AGUILAR VASQUEZ CARLOS

ESCRITOR. Nació en la parroquia Jima, cantón Gualaquiza Provincia del Azuay, el 15 de septiembre de 1897. Hijo legítimo de Remigio Aguilar Maldonado, maestro de honor hasta su Jubilación y escritor a ratos perdidos, y de Ernesta Vásquez Rivera.

“Nací en el campo y mi alma está hecha de trigo, de agua fresca y de gracia de Dios. Nutríme de la verdad y de las leyendas azuayas” diría después.

Primero estudió en la escuelita nativa de su pueblo hasta que pasó a Cuenca, terminó la primaria en los Hermanos Cristianos y la secundaria en et Benigno Malo. Graduado de bachiller, siguió siendo un campesino de alma y por eso gustaba cantar a Jima su tierra querida // Un algo tiene que sin duda es mío / toda casuca que en el pueblo existe / y aún murmura con amor el río / cosas tan mías que me parecen tristes. //

Desde 1911 escribía poemas de estilo romántico tardío que usó hasta 1942 cuando tentó el romance. Fue un poeta sin escuela pero poeta al fin, que cantaba al solar nativo, al amor, a los padres y a la tristeza del paisaje de su nativa Jima. I como buen romántico se convirtió en el dulce tenorio de la vihuela, bohemio elegante y gran señor de las serenatas a todas las muchachas en flor de la ciudad.

En 1916 ingresó a la Facultad de Medicina de la Universidad de Cuenca. El 21 sorprendió a la crítica con un pequeño folleto “Cita de Interrogaciones” en 37 págs. con pensamientos y dilucidaciones // Alma ¿Cuál es mi senda? / La que ames más.

En Julio elaboró “El país del sol” en 69 págs. itinerario que trata sobre su nativa Jima, el pajonal, los entables, Gualaquiza, los jíbaros y sus costumbres, que publicó cinco años después. Folleto de recordaciones tristes, reminiscencia de lejanos horizontes nativos.

Recién graduado en 1923 denunció que una región cercana a Cuenca se estaba despoblando a causa del tifus exantemático o tispo – ungui, diferente de la tifoidea. Los médicos rechazaron la voz de alarma declarando que lo descubierto era una simple modalidad tífica, pero con el paso de los meses terminaron dándole la razón. Entonces contrajo matrimonio con Judith Arízaga Arízaga matrimonio felicísimo, con una hija.

En 1926, dada la miseria que vivía el austro emigró a Manabí y fue médico municipal. Allí editó “Fabulario Parvo” en sólo 15 págs. con descripciones en sencillo lenguaje poético-literario de los animalitos, árboles y flores de los jardines del campo, escritas para su hija. Una segunda edición en octavo y 77 págs apareció en la colección Cuadernos de Divulgación Cultural para los obreros del Ecuador. También editó “Datos sobre Montecristi y Manabí” en 20 págs. historia del siglo XIX, pues era muy cuidadoso y en los sitios que residió vivía preocupándose por hacer anotaciones geopolíticas e históricas.

En 1928 escribió un cuento largo sobre un guerrillero manabita apodado marzo, joven robusto y de pura cepa montubia, que tituló “La Cruz del Machete” y salió el 29 en 88 págs.

En 1935, nuevamente en Cuenca, editó “Marginalia” o colección de trazos escritos al margen de los libros, reunión de apostillas inspirada por la atenta lectura de las buenas obras en su juventud, en 26 págs. y AReportajes de Ultratumba” en cuarto y 242 págs colección de escritos para periódicos con notas sobre personalidades del pasado y de la historia. Esto es lo más débil de todo lo suyo. Ese año escribió “Don Sebastián Burgos” en 133 págs. novela que envió el 41 a su amigo Alfonso Andrade Chiriboga para su crítica. El ambiente es rutinario, la trama se desenvuelve en la sala de un hospital y revela el drama de los asilados, pero no logra dar una configuración psicológica a los pocos personajes que contiene. Mas bien debe aceptarse como una obra que quiso ser documental y se quedó en meras expectativas.

En 1937 comenzó unas Notas Breves que coleccionaría hasta el 60, simples miradas al paisaje y a la vida y durante varios meses de 1952 las radiodifundió los miércoles a las 8 de la noche en la “Voz de Azogues”, órgano cultural del Consejo Provincial del Cañar. En sus Obras Completas aparecieron bajo el título de “Parsim”.

En 1938 presidió el Concejo Cantonal de Cuenca por influencia de su hermano Aurelio que tenía una situación política expectante. El 40 sufrió un gravísimo accidente de tránsito que le mantuvo dos meses en cama que aprovechó para escribir buena parte de su obra cumbre, la novela histórica y costumbrista “Los Idrovos”, originada en los relatos de su abuelo Aurelio y en sus recuerdos de infancia y de juventud en la Cuenca revolucionaria y conservadora de fines del siglo pasado y principios del actual (1896-1906) “Llamábase mi abuelo Aurelio Vásquez, hombre de recia contextura moral y física, conocí a muchos de los personajes que figuran en los capítulos siguientes, y ahora que el mediodía de la vida comienza a iluminar el escenario de la historia con luz íntegra, he ahondado en las profundidades de mí ser y sé que todo cuanto está reunido allí es digno de mi amor. No pertenezco a escuela alguna, por lo mismo no he mendigado prefacios para mis obras y nada me importa las críticas de los otros, pues escribo para obedecer el mandato de mí espíritu”.

En las páginas de Los Idrovos se retrata mejor que en ninguna otra obra de Cuenca los acaecimientos políticos de la reacción conservadora, con sus claroscuros y tintas recargadas. Igualmente, la miseria, ignorancia y fanatismo en que se debatía el artesanado azuayo o clase media baja. Es, pues, un testimonio sociológico de primera mano, de allí su importancia más histórica que literaria y quizá sea esa la causa de su injusta postergación y olvido desde su publicación en 323 págs. como parte de sus Obras Completas.

En   1943 apareció una de sus conferencias antialcohólicas en 35 págs. pues desde mucho tiempo atrás había iniciado una activa campaña contra esa nociva costumbre.

En 1944 salió “Xima”, pórtico rural dedicado a su padre, en 233 págs. canto a su tierra nativa dividido en cuatro partes con leyendas y antecedentes históricos a la conquista española, descripción de las haciendas, el paisaje, las cofradías, la participación del Cacique Zhunio en la Independencia de Cuenca, etc.

En 1945 editó “Balada Filial” escrita a la muerte de su padre, cuya lectura causó una honda emoción en su hermano Aurelio, preso en el Panóptico desde la revolución del 28 de mayo del año anterior.

En 1946 instaló una botica en la Plaza Principal de Azogues y sacó “Campanas de Cristal” en 24 págs con relatos y versos de navidad. El 48 “Cultura Cañari” en 100 págs estudio muy sintético sobre dicha tribu, sus costumbres y su comarca. El 50 editó tres folletos: 1) “Nobleza Criolla” comedia en un acto y dos cuadros en 26 págs 2) “Grito en la Sombra” igual que la anterior, pero inspirada en una defensa jurídica que realizó su hermano Aurelio, ya reincorporado al desempeño profesional en Cuenca, y 3) “El Caballero del Río” relación del descubrimiento del río de las Amazonas en 37 págs.

En 1951 fue vocal médico del Tribunal de Menores en Azogues, editó “Los Derechos Fundamentales del Hombre” en 19 págs. y “Triángulo Vegetal Cañari” ensayo sobre el agave, el capulí y el maíz. El 53 “El quichua en el Diccionario español” en 224 págs tratando sobre la importancia de los quichuismos en nuestra lengua, así como otro estudio sobre “El quichua en el Cañar” en 18 págs. ambas obras demostraron la amplitud de sus conocimientos lingüísticos. Entonces sacó “Versos Oscuros” poemario sin numerar.

En 1955 escribió sobre el gran artista cuencano Gaspar Sangurima en “Biografías Inconclusas” con un apéndice sobre Jesucristo y la leyenda ecuatoriana, todo en 55 págs. dedicadas a su amigo el artista Héctor Pauta Córdova. El 56 Rigoberto Cordero y León le concedió un tomo en la colección Presencia de la Poesía Cuencana, justísimo homenaje a sus múltiples merecimientos.

Ese año editó “Machacando en hierro frío” otras de sus conferencias antialcohólicas en 25 págs. pues en eso del batallar fue siempre incansable. El 57 “Noches de luna llena” en 89 págs. recuerdos nacidos a la luz de la luna en los años de su niñez, cuando su madre solía reunir a los niños del caserío natal, por el juego, el canto y la plegaria.

En 1960 dio a la imprenta “Tardes de Agosto” en 57 págs. y un Epílogo en 14, escritas emocionadamente como campesino de nacimiento y vocación que había andado con penas y sueños en pos de sosiego y amor. Estas Tardes volvieron a aparecer en cuarto en 1965 en 159 págs. y “El Libro de mis Baladas” con cuatro baladas a su padre, a su hermano Aurelio, a un nieto pequeñín y la del convaleciente, todo en 167 págs. divagaciones más que ensayos sobre la parvedad de la vida y sus ilusiones, así como la brevedad de los momentos felices y la eternidad de los recuerdos de amor familiar.

En 1961 sus “Bagatelas” con quince narraciones al margen de la historia que él calificó de “librito escrito para recitación de títeres, entretenimientos de niños y solaz de mí corazón” en 142 págs. comenzado en Azogues el 53 y terminado en Quito el 56 durante una de las visitas a su hija y nietos.

En 1964 recibió la presea fray Vicente Solano de la Municipalidad de Cuenca. Entre agosto y diciembre del 66 viajó por América y Europa y los recuerdos de viajes fueron incluidos por su hija en el capítulo de las Baladas de las Obras Completas.

Falleció en Azogues el 12 de abril de 1967 de setenta años de edad y en el cementerio se dijo “Fue el San Francisco de Asís de nuestra morlaquía y un formidable trabajador de la cultura. Enemigo de los vicios como buen médico, tampoco regalaba adjetivos y por eso murió sin una arruga en el rostro, ni una pena en el alma”.

A su modo fue sembrador de la cultura, siempre joven y enamorado de las estrellas y de las noches de lunas. Nadie como él amó a Cuenca en su tiempo, conociendo sus casas y barrios, todos sus secretos, maestro de muchos jóvenes en las delicadas cuestiones del soñar.

De talla mediana, frente despejada, ojos vivos, agradables facciones aunque tristes, tímido, tranquilo, bueno y generoso con todos. “He sido y seré uno de los tantos que caminan en silencio inadvertidos y atentos solo a no estorbar a nadie y cooperar con todos.”

Existen sus Obras Completas que editó su hija con amor. En 1984 la Sociedad Ecuatoriana de Historia de la Medicina, Capítulo Azuay, le dedicó uno de sus volúmenes.