DIRIGENTE CAMPESINA. Nadó en la hacienda Pisambillo propiedad de la Asistencia Pública de Cayambe, cercana a esa población de la Provincia del Imbabura en 1909. Su padre Vicente Amaguaña era huasipunguero y trabajador en la hacienda Pesillo. Su madre Mercedes Alba era huasicama – empleada doméstica sin sueldo y por obligación – en la casa de los patronos. Sus padres habían sido ovejeros por once años, cuidando cerca de mil setecientas ovejas, pero no les pagaban nada. Su tía Pascuala Amaguaña fue sentenciada a muerte por el dueño de la hacienda por haber dejado morir un ternero. “Se ordenó que arrastrara el ternero hacia un árbol y que ajustaran una huasca en la cintura del animal, lo halaran por encima de una rama a considerable altura y del otro extremo amarraron el cuello de Pascuala y dejandolo caer así murió ella.
Nació Tránsito en los tiempos en que los huasipungueros recibían como paga un quintal de papas al año y eran considerados poco menos que animales. Tuvo numerosos hermanos “Eloísa la mayor, después Venancio y José. Mi hermana Cruz estaba antes que yo y después la Angelita. Bastantes hijos tengo decía mamita. Desde chiquita me ha hecho bailar mamita para San Juan. Mishi niabe longa, longa ojos de gato en idiomas de blancos decía y me hacía cantar.” De siete años trabajó sus primeros años como servicia, es decir como doméstica, barriendo cuartos, lavando platos, recogiendo y cargando leña y llevando almuerzos a los mayordomos de la hacienda. De nueve años la llevaron a la escuela y aprendió apenas a leer y a escribir. Mamita andadora era. Yo guambrita. Ella y yo fuimos a la iglesia de las Lajas en Colombia como caminantes. No había carretera en ese tiempo ni tren para allá.” A los trece años la casaron con un runa de veinticinco llamado José Manuel Alba, porque los arrendadores de la hacienda y sus ayudantes violando a las indias jóvenes andaban. “Yo llorando estaba. En el matrimonio mismo marido pegó. Allí defendió mi hermano y mi papá. El les respondió pegando, semejante jodido que era ca. Pegada a la choza de mamita vivía” Después fue guaguacama, “miltrescientos borregos cuidaba, no pagaban nada. Yo era una lástima.”
A los quince fue madre y de diecisiete años asistía sin permiso de su esposo a las reuniones de la organización comunal creada por el recién fundado Partido Socialista. El la maltrataba y le preguntaba ¿Porqué vas a las huelgas? ¿Porqué vas a las Asambleas? Desde entonces vivió pegada a la casa de “mamita” en la parroquia Olmedo. Con su ejemplo y liderazgo, ella le alimentaba su espiritualidad y sentido de justicia social, por eso la acompañaba en las marchas que hacían a Quito a pie, a veces descalza y en otras con alpargatas.
A principios de 1926, ante los reclamos que hacía su madre el dueño de la hacienda botó a la familia Amaguaña Alba de donde vivían, por hacerle tantos reclamos. Mercedes Alba al revés de su marido Venancio Amaguaña, que siempre fue un indio sumiso, resultó con cierta personalidad y por eso viajó a pie hacia Cayambe primero y luego a Quito e interpuso sus reclamos.
En noviembre se produjo la demanda de los indígenas de la parroquia Juan Montalvo contra el hijo único de García Moreno, llamado Gabriel García del Alcázar, dueño de la hacienda Changalá heredada de sus mayores, por haberse apropiado de unas tierras aledañas que según los comuneros ancestralmente les pertenecían. Eran potreros ubicados en los páramos cercanos a los que García del Alcázar entregaba en alquiler. Este acudió a la Junta de Gobierno pidiendo protección y obtuvo dos batallones con setenta soldados para sofocar el movimiento social que lideraba Jesús Gualavisí, quien había ocupado esas tierras en disputa. I tras la sangrienta represión Gualavisí se dedicó a organizar Sindicatos en los contornos. Así surgieron los primeros sindicatos de la zona llamados Pan y Tierra en Chimba, Tierra Libre en Muyurco y El Inca en Pesillo, con la asesoría del Dr. Ricardo Paredes, que era socialista.
A fines de 1930 los indígenas de la hacienda Pesillo presentaron un pliego de peticiones. Como la Junta de Asistencia Pública no les hizo caso, en enero del 31 se produjo el levantamiento indígena. Tránsito luchó junto a los líderes Juan Albamucho, Florencio Cacuamba, Segundo Lechón, Víctor Carfan, Ignacio María Alba y Mercedes Cachipuenga, pero el movimiento fue aplastado por el ejército, las chozas volteadas e incendiadas, hubo muertos y heridos. “Los principales dirigentes viajaron a hacer asamblea en Quito y como no había reforma agraria nos exigieron formar comisiones”. Allí conoció y trató a líderes valiosos como Dolores Cacuango. “Ella era de San Pablo Urco, a ella le votaron la casa también. Sonreidita era, y a Angelita Andrango, quien después se dedicó a organizar las primeras escuelas bilingües en quichua y español, para guaguas janchis”.
Se pedía aumento de salario, jornada laboral de ocho horas y seis días de trabajo, supresión de los diezmos y devolución de los huasipungos destruidos por los dueños de la hacienda. Eran tiempos difíciles, los dirigentes tuvieron que realizar numerosos viajes a Quito, largas jornadas que se iniciaban a las cuatro de la mañana y terminaban dos días después, “iban todos a pie, cargando los zapatos al hombro. Cada indio llevaba su rondador, su guitarra, su flauta y su rondín, así vencíamos al cansancio y a la tristeza”.
Las reuniones eran interminables. La Casa del Obrero fue el punto histórico de encuentro de los campesinos que llegaban de varios lugares del país. También hubo persecuciones con motivo del programado Congreso Campesino que debía fundar la Confederación de obreros agrarios y campesinos del Ecuador. El evento iba a realizarse en Cayambe en marzo de ese año y no se pudo llevar a efecto por la acción del gobierno y del ejército. Tránsito fue tomada presa. Sus pequeños hijos quedaron al cuidado de su madre. Por las haciendas fue llevada y encerrada en el Panóptico. Estando allí falleció su padre, pero ella no lloró “para que no digan india cobarde porque esta presa llora”. El resto de la década de los años treinta los gastó en otras luchas. Es que son los ricos los que atacan la ley, los ricos atacan a los indios, solía decir con amargura y tristeza años después, recordando que de su abuela Magdalena heredó la terquedad.
En 1932 falleció su hermana Eloísa Amaguaña de parto – estaba unida a Miguel Alba hermano del esposo de Tránsito – al dar a luz una niña. Tránsito fue a recogerla, llamó Rosa y la crió como hija propia. Ya era madre de Daniel, Mesías, José Luís y N. N. Alba Amaguaña que fallecieron en la infancia por causas desconocidas.
El 34, por su activa militancia sindical, Tránsito empezó a tener serios problemas con su pareja porque éste era celoso, al punto que no solo le pegaba, sino que llegó a desconocer a sus dos últimos hijos, a los que hacía hijos de runas. Finalmente, cansada de recibir golpes decidió defenderse. “¿Sois marido o no sois marido? ¿Soy tu mujer o no soy tu mujer? ¡Me matas o te mato Carajo¡ Me pegó, alce la mano y le di un chirlazo en la cara. Dos días de pelea fueron. Si mueres, mueres en mis manos. Si me matas, en tus manos he de morir, le dije yo. Nos golpeamos dos días, solo descansando para tomar aguita, hinchados los ojos tenía, moretones en el cuerpo tenía. El me pellizcaba, yo le pellizcaba, revolcandonos por el suelo. Vino toda la gente de la vecindad. La está matando a mama Tránsito, diciendo. Lo agarraron. Lo metieron con llave en un cuarto. Al otro día largó. Se fue acarreando limpio, botando se fue. Misericordia. Se fue con la guanguda (amante) Joven era todavía, veinticinco años tenía cuando marido se fue.” Treinta años más tarde, regresando de Ambugón, falleció su esposo en un sitio cercano a Otavalo, dejando dos hijos en la guanguda.
Entre el 37 y el 38 se aprobaron durante la dictadura del General Alberto Enríquez Gallo la Ley de Comunas y el Código del Trabajo. La primera reconoció el derecho inmemorial de las Comunas sobre las tierras que venían ocupando y la segunda concedió derechos a los trabajadores del país. Aumentaron los Sindicatos y el Partido Comunista fundado en 1931 por el Dr. Ricardo Paredes cimentaba una conciencia de clase entre los obreros y los trabajadores agrícolas y reafirmaba el sentido de la lucha. Tránsito se afilió al Partido por “hambre y por maltrato. Tenía su choza en el sitio La Chimba a tres mil metros de altura pero casi siempre viajaba para asistir a las reuniones en la Casa del Obrero en calidad de interlocutora entre el Partido y la masa indígena y para cultivar pequeñas parcelas en los alrededores, con el tiempo se trasladó con su familia a Cerro Blanco, más arriba aún, sitio muy frío que debe su nombre a las ventiscas que caen sobre sus desolados pajonales, trabajando en un llano localizado cerca, propiedad de la hacienda, llamado el Cuentadero, porque allí se contaban los animales para el herraje.
Entonces formó pareja con Manuel Túquerres, que había estudiado en el Normal, era guitarrero y bebedor. Durante esos años sus hijos eran aparceros en Cayambe y su sobrina Rosa crecía en el hogar de su tía abuela Angélica Chulca en Turucucho. Los abuelos vivían en Olmedo, eran pobres, no tenían terreno propio. En eso Túquerres la abandonó para casarse con una blanca en Ayora.
Tránsito siempre estuvo pendiente de las gestiones frente a la Junta de Asistencia Pública con Neftalí Ulcuango, Ignacio y Lino Alba, Miguel Albamocho, Miguel Lechón y tras la expedición de la Ley de Comunas empezó a organizar a los respectivos Cabildos, pero surgió el problema de la inscripción en los catastros municipales y el correspondiente pago de los impuestos prediales. En 1941 asistió en Cayambe a la llegada del Presidente de la Confederación de Trabajadores de América Latina CTAL. Vicente Lombardo Toledano, a quienes todos aplaudían por consigna del Partido, pero sin saber por qué. Claro que Lombardo Toledano se lo merecía, pero era difícil en esos tiempos que los indígenas estuvieran al tanto de los detalles de las vidas y las luchas de las personalidades internacionales, a las que avizoraban lejanas, muy lejanas, casi míticas.
Tras la revolución del 28 de mayo de 1944 las cosas empezaron a cambiar, pero muy lentamente. El miércoles 5 de Julio del 45 asistió a la gran concentración de masas obrero campesinas que se reunió en la Plaza Arenas de Quito. El Ing. Alfonso Calderón Moreno, Ministro de Previsión Social, inauguró el evento político anunciando el inicio de la tarea de la reconstrucción nacional. Después concurrió a la sesión inaugural de la Confederación de Trabajadores del Ecuador FTE en el teatro Sucre, donde se eligió presidente a Pedro Saad y vicepresidente a Juan Isaac Lobato. En agosto se fundó la Federación de Indígenas FEI cuyos estatutos fueron aprobados por el ejecutivo. Dolores Cacuango tomó la palabra en la sesión inaugural. “Que la Ley sea justicia para blancos, para ricos, para pobres. Que no pongan a un lado al indio, que sea igualito el trabajo para todos, que tengamos amistad, que trabajemos cariñosamente para vivir así. Comunista es de la comunidad, no revolución. Nunca los indios pensamos en revolución.
Yo les digo francamente: entre runas, blancos y mestizos hay que trabajar. ¿Porque vamos a pelear? Indios arando la tierra, indios cuidando animales. Ustedes señores blancos, ustedes cojan libro, cojan, lápiz, cojan tinta. Los indios trabajadores no cogen porque no son leídos. Granos que trabajen los indios han de comer ustedes. Así hemos de hacer: la mitad para patrones, la mitad para naturales. Los indios, tierra, arado y yunta. Los señores blancos, tinta, lápiz y papel. ¿Digan que no es así? “Yo dije en quichua y castellano el mismo pensamiento. Golpeaban las manos en Quito – aplausos – y no me dejaban seguir. Afuera estaban muchos taiticos y muchas mamiticas. Multitud de gente. Eran impulsantes. Estuvimos hombres y mujeres entre doce, sábado, domingo y lunes terminó. Salimos a la una de la mañana, acabando la sesión.”
En 1946, con Luisa Gómez de la Torre Paz y Dolores Cacuango, se dedicó a formar las primeras escuelas indígenas bilingües pues se enseñaba en castellano a los indígenas y esto no era lo más apropiado pues los niños campesinos no dominaban el uso de ese idioma. El presidente Velasco Ibarra reconoció a la FEI como organismo legal.
En 1954 colaboró en la creación de la Federación de Trabajadores Agrícolas del Litoral FETAL. El 62 viajó a Cuba y a la Unión Soviética representando a las comunidades indígenas del Ecuador. En Rusia declaró “me afilié al partido comunista por pobreza, por maltrato. Comunista he de morir”, le obsequiaron un pequeño tractor, pero no lo pudo traer por falta de dinero para el transporte. I su rusticidad le impedía la, realización de la tramitología respectiva. A su regreso en Julio del 63 la intonsa dictadura de la Junta Militar de Gobierno la persiguió y permaneció encarcelada bajo la ridícula acusación de haber introducido un cargamento de armas en el país, mentira cerdosa que ni los mismos militares se la creyeron y luego andaban riendo cuando la leían en los periódicos, pues el caso resultó muy comentado. Fue llevada a la prisión amarrada de pies y manos, tapada la boca y separada del resto de presos pasó los primeros días. Mientras tanto los policías le habían quemado su choza, su cajita con fotos, papeles y cédula y en el penal tuvo que regalar su único collar de mullo para que le dieran de comer.
Eran los tiempos en que la Central de Inteligencia americana CIA de los Estados Unidos y las cúpulas militares de Latinoamérica veían enemigos por doquier, sobre todo entre los dirigentes obreros, estudiantiles y campesinos por aquello de la II reforma universitaria, que preconizaba la unidad de estos grupos en la lucha social por conseguir una Patria mejor, más humana, menos injusta y cualquier ciudadano era acusado del feo delito de ser izquierdista y peor si era comunista.
A fines del 63 tras cuatro meses y cuatro días de inicua reclusión, fue llevada al Ministerio de Gobierno y la obligaron a firmar un ridículo acuerdo de no trabajar para las organizaciones de indígenas y solo así pudo recuperar la libertad, pero no cumplió porque tras la Reforma Agraria de 1964, dictaminada por el Punto IV y Galo Plaza en el Ecuador, se encargó de los trámites legales de la parcelación de las diez haciendas ubicadas al nororiente de Cayambe, que fueron repartidas entre los trabajadores indígenas. Con ellas se formaron varias coperativas pero Tránsito no se puso en ninguna; sin embargo, su figura fue ampliamente conocida, no solo por su dirigencia pasada sino también por su trabajo en pro de una Patria más justa para todos los ecuatorianos, sin distingos de clase, raza o religión. Su labor callada pero efectiva le dio renombre y figuró en toda acción campesina sin cambiar su género de vida porque siguió siendo la misma mujer pobre y solitaria de siempre, encerrada en su acostumbrado silencio nativo, aunque cuando estaba con los suyos hablaba y reía, siendo famosa por su vitalidad y sentido del humor.
En 1978 la fue a entrevistar Mercedes Prieto y en 1986 José Yánez del Pozo aumentó el acerbo de datos biográficos que se tiene de su presencia histórica en las luchas del campesinado de la zona norte del Ecuador que permite una interpretación de algunos aspectos del comportamiento social y político que imperó en el siglo XX en nuestra Patria, de manera que cuando Cecilia Miño Grijalva decidió escribir un libro sobre ella, para rescatar enteramente su actuación, el camino estaba iniciado. La obra fue publicada el 2006 con fotografías proporcionadas por Raquel Rodas Morales y constituyó un éxito de librería.
Como dato anecdótico sobre su rusticidad y al mismo tiempo su sentido práctico de la vida aún se cuenta que durante un acto del Partido Comunista en Quito, alguien le entregó un ramo de rosas, a lo cual Tránsito protestó diciendo: ¿Yo para qué quiero esta maceta? ¿De qué me sirve en mi pajón (pajonal)?
En 1982 recibió en Cayambe una Placa por su labor en pro de las comunidades indígenas y al tomar la palabra dijo: que caminó hasta Quito nueve veces para protestar y que la fuerza y el valor para ello lo había aprendido de Dolores Cacuango.
En marzo de 1987 vivía en la comunidad Yanahurco cuando ocurrió un sismo de gran intensidad que provocó el derrumbe de la totalidad de las casas de barro. La entrevistaron para la prensa capitalina y fue noticia por poco tiempo. “Los trastecitos quebrados, toda cosa es ahura desperdicio. Los cuycitos acabados, aplastados con las casas Esa noche rodando salimos con mi hijo nieto en la oscuridad. Lloviendo estaba. Una cusa de veinte personas siban idu ya, para el lado de Ibarra, por el deshoja del maíz.”
Siete años más tarde, el 94, la fue a entrevistar un grupo de estudiantes de psicología de la Universidad Central pues se había perdido su pista y nadie daba razón de ella. Algunos hasta llegaron a pensar que ya habría muerto dado lo avanzado de su edad; sin embargo, dieron con ella, la encontraron sola porque sus dos hijos Daniel (que murió en la Amazonía) y Mesías eran fallecidos y cuando oía a algún visitante que se acercaba, salía su perro y ella se ponía sus zapatos de caucho viejos y rotos. “Carajo ¿Viene por escuchar, viene por murmurar a una pobre india, a una pobre vieja? ¿Viene de parte del gobierno? Pero, aunque sea vieja, aunque sea india, india llorando de hambre, aquí estoy… Miraba frontalmente y golpeaba con entereza el piso con su bastón de madera. ¡Ah! es amiga, entonces, acérquese mamita, venga, venga, siéntese. Aunque sea un pan me ha de haber traído. tras recibir la golosina con la que usualmente se inicia una visita campesina, exclama: Bueno ha de estar y por eso me ha de haber traído y juntando las manos decía: Gracias taitico del cielo, gracias mamita del cielo, yo sabía que no me iban a dejar morir de hambre. Solita soy y asisita nomás soy. Mi nuerita, Dios le pay, me da cocinando. Ella es mamá, ella es hermana, ella es hija, es propia sangre. Ella trabaja como hombre, ella cansa como hombre, ella sufre, si ella muere, como matita de lechuga ahorcada en huasca he de morir y se quejaba de su rodilla izquierda que estaba deforme. ¿Una pomadita? Qué pomadita, mañana he de buscar un manojo de ortiga negra para limpiarme y quedarme templada. La rodilla quedó así por una pedrada que me lanzaron al entrar al panóptico, cuatro meses y tres semanas estuve ahí ca, después me largaron…¿Escribir la historia de mi vida? De joven no me quería nadie diciendo que soy socialista. Me odiaban por india, comunista, ladrona. De nadie he robado yo. Yo ca solita soy. Mis hijos casados se murieron. De repente me entran sentimientos. I ahora quieren mi historia. Esa es una historia vieja como yo. Lo que le puedo decir es que no fui ignorante, boca callada siempre, portaba bonitamente. Machca que he molido, he convidado. No repetí palabra grande, no dije palabra gruesa. Lo que hice fue porque las cosas estaban mal. Andábamos una lástima A las señoras de hacienda les decíamos: a tu señora, a tu caballera, a tu amamía, a recibir servicio huasicama venimos. ¡Largo! a trabajar en los potreros nos decían ¡Cómo era taita diosito! Algunas regalaban a guaguas janchis ¿Escobitas habrán aprendido? ¿Habrán comido? ¡Que pes! Yo lloraba, yo pedía misericordia cuando estaban latigueando a mi papá y a mamá. Un día han pedido permiso mi papá, de eso ca, se había muerto una vaca. De noche llegaron mayorales, entre seis, con perros, para que laman la sangre que salía de la cabeza o de las piernas. De noche entraron y pegaron a mi papá. Medio muerto quedó, nunca olvido esa noche. ¡Desgraciados carajo!”
Misérrima, pero con la moral en alto, al despedirse dijo “Sean mujeres verdaderas, sean hombres verdaderos, sean hombres y mujeres pensadores y enseñen esto a los niños, que ley viene para todos, para viejos, para mayores, para morenos, para pobres, para guangudos, ley viene para iguales. Yo he gritado en todas partes, igual que coman, igual que vistan, igual que vivan”.
Conociendo que aún vivía, que no estaba muerta como habían pensado, las comunidades indígenas del país comenzaron a preocupar de su suerte y su nombre volvió a ser noticia. En 1996 la CONAIE la candidatizó para el premio internacional “Bob Pierce” y obtuvo el tercer puesto en el mundo como reconocimiento a su lucha por el desarrollo del pueblo indígena compitiendo con cincuenta líderes presentados por otros tantos países.
El 97 la Municipalidad de Quito le otorgó la condecoración “Manuela Espejo” por sus años de labor como líder. Con tal motivo la revista “Vistazo” envió a uno de sus corresponsales y salió publicada su fotografía a colores.
Vivía en una mediagua o casa de un ambiente, cuartito como se suele decir, construido por la Municipalidad de Cayambe, propiamente en el sitio la Chimba, situado en la ladera nororiental del Cayambe, en pleno páramo, a casi tres mil metros de altura, a una hora de camino de esa población (diecisiete kilómetros por un rastrojo de tierra) y a dos horas de Quito, mostrando su cuerpo diminuto y el rostro quemado por el sol. Aún tenía fuerzas para sembrar ciertos granos que cosechaba para el sustento y cortaba la hierba conque alimentaba a sus cuicitos. Era pobre, vivía arrimada a su nuera y nietos que debían salir a trabajar, de manera que quedaba sola en su cuarto hasta que ellos regresaban ya de tarde, por eso – creyendo que moriría sola – aprendió a temerle a la soledad.
Estaba considerada la última líder campesina de la etapa de los años treinta al cuarenta que fue de ruda lucha para los indígenas de la serranía por alcanzar un nivel mínimo aceptable en una sociedad formada por blancos y mestizos donde los indígenas no tenían ningún derecho.
El 2003 recibió del gobierno del Coronel Lucio Gutiérrez, el Premio Nacional Eugenio Espejo, que le fue entregado en el Palacio de Gobierno, pero solo estuvo un día en Quito porque no se sentía bien fuera de su choza. Para colmos, la concesión de dicho Premio constituyó un gesto de desagravio pues la tal pensión que conlleva el premio (cinco salarios mínimos vitales al mes) nunca llegó a cobrar por carecer de Cedúla de Identidad que no tenía porque desconocía si le habían sacado su partida e nacimiento al nacer, de manera que nunca pudo abrir cuentas bancarias para que le sea depositada su pensión.
Por eso se ha dicho que la concesión del Espejo fue el fruto de la demagogia practicada al más alto nivel, porque se sabía de antemano que no le sirviría de nada, mejor hubiera sido otro género de reconocimiento oficial, como una condecoración acompañada de la entrega de una casa y de una suma de dinero, por ejemplo.
Falleció en su chozita de la Chimba a las tres de la tarde del domingo 10 de mayo del 2009 a causa de un paro cardiaco. Era el día de la Madre y estaba sin enfermedad visible, iba a cumplir cien años de edad, no tuvo agonía. Fue una mujer fuerte, a la par de sencilla, rústica y analfabeta, con altos ideales por los que luchó denodadamente durante muchos años. En síntesis, una heroína moderna.