ALFARO PAREDES OLMEDO

MILITAR Y ESCRITOR. Nació en Panamá el 30 de agosto de 1878 y fue hijo legítimo del General Eloy Alfaro Delgado, dos veces presidente Constitucional de la República del Ecuador, natural de Montecristi, provincia de Manabí cuya biografía puede verse en este diccionario y de Ana Paredes Arosemena, nacida en Panamá.

Recibió las primeras letras con Sor Goerie de la Orden de San Vicente de Paúl, y cuando triunfó la revolución liberal en 1895, pasó con su madre y hermanos a residir en el palacio presidencial en Quito.

En 1899 fue enviado por su padre a los Estados Unidos a perfeccionarse en la carrera de las armas y entró de Cadete en West Point, alcanzando el grado de Sargento Mayor graduado en 1900. Entonces viajó al viejo continente, estuvo en Hamburgo, Berlín, Bruselas, en París ingresó al Colegio militar de Saint Cyr donde estudió dos años al final de los cuales salió de Subteniente con la siguiente nota: “Posee inteligencia real y observa buena conducta. Excelente salud”.

Durante los veranos visitaba Inglaterra, Italia y España. En 1902 viajó al pueblo de Cervera del río Alhama en la Rioja Castellana, de donde era originario su abuelo paterno Manuel Alfaro y González, e hizo entrega de la donación de herencia de su padre a favor de Elias Alfaro Navarro. Al regreso pasó por Zaragoza, recorrió Madrid y Toledo y en otras vacaciones estuvo en Suiza.

Entre 1903 y el 4 prestó servicios en el batallón Cazadores, de guarnición en el fuerte de Vincennes y se veía casi todos los domingos con Jean Contoux, hijo de Juan Montalvo. En diciembre del 4, mientras recorría La Riviera, recibió órdenes de su padre de regresar al Ecuador; tomó un barco a New York, siguió a Panamá en febrero del 5, visitó a la familia de su tío Adolfo Arias y cazó lagartos en la hacienda “El Limón”.

Nuevamente en Quito ingresó al aristocrático Club Pichincha, por las mañanas salía en hermosos caballos.

Su juventud, porte atlético, esbeltez y elegancia producían el encanto de las bellas damitas capitalinas. Acostumbraba usar uniformes militares de parada con charreteras y un casco bruñido que brillaba al sol.

“El Viejo Luchador” estaba orgulloso de su aprovechamiento y conducta, trataba de complacerle en todo y hasta intentó que le reemplazara en la Comisión Codificadora de leyes militares, pero se opusieron los Generales José María Sarasti y Francisco Hipólito Moncayo, por su poca edad; sin embargo, estaban equivocados, pues el joven Alfaro era el militar ecuatoriano que más preparado estaba en cuestiones de Reglamentos, tanto europeos como norteamericanos, como lo demostraría después.

El 1 de enero de 1906 se proclamó en Riobamba una revolución en favor del viejo Alfaro, el país entero lo aclamó y después de la batalla de Chasqui entró triunfador en Quito. Olmedo fue designado Director del Colegio Militar el día 6 de febrero, así como de la Clase de Cadetes, formó parte de la comisión designada para estudiar la defensa de la ciudad y puerto Guayaquil y presidió la Junta especial que dictó los Reglamentos de Infantería, Caballería y Artillería. Debido a su iniciativa se fundaron las escuelas de Veterinaria y la Academia de Guerra. También fundó la Revista Militar y publicó los siguientes folletos: “Manual del soldado”, el “Empleo de la artillería”, “Elementos Militares” y “Del ejército y la flota Desembarcados”, éste último en 32 páginas.

A mediados de año salió electo Diputado a la Asamblea Nacional por la provincia del Azuay, pero no pudo asistir a las sesiones porque tuvo que emprender viaje a Madrid como representante personal del Jefe Supremo en los festejos de las bodas de Alfonso XIII Rey de España con la princesa Victoria Eugenia de Batemberg, En esa capital fue condecorado con la Gran Cruz del Mérito Militar, en Portugal le entregaron la Orden de Nuestra señora de la Concepción de Villa Vicosa, también estuvo en París y de allí pasó a Río de Janeiro como Delegado del Ecuador a la III Conferencia Panamericana, celebrada en el palacio de Itamaraty. Posteriormente recorrió Uruguay, Argentina, Chile y Perú.

En 1907 publicó el “Reglamento de instrucción para el servicio de infantería en campaña y el 25 de septiembre contrajo matrimonio en el Sagrario de Quito con Clemencia Lasso Chiriboga, “a quien amé desde niño”, y protegidos por la fuerza pública viajaron a Guayaquil, donde tomaron un vapor con destino a Panamá, los Estados Unidos y Europa.

En 1908 continuó editando temas militares y salieron a la luz “Artículos militares. Defensa de nuestras costas” en 22 páginas y “Reglamento de evoluciones de montañas”. Ese año nació en el palacio presidencial su único hijo Eloy Olmedo Alfaro Lasso. El 11 de octubre el Congreso Nacional le elevó a Coronel efectivo.

En 1909 editó “Reglamento de tiro para la infantería” en 172 páginas y de la dirección de la Escuela Militar pasó a la Jefatura de la III Zona Militar con sede en Cuenca.

El 10 imprimió “El ejército y la flota”, “Estatutos de la Sociedad Geográfica de Quito”, “Método de utilizar la caballería divisionaria” en 61 páginas y “Manual del soldado en campaña”. Con motivo de la movilización nacional se trasladó hacia la frontera sur y allí permaneció cosa de un mes.

El 11 editó “Reglamento de ejercicios y evoluciones para la caballería ecuatoriana” en 176 páginas, ascendió a Jefe del Estado Mayor del Ejército y apoyó la candidatura presidencial de Emilio Estrada Carmona, pero después surgieron serias discrepancias motivadas en razón del mal estado de salud de Estrada. Entonces Olmedo, cuyo ascendiente sobre su anciano padre era cada vez mayor, desechó las aspiraciones de su primo el General Flavio Alfaro Santana y empezó a trabajar para la dictadura del Vieja Luchador, contando con la cooperación de los Coroneles Pedro Concha Torres, Timoleón Pasquel y Luis Felipe Andrade, de los Comandantes Federico Sánchez, Bartolomé Vinelli y otros, el batallón Yaguachi, la Escuela de Clases, el Colegio Militar y los jefes de algunos cuerpos del ejército. El santo y seña era “Alfaro o bala” pero su padre llegó a enterarse y se opuso terminantemente desbaratándose los planes a última hora y cuando se instaló el Congreso el 10 de agosto la situación se volvió en extremo tensa y al día siguiente los estradistas, cercaron el palacio presidencial. Entonces Olmedo defendió valientemente a su padre y rindió a seis soldados que querían traicionarle, luego le acompañó a la legación de Chile atravezando la plaza de la Independencia en medio del populacho vociferante, escribió al General Ulpiano Páez que suspendiera las hostilidades porque Alfaro ya había renunciado.

Pocos días más tarde, el 15 de septiembre, le condujo a Guayaquil y luego partieron a Panamá. En diciembre se produjo una revolución que se extendió por la costa. Alfaro fue llamado por el General Pedro J. Montero y regresó con intención de procurar la paz y la unión de los ecuatorianos y tras varios combates se suscribió el Tratado de Durán, sinembargo fue engañado y preso, conducido en el ferrocarril que había hecho construir y encerrado en el panóptico a las 11 de la mañana del domingo 28 de enero de 1912. Minutos después las autoridades de policía soliviantaron a la chusma y ésta ingresó sin oposición al interior del penal, atravesando puertas y corredores abiertos, hasta la celda donde se encontraba el General Alfaro, a quien el cochero Cevallos le dio palos antes de asesinarlo de un tiro en el ojo derecho, que le salió por el cráneo.

El heroico y viejo Luchador solo atinó a defenderse con una botella de cognac que había llevado para fricciones en la espalda. También fueron asesinados los demás presos políticos, algunos de los cuales, como el General Manuel Serrano Renda, ni siquiera habían participado en la revolución de diciembre. Después se produjo el arrastre de los cuerpos mutilados por las calles de Quito y la quema en El Ejido.

Estos sucesos conmocionaron la opinión americana. Olmedo, dominando su dolor, se dedicó a la filial tarea de reivindicar la memoria de su padre y febrilmente editó en el Diario de Panamá un “Manifiesto a la opinión pública. El asesinato del General Alfaro ante la historia y la civilización” que recogió en un libro de 270 páginas, sindicando al General Leonidas Plaza, al Encargado del Poder ejecutivo Carlos Freile Zaldumbide y a los ministros de su gabinete Octavio Díaz, Juan Francisco Navarro y Carlos R. Tobar, de ser los autores intelectuales del monstruoso arrastre. La segunda edición apareció a fines de ese año en la editorial La Reforma de Guayaquil en 252 páginas y causó sensación en el Ecuador.

También dio a la luz en Riobamba “La Historia del ferrocarril de Guayaquil a Quito” en 40 páginas que escribiera su padre en Panamá en forma de carta dirigida a su secretario Angel T. Barrera a quien llamaba “Barrerita”, y en 1913 editó en New York otro ensayo de su padre “Narraciones históricas, Documentos póstumos” en 76 páginas.

Esos trabajos le dieron justa fama de publicista experto y de feliz estilo por lo fácil, rápido y expositivo; sin embargo, como las tragedias nunca llegan solas, pocos meses después del crimen de su padre sucedió que su hijo amaneció con una fiebre que tornóse maligna por la noche. El niño solo tenía cinco años de edad, resultó afectado de poliomielitis, y quedó totalmente paralizado.

Olmedo estuvo varias semanas anonadado, empero reaccionó prontamente y en octubre de 1913 viajó con su esposa a hospitalizarlo en New York. Allí le mejoraron notablemente, comenzó a andar con la ayuda de muletas y para distraerlo lo llevaron a las cataratas del Niágara y a Toronto. Ese año editó en New York otros ensayos titulados “A la nación ecuatoriana con motivo de la muerte de Eloy Alfaro” y “El Partido conservador sindica a los asesinos de Alfaro y sus compañeros”.

Entonces, para que no se suspendiera el tratamiento médico, se quedaron viviendo en Flatbush, New York; pero en la tarde del 1 3 de abril de 191 5, al regresar de su trabajo, la enfermera que cuidaba a su hijo de una bronquitis aguda, le comunicó que había desarrollado una pulmonía y volvieron a internarlo. Cuando mejoró, escaparon a Panamá en busca de clima más cálido. Compró una casita en la plaza de Chiriquí, el niño sanó y hasta pudo asistir normalmente al colegio protestante de Sea Wall Church pues hablaba perfectamente el inglés. Mas, otra bronquitis aguda con complicaciones pulmonares le llevó al sepulcro, tras 29 días de internamiento en el Hospital de Panamá, a las 11 de la noche del 9 de marzo de 1917 y fue enterrado en el cementerio nuevo de esa capital. Desde entonces huyó la alegría de su hogar pues ambos padres quedaron profundamente afectados.

El 23 de mayo de 1918 ingresó a la Logia masónica Darien, de Balboa. Luego viajó a establecerse nuevamente en New York con su esposa. En 1920 regresaron a Panamá. Ya no encontraron a Dña. Ana Paredes, que había viajado casi ciega a vivir en compañía de sus hijas en Guayaquil, sufriendo un decaimiento general, y murió el 25 de mayo de ese año, a las 7 de la noche.

Ese mes ocurrió en Panamá el divorcio de Olmedo y su esposa. Ambos se habían querido entrañablemente, mas a ella le agradaban las fiestas y él las detestaba, luego vino la larga enfermedad y muerte del hijo único y como ambos eran de carácter fuerte, ocurrió que a causa de pequeños desacuerdos se fueron distanciando paulatinamente.

El 18 de octubre exhumó el cadáver de su hijo y al año siguiente depositó sus cenizas en el Cementerio General de Guayaquil al lado de las de sus padres y hermanos. Fueron tiempos dedicados a viajar. En septiembre del 23 visitó la casa familiar de Montecristi y para el 24, ya en Panamá, editó “El peligro antillano en la América Central” folleto escrito diez años antes, cuya segunda edición apareció en 1925, destacando los aspectos negativos de la contratación de trabajadores jamaicanos para Centroamérica.

El 26 el gobierno Provisional del Ecuador, en acción verdaderamente grotesca, no le permitió permanecer por más tiempo en el país. Había venido de visita donde sus hermanas y lanzó ciertas declaraciones que fueron consideradas de carácter político. Poco después publicó en el periódico “Acción Comunal” de Panamá, un artículo sobre “El Canal de Panamá en las guerras futuras” que causó indignación al gobierno de esa nación, por oponerse a la aprobación ad ­referendum de un nuevo Tratado. En tal virtud, el secretario de Gobierno panameño, ordenó al Gobernador, que notificara al Coronel Olmedo Alfaro, “que sería expulsado del país si continuaba ejecutando los actos que se le atribuían”, cabe aclarar que aunque vivía y era nacido en Panamá, nunca renunció a la nacionalidad ecuatoriana.

El 27 visitó Costa Rica. Las anotaciones de un viejo carnet colegial que había llevado desde 1899 le muestran deprimido en esa temporada. Acababa de fallecer su tío y protector Ricardo Arias, entonces conoció a la señorita alemana Elizabeth Wagner, con quien contrajo matrimonio cinco años después en Colón, lugar de su nueva residencia, el 13 de junio de 1932, pero no tuvieron hijos.

En Colón, puerto principal de la República de Panamá hacia el Caribe, por estar situado dentro de la zona que controlaban los norteamericanos, se sentía las discriminaciones y el despotismo típico del yanqui de esos tiempos. Olmedo era un fanático demócrata que no podía aceptar dicha situación; por eso reaccionaba dentro de un nacionalismo a ultranza, que perseguía la unión de los pueblos latinoamericanos bajo el ideal del Libertador Simón Bolívar.

Vivía parca y moderadamente, escribiendo y leyendo como si estuviera jubilado y recibía las rentas que le producían dos pequeñas casas de cemento, divididas en departamentos que arrendaba, uno de los cuales habitaba con su esposa. Colaboraba para diversos periódicos latinoamericanos y asesoraba a la Fundación internacional Eloy Alfaro con sede en Panamá, que había ayudado a fundar con su hermano Colón Eloy y con los ilustres escritores cubanos Roberto Agramonte y Emeterio Santovenia, entre otros.

En 1930 había editado “Por la defensa nacional” y en el diario “El Telégrafo” de Guayaquil dio por entregas su ensayo “Las Islas Galápagos y su situación actual” que el 32 editó bajo el título de “Galápagos estratégico y comercial” en 147 páginas, ilustraciones y mapas.

Al producirse el conflicto internacional de Leticia en 1933 entre Colombia y Perú, ofreció sus servicios al presidente colombiano Olaya Herrera y se puso a las órdenes del Jefe conservador Vásquez Cobos, nombrado Comandante del ejército en la División del Pacífico, con el cual departió atentamente. Su gallardo gesto le concitó la simpatía de los países bolivarianos y publicó en dos partes “Estudios Internacionales sobre el conflicto colombo peruano” en 60 páginas.

El 33 sacó la segunda edición aumentada de “El filibustero Walker en Nicaragua”, libro que había tenido gran acogida y aceptación; pero se hallaba mal de salud pues el asma bronquial le mortificaba por épocas, había engrosado y perdido la esbeltez y lozanía de sus mejores tiempos: sin embargo, su mente estaba activa, en el cenit, solo contaba 55 años.

El 36 el gobierno ecuatoriano le designó Cónsul General en Praga, comprobó a través de dos viajes a Berlín el progreso administrativo y económico alcanzado por Adolf Hitler y escribió varios artículos en tal sentido. En el viaje a Praga había observado el efecto destructor de la guerra civil española, que atribuyó al fermento comunista. Ese año editó “El peligro de las fortificaciones y bases navales” en 72 páginas.

El 37 regresó a Colón y trabajó de corresponsal del diario “La Estrella de Panamá”. El dictador ecuatoriano General Alberto Enríquez Gallo le designó Cónsul General del Ecuador con sede en Colón y jurisdicción en toda la república panameña. Entonces propuso la adopción como bandera internacional de Panamá, del iris listado de oro, azul y grana y se formó un movimiento internacional a través de las Sociedades bolivarianas, pero la idea no prosperó por la oposición soterrada de los norteamericanos.

El 38 dio a la luz “El asesinato del General Eloy Alfaro” en dos series y visitó Caracas donde conferenció con el presidente venezolano General Eleazar López Contreras a quien presentó un Memorandum conteniendo los pasos necesarios para lograr la unificación de los ejércitos, una ciudadanía única y una sola marina mercante en las naciones bolivarianas. Su gestión no rindió frutos inmediatos, pero constituyó un antecedente histórico de importancia para la creación de la Flota Gran colombiana en 1947 nueve años después.

Durante la II Guerra Mundial enmudeció su pluma pues estaba en el centro de un huracán de pasiones. Su nacionalismo panameño, su boliviarianismo internacional y su admiración por la Alemania de Hitler contrapuestos al respeto al pueblo norteamericano y sus instituciones y su gran amor a la Francia inmortal le llevaban hacia el campo de los aliados, y en mitad de todo su anticomunismo declarado. ¡Un galimatías!

El 45 editó en Colón “Gatazo, quincuagésimo aniversario” en 40 páginas y “La frontera sur de la Gran Colombia”. El 49 sacó “Proyecto de bandera internacional de Panamá” en 31 páginas y “Curriculum Vitae de Olmedo Alfaro, impreso para sus familiares a los setentiun años de edad” en 49 páginas y 2 fotografías.

Vivía retirado entre papeles y recuerdos. En una vitrina frente a su escritorio tenía la Medalla de la Legión de Honor recibida de Francia y la máxima Condecoración de la Fundación Internacional Eloy Alfaro.

Un gran óleo del viejo luchador adornaba su sala y retratos de rostros familiares queridos completaban el ambiente, todo en limpieza y pulcritud, pero se veía pobreza a través de los muebles tropicales de mimbre y bambú.

Diariamente realizaba sus salidas matinales, unas veces a pie y otras en un Ford de su propiedad, siempre con gran puntualidad. Hablaba con vecinos en tres idiomas, pues dominaba el inglés y el francés. Su porte alto y distinguido tenía mucho de marcial y atlético. Sus cabellos plateados, los ojos negros y los labios sensuales, le hacían simpático. ¡Se le respetaba al Coronel!

Parco en todo, para comer y gastar, para reír y divertirse. Por eso tenía fama de seco y poco amiguero, pero cuando daba confianza era de ver cómo explicaba los temas políticos de su especialidad. La recuperación del Canal para los panameños, su Bandera Internacional de Panamá, la Unificación de los Ejércitos de los países bolivarianos, La Fundación Internacional Eloy Alfaro.

Soñaba con la unidad de los pueblos latinoamericanos. Esa era su religión, pues, aunque creía en Dios, no se le conocía otra. Sus últimos años los pasó aquejado de asma y de unas dolorosas varices, pero fue un enfisema el que lo llevó al sepulcro en Colón, el 18 de mayo de 1959, a los 81 años de edad, y a su sepelio concurrieron las autoridades, amigos y pueblo en general, especialmente los jamaicanos, sus vecinos de barrio. La viuda liquidó ambas casas de apartamentos, no reunió mucho porque el barrio se había deteriorado y fue a vivir con unos primos en Alemania, donde murió tiempo después.