ESCRITOR. Nació en Guayaquil el miércoles 24 de mayo de 1909, a las seis de la mañana, en una casa antigua de madera que había sido del Dr. Ramón Flores Ontaneda y alquilaban sus padres en la esquina de Industrias (Eloy Alfaro) y Manabí y que años después fue adquirida por el Dr. Julián Lara Calderón para habitarla con sus hijos, hermanas y con su sobrino Joaquín Gallegos Lara y donde éste tuvo su célebre buhardilla y murió en noviembre del 47.
Fue bautizado con los nombres de Raúl Demetrio, hijo legítimo de Demetrio Aguilera Sánchez, natural de Montecristi en Manabí, liberal que había peleado en la batalla de Gatazo en agosto de 1895, Tenedor de libros donde “L. Tous y Cia.” y luego copropietario de la fábrica de tejidos de punto “Aguilera Hnos.” En 1914 importó varias maquinarias de Europa pero el vapor fue hundido y perdió mucho dinero por esa causa. Este fracaso no le desanimó, de suerte que a principios de 1915 viajó a Colón en el vapor “Cartago” de la flota blanca de la United Fruit Co. con el pequeño Demetrio, a fin de adquirir otras. Tras una corta estadía en Panamá siguieron a New Orleans y por ferrocarril llegaron a Chicago, regresando a los cinco meses. En esa ciudad el niño -en un descuido – se le soltó de las manos y perdió por dos días, apareciendo solo cuando la persona que le había hallado en la calle leyó un aviso titulado “Niño Spanish extraviado”. En 1918 vendió todo a Jacinto Jijón y Caamaño para adquirir la isla San Ignacio en el golfo, cercana a Guayaquil, donde formó la hacienda “Las Mercedes” y sembró algodón, maíz y frutales hasta 1927 que regresó a vivir al puerto y fundó la fábrica de fideos y galletas Aguilera. Era un personaje de claras convicciones liberales, de espíritu emprendedor y visión empresarial; y de Teresa Malta y Franco, buena conversadora, que había sido alumna de la conocida profesora Débora Lamota y luego preceptora durante varios años en Naranjal y en Guayaquil. Hija de un hombre ilustrado que gustaba leer y poseía una buena biblioteca que permitió al joven Demetrio nutrirse de motivos y fantasías.
Recibió las primeras letras de la profesora particular Julia Fernández, posteriormente frecuentó la escuela de los Hermanos Cristianos. Desde 1918 al 22 vivió en la isla que idealizó años más tarde en su novela “La Isla Virgen.” Allí, con su familia, vivió prácticamente aislado pues las islas, aunque quedaban atrás de Guayaquil por el Estero Salado, eran casi inaccesibles, pero tenía el mar.
Gastaba las mañanas haciendo vida de campo, recorriendo los manantiales y sembríos y navegando por los canales del intrincado sistema de islas del golfo en las balandras de su padre llamadas San Ignacio y Mercedes Orgelina, observando las costumbres de los hombres y mujeres habitantes del cerrito de los morreños, casi siempre olvidados por una ciudad lejana e indiferente a su existencia.” Ellos – los cholos y cholas – le llamaban Niño Raúl y él absorbió parte de esa cultura chola, más que relegada por los blancos mestizos.
Por las tardes recibía clases de su madre y leía viejos libros de la biblioteca de su abuelo materno donde encontró las Vidas Paralelas de Plutarco, mucho de Víctor Hugo, de Fenelón. Cajones de libros y hasta un ejemplar de “El Gran Caballero”, obra de teatro editada y representada en Madrid por su bisabuelo español Juan José de Malta y Salcedo, quien había sido dramaturgo y periodista. En esa biblioteca nació su afición a la lectura. Esta vida libre la matizaba con pequeñas excursiones por mar. Un día naufragó la balandra en que iba con varios pescadores a la salida al mar del estero de San Pablo.
Un día su padre decidió que debía regresar a la ciudad a seguir estudios en serio pero “al niño Raúl” no le agradó la idea y tuvo su padre que quitarle el habla durante varios días para que pusiera término a “sus vacaciones” pues la falta de comunicación le hizo sentir un poco preso en la isla. En Guayaquil recibió alojamiento en casa de su tío León S. Aguilera Sánchez, entró al colegio del Profesor Nelson Matheus para que lo nivele y casi enseguida al “Vicente Rocafuerte” que era mixto, donde tuvo de profesor de Moral al recién graduado Dr. José de la Cuadra y de Dibujo a José María Roura Oxandaberro entre otros destacados pedagogos, casi todos victorianos, pues aún se vivía en Guayaquil una atmósfera muy a lo fin del siglo XIX.
Entonces dibujaba y pintaba, hacía xilograbado en madera y con su abuela Teresa Franco de Malta tocaba al piano.
En 1924 de solamente quince años de edad, publicó sus primeros poemas en la revista “Cromos” y en el vespertino La Prensa dirigió con Vicente Arenas Coello la revista literaria “Ideal”, donde apareció su primer cuento titulado “Estrella.” Al año siguiente tentó un cuento de ambiente cholo “La maldita canoa” y con su amigo Jorge Pérez Concha publicaron en 1927 un librito de prosa y versos llamado “Primavera Interior” en 76 págs. Demetrio contribuyó con veinte y un poemas. Esta primera época literaria se manifestó en él con páginas frescas, tiernas, de juventud, casi de niñez.
Ese año tuvo a cargo la parte artística de la revista “Voluntad” y fue designado bibliotecario del Vicente Rocafuerte con doscientos cincuenta sucres mensuales de sueldo; mas, por robarle un inocente beso en uno de los corredores a su compañera Argentina Palacios resultó expulsado, aunque luego fue perdonado por el rector. A ella sólo le mandaron a llamar al representante.
Era un muchacho sano e inquieto, lleno de proyectos y afanes, que hacía poesías, le agradaban los ejercicios y las peleas y por eso lo apodaban “Pescozón Aguilera” y “cuando conocí a Joaquín Gallegos Lara fue un verdadero deslumbramiento, era de las personalidades más fuertes y más interesantes que yo he conocido y su buhardilla era el centro de reunión de los jóvenes que se interesaban en la literatura y la política. Un día Gallegos Lara le dijo: Quítese el nombre de Raúl y quédate como Demetrio que es un buen nombre y muy popular en Rusia.”
En 1929 se graduó de Bachiller. Era extrovertido y popular, buen deportista y mejor conversador, editó en mimeógrafo “El libro de los Manglares” en 38 págs con poemas sobre los cholos, decorados por él mismo con dibujos punaes. Estos poemas deben ser considerados como el inicio formal de su vida literaria, al poco tiempo vendrían sus primeros cuentos y sus novelas.
En el Salón anual de Arte convocado por la Asociación Alere Flamam triunfó en caricatura con un motivo netamente montubio titulado “Como lo ve Triana, como lo ve el Patrón”. También presentó un lienzo al óleo “Cuenta Arriba” y ganó un premio especial por sus trabajos en madera al pirograbado. Ese año nació en Milagro su hijo Ciro Aguilera López, producto de un romance juvenil.
Mientras tanto había iniciado estudios de Jurisprudencia que truncó a principios de 1930 porque su afán de aventuras le hizo viajar a Panamá en el motovelero “Cinco de Abril” con varios amigos entre los cuales estaba Ernesto Sáenz de Viten Illescas y tres cantantes argentinos. Llegaron una noche de carnaval y como sabía dibujar y tenía estilo para escribir rápido ganó dinero haciendo letreros, después se dio a conocer pintando catorce aguafuertes de las ruinas de Panamá antigua que vendió al “Panamá Herald”. Fue cronista de “El Diario de Panamá”, “El Gráfico” y “La Estrella de Panamá” y hasta se enamoró y contrajo matrimonio con la joven itsmeña Ana Rosa Endara del Castillo, a) Adda, y tendrán dos hijas, pero la unión terminó en divorcio. La situación conflictiva de Panamá, país pequeño, prácticamente ocupado por los Estados Unidos, le apasionó. Era una realidad antes no intuida.
El día 5 de noviembre, había circulado en Guayaquil un pequeño libro bajo el título de “Los que se van” con veinticuatro cuentos del cholo y del montubio, recopilados por Joaquín Gallegos Lara de entre su producción y las de sus amigos Enrique Gil Gilbert y Demetrio Aguilera Malta, quien era el mayor de los tres porque tenía veinte y un años. El libro contiene ocho cuentos de cada autor. Los de Demetrio se titulan: 1) El Cholo que odió la plata, 2) el de la Atacosa, 3) el del cuerito e venao, 4) el del tiburón, 5) el que se vengó, 6) el de las patas e mulas, 7) el que se castró, y 8) el que se fue pa Guayaquil.
La obra fue ignorada en un comienzo a pesar que el crítico español Francisco Ferrandiz Albors lo comentó muy favorablemente en su columna de “El Telégrafo”, pero algunos escritores dijeron que eso no era literatura, otros menos drásticos pensaron que solamente se trataba de escritos más bien costumbristas y folklóricos por las transcripciones fonéticas que contienen, restando su importancia literaria y negando su categoría poética. I justamente por esto “Los que se van” marcaría definitivamente al movimiento literario de realismo social en el Ecuador, porque atacó todo lo caduco tanto en lo literario como en lo social, comprometiendo a los narradores con la realidad del país y con las izquierdas. Aguilera era de ideas socialista pero no político, Gallegos Lara y Gil Gilbert comunistas activos, sobre todo Gallegos Lara que pasaba por fanático beligerante; en cambio Gil Gilbert siempre fue un apóstol idealista por generoso, bondadosísimo y toda su vida actuó como un santo laico.
Después se ha escrito que jamás se había retratado con tanta meticulosidad al cholo de la costa y al montubio del litoral. Los diálogos cortos y directos, las historias truculentas, fatalistas, de sexo y violencia, de vida y muerte, de explotación y miseria y al mismo tiempo de libertad y de dignidad, hacen de estos cuentos, pequeñas obras maestras de la narrativa no solo ecuatoriana sino de la americana en general, de manera que no fueron solo ejercicios de transgresión o simples aventuras literarias juveniles; sin embargo, en ellos, aún no se advierten las notas de protesta social y en el caso concreto de Aguilera Malta “cada palabra ha sido elegida con un proceso objetivo en mente, cada efecto expresivo ha sido ponderado largamente, a la ágil brevedad de las historias le correspondieron sin duda muchas horas de meditada redacción. En un autor de menor talento, ese proceso habría degenerado en un texto artificial y seco, pero en él los resultados poseen la elástica concisión y la vitalidad de lo orgánico.”
En 1931 regresó a Guayaquil con su esposa pero no volvió a escribir cuentos, dedicado más bien al periodismo en el diario El Universo donde mantuvo una sección denominada Savia, comentando la actualidad política, especialmente la internacional. En marzo inició campaña contra la dictadura del tirano Gerardo Machado en Cuba. En el Colegio Vicente Rocafuerte le nombraron secretario, después sería profesor de lengua y literatura. Amable, tranquilo, seguro, reservado, elegante sin ostentación, vistiendo de plomo azul, de voz clara y sonora, sonrisa perfecta, agradaba por su presencia y por su discurso.
Por esos días su genial progenitor había adquirido una pequeña propiedad de madera y dos pisos cercana al templo de San José al sur de la ciudad. En los bajos instaló una fábrica casi artesanal de fideos en la que trabajaba con su esposa e hijos, porque no había obreros. En lo altos vivían todos en fraterna comunidad.
El viejo Aguilera es una personalidad por derecho propio. El mejor amigo de su hijo. Moreno claro y calvo, apasionado por los dibujos, las piezas teatrales y las novelas de su hijo, siendo él mismo un matemático, hablaba lento y calmado, La madre tiene una voz sonora y severa, siempre sin dobleces, un rostro hermoso y cabellos prematuramente envejecidos, sus ojos claros y mirar con fuerza a la vez que dulzura.
El grupo de los que se van como se conocía a los tres jovencitos que habían lanzado dicha obra, recibió el 32 un segundo reconocimiento literario. Esta vez de Quito, a través de la pluma de Benjamín Carrión. Ya se había ampliado con José de la Cuadra (el mayor de todos) y con Alfredo Pareja Diez – Canseco; se visitaban, conversaban, se veían en las reuniones literarias del puerto. Gallegos Lara, que poseía una gran inteligencia y gustaba manejar a las personas a su arbitrio, quiso hacer a Demetrio un comunista militante y disciplinado pero al final terminó por reconocer que, aunque hubiera podido haber ingresado al partido Comunista pues no le faltaba capacidad de sacrificio, por ser demasiado sensual para apasionarse por una teoría, por realista que ella sea, no lo habría hecho. Luego discurría que en Demetrio no existía el radicalismo seco y ardiente que se necesita para ser un revolucionario profesional pues ante todo era un artista. “I lo sabe y luego es ambicioso, sueña con grandes empresas periodísticas, con editarse él mismo sus libros, con organizar conferencias, con viajes”. lo cual, dicho en otras palabras, significaba que era un ser enteramente normal, más dado al arte y a las letras que a la política partidista que exige una entrega total y una ciega obediencia.
En carta a Nela Martínez, reconocía Joaquín en diciembre del 31 que Raúl (Demetrio) había sido entre sus amigos el primero que le había hecho sentir inquietudes socialistas, el que me guio artísticamente al comenzar. Le debo intelectualmente mucho, él no ha querido recibir nada de mí en forma de consejo en los caminos anarquistas donde anda, me acusa de dogmático por ser comunista ¿Quién sabe?
El 32 partió nuevamente al exterior y editó “Leticia”, crónica en 148 págs, sobre dicho conflicto internacional. El 23 de Febrero del 33 volvió en barco a Guayaquil y salió en Madrid su obra maestra “Don Goyo” en 206 págs bajo el subtítulo de novela americana, con la historia de don Goyo Quimí (en la vida real el canoero Goyo Vera Quimí) cholo natural de El Morro, fundador de la comunidad del cerro de los morreños en la isla San Ignacio, héroe que lucha con pasión por los ideales familiares y la conservación del hábitat, pues se opone neciamente a que las balandras se lleven con destino a la ciudad el mangle que cortaban irresponsablemente sus compañeros morreños y hasta cuestiona las desigualdades socio económicas. Por eso se ha dicho que don Goyo amó a las islas como a hembras y sintió el grave dolor vegetal de los manglares.
La historia está dividida en tres partes diferentes. Mundo primitivo y vital, al mismo tiempo que realidad y presencia de un grupo humano bien definido dentro del amplio espectro cultural indo mestizo del Ecuador y que hoy forman una Comuna Indígena en esa isla que ya no tala el manglar pues se dedican principalmente a la pesca y también a la agricultura. La obra es parte mágica pues se dice que le inventaron a don Goyo que había pactado con el diablo, todo para convencer a los morreños que las advertencias sobre la deforestación y el manglar no fueran tomadas en consideración.
Esa fue su primera gran obra, calificada de la expresión más alta de su arte pues contiene aliento mítico, feroz vitalidad, personajes de sólida contextura humana, recios, vibrantes. Una segunda edición apareció en Quito en 1938, Ediciones Antorcha, Imprenta Ecuador, en 112 págs. y por derechos recibió unmil trescientas pesetas en libros de diferentes autores, de la Editorial Cenit de Madrid.
En octubre intervino en la I Exhibición del Poema Ecuatoriano y en la V Exposición artística de “Allere Flama” con ocho grabados. En noviembre comenzó a trabajar como cronista de “El Universo” sin que por ello abandonara la idea de viajar al Chaco boliviano donde estaba la guerra o a Cuba donde se vivía la revolución contra la dictadura de Gerardo Machado, pues era aficionadísimo a las emociones fuertes y deseaba ser corresponsal de guerra en algún frente de batalla.
El 35 viajó a Chile y publicó en la “Editorial Ercilla” de Santiago su obra “Canal Zone” en 154 págs. vivamente testimonial, presenta a Panamá como una república colonizada por los yanquis a través de numerosas transnacionales, desde la óptica del mundo de marineros, sexo y alcohol, donde la mayoría negra vive explotada, cuya segunda edición apareció en Panamá en los años setenta por orden del Presidente Omar Torrijos. Esta obra le acarreó numerosos tropiezos pues durante muchos años tuvo prohibido el ingreso a los Estados Unidos.
Nuevamente en Guayaquil pasó a colaborar en “La Prensa” y “El Telégrafo” y empezó a figurar entre los principales políticos socialistas del país y aunque nunca fue un hombre de partido, tuvo angustia y urgencia por transformar el entorno social y utilizó para ello a la literatura. En 1936 el Ministro de Educación
Carlos Zambrano Orejuela, miembro del partido socialista, le becó para estudiar literatura en Salamanca, pero debió permanecer en Madrid, a donde arribó tres días antes que estallara la Guerra Civil. Entonces comenzó a servir de Cronista en el frente de batalla, como corresponsal de guerra en varios sectores, cumpliéndose así su mayor deseo, al tiempo que asistía al Congreso de escritores republicanos celebrado en Valencia, escribió su pieza teatral “Paca Solana” en un acto y en prosa, y finalmente dio a la luz en la editorial “Orión” de Barcelona su libro “Madrid, reportaje novelado de una retaguardia heroica”, que en su momento tuvo gran acogida por la novedad del tema pero que visto a través de los años queda como un relato periodístico, simple fruto de su pasión antifascista.
En 1937 volvió al Ecuador y al producirse la dictadura del General Alberto Enríquez Gallo, quien llamó a colaborar a los socialistas, ocupó la dirección del Archivo Nacional y allí editó con Rafael Euclides Silva, Nicolás Delgado y Leonardo Tejada una revista de Arte, Literatura e Historia denominada “Trópico.” Luego fue ascendido a la Subsecretaría de Educación y como le diera peritonitis al Ministro tuvo que hacerse cargo de la cartera durante varias semanas; en esta época publicó “La revolución española a través de dos estampas de Anthony Eden” y llevó a escena su tragedia “España Leal”, drama panfletario escrito en prosa y en versos romances muy influenciados por García Lorca, en tres actos, prólogo y dos cuadros, estrenada por la compañía de Eduardo Albornoz en el teatro Parisiana de Guayaquil el 26 de Septiembre del 38 y editada ese año en los talleres Gráficos de Educación, pero no volvió a escribir poesía pues siempre había creído que es el género más difícil de todos y para el cual no estaba dotado.
El éxito alcanzado le decidió por el teatro a tiempo completo y con verdadero ahínco “exponiendo sus tesis con limpidez, expresando la denuncia obligada, dado su temperamento, su amor por la verdad y su condición de escritor de denuncia”.
Gerardo Luzuriaga a escrito que el teatro de Aguilera Malta es ético y social, no se interesa en la interioridad del individuo sino en el desenvolvimiento de su actuar en relación a los demás. Sus protagonistas tienden a un altruismo revolucionario y social, dirigido a restituir al individuo su dignidad en una sociedad equitativa y auténtica.
En 1939 estrenó un juguete cómico relacionado con el sudamericano de natación celebrado en Lima y titulado “Campeonato manía” y en el teatro Colón de Guayaquil su obra “El Sátiro encadenado”. El 41 apareció “Lázaro” también para teatro, en 28 págs, caricatura escénica en tres estampas y un prólogo, con la tragedia del profesor Lázaro Ronquillo y Chancleta que pasaba necesidades por su escaso sueldo. “Lázaro” fue llevado a escena por un grupo de sus alumnos en el Rocafuerte bajo la dirección del popular artista Paco Villar. Luego fue presentada varias veces y con gran éxito por Ernesto Albán y su Compañía “Gómez Albán” primero en el teatro Olmedo y después en varias ciudades, pues le dio unos centavos y le llevó a pasear – con la obra a cuesta – por todo el país; pero su mejor reconocimiento le vino del exterior donde se ha escenificado más de un millar de veces. Por eso se ha dicho que Demetrio Aguilera Malta, Jorge Ycaza, Augusto Sacoto Arias, Ricardo Descalzi, Eduardo Solá, Paco Tobar García y José Martínez Queirolo constituyen los más altos valores del teatro ecuatoriano en las décadas que van de 1930 al 60. También se ha dicho que el éxito de “Lázaro” es haber presentado el drama de muchas familias ecuatorianas en esos difíciles años de la depresión económica.
“Dada su verosimilitud la obra es fiel reflejo de una realidad sin mixtificación, con diálogos dinámicos tomados del pueblo madrileño. El transcurrir de los hechos se detiene para darle sabor poético a la gesta, con trasmutaciones de una voz que resume en romance el momento patriótico, confiriendo un tono de realismo a la inmobilización de la escena.”
En 1942 la editorial “Vera y Cia.” imprimió su segunda gran novela “La Isla Virgen” que apareció con prólogo de Ángel Felicísimo Rojas en 313 págs. con las aventuras de su tío Héctor Malta, quien después de visitar París con el producto de las cosechas de unas huertas de cacao en Vinces, regresó a los pocos años para encontrar que las dichosas huertas habían enfermado y resolvió vivir en la isla para trabajarla, produciéndose la simbiosis del hombre en la naturaleza que adquiere características humanas de hembra poderosa, indomable, sensual y siempre intacta. Se ha dicho que esta novela es un poco fría por demasiado literaria ya que es una epopeya reposada, pero el personaje adquiere un más alto sentido humano, así como los sujetos secundarios como Melgar, Mite, el Tejón, Chamaidan, el zambo Aguayo.
En 1946 editó el drama para teatro “Sangre Azul” que se estrenó en el teatro “Gloria” de Santiago de Chile y su amigo el profesor Willis Knappe Jones lo tradujo al inglés. “Sangre Azul” se publicó en 1948 en Washington en tres actos, pero existen varias versiones en inglés y en portugués, por eso se ha dicho sin confirmación que fue escrita a medias con Willis Knappe Jones, quien era por entonces profesor de literatura teatral de la Universidad de Oxford en Ohio.
En 1947 fue designado Encargado de Negocios del Ecuador en Chile por el Gobierno del Presidente Carlos Julio Arosemena Tola. Del 48 es una pequeña obra de folletín titulada “El Pirata fantasma” que apareció por entregas en la colección establecida por la empresa editora del diario El Comercio denominada “Biblioteca Ecuatoriana de Ultimas Noticias” y que no siendo propiamente histórica, constituye una relación más bien policial.
El 49 rodó la película “La Cadena Infinita” con libreto basado en su novela “Tierra de Esperanza” que aún permanece lamentablemente inédita y quizá perdida, cuyo argumento trata sobre los españoles que salieron de su Patria a causa de la Guerra Civil, llevando sus problemas íntimos que trasladan a América. La película fue distribuida por “Plaza Film” de México y aún se pasa en cines de pueblo pues las copias originales no han dejado de circular. El papel protagónico fue representado por el actor José Borh pero la película constituyó un completo fracaso económico y Aguilera perdió todo su capital. Benjamín Carrión ha expresado de este libreto, que inaugura una nueva línea de realizaciones en cuanto al ambiente, a los personajes y al proceso mismo narrativo, conservando la rotunda unidad interna de inquietud y personalidad y ese nexo indestructible que ata toda su obra, que es el don de la poesía.
Ese año fue cambiado a Río de Janeiro como Adjunto Cultural. Estaba separado de su esposa, quien retuvo a sus dos hijas: Ada Teresa y Marlene, pero le acompañó a Río la escritora Velia Márquez, secretaria de la Embajada de México en Santiago de Chile, quien renunció a sus funciones por seguirle. En el Brasil fundó la compañía “Arco Iris Film”, rodó la primera película a colores producida en dicho país “Entre dos Carnavales” que también constituyó un fracaso económico pues dijeron los críticos con verdadero racismo, que denigraba al país porque aparecerían muchos negros. “La Cadena Infinita” y “Entre dos Carnavales” se rodaron con sus libretos, bajo la supervisión y ayuda de Velia Márquez, quien solo era por entonces su competente secretaría.
En 1950 escribió “Dos Comedias Fáciles”. El 53 regresó con Velia al Ecuador. El 53 contrajeron matrimonio, después diría refiriéndose a tan inteligente escritora como amante y cariñosa compañera, es el premio gordo que me tocó en la lotería de la vida.
El 54 sus cuentos figuraron en la Antología francesa “Gens de L’ Equateur” y mediante contrato con el Ingeniero Pedro Carbo Medina, Ministro de Obras Públicas, filmó los siguientes documentales: 1) “El transporte de banano”, 2) “Los Salasacas”, 3) “Los Colorados” y 4) “Las Iglesias de Quito” que se procesaban en Colombia y sirvieron para dar a conocer aspectos importantes del comercio y la antropología nacional. También obligó a su amigo Francisco Tobar García a fundar el grupo “Teatro Independiente del Ecuador” que tuvo su época de oro durante muchos años y con altas y bajas duró hasta 1970 y finalizó bajo la dirección del uruguayo Arístides Meneguetti.
El 55 la Casa de la Cultura publicó en Quito su comedia en prosa, tres actos y diez cuadros titulada “No bastan los átomos”, cuyo contenido enigmático transcurre en una isla, mundo extraño y fantástico donde tres personajes juegan sus papeles simbólicos; y su comedia en prosa y en un acto “Dientes Blancos”, cuya acción se desarrolla en una ciudad de los Estados Unidos. “Estupendo resumen de un drama sin tragedia: la discriminación racial, donde el negro con sus dientes blancos raya de alegría la noche. Todo está comprimido pero suficiente para producir la impresión. El diálogo es breve, sustancial, se acopla a la acción continua, como corresponde al deseo planeado. Esta obra se estrenó en Quito bajo la dirección del profesor alemán Carl Lowenberg, en el local conocido como “La Cueva del Buho” y actuaron en los roles protagónicos Vera de Kohn y Julián Terneaux con notable éxito. El 63 salió a la luz la segunda edición que se tradujo al inglés.
A fines del 55 radicó definitivamente en México. Vivía en una villa de su esposa ubicada en Pozito No. 32, Colonia Popoctla, Distrito Federal y se ganaba la vida dictando clases en la Universidad Latinoamericana de escritores, igualmente en el Distrito Federal como Vocal representante de Sudamérica y publicó “Teatro.”
En 1956 apareció “Tigre” también para teatro en un acto y tres cuadros, tragedia en prosa sobre la psicosis del miedo alimentada por la psicosis campesina sobre la astucia del tigre. Obra fatalista e intensamente dramática, con alucinaciones concordantes y diálogos libres y sencillos como corresponde al habla del cholo, lo cual da veracidad a la obra y un cierto acento dramático y de angustia. El 57 sacó “Honorarios”.
En 1960 dio a la luz “Una mujer para cada acto” y en Buenos Aires sus relatos titulados “Una Cruz en Sierra Maestra”, tema adaptado de España pero trasladado a un ambiente cubano del tiempo, pues acababa de triunfar la célebre revolución cubana que derrocó al dictador Fulgencio Batista e instauró en el poder a Fidel Castro. Entonces veíamos a Castro como un héroe, lástima que después se transformó en el tirano que todos conocemos y esclavizó la hermosa isla.
El 64 escribió en Quito su ensayo “El Cuento Hispanoamericano”. Entre el 64 y el 65 experimentó en el horizonte de los episodios históricos americanos con otros lenguajes y técnicas, una serie de pequeñas novelas que editó en Madrid: “El Quijote del Dorado”, “La Caballeresa del Sol”, “Un nuevo Mar para el Rey” y “Los Generales de Bolívar” historias noveladas con episodios americanos sobre las vidas de Gonzalo Pizarro, Manuela Sáenz, Vasco Núñez de Balboa y Simón Bolívar y sus generales, respectivamente. Esta serie trató sobre varios de los momentos más evocativos de la saga americana, imitando la enorme obra de Benito Pérez Galdós a finales del siglo XIX en España, pero el proyecto perdió fuerza y sus “capítulos americanos” dejaron de salir. El 67 salió su relato “Infierno Negro” calificado de su drama más ambicioso, sobre los abusos de los blancos contra los negros de los Estados Unidos.
En 1970 apareció su tercera gran obra “Siete lunas y siete serpientes”, sorprendiendo a todos con su capacidad de producción y la habilidad para ir de un género literario a otro. Esta novela es una saga de lo maravilloso, llena de poesía y ambientación chola, figura con derecho propio dentro del realismo mágico y alucinante. Escrita en la misma línea ascendente de Don Goyo e Isla Virgen, integró el animismo y la mitología del cholo y del montubio a base de un universo imaginario llamado Santorontón y Balumba sólidamente sustentado en la realidad, mundo autónomo en que todo es posible.
Esta obra le costó muelas como se dice pues acusó el rompimiento de su estilo realista social para entrar de lleno a un nuevo tipo de realismo, el mágico, tan diferente. En su escritura anduvo varios años, al final rompió cosa de cincuenta páginas para darle una mayor coesion pero al mismo tiempo le situó entre los escritores del nuevo boom literario que tentaban las formas nuevas que recién se estaban experimentando por parte de los jóvenes escritores de Latinoamérica, fue traducida a diversos idiomas y lanzada por una gran editorial en millares de ejemplares de bolsillo pues gozó del boom de la literatura sudamericana ya que apareció tres años ANTES de “Cien Años de Soledad” de Gabriel García Márquez.
El 70 también publicó dos obras menores: “Fantoche” y “Muerte S. A”. Casi enseguida salió a la luz su “Teatro Completo” y “Guayaquil 70”, vademécum de la historia de nuestra urbe con motivo del sesquicentenario de la independencia, que editó en colaboración con su hermano Fausto y varios escritores entre los que me encuentro yo.
En 1971 recibió el homenaje del Cabildo Guayaquileño, se le impuso una medalla de Oro durante el Encuentro de Escritores Latinoamericanos que se llevó a cabo en la urbe, tuve el agrado de recibirle con Velia y atenderlos durante los días que estuvieron en Guayaquil. Demetrio adquirió una pequeña oficina en el edificio Gran Pasaje en el boulevard. Era un gran señor, simpático, sonriente, magnánimo, desprovisto de todo egoísmo, que amaba a su Patria y a su ciudad a la que volvía de vez en cuando. Se reunió con su hijo propietario de una pequeña botica en el norte de la ciudad y con sus numerosos parientes. La tarde del homenaje municipal recibió el, aplauso cariñoso de los asistentes y fue entrevistado por la prensa. Este recogimiento de sus pasos, como él dio en decir, le fue muy grato en todo sentido, pues solo encontró rostros amigos y manos fraternas. Su discurso terminó con estas frases: Mi palabra debería ser encendida, volcánica, caudalosa, comunicante, que los tuviera a Uds. vibrando al unísono de mi propia vibración, pero la emoción me ahoga. Realmente tengo miedo de forzar mi propio corazón que no siempre late ya como yo quisiera…
En 73 dio a luz “El Secuestro del General”, novela absurda por esperpéntica, sobre la dura realidad política de Hispanoamericana, que tuvo un gran éxito comercial y conoció numerosas ediciones. El 77 editó “Jaguar” y dictó un curso en español sobre Literatura Hispanoamericana en “The Clermont University” de los Angeles.
En 1978 publicó “Réquiem para el diablo”, novela calificada de extraña y profunda, de prosa espléndida e imaginación desbordada, cuyo argumento se repite, pues trata sobre las transnacionales petroleras y los negros explotados.
Estaba produciendo obras prodigiosas y aceleradamente, como si los años no le pesaran, milagro que realizaba por haber aprendido taquigrafía sin profesores, ayudándose únicamente de un texto.
El 79 celebró sus cincuenta años como escritor y ese parece que fue su mejor momento, pues se encontraba en la cumbre de su carrera internacional aunque la vista le estaba faltando y se había puesto exigente consigo mismo. Entonces fue invitado a dictar un cursillo de Literatura en “The Irving University” de Los Ángeles y su sobrino segundo el Presidente Jaime Roldos Aguilera, recién llegado al poder, le designó Embajador del Ecuador en México, altísima función que desempeñó con su acostumbrada sencillez, pues ni siquiera quiso cambiarse de casa y hasta siguió escribiendo y pintando.
El 24 de mayo de 1981 el Presidente Roldos y su comitiva fallecieron en un accidente aviatorio y ascendió al solio presidencial su compañero de fórmula el Vicepresidente Oswaldo Hurtado Larrea, quien le entregó a Demetrio el Premio Nacional de Cultura Eugenio Espejo el día 7 de agosto en Quito.
Demetrio acababa de viajar por España invitado por la editorial Guadarrama y en una entrevista larga declaró que uno de sus defectos es que no sabía corregir, de manera que optaba por reescribir. A veces he reescrito dos y tres veces el mismo libro.
Desde hacía varios años se encontraba diabético y a consecuencia de ello había perdido buena parte de su visión. De retorno a México se sintió con la salud abatida pero mejoró hasta que a mediados de Diciembre sufrió un resbalón en el cuarto de baño y se partió la ceja con una saliente de la pared, que daba para su dormitorio, debiendo ser hospitalizado para cogerle varios puntos.
Al día siguiente amaneció con principio de derrame cerebral y falleció tranquilamente, sin haber recobrado el conocimiento en ningún momento, el 28 de ese mes, a los setenta y dos años de edad, como lo avisoró y anunció meses antes en una entrevista que le realizó Rodrigo Villacís Molina: La muerte no existe, porque cuando la muerte llegue ya no tendré conciencia para darme cuenta de ello. Llegará sin que yo lo sepa y estaré muerto sin saberlo, todo lo cual se realizó al pié de la letra.
Respetando su voluntad el día 30 fue incinerado en el panteón de Dolores en ciudad de México donde quedó su corazón, pero las cenizas fueron traídas el 6 de enero de 1982 en un cofre y con una concha spondilius arrojadas a las aguas del golfo al día siguiente, desde el buque Orión de la Armada Nacional, muy cerca de su querida isla – la de tantos recuerdos juveniles – según su deseo, “para que
flote mi sombra como Don Goyo…… ”
Como nota pintoresca ocurrió que la viuda, no conociendo los efectos de la brisa marina, al momento de arrojar las cenizas al mar calculó mal y fue sorprendida por el viento, con el resultado de que buena parte del contenido nos cayó encima (de los marinos e invitados especiales entre los cuales se contaban las autoridades, parientes y literatos amigos) que terminamos tosiendo.
En una entrevista para Vistazo había dicho que era su deseo – ya cadáveres – ser arrastrados con su amada Velia por las aguas del Guayas, como dioses mestizos, impregnándose con los olores de frutas maduras y recias maderas, con todas las savias del trópico, hasta convertirse a la final del periplo en limo fecundante y creador.
Hablaba y escribía en inglés y en francés. Dejó varios relatos sobre un jugador de fútbol que iba a publicar con el título de “Las pelotas de Píndaro”, sobre los negociados de los dirigentes y las transnacionales del deporte, eso que está más allá del estadio y que la gente común no mira ni conoce. En marzo del 90 sin embargo apareció “Una pelota, un sueño y diez centavos” terminado por su esposa en 192 págs. que relata las vicisitudes de un jugador de futbol apodado Pata de Aguila que una tarde sale del anonimato y conquista la fama y entonces comienzan sus divagaciones desenvolviéndose el argumento central en las pocas horas siguientes a este hecho.
Como escritor “Aguilera Malta representó la grandeza de la sencillez, el señorial trato amable, el genuino y magnánimo interés por el prójimo que merecía toda su atención”. Fue un creador de personajes: Cusumbo, don Goyo, don Mite, Bulu-Bulu, Candelario. Al principio de su larga vida literaria escribía de corrido sin importarle la técnica, luego maduró y empezó a buscar novedades, nuevas formas de expresión, como si no se conformara con nada
Admirado y querido, siempre alegre y ufano, dejó muchos amigos. Murió casi pobre pues jamás había acuñado riquezas y más bien lo que ganaba con la literatura lo gastaba en libros al punto que dejó una excelente biblioteca y sus ahorros siempre los invertía en pagar las pérdidas que le dejaron sus aventuras fílmicas y teatrales. Solo le quedaba una oficina interior en el edificio Gran Pasaje de Guayaquil, que su viuda logró vender poco tiempo después para regresar a México.
De estatura mediana, contextura gruesa, ojos glaucos (grises y acerados por su fijo mirar) frente amplia, tersa, despejada, piel trigueña, pelo negro y ensortijado, en bucles. Era un excelente conversador que sabía matizar sus historias y dicen los que le trataron profundamente, que era mejor como amigo, pues según feliz expresión de Benjamín Carrión siempre tuvo vocación de judío errante con libreta de direcciones.
Al cumplirse ochenta años de la publicación de su novela “Don Goyo” donde retrata la vida del cholo que habita en la isla San Ignacio a la entrada del golfo de Guayaquil, su nieto Raúl Aguilera Sánchez, familiares y amigos se trasladaron al cerrito de los Morreños en acto de peregrinación para conmemorar la vigencia de la historia literaria de Don Goyo Quimí, el adusto patriarca canoero de ideas ambientalistas pues se oponía con firmeza a que sus compañeros talaran el manglar. En la novela se cuenta que un mangle viejo le había pedido a Don Goyo que no siguieran
haciendo daño a la naturaleza, pues el mangle servía de hábitat a numerosas especies, atraía la lluvia, impedía la desertización del cerrito siempre verde y protegía las riberas y orillas de su destrucción. “Cortar el mangle sería como si se cortaran ellos mismos, para desaparecer hombre y mangle como si fueran uno solo,” aunque sus compañeros se sobresaltaron, siguieron haciéndolo pues no contaban con otros medios de subsistencia, más lo tiempos han cambiado y ahora los morreños ya no se dedican a la tala como en el pasado.
Escritor con grandeza de alma, poseyó la alegría de vivir, el incesante fuego creador.