ALFARO GONZALEZ MANUEL

COMERCIANTE. Nadó en la villa de Cervera del río Alhama, provincia de Logroño, en la Rioja, el 18 de diciembre de 1796, a la una de la madrugada, y fue el cuarto de los hijos del matrimonio de Antonio Alfaro Colmenares y de Leandra González Larrañaga, vecinos principalesde en esa jurisdicción donde poseían “casa de dos pisos en la esquina de la calle de Santa Ana, frente a la iglesia”.

En 1833 participó joven aún en la primera guerra Carlista en contra de los partidarios de la princesa Isabel, militando en los bandos formados por la plebe y la clase media, y alcanzó el título de Capitán.

Los guerrilleros carlistas apoyaban al Príncipe Carlos María Isidro de Borbón, hermano menor del fallecido rey Fernando VII y se hicieron fuertes en el norte de España y en Portugal. La guerra tuvo dos etapas, una primera que fue corta pero muy intensa y duró hasta 1834, terminando con el desalojo del pretendiente de su residencia en Almeida y la suscripción del tratado de Evora – Monte; sin embargo, el pretendiente regresó de Inglaterra en 1835 y animó con su presencia a las fuerzas que le seguían en la península, prolongándose las operaciones militares hasta el 39, que se firmó el Convenio de Vergara y el pretendiente tuvo que instalarse definitivamente en Francia donde residió hasta su muerte ocurrida en Boulogne. Mas, esta segunda etapa no la vivió el joven Alfaro, pues había emigrado en 1835.

Primero estuvo en Inglaterra, luego pasó a La Habana, Panamá y Guayaquil. Aquí le ayudó su paisano Manuel Antonio de Luzarraga empleandole en sus negocios por lo cual fue enviado a comprar sombreros de paja toquilla en Montecristi, población donde se instaló definitivamente y formó familia con Natividad Delgado López, hija legítima de Rafael de la Cruz Delgado, varias veces Regidor del Cabildo de Montecristi y de María de la Cruz López, ambos de mucha preponderancia en ese vecindario mayoritariamente indígena.

El 38 se independizó, puso almacén por su cuenta y levantó en el centro de la población un chalet con paredes y piso de ladrillos, teja de barro colorado y un corredor de madera en la parte de adelante. Un escudo nobiliario adornaba la entrada. Era, pues, uno de los mejores edificios de su tiempo.

El 40 no aceptó desempeñar el cargo de Juez de Comercio que le ofreció su amigo personal el presidente Juan José Flores. El 41 viajó a Centroamérica en busca de nuevos mercados para sus sombreros.

En mayo del 42 Montecristi soportó un gran incendio que no impidió que sus negocios siguieran progresando, al punto que adquirió varias parcelas para siembra y cría de ganado en los sitios llamados Colorado, San Antonio y Corrales, y con su vecino el ciudadano francés M. Becherel trajo de Europa un profesor de segunda enseñanza para sus hijos, cuyo aprendizaje fue esencialmente comercial.

En 1855 sacó de Montecristi a su hijo Eloy para evitarle un juicio penal por ser el cabecilla de una célebre montonera de muchachos dedicados a mortificar la vida del prójimo. Un día, mientras ambos paseaban por una calle principal de Lima, se encontraron con el General Flores, amigo de don Manuel Alfaro y se detuvieron a conversar. El joven Eloy diría después que se asombró de las grandes orejas de Flores.

En 1860 emprendió viaje a Europa, visitó su tierra nativa y conversó largamente con la parentela. Regresó a fines de año y el 30 de diciembre de 1861 obtuvo en Guayaquil una Dispensa de soltería para contraer matrimonio con Dña. Natividad. La ceremonia se llevó a efecto el 19 de abril de 1862 en Montecristi, legitimándose los nueve hermanos Alfaro Delgado que permanecían con vida.

Posteriormente se separaron y él se estableció en Punta Arenas (Costa Rica) En 1870 era ayudado económicamente por su hijo Eloy pues había entrado en grave pobreza y enfermedad y falleció en Panamá meses más tarde en 1871, de setenta y cinco años de edad.

Entre sus papeles dejó la siguiente nota “Convenceos, ante todo, hijos míos, de que hay un Dios infinito, incomprensible para la débil razón del hombre. Lo que podemos comprender es que todo él es caridad y amor, y que su justicia premia y castiga rectamente. En este principio de recta verdad está basado el deber social de cada uno de vosotros, hijos míos; y vuestra religión debe ser: amor a Dios, caridad con el prójimo; resignación en el sufrimiento, perdón de todo agravio, humildad en todo caso y benevolencia con el infortunado y desvalido. La muerte es el mayor bien que Dios concede al hombre, la idea de ella es cruel y aterradora; pero solo es por falta de reflexión y por no haber practicado todas las virtudes antedichas. Quiero que os penetréis de mi observación, para tranquilidad de vuestra vida. La felicidad divina la podríamos gozar desde aquí si fuéramos más virtuosos. Lo que os recomiendo eficazmente es que, en todo caso, guardéis vuestra honra, y así honraréis la memoria de vuestro amante padre”.

Tanto don Manuel como doña Natividad eran personas adustas y de carácter fuerte. En Montecristi él pasaba por “cristiano viejo, probo, grave honorable” y ella, ya viejecita, cuando su hijo Eloy iba a despedirse para iniciar una nueva campaña, le decía: “Vaya Ud. a cumplir sus deberes con la Patria”.

Se conservan unos dibujos con sus retratos en la casa de Alfaro en Montecristi, reconstruida en 1942 por el gobierno nacional para conmemorar el centenario del nacimiento de Eloy Alfaro, pero la casa original debió ser muy diferente y por supuesto mucho más amplia y señorial. De todas maneras, la nueva casa fue declarada Monumento Nacional.