ALVAREZ LOOR MANUEL DE JESUS

MÚSICO. Nació en Chone, llamada también la ciudad de los Naranjos en flor, provincia de Manabí, el 25 de diciembre de 1901 y fueron sus padres legítimos Francisco Antonio Alvarez Hidalgo, propietario de la hacienda Río de Oro en dicha jurisdicción y Maria Damiana Loor Hidalgo, naturales de Chone.

En 1908 fue matriculado en la escuela

Juan Montalvo. Ya demostraba amor a la música. En 1913 le mandaron al Colegio salesiano Cristóbal Colón de Guayaquil, pero como no tenía parientes en el puerto principal solicitó a sus padres que lo pusieran interno en el Asilo José Domingo de Santistevan, también de los salesianos, donde concluyó la primaria.

Para tomar clima estudió la secundaria en el Colegio jesuita San Felipe Neri de Riobamba, aunque egresó de dicho plantel tuvo que regresar a su natal Chone sin rendir los exámenes finales y no logró el título de Bachiller.

Entonces estudió música con el profesor José Javier Sangoña, quien le enseñó a tocar piano y guitarra por notas, adentrándole en los secretos de la composición y armonía. El joven demostraba mucho empeño y tratando a los campesinos de Chone empezó a interesarse en el rescate musical montubio.

Sangoña influyó para que le enviaran al Conservatorio de Panamá donde logró el Primer Premio en un Concurso de música folklórica con la tonada montubia manabita “La Iguana”.

Desde su regreso al Ecuador en 1924 laboraba en la hacienda de su familia, que eras agrícola, ganadera y tenía una buena parte de montaña donde vivían familias montubias, de suerte que tenía un trato diario con gente del agro entre la que había algunos músicos y copleros, quienes le enteraron acerca de las leyendas populares que se había trasmitido oralmente desde los ya lejanos tiempos de la colonia.

Todo ello le proporcionó un conocimiento cabal de la cultura montubia y como era ingenioso y célebre por sus ocurrencias y su conversación poblada de chistes y decires, ganaba enormes simpatías.

Constantemente tocaba en el viejo piano de su casa de preferencia música de selección y cuando Rodrigo Chávez González organizó la primera Fiesta regional del Montubio en Octubre de 1926, con la concurrencia de peones y mayordomos de haciendas acompañados de sus madrinas criollas, se interesó muchísimo y le escribió desde Chone prometiéndole investigar las canciones vernáculas entre los más viejos guitarristas y amorfineros del norte de Manabí pues el conocimiento del folklore montubio del litoral ecuatoriano tenía como antecedentes los artículos humorísticos de José Antonio Campos Maingón a) Jack the Ripper y de Modesto Chávez Franco a)

El amigo Fritz, quienes escribían en “El Grito del Pueblo Ecuatoriano” en la década de 1890.

El 27 contrajo matrimonio con Martha Magdalena Hidalgo Andrade, se instalaron en la hacienda y con el tiempo tuvieron ocho hijos, siete de los cuales fueron mujeres. Ya tenía avanzado el trabajo y volvió a escribirle a Chávez González, incitándole a viajar a Chone, pues había conseguido valiosos datos. Entonces el viaje no era fácil, había que subir a Manta en motovelero y de allí seguir por caminos de trillos, a veces en vehículos y otras en acémilas, pero a todo se allanó Rodrigo para entrevistarse con Alvarez Loor. Fruto de estas conversaciones fue el folleto titulado “Estudios folklóricos sobre el montubio y su música” en 12 páginas apenas, editado el 29 en la Imprenta. La Esperanza de Chone, con transcripciones de antiguas tonadas montubias como La Iguana, La Canoa y La Caminante, anotando al paso que “los instrumentos musicales montubios son la tambora de cuero de saíno y la flauta de caña guadúa,” de manera que con estos informes se reactivó el folklor costeño que había sido casi olvidado y reemplazado por el de la sierra.

El 28 como miembro del Centro Social Juventud Chonense fundó el bisemanario “El Iris” que pronto adquirió gran circulación en la zona. El 29 obtuvo un segundo Premio en el Concurso Internacional de música folklórica celebrado en Montevideo, con una tonada propia, con el mismo ritmo de La Iguana.

Otra de sus facetas intelectuales fue la composición de himnos. Entre los principales están el que dedicó al Bombero de Chone y el de la Salud. También se dedicó a la música popular y suyos son, entre otros, el pasodoble “Dónde y Cuando”, el vals “Grandeza” y las canciones “Los Raidistas de Chone”, “Tres Hojas”, “Celos” y muchas más.

El 36 fundó con dinero propio el bisemanario “La Carreta” para alentar los trabajos de construcción del carretero Chone – Quito, que duraron cuatro años hasta el 40. Allí escribió utilizando el pseudónimo de “Rum – Raw”.

Por entonces acostumbraba organizar fiestas campiranas que se caracterizaban por el buen humor y la hospitalidad de sus participantes. En esas oportunidades aprovechaba para revitalizar el folklore montubio con bailes, canciones y tonadas de sabor añejo, sin faltar tampoco los picantes amorfinos de subido color y cuando el grupo se animaba con algunos tragos de aguardiente y comenzaba el jaleo con los estribillos, salían a relucir piezas clásicas como el “Contrapunto de la Mariposa y el Colorao” cuyos personajes era el chonero machetero apodado El Colorao y la simpática y coqueta Mariposa, quien “ con gracia y donaire y una linda sonrisa en sus labios, saboreaba las frases picantes de su pareja, lanzando respuestas sabrosas, de lejana reminiscencia andaluza.”

Estos estribillos se improvisaban en todo jaleo – fiesta – y bastaba un poco de alegría, unos cuantos tragos y el rasgar de una guitarra para que se agruparan los invitados y comenzaran los contrapuntos. El amorfino es una forma de versificar acompañado del charrasqueo de una o varias guitarras. Casi siempre eran cuartetos o quintetos, pero a veces se daban las décimas llamadas del compadrazgo, porque quienes las recitaban se decían así en señal de confianza. El amorfino comenzaba con una cuarteta y la respuesta podía ser con una décima que debía comenzar repitiendo el último verso de la cuarteta cantada.

El 42 fue designado Profesor de Música del Colegio Normal Eugenio Espejo de Chone, ya era profesor de las escuelas fiscal Juan Montalvo. Estaba pobre pues tenía una larga familia y la crisis del cacao le había alejado de la agricultura.

Falleció en las montañas cercanas de su ciudad natal el 16 de diciembre de 1958 cuando iba a cumplir cincuenta y siete años de edad pues como era su costumbre, cada cierto tiempo se internaba a contemplar la naturaleza para componer música, habiéndose perdido la mayor parte de sus composiciones, por falta de un debido cuidado.

Está considerado uno de los introductores del canto y baile montubios del litoral ecuatoriano que ayudó a conservar a través de su vida y de su obra.