REPÚBLICO. Nació en Montecristi, Provincia de Manabí, el 25 de junio de 1842. Hijo legitimado del comerciante español Manuel Alfaro González cuya biografía puede verse en este Diccionario y de Natividad Delgado López, de raza mestiza, natural de Montecristi y madre de Tomasita Anda- Balda Delgado.
De cinco años se emperró al caer de un sofá y su padre lo dejó encerrado y a oscuras hasta el día siguiente para que aprenda a sufrir. El Cura del pueblo le enseñó el catecismo, luego tuvo un aprendizaje principalmente comercial con un profesor francés traído por su padre y por monsieur Becherel, comerciante francés, quien también tenía hijos de edad escolar en Montecristi.
Pronto destacó por su valentía y arrojo. Un día, mientras iba con su hermano mayor José Luis, vieron a un pequeño tigrillo agazapado y Eloy lo atacó e hizo huir. De trece años encabezó con varios amigos una pandilla y al ser perseguidos por el Jefe Político José Pinto lo enfrentaron a pedradas y obligaron a retirar. Entonces su padre se lo llevó a Lima para evitar retaliaciones y también para que se abriera al mundo, donde tuvo la oportunidad de conocer al General Juan José Flores que se hallaba desterrado en esa capital, después pasaron por el negocio de los sombreros a Centroamérica. De regreso ayudó a su padre en las labores agrícolas y gozó de gran popularidad en el pueblo.
En 1864 sostuvo económicamente al liberal Manuel Albán para hacer la revolución en Manabí. Albán lo envió a Lima a conferenciar con el General José Maria Urbina quien les recomendó esperar. De vuelta a Montecristi se insurreccionó y penetró en los bosques. El Gobernador Francisco Javier Salazar mandó un espia, pero la generosidad de Alfaro lo atrajo y conoció los taimados planes de Salazar y los revolucionaros lo cercaron en su casa. Salazar fue tomado prisioner, pero los envolvió con argucias y falsas promesas y todo quedó en nada, sinembargo Alfaro tuvo que salir de Manabí y viajar a Panamá donde ingresó a la masonería, siguió a San Salvador y de allí nuevamente a Lima, empleándose en la Casa comercial de Lazarte.
El 65 regresó a Manta portando instrucciones del General Urbina que no pudo cumplir. En Montecristi se enteró del desastre naval ocurrido en las aguas del canal de Jambelí, viajó a Guayaquil a inquirir más noticias, fue protegido por varios amigos de su padre – Manuel Luzárraga, Clemente Ballén, Ildefonso Coronel – y tras largas vicisitudes pudo arribar sano y salvo a Panamá, dedicándose a los negocios que entonces iban viento en popa por el tránsito de extranjeros que comenzaron a llegar, de suerte que en poco tiempo se hizo rico como agente de una compañía de navegación alemana y explotando a medias con el ingeniero Manuel Mackay la rica mina de plata “Corozal” ubicada en la vecina república de El Salvador. Hubo días en que se ganó hasta cien duros, suma exorbitante por entonces, lo que hoy sería dos mil dólares.
De hecho, dadas estas felices circunstancias económicas, se convirtió en el indiscutible jefe de su familia pues envió a sus hermanos Manuel y Medardo a estudiar medicina en los Estados Unidos, a Marcos a Cuenca a seguir leyes, mantenía a su padre que vivía separado de la familia en Punta Arenas y al resto de los suyos en Montecristi. También ayudó a muchos liberales en desgracia, al Dr. Zaldívar que después ocuparía la presidencia de El Salvador y entre los ecuatorianos a sus amigos los Generales José María Urbina e Ignacio de Veintemilla y a Juan Montalvo.
Por eso se ha dicho que Eloy Alfaro no recibió su educación en las aulas escolares, que su sabiduría fue adquirida a través de sus experiencias, de la amistad con importantes figuras americanas y en viajes por el extranjero.
El 71 envió armas a su hermano Ildefonso para fomentar la revolución en Manabí y en enero del 72 contrajo matrimonio en Panamá con Ana Paredes Arosemena, tuvieron un hogar modelo y ocho hijos de los cuales sobrevivieron cinco.
El 75 Montalvo le invitó desde Ipiales a sumarse a la conspiración contra la vida de García Moreno mas se negó a ello. Muerto el tirano, viajó a Guayaquil a apoyar la candidatura liberal de Antonio Borrero que triunfó ampliamente.
El 5 de enero de 1876 firmó con otros notables de Montecristi una petición para la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente que derogara la Constitución garciana o Carta de la Esclavitud, pero Borrero se hizo el sordo y Alfaro declaró su oposición y pasó a Guayaquil a conspirar con Miguel Valverde a favor de la dictadura de Nicolás Infante y al ser descubierto en mayo se ausentó a Panamá.
En agosto estuvo nuevamente en Guayaquil y volvió a conspirar contra Borrero. Para eso llamó a Montalvo que se hallaba en París. El 18 de septiembre se sublevó Guayaquil a favor del Comandante militar Ignacio de Veintemilla, quien designó a Alfaro Jefe Político de Portoviejo.
Como Ayudante de Campo del General José María Urbina peleó en la batalla de Galte, entró en Riobamba y allí se dio cuenta que Veintemilla no tenía ideales políticos ni tampoco era liberal y así lo expresó en un banquete. En Quito visitó al Dr. Manuel Polanco en el Panóptico y llamó a su lado a Roberto Andrade y a Abelardo Moncayo, instándoles a que salgan de sus escondites. Veintemilla ordenó que no se le paguen sus sueldos de Coronel, pasó días de gran estrechez y regresó a Guayaquil, pues su fortuna se había evaporado, justamente a causa de su generosidad. En el puerto principal se dedicó a pequeños negocios con Panamá.
El 78 conspiró a favor de Vicente de Piedrahita, fue apresado y tras varias gestiones del Cónsul de Colombia recobró la libertad, aunque muy enfermo de reumatismo. Otra vez en Panamá, trabajó casi como peón en la imprenta de “La Estrella” y en la sección correspondencia de ese periódico logró que se insertaran noticias del Ecuador.
El 80 pasó a Esmeraldas. El 20 de octubre se proclamó Jefe Supremo y como no encontró apoyo disolvió a su gente y se retiró al Norte. El 81 publicó “Las Catilinarias” de Montalvo en forma de folletos. En Julio del 82 volvió a Esmeraldas con el objeto de sumarse al movimiento contra Veintemilla quien había proclamado su dictadura personal, luchó en San Mateo primero y el 6 de agosto atacó la población, fue rechazado y tuvo que huir por la selva a los páramos y de allí a Ipiales y a Barbacoas en Colombia, de donde partió a Panamá.
Poco después lo fue a visitar Luís Vargas Torres con dinero propio y le convenció de la necesidad de regresar a Esmeraldas, ciudad que tomaron el 9 de enero del 83, entonces fue proclamado Encargado del Mando Supremo de esa provincia y organizó su gabinete de la siguiente manera:
En el Interior y Relaciones Exteriores Manuel Semblantes, en Hacienda Federico Proaño Márquez que no pudo llegar y fue sustituido por el Dr. Camilo Octavio Andrade, en Guerra y Marina Víctor Proaño Camón y cuando se retiró lo reemplazó con el Coronel Manuel Antonio Franco. Este golpe de audacia de Alfaro hizo que la República reaccione contra la dictadura de Veintemilla y se formaron numerosos grupos rebeldes en la sierra, que lograron unirse y constituir el ejército Restaurador.
De inmediato mandó ocupar Bahía. Las tropas del gobierno marcharon hacia Rocafuerte para cercarlo, pero se dispersaron y casi toda la provincia pasó a poder de las tropas de Alfaro, que pudo iniciar su gobierno.
En su discurso a la Asamblea Nacional de 1883 Alfaro manifestó haber gravado las entradas de aduanas hasta en un setenta y cinco por ciento para atender a la amortización de los empréstitos que impuso en esa provincia. Habló de su relación con el inglés Markus Kelly tras lo cual éste movilizó el grueso de sus fuerzas llamadas Regeneradoras, atravesó en triunfo Manabí y el 17 de marzo entró en Montecristi y fundó “La Gaceta Oficial”. El 21 recibió una carta del General José Maria Sarasti ofreciéndole alianza, mas, como el tiempo apremiaba no pudo esperarlo, pasó a Jipijapa y Daule, que ocupó sin resistencia, impidiendo el avance de los vapores del gobierno. El 4 de junio atacó Guayaquil por el manicomio, el 12 por el Estero Salado y en ambas ocasiones fue rechazado. Veintemilla le ofreció el mando supremo si se le unía y Alfaro no aceptó porque hubiera equivalido a una traición al Pentavirato formado en Quito, tras la toma de la capital el 16 de enero anterior.
El 8 de Julio las fuerzas combinadas de los Regeneradores y Restauradores decidieron un ataque conjunto a Guayaquil para el día siguiente. Alfaro entró por el manicomio y los Restauradores por el Salado y la ciudad fue tomada mientras el dictador Veintemilla escapaba en un vapor al Perú.
Después del triunfo las tropas Restauradoras se dispersaron en diferentes casas particulares. Pedro Carbo fue designado Jefe Supremo de Guayaquil, Alfaro partió a Manabí y en octubre se enteró que la Convención Nacional había designado presidente provisional al Dr. Plácido Caamaño, sujeto nuevo en la política y sin mérito alguno para ocupar tan alta dignidad. Todo parecía indicar que su esfuerzo había sido en vano y regresó a Panamá muy desilusionado.
En 1884 organizó una nueva expedición armada, esta vez contra el gobierno del Presidente Caamaño, para cuyo efecto adquirió el buque “Alajuela” con un préstamo proveniente de la Casa comercial de Ramón Vallarino. Con dinero de propiedad de Luís Vargas Torres adquirió las armas y se hicieron a la mar. En Tumaco se enfrentaron al vapor gobiernista “Nueve de Julio” con resultados indecisos, siguieron a Bahía y desembarcaron, pasando por tierra a Portoviejo, pero fueron rechazados.
Nuevamente en Bahía, la noche del 5 de diciembre con la marea alta logró burlar la vigilancia del “Nueve de Julio” que bloqueaba la salida del puerto y la bahía, entonces pudo el “Alajuela” enrumbar hacia el sur y en horas de la mañana del día 6 sorprendió, atacó y abordó al “Huacho” que se incendió y fue a pique con doscientas bajas gobiernistas, pero el incendio contaminó al “Alajuela” que fue atacado por el “Nueve de Julio”, que concurría, aunque tardíamente, en defensa del “Huacho”. En tales circunstancias Alfaro dispuso el abordaje del “Nueve de Julio” pero éste tenía una mayor velocidad y potencia y esquivaba las embestidas. La situación se volvió desesperada porque el incendio se propagaba en el “Alajuela”, de suerte que Alfaro decidió hundirlo antes que cayera en poder del enemigo y hasta se dispuso a morir con él, pero sus compañeros lo salvaron en una pipa de manteca que arrojaron al mar y así pudo llegar a la costa.
Su aventura bélica se seguía con inusitada emoción en el país y le convirtió en una figura internacional, mientras el gobierno del Presidente Caamaño le declaraba pirata.
Huyendo siempre por la selva perseguido por el ejército del gobierno, pudo atravesar la frontera con Colombia y finalmente arribó a Panamá. Allí se registraron varias tentativas para asesinarlo y como el gobierno del Presidente Caamaño intentó su extradición, viajó a Guatemala donde también quisieron matarlo y escribió “La Campaña de 1884” que hizo circular en el Ecuador para desvirtuar las ridículas acusaciones que hacían en su contra. Todo ello, en medio de la vorágine revolucionaria de las guerrillas “Chapulas” que se habían iniciado en la hacienda Victoria cerca de Baba, dominaron la zona montubia y finalmente se dispersaron a principios de enero de 1886 en tierras de indios yumbos, o sea, en las selvas de Santo Domingo de los Colorados.
En marzo del 86, cansado de la inactividad, decidió residir en Lima con los demás exilados ecuatorianos. Tomó habitaciones en el hotel Maury. El 87 fracasó la invasión armada de Luís Vargas Torres por la frontera sur ecuatoriana. El 88 fue candidatizado a la presidencia de la República por el partido Radical, pero su situación económica en Lima se había tornado tan crítica, que había días en que no tenía para comer.
El 90 y merced a la ayuda de varios políticos liberales del continente realizó una gira triunfal por Chile, Argentina y Brasil. En Venezuela lo recibieron como un héroe, con honores, visitó a su esposa e hijos en Panamá tras cuatro años de ausencia. En New York trabó amistad con ilustres notabilidades del continente y otra vez en Panamá siguió rumbo a Costa Rica, visitó a su madre y partió a El Salvador, contribuyendo a detener una guerra con Guatemala y Honduras mediante un Congreso diplomático. Era el hombre del momento. Se había convertido en una personalidad, su fama era legendaria.
El 91 publicó el primer folleto sobre “La Deuda Gordiana” atacando al nuevo presidente Antonio Flores y sus negociaciones para el pago de la Deuda Inglesa. El 92 le expulsaron de Colombia por gestiones diplomáticas de Flores, pasó a vivir en Alajuela en Costa Rica y editó un segundo folleto sobre la citada Deuda, sindicándole nuevamente de ser autor de numerosos negociados con los tenedores de Bonos. Ese año apoyó la candidatura conservadora de Camilo Ponce Ortiz para evitar que los políticos Progresistas se enseñoreen en el Ecuador.
El 93 suscribió con el ex – presidente venezolano Joaquín Crespo y el colombiano Sergio Pérez un convenio para conseguir el triunfo del liberalismo en el Ecuador, Colombia y Centroamérica. Al mismo tiempo recibió órdenes para poder girar dineros contra el exterior. Otros viajes a Estados Unidos y México y una invitación personal del presidente nicaragüense José Santos Zelaya lo llevaron a vivir en la ciudad de León. Poco después el liberalismo triunfó en Honduras con el General Anastasio Ortiz. El 94 Alfaro firmó el Pacto de Amapala con los representantes de
Colombia, Venezuela y Centroamérica a fin de luchar conjuntamente por el triunfo del partido liberal en estas naciones.
A finales del año comenzó la insurrección de los pueblos del Ecuador en protesta por el negociado de nuestra bandera que habíamos prestado a Chile, país neutral en la guerra Chino – Japonesa, para que ésta nación pueda vender el vapor Esmeraldas al Japón.
En octubre de 1894 el Japón declaró la guerra a China, se valió de los trusts Morgan y Rotschild con sede en New York y empezó a comprar barcos y más elementos bélicos. Una de esas compras fue el crucero de guerra Esmeraldas propiedad de Chile, país que había declarado la neutralidad en dicha guerra, de manera que el trust Morgan buscó a la Casa Flint para conseguir la complicidad del Ecuador, país que debería figurar como propietario de la nave, prestando su bandera. La Casa Flint a través del Cónsul del Ecuador en New York el 16 de octubre envió un cable al Gobernador del Guayas, Plácido Caamaño, proponiendo que el Ecuador asumiera la nacionalidad del barco Esmeraldas para cambiarla en Honolulu por la de Japón. El día 23 Chile recibió la propuesta ecuatoriana de compra en 220.000 libras esterlinas. No está demás indicar que el precio real era de 300.000, quedando una comisión de 80.000 libras para los intermediarios. Este negociado, efectuado a espaldas de la opinión pública, siguió su marcha. El 23 de noviembre Ecuador vendió el barco al Japón y siete días más tarde pagó a Chile, con los dineros ya recibidos del Japón. En estas compraventas fueron usados los representantes consulares ecuatorianos de New York y Valparaíso. El asunto se conoció porque el exilado ecuatoriano Juan Murillo Miró el día 8 de noviembre observó en la rada de Valparaíso al crucero Esmeraldas con bandera ecuatoriana lo cual le pareció rarísimo y así lo comunicó a Guayaquil, donde comenzó el escándalo. Los telegramas cruzados en dicha negociación fueron descifrados y traducidos del inglés por Aurelio Noboa, José Abel Castillo y N. Carrasco. El 9 de diciembre ocurrió una Asamblea popular en Guayaquil encabezada por Pedro Carbo, Rafael Pólit Cevallos, Cornelio E. Vernaza, José Luís Tamayo, Rafael Jaramillo, Francisco Fernández Madrid, Aurelio Noboa, Luís Felipe Carbo, Serafín Wither, Miguel Angel Carbo, Federico Pérez Aspiazu. La Asamblea pidió explicaciones al gobierno, sin embargo, como el gobierno ni las dio, ni tomó medidas rectificatorias, las protestas aumentaron.
A inicios del año 95 numerosas poblaciones comenzaron a sumarse a la revolución. En abril la protesta armada tomó las calles de Quito. El 8 de enero Caamaño renunció la gobernación y abandonó el país El 10 de enero los liberales de Guayaquil pidieron la renuncia del Presidente de la República Luís Cordero. El 3 de febrero la nación no celebró el centenario del nacimiento del Mariscal Sucre porque la bandera que él glorificó había sido mancillada. Dentro del gobierno algunos miembros se alejaron (Emilio Maria Terán y Ulpiano Páez) El 12 de febrero ocurrió en la zona de Milagro, provincia del Guayas, el primer alzamiento armado en el país, encabezado por Pedro Concha Torres, Enrique Valdés Concha y Pedro J. Montero Maridueña. El 17 hubo choques armados en Naranjito y Vinces, el 18 el pueblo asaltó el cuartel en Daule y hubo los primeros muertos. Pronto se desató la guerra civil en la sierra. El miércoles santo 10 de abril se levantó el pueblo de Quito. El día 19 renunció finalmente el Presidente Luís Cordero y el vicepresidente Vicente Lucio Salazar convocó a elecciones, pero a los pocos días sufrió un leve derrame cerebral y fue reemplazado por el Presidente de la Cámara de Diputados Carlos Matheus y Pacheco. El 3 de junio el nuevo Gobernador del Guayas Rafael Pólit Cevallos empezó a traspasar el mando a los liberales nombrando Intendente a Juan Francisco Morales. El día 4 convocó a una Junta de Ciudadanos que aceptó la renuncia del mando militar presentada por el General Reinaldo Flores Jijón y el pueblo designó nuevo Jefe Civil y Militar a Ignacio Robles Santistevan. Al siguiente día se proclamó en Guayaquil Jefe Supremo a Eloy Alfaro y se lo llamó al país pues se encontraba en Centroamérica. Al conocerse estos acontecimientos en Quito el presidente encargado Carlos Matheus renunció y asumió la presidencia el conservador Aparicio Ribadeneyra Salazar.
Alfaro arribó a Guayaquil el día 18 de junio a bordo del vapor Pentaur y le fue impuesta la banda presidencial por el Gobernador Robles. De inmediato designó Gabinete en las personas siguientes: Interior y Relaciones
Exteriores Luís Felipe Carbo y Amador. Hacienda y Obras Públicas, Lizardo García Sorroza Guerra y Marina, Cornelio E. Vernaza y para evitar derramamientos de sangre envió una posta a Quito ofreciendo la paz al General José María Sarasti, que había sido designado Jefe del ejército combinado Conservador – Progresista para enfrentar a los liberales de Guayaquil.
Enseguida designó al General Vernaza jefe del primer ejército para que subiera por Babahoyo y ocupe militarmente la plaza de Guaranda. Personalmente tomó el mando del segundo ejército que ascendió por Huigra. El 14 de agosto se produjo el encuentro con las fuerzas Conservadoras y Progresistas enviadas por el Presidente Aparicio Rivadeneyra y que habían ocupado la población de Cajabamba. La batalla se produjo en las heladas llanuras de Gatazo y fue indecisa; mas, al amanecer del día siguiente 15 de agosto, Alfaro encontró que el enemigo se había desbandado de manera que pudo entrar victorioso en Cajabamba. Mientras tanto el primer ejército había triunfado en San Miguel y ocupaba Guaranda.
Una vez en Riobamba Alfaro cablegrafió a su esposa: “Señora: pongo a sus pies la espada vencedora del ejército liberal en el Ecuador. Bendigamos a la Providencia. Abracemos a nuestros hijos. Eloy Alfaro”.
El 4 de septiembre Alfaro entró victorioso en Quito sin encontrar oposición alguna. Había triunfado la revolución liberal en el Ecuador, país al que produjo cambios físicos notables, la innegable transformación del alma ecuatoriana y la variación de las corrientes de la vida en esta sociedad, según frases de Manuel J. Calle, pero no todo pudo ser cambiado y al transcurrir los años le correspondió actuar a una nueva generación de políticos, que con criterios sociológicos debieron afrontar nuevas crisis.
En un primer momento tuvo que dedicarse a consolidar el gobierno. Las guerrillas conservadoras perturbaban el norte con sus continuas invasiones y para contra restarlas el día 7 ordenó que los gastos de la guerra se paguen con los bienes personales de los insurrectos. Empleó a las mujeres en el correo, suprimió el impuesto del uno por mil que gravaba a los indios en favor de la iglesia. El 12 de noviembre llegó su familia a Guayaquil. El 16 se reunió en México el Congreso Internacional solicitado por Alfaro para la formación de un Derecho Público Americano.
Mientras tanto había comenzado a captarse la buena voluntad de las clases populares de la sierra y se dedicó a visitar la Casa de Los
Huérfanos, el Hospital y otros centros de salud y filantropía. En lo económico abolió el Impuesto de la contribución subsidiaria y aumentó los aranceles de Aduana. En diciembre recibió en Guayaquil los restos del héroe Luís Vargas Torres y gestionó ante la reina regente Maria Cristina de España “la adopción de medios decorosos que devuelvan la paz a España y Cuba”.
En lo concerniente al asunto religioso anduvo con tino y mesura. El 31 de diciembre se dirigió a León XIII anunciándole su ascenso al poder. En mayo de 1896 el Papa le contestó enviando su Bendición Apostólica.
En enero había regresado a Quito tras permanecer tres meses en el puerto principal y como los hermanos cristianos, casi todos franceses, no permitieron que sus alumnos le rindieran honores de Presidente de la República, el viernes 26 se produjo un miting popular y tuvieron que asilarse en la Legación de Francia, saliendo muchos de ellos – los de nacionalidades extranjeras – fuera del país.
La situación político religiosa seguía álgida por la reacción del clero nacional y de los sacerdotes extranjeros. En marzo fueron sacados a Colombia los padres Capuchinos bajo la acusación de conspiradores. El 24 de mayo fue develada una revolución en Cuenca y el 29 el jefe conservador Ricardo Cornejo atacó en el punto de Cabras a una guarnición ecuatoriana, pero fue derrotado y repasó la frontera con Colombia.
En Junio Antonio Vega Muñoz se levantó en armas en el Azuay y tomó por la fuerza a Cuenca, la rebelión religiosa comenzó a extenderse por el austro y Alfaro decidió dirigir la guerra, bajó a Guayaquil, siguió por la vía de Machala y Naranjal, y tras rudos combates pudo el 22 de Agosto recuperar Cuenca, donde permaneció tres días, que aprovechó para visitar en su casa al Obispo Miguel León Garrido, fue padrino de un niño y ofreció una suma mensual para la continuación de las obras de la Catedral, suspendidas por falta de fondos.
Nuevamente en Guayaquil le tocó presenciar el pavoroso incendio grande del 5 y 6 de octubre y asistió a la inauguración de las sesiones de la Convención Nacional que debió trasladarse a Quito por efectos del gran flagelo que acababa de azotar a la ciudad y que dio al país la Constitución de 1896, que estableció las bases del liberalismo ecuatoriano en el poder y creó las primeras instituciones laicas. Entre los principales diputados que lucharon por ello se debe mencionar a Felicísimo López, Abelardo Moncayo y Gumercindo Yépez.
En junio arribó su familia desde Panamá y en agosto habitaron la casa presidencial alquilada para el efecto en Quito y fue electo presidente constitucional de La República a principios del 97 por un período de cuatro años.
En marzo de 1907 visitó el Ecuador el Ing. Harcher Harmann, especializado en la construcción de ferrocarriles, que venía recomendado por Luís Felipe Carbo, nuestro Ministro plenipotenciario en Washington. Harmann era masón como Alfaro, tenía amplia experiencia en materia de ferrocarriles y numerosos contactos con empresarios e inversionistas de su país, de manera que logró acordar los términos de la negociación en la que participaría el estado, los tenedores de bonos de la Deuda Inglesa y numerosos inversionistas ingleses y norteamericanos. La inversión de $ 17.532.000 involucraría la emisión de bonos, acciones comunes y preferidas, la garantía del estado ecuatoriano que pignoraría algunas de sus rentas. La cantidad antes mencionaba significaba el triple del total de las exportaciones ecuatorianas de ese año y siendo tan grande la cifra, motivó la inmediata reacción de los políticos de oposición e incluso de algunos periodistas liberales, que se admiraban que una obra de esa envergadura pudiera hacerse realidad en un país de la pobreza del nuestro, pero Alfaro supo sortear todos los inconvenientes y críticas y llevó adelante el proyecto pues el ferrocarril era una obra magna y redentora, que uniría a las dos regiones del país y terminaría de una vez por todas con el atraso y aislamiento de las poblaciones de la sierra. El Ingeniero J. V. Sigdald Muller pronosticó que sería el ferrocarril más difícil del mundo, Harmann y Alfaro eran optimistas y visionarios y no se arredraban fácilmente ante las dificultades.
Harmann firmó en junio, regresó a su Patria, contrató a su hermano John como supervisor de la construcción, a ochenta y cuatro ingenieros y a ciento tres empleados y dio comienzo al ferrocarril, cuyo costo aumentaría con el tiempo pues hubo necesidad de contratar cuatro mil obreros de Jamaica y en el paso de la cordillera dinamitar buena parte de la montaña para formar la ruta en zigzag que se conoce con el nombre de la nariz del Diablo.
Entre 1897 y 1900 numerosas invasiones armadas se registraron por la frontera colombiana pero el 31 de marzo de ese último año, el Obispo de Ibarra, Federico González Suárez, dirigió una Carta Pública a su Vicario el Dr. Alejandro Pasquel Monge, aconsejando la no intervención del clero en política y reprobando los esfuerzos que hacía el partido conservador para recuperar el poder. De allí en adelante se estabilizó el gobierno liberal y Alfaro concluyó su período tranquilamente en Agosto de 1 901 , dejando por sucesor al General Leonidas Plaza Gutiérrez, quien le pagó mal pues no cumplió con sus ofrecimientos de nombrarle Gobernador del Guayas.
Durante su gobierno ayudó a numerosas sociedades obreras mediante donaciones de solares y locales o con dinero efectivo, fue el primero en llevar obreros al seno de los Concejos Cantonales, tratando de conjugar la línea liberal con los planteamientos mutuales a través de algunas reformas laborales. En lo económico su administración estuvo asediada por la falta de dinero. Los ingresos jamás estuvieron a la altura de los gastos militares para detener las insurrecciones armadas en la frontera norte con Colombia y en el centro y austro de la República. El incendio de Guayaquil insidió negativamente en las finanzas nacionales pues los bancos cerraron por dos semanas. El crudo invierno de 1897 disminuyó las cosechas y mermaron las exportaciones. El dólar comenzó a subir de una cotización estable de dos sucres a dos sucres veinte y cinco centavos. El 98 se aprobó el Patrón Oro para atraer la inversión extranjera y la repatriación de capitales, de manera que el sucre ecuatoriano pasó a ser respaldado por oro manteniéndose la estabilidad cambiaria hasta la primera Guerra Mundial en 1914 que todo lo trastocó y para evitar la inflación que hubiera generado una emisión inorgánica de dos millones de sucres que propuso su gobierno, los comerciantes de Guayaquil prefirieron otorgarle un préstamo por dicha cantidad a través de la Sociedad de Crédito Público garantizada por el manejo del monopolio de la sal.
Retirado a la vida privada y en situación modestísima, Alfaro fue un ejemplo para sus conciudadanos. Se le veía diariamente con sus amigos, rodeado por el pueblo que jamás había dejado de quererle y apoyarlo.
Para las elecciones de 1905 el presidente Plaza, en el colmo de la desvergüenza política, se alejó de los antiguos combatientes del liberalismo doctrinario y exhibió a Lizardo García Sorroza como candidato oficial, tras una campaña de dicterios en contra de la obra del ferrocarril, en la que e llegó a acusar de peculado a Alfaro, éste se inhibió de competir. Electo García, desconfiando de Alfaro, mandó a ponerle pesquisas en la puerta, pero en Octubre el Congreso le nombró miembro de la Comisión Codificadora de las Leyes Militares junto a los Generales José María Sarasti (el derrotado en Gatazo) y Francisco Hipólito Moncayo. Con tal motivo viajó a Quito y preparó el golpe militar con Emilio María Terán, Nicanor Arellano, Flavio Alfaro y Manuel Benigno Cueva tras lo cual regresó al puerto principal.
La noche del 31 de diciembre salió subrepticiamente a la sierra pues en las primeras horas de la madrugada Emilio María Terán se tomaría el cuartel de Riobamba como efectivamente sucedió y tras numerosas peripecias Alfaro derrotó a las fuerzas gobiernistas en los campos de Chasqui cerca de Latacunga el 15 de enero de 1906, al día siguiente entró en Quito y asumió por segunda ocasión el poder. El 9 de octubre la Convención Nacional le designó Presidente Interino de la República. Mas, este segundo período tampoco estuvo exento de peripecias.
La Convención Nacional dictó la Constitución de 1906 mayoritariamente redactada por José Peralta, creándose así las bases de la modernidad y es famosa por ello.
En abril de 1907 concedió a la Compañía Nacional Comercial, empresa privada guayaquileña, el manejo y control de la carga de exportación e importación, evitándose así la continuación del contrabando.
En ese mes se realizó en Quito una protesta de jóvenes universitarios y en junio numerosos elementos placistas dirigidos por Enrique Baquerizo Moreno atacaron a bala el edificio de la gobernación del Guayas donde se encontraba Alfaro, quien logró a duras penas salvar su vida y sofocar el movimiento. En 1908 rompió momentaneamente con su amigo el Ministro Abelardo Moncayo y el ferrocarril arribó finalmente a la capital, dando lugar a una serie de festejos que alegraron la nación y que por esto mismo se llamó “La Gran Fiesta del Ferrocarril, demás está en decir: No ha existido en la historia ecuatoriana una obra que haya sido más calumniada ni vituperada. Mal que nos peses, ha sido el caballo de batalla de los enemigos de Alfaro, por eso él ha tenido que dar un ferrocarril a los ecuatorianos a cañonazos.”
“La mañana del 25 de junio de 1908 el general Eloy Alfaro se preparaba para una ceremonia muy importante. Después de tomar su bastón de empuñadura de plata, miró su reloj. Una multitud lo esperaba en Chimbacalle, pero todavía era temprano. Seguramente evocó entonces aquel día de 1895, luego del triunfo de la revolución liberal, cuando anunció que emprendería la construcción de un ferrocarril entre Guayaquil y Quito. Era un viejo proyecto de Gabriel García Moreno que no se había hecho realidad por desidia de los gobiernos. El mayor obstáculo era la escasez de recursos financieros. Los banqueros europeos habían sido categóricos: no darían nuevos créditos a ningún gobierno del Ecuador mientras no se solucionase el problema de la deuda externa que el país arrastraba desde la independencia. Apareció entonces el gringo Archer Harman, un aventurero que tenía todo el apoyo de mister Fox, el representante de Estados Unidos, con una fórmula para conseguir el dinero que hacía falta: Ecuador podía comprar una parte de su propia deuda y reemplazar el resto con bonos del ferrocarril. El en persona se haría cargo de las negociaciones en Londres. Cierto es que el país quedaría nuevamente endeudado y que habría que aumentar los impuestos. Pero el ferrocarril era una realidad. Entusiasmado Alfaro aceptó firmar un contrato aparentemente lesivo con la Guayaquil and Quito Railway Co. la empresa de Harman, pues a pesar de su costo elevado sabía perfectamente bien que era una obra dificilísima, pero el monto total dio motivo para que sus enemigos le acusen de corrupción. Aunque la verdad era que el norteamericano le había ofrecido a Alfaro tres y medio millones de pesos en acciones, que el caudillo nunca aceptó. En su lugar las traspasó al Estado ecuatoriano. Después de varias negociaciones con el Congreso para revisar los peores términos del contrato, la obra finalmente arrancó el 10 de julio de 1899. Pronto se supo que no sería una tarea fácil. La ascensión de los Andes demandaba un esfuerzo enorme. Los derrumbes se repetían y centenares de trabajadores murieron. Para suplir la escasez de mano de obra hubo que contratar cuatro mil trabajadores negros de Jamaica. Cuando la vía llegó al punto denominado la Nariz del Diablo, fue menester volar inmensas rocas y no era raro que entre los escombros apareciese el cadáver de algún infeliz obrero. Varias veces hubo que cambiar el trazado por los obstáculos que se hallaban en el terreno. I todo esto mientras los estertores de la guerra civil continuaban en distintos lugares del país. Pero por fin llegó él gran día. Cuando el tren arribó a su última estación en Chimbacalle en las afueras de Quito, una multitud lo recibió entusiasmada, dando vivas a Alfaro. Bandas militares entonaron canciones patrióticas mientras su hija América ponía el último clavo, de oro. Hubo chicha, bailes y comida. I pocos se acordaron de los enormes obstáculos que se habían debido vencer. Posiblemente Alfaro pensó en ese momento que la unidad del país sí era posible. El tren la haría realidad. Cuatro años después el viejo general era arrastrado hacia una hoguera, pero su sueño, aunque todavía no se cumple plenamente, nunca murió y las dos regiones del país se unieron por cincuenta años hasta el advenimiento de los modernos carreteros”.
Al año siguiente se celebró con gran pompa el Centenario de la Independencia, las obras públicas nacionales cobraron auge, el nuevo siglo sirvió para incorporarnos al grupo de las naciones civilizadas del continente, pues se gozaba de una relativa armonía basada en la libertad de cultos, la enseñanza laica, la libre internación de libros y escritos, etc.
En lo religioso se hallaba suspendido el Concordato con la Santa Sede y en lo cultural numerosos ecuatorianos gozaban de becas y se protegía a los artistas, músicos e intelectuales; pero, como nada es perfecto en esta vida, el Viejo Luchador de tantas batallas sufría de arterioesclerosis, le costaba cierta dificultad tomar decisiones, dudaba demasiado cuando siempre había sido un sujeto de pensamiento claro y veloz, cuando montaba a veces se dormía sobre el caballo.
En eso advino en 1910 el problema fronterizo con el Perú. Alfaro ordenó la movilización general a la frontera, el país le obedeció como un solo hombre, el enemigo detuvo su avance y se superó la crisis. Fue su momento de mayor popularidad, pero ya era un sujeto anacrónico. Cuando ese año arribó a Guayaquil el célebre sacerdote y periodista español Juan Bautista Ceriola, en una crónica escrita bajo el pseudónimo de Profesor Collazos, comentó con mucha gracia que le había extrañado ver la anticuada “chiva” o barba en punta que usaba el Presidente Alfaro, en todo conforme a la moda de los años 1860, es decir, cincuenta años atrás, cuando la popularizó el Emperador Napoleón III de Francia. Estilo que por pasado de moda ya nadie usaba en Europa y tampoco en América.
En 1911 tuvo que escoger sucesor presidencial, que lo fue en esta ocasión su gran amigo y colaborador Emilio Estrada Carmona, sinembargo no faltaron los chismes de partes interesadas que enturbiaron las buenas relaciones entre ambos. Alfaro terminó alejándose de Estrada, quien de todas maneras ganó las elecciones y viendo que Alfaro planeaba una nueva dictadura con el apoyo de su hijo Olmedo, el día viernes 11 de agosto se adelantó, pues a la una de la tarde sonaron los primeros disparos en el cuartel de la artillería Bolívar. Media hora más tarde comenzaron a recoger a los cadáveres en las calles adyacentes. A las dos cesaron los disparos pues los estradistas habían tomado el cuartel al grito de Viva la Constitución. El pueblo destruyó los talleres del diario El Tiempo y asaltó las casas de los principales alfaristas.
El presidente Alfaro fue tomado preso en el Palacio y protegido por el Cuerpo Diplomático pudo atravesar la plaza de la independencia con destino a la legación de Chile donde permaneció treinta y cinco días asilado, hasta que le permitieron viajar a Guayaquil y en un vapor partió a Panamá.
En esta segunda administración tuvo que soportar nuevamente la falta de recursos, aunque los empresarios de Guayaquil le sacaron de apuros con un segundo préstamo que se cancelaría con la concesión o administración del puerto de Guayaquil
Tres meses después, en la noche del 21 de diciembre de 1911, falleció el Presidente Estrada en Guayaquil a consecuencia de un ataque cardiaco tal y como había sido diagnosticado por el Dr. Herman Parker con anterioridad y asumió al poder el Presidente del Senado Carlos Freile Zaldumbide. En Guayaquil el General Pedro J. Montero, se proclamó Jefe Supremo, desconoció a las nuevas autoridades y pidió la venida de Alfaro, quien embarcó el 30 de diciembre en Balboa y arribó el 4 de enero de 1912 a Guayaquil, donde fue proclamado por el pueblo, aunque el verdadero líder del movimiento era su sobrino el valeroso General Flavio Alfaro Santana quien se encontraba en Esmeraldas, provincia que se había alzado en su favor.
El Cónsul de los Estados Unidos y el Comandante del Cañonero norteamericano Yorktown dieron garantías al General Montero mientras en Quito pedían la cabeza del “indio Alfaro” y el gabinete constitucional de Freile Zaldumbide designaba a los Generales Leonidas Plaza y Julio Andrade directores de la Guerra. En la costa Flavio Alfaro tomó el mando de las fuerzas radicales, que enfrentadas a las constitucionales en Huigra, Naranjito y Yaguachi, fueron derrotadas tras sangrientos combates que dejaron más de un millar de muertos y un número mayor de heridos, pues esta Guerra Civil fue crudelísima.
Alfaro estaba viejo, casi decrépito, no atinaba a encontrar soluciones, aún más, no salía de Guayaquil y cuando la situación se tornó perdida, las fuerzas combinadas de Plaza y Andrade arribaron a Duran. En esas circunstancias intervinieron los Cónsules extranjeros acreditados en Guayaquil Herman Dietrich y Alfred Cartwright por USA e Inglaterra, que viajaron a Duran en compañía de Eduardo Game Balarezo, Carlos Benjamín Rosales Pareja, Martín Avilés Garaycoa, Ignacio Robles Santistevan y Sixto Durán y Ballén y se firmó un Convenio en esa población, por el que los constitucionales juraron respetar las vidas de los radicales comprometidos, entraron en Guayaquil y de inmediato Plaza traicionó lo pactado (nunca hacía honor a la palabra empeñada pues era un político maquiavélico) y ordenó la captura de Alfaro y sus tenientes, que fueron localizados en un departamento bajo ubicado en la calle Chimborazo No. 619 y Municipalidad, propiedad de la familia Renella. Felizmente el General Julio Andrade evitó el bochorno de que fueran llevados a pie a un cuartel y les hizo conducir al edificio de la Gobernación, donde impidió que los ultimaran.
Al día siguiente Plaza lo visitó y lloró con él, pero quiso enviar a los prisioneros al cuartel del batallón Marañón ubicado en Las Peñas, que mandaba el Coronel Alejandro Sierra, conocido enemigo de los Alfaro, pero no lo logró. En cambio, el día 26 el mismo Sierra y los del Marañón sacaron sin miramientos a los presos y los condujeron a Duran para tomar el ferrocarril, pues había llegado la orden de Quito para que se les envíe detenidos al Panóptico. El viaje se realizó sin contratiempos, Alfaro fue llevado de los brazos pues su estado de debilidad era general. En la subida al Penal alguien del populacho disparó contra el Coronel Belisario Torres Lascano y le hirió de suma gravedad. La bala le ingresó por la espalda, le atravesó uno de los pulmones y fue a alojarse en los intestinos. Torres no recibió atención médica, agonizó en el Penal y murió. El 28 a las doce del día una poblada compuesta por mujeres de mal vivir, indios contratados en los contornos (nunca se ha descubierto quien fue el político que dio el dinero para reunirlos) varios cocheros comandados por José Ceballos que trabajaba en la presidencia de la República y en general, la hez de los barrios, ingresó sin ningún contratiempo al interior del Penal cuyas puertas habían sido abiertas y en complicidad con los guardianes subieron hasta el pabellón asignado a los presos políticos, donde Cevallos ultimó a Alfaro en el interior de una celda, con un tiro de fusil que le entró por el ojo derecho y le causó la muerte en forma instantánea. Posteriormente masacraron a sus acompañantes en las otras celdas, uno por uno, tranquilamente y en desenfrenada orgía de sangre. A Luciano Coral, antes de asesinarle, le cortaron la lengua con un yatagán por ser periodista. Los cadáveres fueron jalados con cuerdas y arrastrados por las calles hasta El Ejido donde llegaron en hilachas. Allí les prendieron fuego y hubo algazara y baile general. Tan dantesca escena motivaría años después al novelista Alfredo Pareja Diez – Canseco a titular a su célebre biografía de Alfaro con el nombre de “La Hoguera bárbara”.
Murió el caudillo de casi setenta años, aún cuando representaba muchos años más dada su agitada vida. América entera repudió el crimen y la conciencia política del continente señaló a Leoni das P laza como el autorin telectua l de la masacre, en connivencia con el débil Encargado del Poder Ejecutivo Carlos Freile Zaldumbide y su gabinete de mediocres ministros. En 1917 un Tribunal Civil señaló la responsabilidad administrativa de éstos últimos, sin mencionar el papel protagónico de Plaza pues éste todavía conservaba gran parte de su poder, sobre todo en el ejército.
El día lunes 29, a las cinco y media de la tarde, sus restos fue sepultado en el cementerio de San Diego. En su matrimonio con Ana Paredes Arosemena tuvo nueve hijos, de los cuales sobrevivieron Olmedo, Colón Eloy, Colombia, Esmeralda y América.
El 15 de octubre de 1921 fueron traídos sus restos a Guayaquil y se inició la construcción de un hermoso Mausoleo en la parte más elevada del Cementerio General de la ciudad donde aún reposan, aunque a medias, pues una parte fue cedida por sus familiares para que se guarden en el interior del templete erigido en la población de Montecristi que le vio nacer en 1842, en su honor y en el de la Revolución Liberal que presidió.
Alfaro soñó con un continente fuerte, democrático y unido, donde no hubiera opresores ni oprimidos, practicó el arielismo sin conocer esa doctrina y creyó en la existencia del estado moderno libre de toda teocracia y fanatismo religioso. Por eso se decía que tenía corazón de madre, porque a través de su larga lucha política solo buscó el bien general para todos, sin distingos de ninguna clase.
Su estatura pequeña, no más de 1,55 mtrs. contectura gruesa, piel blanquísima, pelo cortado casi a rape y encanecido prematuramente, ojos pequeños, indígenas, vivaces y con la llama de la fortaleza inextinguible del luchador nato, del líder carismático y del hombre que todo lo sacrificó por conseguir el bien de sus semejantes. En vida fue un caudillo, por eso le decían el Viejo Luchador, en muerte personificó un ideal.
Su bondad y cortesía eran proverbiales. Honestísimo con los dineros públicos, jamás atesoró bienes pues su generosidad desbordaba todo límite, por eso ayudó a amigos y compatriotas dentro y fuera del país, pagó los libros de Montalvo, financió las campañas liberales, se condolió del desvalido, protegió a viudas y huérfanos.
Tuvo talento comercial y varías veces levantó cfonsiderables fortunad pero las gastó en aras del ideal liberal radical masónico. Durante la bonanza económica surgida por la construcción del canal en Panamá, debido a las obras que estaban ejecutando los franceses llegó a ganar hasta cien duros al día, suma enorme por entonces. Hijo devoto, hermano servicial, esposo amantísimo, político honesto y sacrificado. En la guerra valiente, sufrido y leal compañero; en la paz ciudadano trabajador y patriota como el que más, representa para el Ecuador la más alta cifra del patriotismo y su nombre es símbolo de dignidad, al punto que los grupos políticos surgidos en los últimos años han crecido a la sombra de su ejemplo y su memoria. Fue, pues, el héroe de la mayor transformación política de la historia del país, la revolución liberal, que nos trajo los principios de la Francia inmortal y puso los cimientos de la vida actual basada en la igualdad de todos los ecuatorianos ante la ley, la separación del Estado de la tutela de la Iglesia, estableció las libertades básicas de expresión, asociación, religión, amó el progreso y luchó por alcanzarlo, unió las dos principales regiones del país con un ferrocarril, trabajó por conseguir la igualdad de los sexos, protegió al indigenado de los abusos del clero, abrió los caminos de la modernidad. El país le debe el Ferrocarril y numerosísimas obras públicas, pero por sobretodo le debe la libertad de conciencia que nos permite vivir y trabajar en democracia y libertad. Como muestra de su temple y carácter, de la solidez de su voluntad, cabe reproducir un hermoso párrafo escrito a sus hermanos en diciembre de 1861.
“No hay que abatirse por nada, aunque el mundo se venga abajo: el hombre debe permanecer impasible y superior a su propia desgracia. Desgraciado el que no tiene armas para sufrir. Los débiles jamás son felices. Sin las amargas pruebas del infortunio, no hay virtud, genio ni gloria’’.
Entre sus pensamientos más conocidos están los siguientes:
El que no sabe obedecer no sabe mandar. Esta regla es casi infalible según he podido observar en mi vida pública y privada.
El hombre cobarde, aun cuando sea de buena conducta en su vida privada, es capaz de cometer cualquier infamia, esa es la tutora imperiosa que convierte a los débiles en instrumentos involuntarios del crimen.
Donde imperan la desmoralización y el robo, es imposible la República. Entre el patriotismo y el fanatismo hay la misma diferencia que entre la luz que vivifica y el rayo que extermina. El hombre que predica la moralidad y la economía a personas dominadas por la concupiscencia es un insensato. Es deber de todo gobierno mejorar la condición de la mujer. Sin sacrificio no hay redención. La libertad no se implora como un favor, se conquista como un atributo inmanente al bienestar de la comunidad. No se implora de rodillas, se conquista en los campos de batalla.
Los vencedores recogen el fruto de lo que han sembrado los mártires con su sacrificio. El padre de familia, sacrificándose por la causa pública, trabaja no solo por la felicidad general, sino por la felicidad de sus descendientes en particular. La hora más oscura es la más próxima a la aurora. Nada soy, nada valgo, nada pretendo, nada quiero para mí, todo para vosotros que sois el pueblo, que se ha hecho digno de ser libre. Cuando desaparece la práctica de la justicia, se viene al suelo el edificio social que llamamos nación. Quien desee agradar a todos termina siendo despreciable a los ojos de sus propios favorecidos. Una buena causa defendida por los inmorales, termina degenerándose en calamidad pública y llega a producir más daño que sus peores enemigos. Los hombres indiferentes a las desventuras de la Nación son auxiliares inconscientes de las desgracias de los pueblos. Su indiferencia los vuelve aliados de los tiranos.Solamente a balazos dejaran nuestros opresores el poder que retienen únicamente por la violencia. Pensar de otro modo equivale a dar tregua a tenebrosas intrigas. Afrontemos pues, resueltamente, los peligros, y luchemos por nuestros derechos y libertades, hasta organizar una honrada administración del pueblo y para el pueblo.