ESCRITOR. Nació en Latacunga en 1876. Hijo del Coronel Emilio Alvarez Tinajero que peleó en 1863 en Cuaspud y cayó prisionero. El 82 formó parte del Escuadrón Sagrado en las guerrillas Restauradoras del centro de la República, luchó en la provincia del Chimborazo y luego en Píllaro, San Andrés, el río Patate y Quero. Dueño de la hacienda Tilipulo donde pasó hasta casi sus últimos días trabajando la tierra y sintiéndose enfermo viajó a Quito y falleció al poco tiempo; y de Jesús Vega, campesina blanca oriunda de la región de Latacunga.
Su madre le enseñó las primeras letras en esa población, más tarde pasó a la escuelita de los padres dominicanos y siguió la secundaria en el Colegio Vicente León. Adolescente aún y dada la condición irregular de su hogar, se convirtió en protegido y casi en hijo adoptivo de Rafael Portilla, pudiente liberal quiteño y segundo mecenas de Montalvo en París (1) Portilla influiría decisivamente en la formación de las ideas liberales del joven Álvarez, pues acostumbraba acompañarle y referirle anécdotas y chismecillos gratos de la vida del ilustre escritor Cosmopolita.
Con tal motivo le aconsejó que visitara Ficoa y Ambato tras la sombra montalvina y le mandó por Baños a que se adentre hacia las regiones orientales que le causaron gratísimo asombro por su belleza, luego siguió al río Pastaza y de regreso excursionó hasta el volcán Sangay, quedando eternamente enamorado del misterio de la selva profunda.
En 1894 se graduó de Bachiller y al triunfar la revolución liberal se incorporó a la juventud que seguía a Alfaro; quien, el 95, le permitió publicar en la Imprenta Nacional una novela sin acción y sin plan, ambientada en Francia, igualmente con personajes extranjeros, bajo el título de “Abelardo”, en 362 páginas. Alfaro, que le apreciaba mucho, le designó el 96 Director de la Biblioteca Nacional y poco después su Secretario privado en reemplazo de Donoso González, intelectual que había sido lazarillo de Pedro Fermín Cevallos en sus últimos años. Este señor Donoso había hecho poner en la biblioteca Nacional un letrero que decía “ ”
Era un joven garboso y delgado, de temperamento algo tímido por estudioso, “sencillo, sensible, bueno y de noble corazón” según testimonio de Manuel J. Calle, que escribía bien y pensaba mejor y que un día hizo circular una hoja volante con seudónimo, que por estar perfectamente concebida movió a creer que era obra de José Peralta, Abelardo Moncayo, Roberto Andrade, Juan Benigno Vela o José de Lapierre, tal la solidez de sus ideas y galanura de sus frases; y que resultó obra de Álvarez, el chiquillo protegido de Portilla, como después se supo, para admiración de la ciudad.
El 97 dio a la luz pública un folleto “El Dr. Antonio Portilla, firmante del Acta revolucionaria del Quinche” en 10 páginas y empezó a estudiar jurisprudencia, carrera que truncó por viajar a Lima, donde mantuvo un cálido romance con dama cuyo nombre no ha logrado establecerse.
A su regreso el 98 emprendió viaje a París y vivió en la casa de la Rué Cardinet donde habitó Montalvo, queriendo encontrar su espíritu como años atrás lo había buscado en Ficoa. “Revoloteaba como un fantasma enamorado en torno de la casa rodeada de vergeles donde escribió y vivió Montalvo”. Rubén Darío, que le conoció y llegó a estimar en alto grado, le pidió que colaborara en la revista “Magazine”, ofreciéndole cien francos por artículo. En 1903 editó en la tipografía La Rápida de Quito “Ocho Cartas halladas’’ en 118 págs, precedidas de unas “Advertencias” en 6, y dirigidas a un amigo ideal llamado Néstor, la segunda edición es de 1906 y tiene 175 págs. Manuel J. Calle calificó esta obra de tener escasa acción y pobre argumento, pero con fuego, lirismo y soberbias descripciones, y partes autobiográficas.
También publicó una pequeña crítica a un óleo de Joaquín Pinto titulada “Una obra maestra nacional o sea el Dies Irae en pintura” en 5 páginas. Entre el 3 y el 5 fue Jefe de Sección del Ministerio de Relaciones Exteriores.
El 4 dio a la imprenta “El Dr. Agustín L. Yerovi” en 7 páginas en recuerdo a su memoria y una “Ojeada sobre la Historia del Arte” que apareció en varias entregas de la revista de la Sociedad Jurídico Literaria de Quito, trabajo muy elemental, aunque por su vastedad anunciaba un texto de grandes proporciones.
En agosto publicó “Dos de unas Cartas” en dos entregas de 21 páginas en la revista de la Jurídico Literaria de Quito. Ese año se produjo una situación de conflicto con el Perú cuyas tropas asaltaron los destacamentos de Angoteros y Solano causando varias bajas. La conciencia cívica del país se conmovió y Álvarez sacó una protesta en 3 páginas como homenaje a esos héroes, republicada en la revista de la Jurídico – Literaria.
En septiembre de 1905 arribó Alfaro a Quito en calidad de miembro de la Comisión Codificadora de Leyes y Reglamentos Militares. Álvarez lo fue a visitar al hotel, mas, como entre Alfaro y el presidente Lizardo García existía una relación muy tirante, éste último se sintió molesto con el gesto y se lo dejó saber, motivando la reacción de Álvarez que renunció públicamente a sus funciones en la Cancillería con la siguiente frase ¿Por qué en esta desgraciada tierra los Presidentes de la República piensan que los empleados públicos son esclavos suyos y no hombres libres? pero eso no le impidió que al producirse en Enero siguiente la revolución contra García mostrara su desacuerdo y no estuvo entre los que salieron a recibir a Alfaro cuando éste entró triunfador en Quito el día 17 de ese mes.
Por esa época se había desvinculado de la diplomacia y la política y vivía entusiasmado en la realización de grandes proyectos de beneficio nacional, como la construcción de un ferrocarril al Amazonas y un camino a Papallacta, pues era un soñador que avisoraba nuevos y mejores días para la Patria a través de la colonización de nuestra región oriental.
En septiembre tuvo un serio incidente con Alfaro cuando le fue a cobrar en palacio un crédito a favor de Rafael Portilla.
En 1907 editó “Nuestro Primer Monumento al Diez de Agosto” en
- páginas y un artículo sobre “El teatro antiguo” en 2 páginas. En 1908 colaboró en “El Microscopio” y en “El Pichincha” de Quito bajo el seudónimo de “E. Rigth.”
En 1909 escribió sobre “Nuestro historiador Dr. González Suárez” en 2 páginas. El 10 sobre “El fin del arte” en 2 páginas para la revista La Ilustración Ecuatoriana. El 11 dictó una Conferencia en la Jurídico – Literaria sobre “El Modernismo” en 74 páginas y en la revista Vejeces y Novedades publicó “Jesús y Prometeo” en 2 páginas. Ese año colaboró en La Unión Literaria de Cuenca con “La belleza física y la belleza moral en Grecia” en 2 páginas y “Torneo Literario” en
- páginas.
En 1912 fue redactor de El Grito del Pueblo de Guayaquil y el presidente encargado Dr. Francisco Andrade – Marín, que también vivía pendiente de todo asunto relativo al Oriente, le ayudó a fundar la “Sociedad de Orientalistas”, de la que Álvarez fue su primer Presidente y como tal fue designado Intendente General de Oriente. Entonces pudo realizar una expedición científica en compañía de Luis G. Tufiño con quien anduvo por Macas visitando Palora y sus “temibles Jíbaros,” recorrieron las costas del río Chihuaza y prepararon un Informe muy completo para el gobierno, publicado en la tipografía de la Escuela de Artes y Oficios de Quito en 116 páginas y 8 cuadros.
En 1913 editó “Informes relativos al sur del Oriente presentados al Ministro del Ramo” en 191 páginas, “Mi canelo” en 2 páginas y “Una noche buena en Quito”. El 14 dedicó un ensayo a José Enrique Rodó en 6 páginas y fue designado Gobernador de la Provincia de Bolívar.
Durante su mandato se realizó la colocación de la primera piedra del hospital de Guaranda y publicó en 1914 el folleto “Por la provincia de Bolívar”, pero seguía pensando en sus temas de siempre: la Patria, el Oriente y Montalvo y sobre todo en sus Campos Elíseos del Ecuador como él llamaba cariñosamente al Oriente, en su fauna, en su flora, en el tesoro de sus minerales y pedía para esas tierras caminos y nuevas vías de penetración, tal su entusiasmo. Por eso prefirió renunciar y pasó de Jefe Político de Morona con el objeto de organizar una expedición hacia el suroriente para la colonización de esas extensas regiones, que baña generoso el río Santiago.
El 12 de Julio, acompañado de numerosos aventureros y colonos, fundó la población de Méndez en una gran llanura ubicada a seiscientos veinte metros sobre el nivel del mar que con el paso de los años ha progresado y convertido en una de las más exitosas ciudades del oriente ecuatoriano. Por eso el 12 de Julio de 1966 se levantó en la plaza central de Méndez un artístico monumento Conmemorativo en su honor.
De regreso sustentó una Conferencia en el Aula Magna del Colegio Nacional Vicente Rocafuerte de Guayaquil, que imprimió en Quito en 90 páginas.
En 1915 editó “Cuentos y otras Cosas” en 292 páginas, serie con artículos literarios que había publicado en periódicos y revistas y que su crítico Manuel J. Calle calificó de amable colección de bagatelas literarias y científicas.
El 16 fue designado Gobernador del Chimborazo y colaboró en el periódico “El Chimborazo” de Riobamba. En marzo del 17 escribió sobre “La Historia, superior al Drama y la Novela” en 6 páginas, “Los Andes” en 5 páginas en la Jurídico Literaria y “Quito Luz de América” que apareció en la revista Primavera Literaria.
El 23 de abril de 1917, mientras se hallaba sustentando una conferencia sobre el Oriente eh el Salón de Actos de la Universidad de Quito y bajo los auspicios de la Jurídico – Literaria repentinamente cayó fulminado con un ataque cerebral.
Estaba soltero y pobre, casi en la indigencia, porque el grueso de sus bienes había invertido en las diferentes expediciones al Oriente. Dejó inédita la novela de aventuras Zapikia y Nanto” tejiéndolas con las de la vida real del General Víctor Proaño, descubridor del río Morona a fines del siglo XIX. Su argumento se desenvuelve en dicha comarca, entre salvajes y cristianos y finaliza en el pueblo de Macas en forma de tragedia, de la que existe una copia mecanografiada en la biblioteca de los padres jesuitas de Cotocollao.Fue un gran patriota, poseyó un espíritu selecto que admiró lo bello del universo y en literatura a Montalvo y a Goethe a quienes intentó imitar. Trabajó intensamente por el progreso de su Patria, especialmente por la región amazónica, cuyo futuro vislumbró brillante y feliz. Nunca contrajo matrimonio ni dejó descendientes.