ALMINATE DELGADO JUAN ANTONIO

BIBLIOTECOLOGO. Nació en el puerto de la Unión, República de El Salvador, el 19 de noviembre de 1869 y fueron sus padres legítimos Juan Ventura Alminate y Leonor Delgado, ambos de nacionalidad chilena.

Niño todavía, a la temprana edad de ocho años, en 1877, llegó a Guayaquil con sus progenitores y en 1884, siendo Director de la Biblioteca Municipal el escritor peruano Arturo García y García, entró a prestar servicios en dicho centro de estudios y lecturas como Ayudante, desempeñando diversas funciones hasta ocupar la Dirección entre Diciembre de 1902 hasta Diciembre del 3, que en gesto romántico de desprendimiento y generosidad cedió al ilustre Numa Pompilio Llona, que atravesaba una aguda crisis financiera en su ancianidad, continuando Alminate como su Ayudante pues era un experto bibliotecario, intelectual que había llegado a conocer sus fondos, aparte de extraordinario encuadernador que solía arreglar cuanto libro dañado ingresaba a los depósitos.

En 1900 había obtenido Carta de Naturalidad como ecuatoriano, el 4 desempeñó la dirección de la Biblioteca de la Asociación de Empleados de Guayaquil, en 1.906 editó “Compendio de clasificación Decimal e Indice correspondiente para Bibliotecas y Librerías” con el Sistema Decimal de Melvin Dewey para la Clasificación y Catalogación de los fondos bibliográficos de la Biblioteca Municipal de Guayaquil, por lo que se consagró como el primer bibliotecario del país, habiendo aprendido el inglés con el profesor de esa materia en el Vicente Rocafuerte Sr. Alberto Reina Guzmán.

En 1907 dirigió la revista “Guayaquil Artístico” fundada en 1 900 y para entonces la de mayor circulación en la ciudad, colaboraba con varios diarios de la República, especialmente con “El Tiempo” y “El Telégrafo” de Guayaquil y formó un índice de Leyes del Ecuador, pues era más historiógrafo que historiador como también lo sería el Dr. Carlos A. Rolando, que fundó la Biblioteca de Autores Nacionales en Guayaquil.

En esas funciones le había correspondido colaborar desde 1908 y por muchos años con el notable historiador Camilo Destruge en el “Boletín de la Biblioteca Municipal de Guayaquil” y el periódico municipal “El Nueve de Octubre” donde se publicaron notables trabajos de historia y de bibliotecología.

Destruge dio nueva vida a la Biblioteca Municipal que había venido funcionando en el antiguo edificio Consistorial quemado durante los meses de la peste bubónica para evitar la difusión de las ratas que habitaban en las barracas del mercado en la planta baja. Destruge logró un emplazamiento provisional para la Biblioteca y el Museo que pensaba inaugurar con motivo del centenario de la revolución quiteña del Diez de Agosto en un chalet de madera situado en la calle Arzobispo – después Villamil – perteneciente a Homero Morla Mendoza, En 1910 logró un Decreto del Congreso Nacional por el cual se cedía a la Biblioteca el antiguo solar de los agustinos ubicado en las calles Diez de Agosto y Pedro Carbo y el derecho al cobro de dos de los seis centavos que por concepto del Impuesto al aguardiente percibía la Municipalidad, así como la cantidad de Diez Mil sucres tomada del presupuesto anual municipal.

Como introductor del Método Decimal Dewey en Ecuador Alminate había formado numerosos discípulos que empezaron a descollar con luz propia en las letras del país: G. humberto Mata y Enrique Rosales Ochoa figuraron en las Bibliotecas de la Universidad de Cuenca y Municipal de Guayaquil respectivamente, Félix Miranda Carrera, fundó la Biblioteca de la Sociedad de Artesanos Amantes del Progreso de nuestra ciudad.

En 1919 fue condecorado con Medalla de Oro y un cheque de quinientos sucres por la Municipalidad. En 1925 la Sociedad General de Empleados le premió con Diploma de Honor. El 26, al jubilarse el Director de la Biblioteca Camilo Destruge, se mencionó su nombre para reemplazarle, mas los concejales finalmente escogieron al Dr. Modesto Chávez Franco, su amigo de muchísimos años, quien le trató con suma cortesía y mantuvo en funciones. En 1930 fue electo Miembro de Número fundador del Centro de Investigadores Históricas de Guayaquil.

Entonces se dedicó a elaborar los Catálogos de las Bibliotecas privadas de la ciudad con lo cual lograba complementar su escasa remuneración. En 1932 publicó en Ambato una “Cartilla de la Clasificación Bibliográfica Decimal de Melvin Dewey para uso de las Bibliotecas Ecuatorianas”, el 33 el “Catálogo Decimal de la Biblioteca del Club de la Unión” en 126 págs. un Suplemento y Cuatro Palabras, el 37 el “Catálogo Decimal de la Biblioteca de Autores Nacionales Carlos A. Rolando” y el “Catálogo de la Biblioteca del Club Metropolitano,” años más tarde obtuvo su jubilación con sueldo completo tras cuarenta años continuos de labores.

El 39 editó la versión final corregida y aumentada de toda su obra clasificadora que tituló “Cartilla de la Clasificación Bibliográfica Melvin Dewey, con las reformas introducidas por el Instituto Internacional de Bibliografía, para uso de las Bibliotecas Ecuatorianas. Introducción y Tablas comprendidas. Libros y Bibliotecas”.

Al principio de los años cuarenta falleció su amada esposa y quedó en soledad, pero fue recogido por su hermana que le llevó a su casa y cuidó con mucho cariño. Ya no fumaba sus infaltables cigarros porque los había cambiado con cigarrillos de envolver que fabricaba la marca El Progreso con papel biblia color dorado.

Anciano y achacoso falleció en Guayaquil el 5 de junio de 1949. Uno de sus discípulos escribió entonces: “Nos embargaba el dolor por la eterna desaparición del maestro que nos acompañó por muchos años en las arduas labores de bibliotecarios. El señor Efraín Camacho Santos pronunció un sentido discurso en homenaje al ilustre fallecido. Poco tiempo después el Centro de Investigaciones Históricas celebró una sesión Solemne en su honor”. Había casado con la distinguida profesora primaria Sra. Débora Lamota.

A su dura brega durante muchos años se debió que la Clasificación Bibliográfica Decimal Dewey fuera adoptada como sistema oficial en las bibliotecas públicas y privadas del Ecuador.

Como dato curioso y más que nada anecdótico, cabe indicar que los alumnos del Vicente Rocafuerte, colegio situado a una cuadra escasa de la Biblioteca Municipal, le apodaban “Pucho con lentes”, por su inveterada costumbre de mantener en los labios casi siempre apagado un pucho de cigarro y usar grandes lentes por ser miope y astigmático. Cada tarde, después de clases, iban los muy burlones a estudiar a la Biblioteca y cuando veían algún cándido que por primera ocasión concurría al recinto, lo llamaban con gran secreto y le decían:

¿Has leído la novela pornográfica, con figuritas a colores de mujeres desnudas, titulada Pucho con Lentes? Por supuesto que no la había leído pues no existía, así es que la víctima contestaba que no.

Nosotros ya la hemos leído y es excelente, acércate con gran cautela donde el señor Director – y le señalaban a don Juan Antonio – y rápido grítale – porque es algo sordo –  “Pucho con lentes”, que él te la dará porque la tiene en el cajón derecho de su escritorio bajo llave, por ser una lectura fuerte.

El tonto iba directamente a pedir la famosa novela ante las miradas burlonas de toda la concurrencia que diariamente se refocilaba con la misma broma y en el silencio de la sala le gritaba a don Juan Antonio ¡Pucho con Lentes! y recibía un grito y la siguiente respuesta !Carajo! Váyase a su puesto….

Regresando mohíno, contrahecho y muy colorado por el chasco, imaginando que algo malo había ocurrido, pero sin atinar a pensar en qué.

En lo físico era bajito, delgado, nervioso y adusto, serio y con cara de pocos amigos, sin embargo, tratándole y ya en confianza era bueno como un pan de dulce, atento, servicial y de grandes conocimientos en bibliografía del país. Ojos saltones, lentes con grueso marco de carey, calvo y de facciones regulares. I para completar su retrato, el infaltable pucho que manejaba diestramente con sus labios de un lado a otro de la boca, como quien dice, juguetonamente.