POETISA Y ESCRITORA. Nació en Guayaquil, el 16 de Julio de 1913. Hija legítima de José L. Acevedo Quiroz, escritor quiteño que en 1928 triunfó en un concurso promovido por la revista “Ocaña Film” para guiones cinematográficos, luego fue director de la revista “Ideal”, propietario de la librería “Guayaquil” que cerró en 1937 a causa de las dificultades que producía la guerra civil española para las importaciones de libros. También fue periodista que escribía crónicas en “La Prensa” y “El Telégrafo” bajo el seudónimo de “El Cuco del Barrio” y terminó siendo comerciante de discos y artefactos musicales. Casi toda su producción poética y literaria permanecía inédita en poder de su hija; y de Obdulia Vega Andrade, cuencana.
De seis años fue llevada a la hacienda “San Vicente” que su padre tenía en Naranjal “viviendo al impacto de la naturaleza desbordante y el conocimiento de la vida campesina”, allí aprendió a no llorar porque le mortificaba que su padres le dijera a sus hermanos mayores: “No llores como mujercita, los hombres no lloran” y “ yo me preguntaba: ¿Por qué solamente la mujeres deben llorar? y me propuse no llorar por nada”.
Una profesora de Guayaquil le enseñó las primeras letras, a recitar y cantar. De vuelta a la ciudad ingresó al Colegio “La Inmaculada”.
Era callada, tímida y nerviosa pero concentrada en el estudio y pronto comprendió que superaba a la mayoría de sus condiscípulas en saltos, en gimnasia y en la obtención de las mejores calificaciones.
Me impresionaba con las representaciones teatrales, al fin del curso ansiaba que me escogieran para las veladas literarias y en el hogar imitaba con mis hermanos a los artistas de la Compañía Infantil de Comedias que actuaba en el Teatro Colón.
“Al terminar la primaria hice dos años de educación media. Mi padre se opuso terminante a que pasara al Vicente Rocafuerte y tuve que quedarme en casa leyendo todo cuanto quería, indiscriminadamente y hasta el cansancio y me empecé a interesar en las biografías, las novelas y en los clásicos. La casa era visitada por escritores y músico amigos de mí padre y escribí mis primeros poemas estimulada por él y sobre temas de muerte, fantasmas y desengaños, seguramente porque en Guayaquil todavía vagada en las tertulias la silueta del suicida Medardo Ángel Silva, por entonces los poetas eran un tanto descuidados, desgreñados, melenudos, melancólicos y frustrados (tal ves devotos de la morfina o del alcohol) y se decía que se reunían en el cementerio a recitar a los poetas franceses y a los ecuatorianos igualmente malditos, después llamados de la generación decapitada”.
“En 1929 publiqué algunas poesías en la revistas guayaquileñas” Ideal y “Peni” y Telmo Vaca del Pozo al enterarse de ello dijo: Mire chiquilla, esto de meterse a poeta es un cargo muy duro, sobre todo para la mujer, porque la crítica te aplasta si alzas la cabeza y decidí guardar mis poemas y dedicarme al canto, pues a papá le parecía que yo tenía una bella voz y que debía estudiar música y tuve como maestros en mi domicilio a Carlos Alberto González y Francisco Paredes Herrera, también quería que fuera actriz pero mamá se opuso airadamente de manera que sólo cantaba en veladas familiares a la par que estudiaba costura y bordado e ingresaba al Conservatorio que dirigía el maestro Pedro Pablo Traversari, cursando hasta el segundo año de piano, canto y recitación.
“Para los años treinta me veía como una jovencita espigada, de grandes y expresivos ojos negros, que miraba a los jóvenes con aires de superioridad; pues, debido a mis lecturas, estaba convencida de que la mujer no debía nacer sólo para ama de casa, que el matrimonio no era su única meta y que podía ser tan capaz como cualquier hombre”.
“En 1931 nos trasladamos a vivir a la casa de un tío en Ambato. El viaje, que comenzó como una simple vacación, duró tres años y se truncaron mis estudios. En Ambato me distraía dando clases de bordado a domicilio. Por tres clases semanales me pagaban algunas familias amigas cincuenta sucres mensuales. En 1934 regresamos a Guayaquil y comencé nuevamente a trabajar contra el parecer de mis padres, pero insistí en mi propósito porque me había dado cuenta que el trabajo y el sueldo me independizaba. En la familia no sobraba el dinero pero tampoco faltaba, de suerte que teníamos todo lo necesario.”
“Di clases de bordado a domicilio y como se sufría la depresión económica de esos años, una grave pobreza se cernía sobre el país. Alfonso Wilmont me llevó a colaborar en su radiodifusora donde canté con el seudónimo artístico de Mary Arlet percibiendo treinta sucres mensuales por trabajar tres noches a la semana con acompañamiento al piano del profesor Carlos Alberto González, pero jamás nadie supo quién era la tal Mary Arlet. En 1935 ingresé a la sección administrativa del diario El Universo con sesenta sucres de sueldo, aprendí pronto a escribir a máquina y el año 38 tuve que renunciar ante la perspectiva de un viaje a Cuenca con mi familia. Papá tenía allí a su gran amigo el Dr. Nicanor Merchán, propietario del Mercurio, quien se interesó por mis inclinaciones literarias y acogió mis poemas y artículos sobre el acontecer social pagándome ochenta sucres al mes”.
“Este viaje solamente duró un año y al retomar a Guayaquil el 39 me designó su corresponsal en el puerto con sesentas sucres, siendo la única mujer que ocupaba los cargos de Cronista y corresponsal en un periódico del Ecuador. Desde Guayaquil le enviaba mis Crónicas Porteñas, pues así llamaban; además, me ayudaba como profesora de labores”.
En 1945 volvió a Cuenca donde contrajo matrimonio con Vicente Idrovo Valdivieso, viviendo en Saraguro por algunos meses. Nuevamente en Guayaquil, nació su hijo, el Dr. Luis Galo Idrovo Acevedo, propietario de la Clínica Idrovo en la Ciudadela Miraflores y continuó escribiendo en prosa y verso, especialmente sobre el tema de la niñez y dentro de la poesía amorosa, que remitía a la revista del Colegio “Bernardo Valdivieso” de Loja y otra parte se mantiene inédita en sus poemarios “Alba Eterna”, “Páginas de Ayer”, y “Cantos Dispersos”.
Mientras tanto vivían en casa de sus padres y el 50 fue llamada por el Dr. Merchán a Cuenca, donde permaneció casi cinco años trabajando en “El Mercurio” y nuevamente escribió en la página literaria, prosa y versos.
Su temática se volvió social y en 1953 publicó un primer poemario titulado “Camino sin retorno” en 106 páginas, con ilustraciones de Marco Antonio Sánchez y prólogo de Vicente Moreno Moral. “Poemario lírico, social y maternal, de pureza sentimental, canción de cuna e interrumpido arrullo”, según opinó Rosario Sansores. El 1952 había obtenido el primer premio en el concurso de recitales de la radiodifusora “Ondas Azuayas”, y en 1953 realizó una gira nacional auspiciada por la C.C.E.
Ese año obtuvo el divorcio, radicó definitivamente en Guayaquil, comenzó a publicarse su poesía en “El Universo”. Abel Romeo Castillo le abrió las puertas de la sección de Literatura del Núcleo del Guayas de la Casa de la Cultura.
El 55 fue nombrada Secretaria de una Comisión de la Cámara de Diputados y vivió cuatro meses en Quito. Para el 56 ingresó al diario “La Nación” como Secretario General y Redactora de planta y mantuvo la columna “Libros y Revistas” hasta el 61. Ese año, el rector de la Universidad Dr. Antonio Parra Velasco, auspició la edición de su segundo poemario “Espacio y Luz”, en 164 págs, con poesía dedicada a la infancia y a la madre desposeída, y al cerrarse “La Nación” trabajó de Secretaria de Comisión en la Cámara del Senado. Benjamín Carrión le auspició un recital en la Casa de la Cultura, José Alfredo Llerena en la Unión Nacional de Periodística y aparecían sus colaboraciones en “El Comercio.”
Desde 1960 frecuentaba las audiciones de “Vida Porteña” y del grupo cultural Oasis” y desde el 62 las de “Música y Poesía”. En 1963 desempeñó la Secretaria de la jefatura del Aeropuerto Internacional de Guayaquil. El 64 fue electa Secretaria de la “Unión Laboral Guayaquileña” y directora de la Guardería No. 2 de la Cruz Roja del Guayas con mil quinientos sucres mensuales de sueldo, funciones que cumplió con gran amor y eficiencia por ocho años, en contacto directo con la niñez desvalida.
El 67 ingresó a “Cultura y Fraternidad” y ocupó la presidencia y el 76 y el 83 Igualmente obtuvo la Lira Poética en el Festival de la Lira Poética y concurrió al I Congreso Nacional de Periodistas del Ecuador.
En 1968 editó en el Núcleo del Guayas su tercer poemario: “Latitud amarga” en 86 págs y viñeta de su amiga la pintora Iska Kral, con treinta y dos composiciones de sencillez trascendental nutridas de conflictos sin ser cartelistas y cargadas de un desgarrante contenido social, que la crítica ha considerado lo mejor de su obra. Ese año viajó Buenos Aires a ofrecer dos recitales.
En 1969 recibió un homenaje del Núcleo de El Oro de la C.C.E. concurrió al H Congreso Nacional de periodistas y formó parte del jurado del I Concurso de Recitales Navideños.
En 1970 viajó a Lima y Trujillo a ofrecer recitales y el Capítulo del Perú de la Unión de Mujeres americanas le confirió una placa de Honor. El 73 pasó de coordinadora del Seminario Arquidiocesano de Guayaquil con dos mil sucres mensuales y apareció su cuarto poemario “Lauros de Guayaquil” en 22 págs, con portada deJorge Swett, en homenaje al puerto principal y a los símbolos patrios. La Municipalidad le confirió la Medalla al Mérito Literario y formó parte del concurso de poesía del diario El Universo, volviendo a actuar de jurado el 75 y el 81.
En 1976 participó bajo los auspicios de CROS en el seminario para líderes comunales efectuados en San José de Costa Rica. En 1976 fue declarada “Maestra del Año” por el programa “Antena Pedagógica” y obtuvo su pensión de Jubilación en el IESS. En 1978 publicó su quinto poemario “En los horizontes del paisaje azul” en 133 páginas, con diez cantos, entre otros, dedicados a la invalidez infantil en sus diversas manifestaciones. El 77 viajó a Roma a la beatificación del hermano Miguel y tiene inédito el “Opúsculo de la Romería”, con el relato del itinerario que cumplió.
Numerosas instituciones del puerto la cuentan entre sus miembros: Hiliar, el Círculo de Periodistas del Guayas, la Conferencia Nacional de Periodistas, la Unión de Mujeres Americanas y la Unión Nacional de Mujeres Ecuatorianas, Entre 1984 y el 86 desempeñó la Vicepresidencia de la Unión Nacional de Mujeres del Ecuador. En 1987 lanzó su libro “Perfiles Humanos, relatos magros” en 178 páginas, y prefacio de la Dra. Raquel Verdesoto de Romo, con 16 relatos cortos, lineales, publicados entre 1956 y el 80 en diversos medios de difusión colectiva, dentro de la tónica de denuncia social.
Agil, activa y de estatura normal, trigueña clara, delgada, pelo negro y genio vivaz y expresivo. Su atracción por los niños es tanta que no se contiene y cuando los ve, los acaricia. Creyente y católica sincera; su paso por la tierra está cumplido y a los setenta y cuatro años de edad vivía preparada para la eternidad sin rencores ni odios, pues consideraba que todo ser merece tolerancia, cooperando en programas culturales y en la agrupación “Orientación Cívica”. Su labor social por las calles del suburbio y su obra de promoción cultural reflejaban un alma generosa. Desde hace mucho tiempo vivía con su hijo que es médico y la cuidaba en su ancianidad hasta que falleció en Guayaquil, sin enfermedad visible alguna, solo de ancianidad, pues casi tenía noventa y tres años, el 28 de abril del 2006.