ALBORNOZ TABARES MIGUEL ANGEL

POLITICO. Nació en Ambato el 9 de agosto de 1873. Hijo legítimo de Miguel Albornoz Ramírez, nacido en 1822, primer Gobernador que tuvo la Provincia del Tungurahua en 1.860 – 61 y de Demetria Tabares Darquea, ambateños.

Fue el octavo de una familia compuesta de nueve hermanos. El Dr. Pedro Fermín Cevallos, de vacaciones en Ambato, le enseñó a leer. Terminada la primaria salió de la casa paterna en busca de centros docentes que no había en su pueblo y de diez y seis años se vio huérfano y en el fuerte caso de luchar solo y procurarse con sus brazos la existencia y luchó libro en mano y pluma en ristre pasando por oficinas fiscales y municipales donde se amasa el pan negro que comen los pobres.

“En 1892 fue secretario del Liceo Montalvo de Ambato. La revolución de 1895 le empujó a los campos liberales; las urgencias de la época le convirtieron en periodista, escribió en varios semanarios con el ambateño Elías Troncoso, fue redactor en “El Shiry” y con su amigo Sergio Arias fundó “La Sanción”. El 96 ocupó la presidencia de la sociedad literaria “Fígaro” en reemplazo de Luis Napoleón Dillon y colaboró en la revista de su nombre con artículos de índole literaria. El General Alfaro lo designó revisor del Tribunal de Cuentas de Quito.

El 20 de junio del 99 casó en Ambato con Julieta Ruíz Holguín, con dos hijos, fue ascendido a Secretario, desempeñándose tan bien que en 1902 pasó a ocupar igual posición en la Cámara de Diputados durante la primera administración del General Leonidas Plaza Gutiérrez, abandonando sus estudios de derecho. Para entonces se había convertido en placista y con Sergio Arias editaba “La Espuela.”

Ese año movió sus influencias y fue electo Diputado por el Tungurahua, concurriendo a las Cámaras hasta 1903 y demostrando ser un liberal aferrado a sus principios e impaciente por alcanzar el progreso, “que no conocía la virtud de las medias tintas ni los ritos de la sagrada prudencia” pero supo mantenerse alejado de todo interés minúsculo y luchar por el bien general.

Al finalizar su período senatorial volvió al Tribunal de Cuentas en 1905 y fue electo su Presidente. La República de Uruguay lo designó Cónsul en Ambato. En las elecciones apoyó al candidato oficialista Lizardo García Sorroza y luego del triunfo electoral pasó a ocupar la Dirección de Estudios del Tungurahua y enseguida la Secretaria de la Legación Ecuatoriana acreditada en París y Londres, recorriendo Inglaterra, Francia, Suiza e Italia. En enero de 1906, al triunfar la revolución de Alfaro, renunció estas funciones y regresó a Ambato donde dirigió varias publicaciones políticas tales como “El Rayo X” y “El Marañón.”

Durante el conflicto armado con el Perú en 1910 fue Vicepresidente de la Junta Patriótica del Tungurahua. Asistió al Congreso que se instaló tras el golpe revolucionario del 11 de Agosto de 191 1 que derrocó al segundo gobierno del General Alfaro y en la sesión del día 14 cuando el Presidente de la Cámara Francisco Andrade Marín propuso aplaudir al pueblo de Quito y al ejército que ha salvado la Constitución y las leyes de la República, Albornoz pidió la palabra y solicitó que en la grada principal del Palacio se coloque una Placa de la infamia, conmemorativa con una leyenda denigrante para el gobierno de Alfaro. La moción fue aprobada por cuarenta y ocho votos a favor frente a ocho en contra pero jamás fue colocada la Placa que hubiera servido para avergonzar a la República.

Después del asesinato de Alfaro en enero de 1912 volvió el placismo al poder, Albornoz fue designado Rector del Colegio “Bolívar” y en Julio le eligieron Senador por el Tungurahua por un período de cuatro años (1912-16) Entonces renunció en el “Bolívar” y pasó a ejercer la Dirección de Estudios del Tungurahua hasta 1915, año en que por haber sido designado Vicepresidente de la Cámara del Senado tuvo que radicar definitivamente en Quito.

En 1916, apoyó la candidatura oficialista de José Luís Tamayo y nuevamente fue electo Diputado por el Tungurahua, ocupando la presidencia de la Cámara entre 1916 y 17. Su clara inteligencia y un raro don de gentes le habían mantenido alejado de las disensiones liberales, su nombre no levantaba resentimientos ni enemistades, excepto por la placa.

En los años veinte enlazó con Felisa Ruíz Figueroa, también con hijos. En 1922 editó en Quito “Algo sobre El

Movimiento Literario Nacional en la primera centuria de independencia” en 38 págs. El 23 pronunció un discurso como mantenedor de los juegos florales femeninos organizados por la Federación de Estudiantes Ecuatorianos, impreso en 22 págs.

El Presidente Gonzalo S. Córdoba lo incorporó a su gabinete en 1924 en la cartera de Hacienda y debido a su amplia experiencia en el Tribunal Revisor de Cuentas de Quito donde había ocupado la presidencia.

Al triunfo de la revolución Juliana de 1925 quedó cesante, alternó el periodismo con trabajos contables. Estaba afiliado al partido liberal radical y formaba parte de clubes electorales, así es que cuando ascendió el Dr. Isidro Ayora en 1926, como dictador de la República, se mantuvo en la oposición, pero cuando fue elevado a la Presidencia el 28, Albornoz entró en acercamiento político, fruto del cual fue su designación como vicepresidente del recién creado Banco Central en 1929 y poco después en 1930 llegó a Ministro del Interior (actual cartera de Gobierno) manteniéndose en funciones durante el interinazgo de Larrea Alba, que duró pocos días el 31.

En 1928 publicó “Sueños y Cántigas,” colección de sus poemas de juventud, donde unió a las imprecaciones sentimentales que arranca la vida, la sedante nota del razonamiento humano.

En 1934 contrajo un segundo matrimonio, a los sesenta y un años de edad, con María Luisa Dávalos Valdivieso, natural de Riobamba, de sólo veinte y ocho y tuvieron dos hijos: Vicente y Carmen.

En la década de los años treinta fue activista liberal y ocupó en varias ocasiones la Dirección Suprema del Partido, formando parte del ala arroyista que llegó al poder en 1938 con el Dr. Aurelio Mosquera Narváez y actuó en la fundación del Banco de Préstamos donde ocupó la Gerencia.

Cuando el Presidente Mosquera se auto eliminó en 1939 por razones puramente domésticas, intervino en el traspaso del poder a favor del Dr. Carlos A. Arroyo del Río, último presidente del Senado, quien renunció en favor del Dr. Andrés F. Córdova, último presidente de Diputados, para presentar su candidatura presidencial al período de 1940-44.

Durante la presidencia de Arroyo del Río se convirtió en su mano derecha

dentro del liberalismo, liderando al grupo de la sierra. En 1941 fue designado Senador y al año siguiente Director Supremo del Partido Liberal, Presidente de la Cámara del Senado y durante el viaje presidencial a Estados Unidos, que duró del 16 de noviembre al 17 de diciembre de 1942, le correspondió encargarse del Poder interinamente.

En 1943 las bases liberales solicitaron su candidatura presidencial y el gobierno la respaldó a principios del 44 después de desechar la nominación del Dr. Teodoro Maldonado Carbo, sugerida por el Gobernador del Guayas Enrique Baquerizo Moreno.

Entonces eran dos los candidatos principales: Albornoz por el liberalismo y Velasco Ibarra por los grupos de oposición. El pueblo era velasquista y se gritaba en las calles: “Con Albornoz arroz y con Velasco churrasco.” El gobierno auspiciaba abiertamente a Albornoz al punto que al interior de las oficinas públicas circulaban carteles que decían: Albornoz ganará y el fervor de las masas hacía temer un choque frontal con los Carabineros que hubiera arrojado un saldo sangriento difícil de prever, pero la noche del domingo el 28 de Mayo, sorpresivamente la ciudad de Guayaquil proclamó la revolución y el lunes 29 dimitía Arroyo del Río, asilándose en la Embajada de Colombia en Quito antes de partir hacia el exterior. Albornoz renunció a su candidatura, poniendo fin a una época de luchas liberales por alcanzar y mantener el predominio político nacional. Se retiró entonces a la vida privada pues iba a cumplir setenta y dos años.

Estatura más que normal, tez blanca, pelo negro que después desapareció ante una calvicie incipiente, don de gentes y trato amable; especialización en cuentas internas del Estado (lo que hoy sería la Contraloría) y férreo control de las bases liberales, fueron las principales cualidades de este político que desempeñó tan importante papel hasta 1944.

Falleció en Quito el 2 de agosto de 1964, de vejez que no de otra cosa, de casi noventa y un años de edad.