AGUIRRE APARICIO AUGUSTO

DIPLOMATICO. Nació en Guayaquil en 1870 hijo legítimo del Dr. Napoleón Aguirre García (1) y de Maria Josefa Martínez de Aparicio y Correa, naturales de Guayaquil y Quito respectivamente. Nieto materno de José Maria Martínez de Aparicio y de Manuela Correa.

Hizo sus primeros estudios en el Colegio San Vicente hasta lograr el bachillerato en Humanidades, estuvo a la cabeza de todos los Comités anuales que promovían las hermosas fiestas que tanto brillo dieron al establecimiento y fue compañero de Carlos Carbo Viten, Delfín Treviño, Juan Bautista Destruge, Gabriel Urbina Jado, Vicente Pallares Peñafiel, Francisco Ilingworth Ycaza.

Matriculado en la Universidad de Guayaquil dentro de la especialización de Derecho, terminó dichos estudios con las más altas votaciones que señalaba el Reglamento, pero no se incorporó al Cuerpo de Abogados.

En 1890 presidió el Comité que se formó en Guayaquil para la concurrencia a la Exposición Mundial de Búfalo, empezó a dictar la cátedra de Literatura en el San Vicente. Vivía en la calle de la Gallera No. 32, casa de sus padres, en unión de numerosos hermanos. Era un joven más bien alto, delgadísimo, tez blanca, ojos y pelo negro y unos mostachos a la moda. Para completar su figura sufría de un tic en la nariz, que le sobrevenía cada cierto tiempo, imprimiéndole un hálito de simpatía y humanidad.

(1) El clero de Guayaquil envió una carta de agradecimiento al Santo Padre manifestándole su reconocimiento por la demostración de afecto, considerada como sumamente honorífica para el Obispo y sus diocesanos. El Papa contestó en términos paternales y afectuosos, elogiando al prelado.(1) El Dr. Napoleón Aguirre García nació en Guayaquil el 20 de Febrero de 1832. Fueron sus padres Juan Aguirre Abad y Carmen García Valdivieso, naturales de Baba y Piura. Se graduó de abogado en Quito. En 1859 el general Guillermo Franco Herrera, Jefe Supremo de Guayaquil, le comisionó con Ignacio Noboa Baquerizo, para que entrevistaran al Presidente del Perú Mariscal Ramón Castilla a fin de alejarle de su alianza con García Moreno. Fueron recibidos en Palacio, se les escuchó. En 1862 como secretario del Coronel Daniel Salvador, llevó un oficio al Coronel José Francisco Zaruma, en el campamento de Cumbal, durante la guerra con la Nueva Granada. El 19 de Marzo de 1869 participó en la revolución del General José de Veintemilla en Guayaquil. Muerto dicho Jefe el movimiento fracasó. Otros comprometidos fueron el Dr. Fausto Rendón e Ignacio Pareja que fugaron, muchos subalternos fueron apresados. Aguirre salió al destierro en Lima. En 1876, a la muerte del Presidente García Moreno, pudo regresar al país y se incorporó al nuevo gobierno del General Ignacio de Veintemilla. En 1880 presidió la Cámara de Diputados y en 1883 el Concejo Cantonal de Guayaquil. Entre 1890 y el 92 presidió la Corte Superior de Justicia y por sus conocimientos era reputado uno de los mayores juristas de la ciudad. En 1903 editó “Colección de Leyes, Decretos, Contratos y Ordenanzas Municipales” y en 1905 “Colección de Leyes y Ordenanzas Municipales 1899-1901.” Falleció en Guayaquil el 15 de Septiembre de 1909.

En 1892 desempeñó la Anotación de Hipotecas, el 93 presidió el Comité Sucre, el 94 fue Vicepresidente del Comité Carbo e ingresó a la Sociedad de Artesanos Amantes del Progreso. El 95 fue miembro de la Sociedad Filantrópica del Guayas. El 98 se excusó de aceptar la Subsecretaría del Ministerio de Hacienda, que le propuso con insistencia el titular Dr. Agustín L. Yerovi Orejuela. Entre el 99 y 1902 ocupó la Secretaría de la Municipalidad de Guayaquil y cuando renunció en enero de ese último año, para viajar como primer Secretario de la Legación del Ecuador en Lima, recibió un honroso Acuerdo del Concejo Cantonal. Como Segundo Secretario fue el Dr. Francisco J. Boloña que después quedó de Cónsul en dicha capital, siendo Ministro Plenipotenciario el Dr. Francisco X. Aguirre Jado, quien regresó al Ecuador a los pocos meses; entonces, Aguirre Aparicio continuó a cargo de la Legación.

Los Aguirre eran muy dados a visitar puestos de ventas de libros viejos, investigando en los archivos cuanto documento caía en sus manos y fue así como dieron con el Tratado Pedemonte – Mosquera suscrito en Lima el 2 de agosto de 1830 entre los diplomáticos Carlos de Pedemonte y Tomas Cipriano Mosquera a nombre del Perú y Colombia respectivamente, por el cual se repartían el Ecuador. Poco después Aguirre Aparicio halló en un lote de libros que habían pertenecido al Dr. Francisco Rosas, Presidente del Congreso peruano, la Memoria secreta o Reservada del Canciller Alberto Elmore al Congreso de su país. El Ministro Aguirre Jado pagó mil soles por dichos libros y se hizo de las Memoria, utilísima para nuestra defensa territorial.

En 1903 fue ascendido a Encargado de Negocios en Lima, alertó a la ciudadanía sobre un brote de peste bubónica aparecido en el Callao y al producirse un cambio de disparos en la población de Angotero en las riberas del río Napo que arrojó un saldo de dos soldados ecuatorianos muertos, alarmando a la conciencia del país y provocando una fuerte reacción de la opinión pública nacional, aconsejó a la Cancillería que antes de someter el asunto al Arbitraje, se fije la línea de demarcación que señalaría después el árbitro, con la ventaja de que así no sería preciso llevar nuevamente el asunto a los dos Congresos, pues ambos tendrían que aceptar el fallo arbitral.

Establecido el Arbitraje del Rey Alfonso XIII de España, este designó Comisario Regio al destacado filólogo Ramón Menéndez Pidal para que viaje a América del Sur y se entienda con los gobiernos del Ecuador y Perú. El Canciller Miguel Valverde había comenzado una política audaz para solucionar al mismo tiempo todos nuestros problemas fronterizos con Brasil, Colombia y Perú; pero se interpuso la revolución de 1 de enero de 1906 en Riobamba que dio al traste con el gobierno constitucional de Lizardo García, llevó por segunda ocasión al poder a Eloy Alfaro y tras varios meses de estancamiento, las negociaciones en Madrid tomaron otra vez su curso.

Meses más tarde Aguirre Aparicio fue ascendido a Ministro Plenipotenciario en Lima, a pedido del Canciller César Borja Lavayen, cuando Menéndez Pidal regresó a Madrid estableciendo una línea provisional demarcatoria de las fronteras entre los dos países. Mas, ya fuera por influencia peruana o porque este país fue el último en independizarse de la metrópoli, los miembros de la Comisión de Estudio formularon un proyecto de Laudo que favorecía más al Perú que la propia línea trazada por Menéndez Pidal.

Nuestro Ministro en España, Honorato Vásquez Ochoa, dio a la prensa un “Itinerario del Litigio de Límites entre el Ecuador y Perú” con un apéndice, conteniendo las opiniones de los juristas Maura y Canalejas en lo relativo a la interpretación del Tratado de 1.829 y del Protocolo de 1830, evidenciando que la Comisión de Estudio se había apartado del Convenio Arbitral de 1887, base de todo el proceso en España. Para colmos, aprobado el dictamen del Consejo de Ministros en todo favorable al Perú, por indiscreciones de la prensa se hizo público su texto, con lo cual el Presidente Alfaro intentó llegar a un arreglo directo de última hora en enero de 1910 a través de Aguirre Aparicio en Lima, lo que tampoco resultó dada las circunstancias. Entonces el Dr. Víctor Manuel Rendón Pérez, Plenipotenciario en Misión Especial en Madrid, a través de la Reina madre Maria Cristina de Habsburgo, logró que el rey se inhibiera, y ambas naciones se vieron abocadas a un Casus Belli. El Perú movilizó su escuadra hasta Paita, Chile nos remitió armas y pertrechos que fueron desembarcados en Guayaquil y ofreció tramitar un crédito para adquirir más armas.

Alfaro mandó a decir al Presidente de Chile que el Ecuador estaba totalmente de acuerdo con su política en las provincias ocupadas de Tacna y Arica y el Presidente peruano, Augusto B. Leguía, para contrarrestar esta posición llamó a Aguirre Aparicio a Palacio y le comunicó: “Ustedes están confiados en que Chile les ayudará. No se equivoquen. Chile preferirá entenderse con nosotros, los chilenos van a abandonarlos a Uds. sin el menor escrúpulo. ¿Cómo pueden ustedes imaginarse que los chilenos van a apoyarlos en el Arbitraje cuando se han negado rotundamente a aceptarlo en el de Tacna y Arica?” I cuando el Perú concentró sus tropas en Chimbote y Piura, y Alfaro se movilizó a Machala, volvió a llamarle y dijo: “Del lado del Perú no saldrá el primer disparo” con lo cual se restableció la tranquilidad.

En 1911 Manuel J. Calle opinó: “El Sr. Augusto Aguirre Aparicio caballero altamente diplomático y que no está mal en ningún cargo de figuración donde se necesita más práctica social y sagacidad que verdadero talento.

El señor Aguirre es persona grata al Ecuador y está bien que se le adelante en la carrera como premio a su buen comportamiento al frente de nuestra legación en Lima, durante épocas angustiosas”.

En 1913, habiendo fracasado el Juicio Arbitral del Rey de España, el nuevo Presidente del Perú Guillermo Billinhurts, planteó a su amigo personal Aguirre Aparicio, la posibilidad de iniciar nuevas negociaciones. Ambas partes deberían señalar una línea fronteriza hasta donde fuera dable hacer coincidir sus respectivos intereses, dejando a resolución del Árbitro la determinación de dicha línea en los lugares donde no se hubiera satisfecho mediante un fallo de Derecho. A este planteamiento se dio en llamar la Fórmula Mixta, pues como su nombre lo indica, primero debían las partes entrar a negociar directamente y luego se sometería el asunto a arbitraje en lo que las partes no hubieren podido ponerse de acuerdo. Por ello, era diferente al Arbitraje de 1887.

Las Conferencias se llevaron a efecto en la Cancillería de Lima entre Aguirre Aparicio y el Dr. Francisco Tudela y Varela, concretándose la Fórmula en un Memorando suscrito el 8 de agosto, que presentó Aguirre Aparicio en Quito, para que lo conociera el Canciller Luís Napoleón Dillon y la Junta Consultiva del Ministerio de Relaciones Exteriores. Con ambas aprobaciones regresó a Lima pero al arribar al Callao en Febrero de 1914 fue ingratamente sorprendido por la caída de Billinghurts y el ascenso de una Junta Militar de Gobierno presidida por el Coronel Oscar R. Benavides estancándose las negociaciones.

Recién, al año justo, en febrero de 1915, con el ascenso de José Pardo y Barreda a la presidencia del Perú, volvió el asunto territorial a cobrar importancia, pero se interpuso la suscripción del Tratado Muñoz Vernaza – Suárez entre el Ecuador y Colombia que nos vinculó con ese país. El Perú protestó “en toda su amplitud” para dejar a salvo sus derechos territoriales sobre el Alto Amazonas y el asunto se tornó tan escandaloso en Colombia, que recién en 1917 su Congreso aprobó el Tratado.

Entre tanto en 1916 el Presidente Leonidas Plaza había instruido a Aguirre Aparicio para que propusiera un Tratado de Límite al Perú bajo las mismas condiciones expuestas por el Ministro peruano en Quito Dr. Mariano

H. Cornejo a nuestro Canciller Miguel Valverde en 1904, o sea que quedaban a favor del Perú las regiones de Jaen y Tumbes y a favor del Ecuador Quijos y Mainas, excepto Iquitos. Así lo hizo Aguirre Aparicio, sinembago los peruanos sacaron muy elegantemente el cuerpo manifestando que tal propuesta no constaba en los archivos de esa cancillería y otra vez quedó el asunto territorial sin solución.

A principios de 1919, con toda justicia fue designado Canciller en reemplazo de Carlos M. Tobar y Borgoño, y Ministro Plenipotenciario en Lima fue designado José Peralta. Entonces ocurrieron nuevas incursiones peruanas y Peralta iba a presentar la correspondiente Nota de Protesta cuando cayó el gobierno del Presidente Pardo y nuevamente ascendió al poder Augusto B. Leguía, que designó canciller al Dr. Melitón Porras. Reanudadas las conversaciones, volvieron a suspenderse a causa de las complicaciones internacionales surgidas entre Perú y Bolivia. Finalmente, en abril, el Perú presentó un Memorandum “con la línea de concesión máxima que estaría dispuesto a hacer al Ecuador para reducir de común acuerdo la zona que debería someterse a la decisión del árbitro”. Peralta lo transmitió a Quito con su opinión desfavorable pues, hallándose reconocida la línea Tumbes Marañon como línea divisoria nada teníamos que someter al fallo de un Tribunal “de suerte que era su opinión que al avance se debería responder con el avance”.

Consultado el asunto con el Presidente Alfredo Baquerizo Moreno y los miembros de la Junta de la Cancillería, se acordó que como la sugerencia de Peralta equivalía a reabrir la antigua disensión de títulos, era poco práctica y mejor sería insistir en la Línea de Menéndez Pidal u otra que no difiriere mucho de ella. Al mismo tiempo Aguirre Aparicio manifestó al Ministro peruano en Quito, Ernesto de Tezanos Pinto, que debía su gobierno modificar la Línea.

Peralta era un exaltado patriota y tomó a mal esta resolución del gobierno, de manera que renunció violentamente su cargo y pasó a Guayaquil, donde formuló sus primeras declaraciones en “El Nacional” y alborotó al país. Aguirre Aparicio le salió al paso en “El Telégrafo” y Peralta contraatacó con el folleto Cuenta Rendida – “Compte Rendum”, Aguirre Aparicio se defendió con un Memorandum secreto para el Congreso, que lo recibió en pleno cuando se presentó a desvanecer cargos – casi de traición a la Patria – Habló tres horas sin auxilio de papelitos o documentos ya que era un erudito conocedor de todo el proceso limítrofe, pues lo había vivido de cerca. Explicado el asunto a satisfacción y el Congreso resolvió “aprobar su conducta en la dirección de las cuestiones pendientes con la República del Perú”.

Peralta apeló ante el pueblo como supremo juez en materia de patriotismo el 31 de Agosto y en un artículo de “El Comercio” del 8 de Septiembre que tuvo resonancias nacionales, dejó al descubierto la política exterior ecuatoriana, ofreció hacer públicos los documentos cursados con la Cancillería y aunque Aguirre Aparicio había cesado en funciones, el Congreso le respaldó en Acuerdo del 2 de dicho mes, y con otro Acuerdo que prohibió la publicación de documentos pues ello sería considerado como traición a la Patria.Peralta protestó en “Para la Historia”, mientras Aguirre Aparicio debilitado con la polémica permaneció sirviendo en la Cancillería en Quito hasta febrero de 1923, que fue enviado de Ministro Plenipotenciario a Colombia, para averiguar los arreglos secretos entre los Cancilleres Alberto Salomón y Fabio Lozano, del Perú y Colombia respectivamente, en relación a la cuestión limítrofe de ambos países.

En Bogotá permaneció un año hasta 1924, tiempo en el cual se produjo el escándalo internacional al conocerse el Tratado Salomón – Lozano que lesionó seriamente el prestigio de Colombia ante la conciencia del mundo americano pues, por este Tratado secreto, cedía al Perú los territorios recibidos del Ecuador en 1916 en la zona del río Putumayo.

Ese año, durante el Gobierno del Dr. Gonzalo S. Córdova, fue transferido con iguales funciones a Lima, para sostener la vigencia del Protocolo Ponce – Castro Oyanguren suscrito entre N. Clemente Ponce y Enrique Castro Oyanguren, Canciller ecuatoriano y Plenipotenciario peruano en Quito, respectivamente, que trasladaba las discusiones territoriales a Washington.

Al estallar la revolución juliana en 1925 seguía en Lima; mas, como el gobierno peruano se negó a reconocer a la Junta Militar instaurada en Quito; el asunto se volvió molestoso pero la Junta creyó necesario mantenerlo a fin de no perder el contacto con la realidad peruana y para que gestione el reconocimiento del nuevo gobierno. Su posición era difícil. Para favorecerlo, su amigo el Presidente Leguía le otorgó una Condecoración.

En 1926 conferenció con Leguía para que el Perú aplace la ratificación del tratado secreto Salomón – Lozano suscrito con Colombia, hasta que se de un entendimiento limítrofe con el Ecuador. Ese año presidió la Misión ecuatoriana al Congreso Internacional celebrado en Panamá con motivo del centenario del Congreso Anfictiónico de Bolívar. El 27 Peralta le acusó de “representar” a un gobierno que no había sido reconocido por el Perú y por golpear las puertas del Palacio de Pizarro a pesar de habérsele negado la entrada, pero le defendió Pío Jaramillo Alvarado por la prensa, con un artículo que dice en su parte medular lo siguiente: “I cuando, por casualidad surge un diplomático auténtico de valor indiscutible, como Don Augusto Aguirre Aparicio, nos estrellamos contra él, pretendemos descalificarlo y exigirle que él solito nos entregue recuperado el territorio amazónico que día a día perdemos por otras causas y no por culpabilidad del más saliente de nuestros diplomáticos… Séanos permitido expresar con la más amplia convicción que es una verdadera lástima que no podamos desdoblar en una personalidad triple la muy respetable del señor Aguirre Aparicio para que quede en Lima, venga a ocupar la Cancillería y vaya a Washington a fin de que con la misma alta mentalidad y conocimiento profundo de la cuestión y dentro de un plan diplomático efectivo como el señor Aguirre lo tiene concebido, concluyamos de una vez para siempre, en arreglo directo, nuestra cuestión de límites con el Perú”.

Peralta se dirigió al Canciller Homero Viten Lafronte, y éste reaccionó convocando a una rueda de prensa a las autoridades internacionalistas, periodistas, estudiantes, etc., a fin de explicar satisfactoriamente la política internacional, con lo cual concluyó esta nueva intervención suya.

En enero de 1928 se reanudaron las negociaciones en Lima a base de reformar el Protocolo Ponce – Castro Oyanguren, dándose un plazo máximo de diez meses para que entraran en funciones las delegaciones que debían acreditarse en Washington. El dictador Isidro Ayora convocó a una Asamblea Nacional Constituyente para superar su gobierno de facto y el Presidente Leguía, sin esperar su instalación, acreditó la Delegación peruana en Washington, frente a lo cual el Ecuador designó a Aguirre Aparicio Ministro Plenipotenciario en Lima y a Gonzalo Zaldumbide en Washington. Todo parecía indicar que finalmente se llegaría al arreglo definitivo de la cuestión limítrofe.

En diciembre siguiente se reunieron en Guayaquil el Presidente Ayora, el Canciller Viten Lafronte, el Presidente de la Comisión Limítrofe del Congreso Remigio Crespo Toral y el Ministro Plenipotenciario en Lima Aguirre Aparicio, llamado para el efecto, resolviendo reiniciar inmediatamente las negociaciones.

En 1929, de regreso de Europa, Zaldumbide pasó a Lima no oficialmente, aunque ya estaba designado Canciller. En diciembre, Aguirre Aparicio exhortó a la Cancillería peruana a finiquitar rápidamente un arreglo. En agosto de 1930 el Teniente Coronel Luís M. Sánchez Cerro derrocó a Leguía y se perdió la opción, tras lo cual los numerosos enemigos del depuesto Presidente le acusaron de haber cedido a Colombia las regiones del Alto Putumayo que permitía el control del Río Amazonas, asunto que llevó a dichos países (Perú y Colombia) a un enfrentamiento armado en 1932 cuando las tropas peruanas asaltaron la población de Leticia. Entonces el canciller ecuatoriano Catón Cárdenas declaró la neutralidad del Ecuador y se reorganizó la Junta Consultiva que sesionó el 28 de Octubre y varios de sus miembros pidieron la jubilación de Aguirre Aparicio por límite de edad, pero fue ardorosamente defendido por el Arzobispo Manuel María Pólit Lazo, situación que le provocó un aumento de su presión arterial, de manera que al momento de salir a la calle sufrió súbito enfriamiento y un fulminante infarto, que terminó con su vida en pocos minutos.

Convertido Aguirre Aparicio en personalidad polémica desde su enfrentamiento en 1922 con Peralta, con numerosos detractores y envidiosos que le atacaban con saña, la muerte del prelado vino a poner la gota que derramó la copa. Entre tanto el conflicto Colombo – peruano había tomado otro sesgo pues Francis White, Subsecretario de los Estados Unidos, de común acuerdo con el Embajador brasilero en Washington, Reinaldo de Lima e Silva, concibieron iniciar la mediación, para lo cual era preciso consultar a los restantes estados amazónicos. Nuestra Cancillería creyó del caso que el Ecuador debía ser considerado y Aguirre Aparicio habló en Lima con el Dr. J. M. Manzanilla, Canciller del Perú; mas, Colombia se adelantó a la Mediación y solicitó la intervención de la Sociedad de las Naciones que ordenó al Perú no estorbar a Colombia en el ejercicio de su soberanía y jurisdicción sobre el territorio reconocido en el Tratado Salomón – Lozano, lo que constituyó un triunfo moral para la causa colombiana.

En seguida se continuó con la mediación brasilera y Aguirre volvió a tratar en Lima sobre la asistencia ecuatoriana a las sesiones a realizarse en Río de Janeiro. El Canciller Manzanilla, del Perú, temeroso de la opinión pública de su patria, dio marcha atrás y manifestó que solo aceptaba la concurrencia ecuatoriana en calidad de país observador, lo que al saberse en Quito causó muy mala impresión, desmoronándose la confianza puesta sobre Aguirre Aparicio.

Poco después ocurrió el combate de Tarapacá y el Perú abandonó dicho puesto fronterizo que fue ocupado por Colombia. El Ecuador no era signatario del pacto de la Sociedad de las Naciones y no podía hacer oír su voz en dicho organismo, por eso nuestra Cancillería creyó oportuno acreditar nuevas legaciones diplomáticas en Sudamérica cuya misión sería hacer conocer nuestra posición y sobre todo nuestros irrenunciables derechos amazónicos. Aguirre Aparicio fue trasladado como Plenipotenciario a la Argentina y el Uruguay con sede en Buenos Aires, y Homero Viten Lafronte pasó a reemplazarle en Lima. Gobernaba en Ecuador el presidente Juan de Dios Martínez Mera.

Su permanencia en Perú a través de dos periodos comprendidos entre 1902 al 16 y entre 1923 al 33, daba un total de 24 años, lo cual revela de una manera exacta la valía personal de Aguirre Aparicio y su casi siempre exitoso desempeño.

El 18 de marzo de 1933 la Sociedad de las Naciones terminó dándole la razón a Colombia y como el Perú no acató el dictamen fue puesto en rebeldía, recomendándose a los estados signatarios del Pacto de las Naciones, el embargo de las armas destinadas al Perú. El gobierno de Colombia reanudó las operaciones militares a lo largo del Alto Putumayo y tomó Guepi.

Los conservadores colombianos no estaban de acuerdo con la presencia colombiana en la Sociedad de las Naciones y pedían a gritos la guerra.

El Presidente ecuatoriano Juan de Dios Martínez Mera convocó a una reunión de Notables y los elementos conservadores se mostraron a favor de la tesis de que nuestra Patria declare la guerra al Perú en solidaridad con Colombia. A poco fue asesinado el dictador peruano Sánchez Cerro y el Congreso ecuatoriano inició una cerrada oposición a Martínez Mera, que se deslindó del Conflicto para defender su ejercicio presidencial en peligro.

En Diciembre Aguirre Aparicio fue designado delegado del Ecuador a la VII Conferencia Panamericana celebrada en Montevideo, con los Drs. Antonio Parra Velasco y Humberto Albornoz. En noviembre había partido en Misión Especial a Lima el Dr. Pablo Mariano Borja para actuar bajo las órdenes del canciller Viten Lafronte con la Asesoría de Aguirre Aparicio, frente al canciller peruano Dr. Solón Polo. Aguirre Aparicio arribó de Montevideo a fines de marzo con su hermana Carmen de Buddle y su sobrina María Elena Aguirre. Las Conferencias se iniciaron el 13 de abril de 1934, pero se suspendieron el 24 de mayo siguiente, fecha en que el Perú y Colombia firmaron la paz en Río de Janeiro, quedando Leticia en poder de Colombia por diez años, mientras que en Ecuador salía electo Presidente el Dr. José María Velasco Ibarra, que inició una gira por Colombia y Perú y luego por Chile, Bolivia y Argentina. Aguirre Aparicio había regresado a su sede en Buenos Aires y no volvería a intervenir en Lima.

En 1935, jubilado por límite de edad, se retiró del servicio y fue a pasar sus últimos años en Lima, donde tenía numerosas relaciones. Atravezaba una relativa situación de pobreza pero sus numerosos amigos le querían bien. Su figura ampliamente conocida en los cafés literarios y en los mejores restaurantes capitalinos, era apreciadísima.

Soltero, vivía en compañía de sus hermanas Carmen y Ana Luisa, viuda la primera y soltera la segunda y de su sobrina María Elena Aguirre Iglesias, muy guapa, hija de su hermano Alfredo, a quien había pedido para terminar de educar, quien casaría en Lima con Ricardo Barreda y Olavegoya, con extensa sucesión.

Falleció en Lima el 23 de mayo de 1945, de setenta y cinco años de edad, a causa de una dolencia cardiaca y con la calidad de Consejero Ad-honorem de nuestra legación en el Perú, donde tenía fijada su residencia.