por atrás. Escribía tres o cuatro veces a la semana para El Comercio. Le recibió con la amable gravedad que le caracterizaba.

Desde 1971 salió de “El Comercio” donde no le supieron agradecer su entrega de tantos años ni guardar las espaldas, trabajó para el diario “Hoy” de Quito y colaboró mensualmente en la revista Vistazo. Para entonces se había vuelto un escéptico desencantado, dedicado únicamente a sus lecturas, su hogar, su esposa y su hijo, a quienes amaba entrañablemente.

Por las mañanas revisaba los periódicos y cuando se topaba con algún párrafo de interés excepcional lo volvía a leer para captar bien su sentido. Luego se sentaba a concebir las ideas y a fijar el plan a desarrollar, mientras tanto tomaba una taza de café negro, se fumaba dos cigarrillos y meditando mucho de un ángulo y de otro comenzaba a escribir de corrido. Elaboraba detenidamente las frases antes de teclearlas para evitarse el esfuerzo de las correcciones. No demoraba ni siquiera una hora, luego iba al periódico, lo pasaba en limpio, redondeando y terminando.

Poseía una excelente memoria que jamás le traicionaba, por eso se ahorraba el trabajo de consultar o comprobar hechos, confrontar fechas o establecer la exactitud de una cita y nunca organizó un archivo personal pues todo lo tenía grabado en su memoria.

Dominaba el oficio de escritor pero como sabía que su obra era copiosa aunque desperdigada y que siempre la había realizado a salto de mata, en forma desorganizada, a impulsos de emociones, lecturas, simpatías, esperanzas y frustraciones, como expresión de sentimientos a veces antagónicos, ya no soñaba perennizarse con ella, pues hasta se creía opaco, errante e ignorado.

El 28 de enero de 1972 el presidente Velasco Ibarra tuvo la gentileza de otorgarle la Orden Nacional al Mérito olvidando pasados desencuentros. En tal ocasión el Presidente le dijo: Vos, señor, manejáis la pluma que descubre símbolos de belleza, o combatís sin tregua por los valores que espiritualizan y dan sentido a la vida. Vuestra frase vibrante, con imágenes de profunda sugerencia, encarna un pensamiento original que rompe lo vulgar, que destruye lo artificioso, que descubre horizontes. Me habéis combatido, vuestra conciencia os lo exigía. Vuestro combate no es pues el de la genialidad vacía, expresión inhábil de odio y de amargura. Habéis sido leal con vos mismo cumpliendo un deber supremo y noble. Seguid combatiendo sin tregua todo aquello que en vuestro concepto no armonice con lo bello, lo verdadero y lo justo. Andrade contestó: Arrimado al árbol seco de mi generación para recibir en pleno pecho la centella de una decoración, ni merecida ni buscada, con que el ilustre intelectual, cinco veces presidente del país por su solo poder de convicción, ha querido honrar una tarea de escritor sin otro mérito que el de su continuidad. Para quien no ha alentado ambiciones fuera de su órbita natural, la imposición de tan inesperado honor, posee un carácter de inexorabilidad ante el cual se rinde el ánimo con cierta inexplicable melancolía.”

El 74 durante una entrevista se burló del periodista Diego Oquendo y por supuesto también del país usando su fina ironía: ¿Es Ud. amigo del hombre? El hombre es el lobo del hombre. ¿Escribir es un pasatiempo? Es una fórmula de vómito prieto sin alharaca ni escándalo. ¿Debe ser complicado dibujar el perfil de la Quimera? Simplísimo, es la Quimera trazada de perfil. ¿Los recuerdos son Gobelinos de Niebla? Son cadáveres de ahogados que reflotan. ¿La vida y la muerte equivalen a cocktails? Según la aleación de venenos de que estén compuestos.

De allí en adelante, admirado por todos, reputado la más alta figura de la prensa y el estilista mejor del país, transcurrieron sus últimos años. La Academia Ecuatoriana de la Lengua le designó su Miembro de Número y Hernán Rodríguez Castelo le solicitó que presente su discurso de ingreso sobre su ilustre abuela materna la poetisa y escritora Mercedes González de Moscoso pero las premuras del periodismo se lo impidieron aunque en verdad, nunca fue un crítico literario en el exacto sentido del término.

El 80 sacó algunos ensayos literarios suyos en “Crónicas de otros lunes en la editorial Letra Viva.” El 81 se llevó a escena por segunda ocasión “Suburbio”, el 83 apareció “Barcos de papel en la editorial El Conejo” y enfermó de un cáncer. Entonces obtuvo el Premio Nacional de Cultura Eugenio Espejo que no pudo recibir en persona dada la gravedad de su estado y por ello se hizo representar de su hijo; falleció dos días después el 10 de Septiembre en una madrugada de hospital dejando inéditos varios volúmenes de crónicas escogidas bajo los títulos de “Esquinas de París”, “Divagación española y otras andanzas”, “La vuelta al mundo en cincuenta crónicas” y sus cuentos “El Barco en la botella” así como miles y miles de artículos sueltos que también merecen ser coleccionados.

“Yo quise escribir sobre él apenas me enteré de su muerte pero las urgencias cotidianas me lo impidieron. Asistí con atraso al funeral de amigo tan querido, al que sin embargo ni traté ni conocí personalmente. Lástima grande que mi amistad solo fuera literaria, algo así como en seguimiento de su alta ruta espiritual y estética. Hubiera sido tan hermoso escuchar su gustoso estilo, diáfanas metáforas, sutiles expresiones de croniqueur de agudo talento, de fino conversador que sabía relatar situaciones en elegante forma de denuncia y de protesta”. Ahora solo nos quedan sus artículos y sus libros y el impoluto ejemplo de una vida intachable, indoblegable, insobornable, ejemplar.

La Casa de la Cultura publicó en 1991 “Raúl Andrade. Crónica de un cronista”, especie de testimonio de su vida y de su pluma, escrita por su sobrino Abelardo Moncayo Andrade en 129 págs. y el 93 salieron sus “Viñetas del mentidero.”

Prototipo del chulla quiteño de joven, estilista serio y de vocación, con obra pulcra y elegante que le situó entre los grandes escritores ecuatorianos de todos los tiempos, caracterizado de una amable gravedad, pasó por la vida haciendo del oficio de escritor su única y verdadera profesión.

Enrique Ayala Mora ha dicho de Andrade que dedicó su vida a defender el laicismo y el radicalismo democrático con una firmeza que no hizo escuela. Que fue anticlerical de una sola pieza, primario y ternejo. Que luchó contra la izquierda y el socialismo porque amenazaban su individualidad, su derecho a decir lo que le daba la gana, cuando le daba la gana y despreció el populismo aún a riesgo de divorciarse del pueblo.

Raúl Andrade Moscoso es una de las más altas cifras de la historia ecuatoriana del siglo XX no solamente por su maravilloso estilo literario, ni por su brillantísima carrera como periodista, sino también por su permanente e indeclinable lucha en defensa de la moral cívica y de las s libertades políticas ecuatorianas.