87. El tesoro del Corregidor Pástor

Relata Luciano Andrade Marín en su obra “Llanganati”que, según la tradición, allá en los días de la colonia hubo en Latacunga un español de apellido Valverde, que siendo muy pobre se transformó en un hombre riquísimo de la noche a la mañana, regresando a España, donde murió. La riqueza de este individuo se atribuye porque habiéndose casado con una indígena, el padre de ella, Cacique de Píllaro según dicen, llevó muchas veces a Valverde a unos agrestes parajes de los Llanganatis, mostrándole el sitio en que estaba escondida una parte del oro acumulado por los indios de Quito para el rescate del Inca Atahualpa. Antes de morir Valverde reveló el secreto del escondite de tales tesoros, en un escrito destinado al rey de España. Este es su Guía o Derrotero”.

El Rey debió enviar la Guía o Derrotero a Latacunga, con un sacerdote de apellido Longo, quien hizo entre 1.792 y el 93 una entrada a las montañas acompañándose del Corregidor Antonio Pástor y Marín de Segura, casado con María Ruiz Jiménez y Montesinos, natural de Ambato, en quien tenía hijos.

“Esta expedición de Pástor y Longo habría llegado casi al termino de la ruta cuando una noche desapareció misteriosamente el padre Longo y ninguna traza de él pudo ser descubierta, de modo que sea que haya caído en una quebrada cercana al lugar en que acamparon o en una de las ciénegas que abundan por muchos lados, su rastro se perdió. Después de buscar al Padre en vano por algunos días, la expedición regresó sin haber conseguido su objeto”.

Sinembargo parece que el inteligente Corregidor Pástor si descubrió el oro en grandes cantidades y guardándose el Derrotero original dejó una copia en la escribanía de Latacunga, con la pista final maliciosamente alterada para que otros no pudieran hallar el oro del Inca.

Andrade Marin indica que el Derrotero contiene varias jornadas de camino, siendo las tres o cuatro primeras de una exactitud pasmosa con relación a las realidades geográficas de esa región de Píllaro y la entrada a las montañas de los Llanganati.

Poco después el Corregidor Pastor dejando a su familia en Ambato viajó a Lima y radicó en esa capital; en 1.801 falleció su esposa y contrajo segundas nupcias en el Perú con Narcisa Martínez de Tejada y Ovalle, de este matrimonio tuvo solamente un hijo de quien descienden los Pástor de esa república y la familia Puga Pastor de Guayaquil.

En 1.803 el Corregidor Pástor embarcó en el puerto de Lambayaquea bordo de la fragata “El Pensamiento” de nacionalidad inglesa y al mando de los capitanes John Deigg y John Fanning, un cargamento de valiosísimas barras de oro y otros metales, para ser depositado en el Royal Bank of Scotland por Sir Francis Mollison, de conformidad con un Poder otorgado a su favor por los esposos Pástor Martínez de Tejada. Las barrasdebía producir intereses y el monto total de todo ello se repartiría entre los descendientes de dicho matrimonio, pero solamente en la quinta generación.

Mientras tanto ¿Qué había ocurrido en Latacunga a la salida de Pástor? Por otros documentos se conoce que el Cura de Píllaro Mariano Enríquez de Guzmán ese mismo año de 1.793 realizó una expedición a los Llanganati sin aparente éxito, porque utilizó el Derrotero falso dejado por Pástor, quien también debió escribir el título que lleva en la portada y que dice así; “Guía o Derrotero que Valverde dejó en España donde la muerte le sorprendió a él, habiendo ido desde las montañas de Llanganati, a las cuales el entró muchas veces y sacó una gran cantidad de oro; y el Rey ordenó a los Corregidores de Tacunga y Ambato que buscasen el tesoro, cuya Orden y Guía se conservanen una de las oficinas de Tacunga”.

Que el Cura Enríquez anduvo tras el tesoro y que hasta expedicionó a los Llanganati, no cabe la menor duda, porque en 1.854 apareció su tosco mapa del Tesoro pintado por él a colores; no así la Guía o Derrotero que también debió sacar a mano de las oficinas de Latacunga, copia que años después fue de propiedad del señor Lorenzo Gortaire Viteri, vecino de Quito a fines del siglo XIX y que al morir dejó a sus herederos, quienes la vendieron a Stellan Moerner, ciudadano de nacionalidad sueca, que pasaba en Quito por Conde a principios del siglo XX y vivía interesadísimo por conseguir el tesoro.

Casi contemporáneo con el cura Enríquez fue el botánico español Anastasio de Guzmán y Abreu, llegado a Quito en 1.801, cultivado en las ciencias naturales y eruditísimo en botánica, que tuvo por discípulo al no menos ilustre José Mejía, a quien enseñó a “herborizar”. Guzmán se instaló en la capital y tuvo botica, allí trató al barón de Humboldt, quien lo llegó a estimar tanto que públicamente reconocía a Guzmán como superior a Linneo en conocimientos botánicos.

Hacia 1.804 Guzmán se trasladó con profesión de boticario a Latacunga, su vida era herborizar la mayor parte del día y clasificar por las noches las plantas que encontraba a su paso, pero todo esto cambió cuando llegó a sus oídos la existencia del tesoro de los Llanganati. Entonces sacó una copia del Derrotero de Valverde y empezó a buscarlo, para cuyo efecto hizo varias entradas por la parte sur de Ambato cerca de Mulaló y el páramo de Jaramillo y aunque no hallo oro, encontró varias minas de plata y cobre trabajadas en la antigüedad, pero la fragosidad del terreno y las dificultades propias del laboreo le impidieron beneficiarlas. Hacia 1.806 dibujó las montañas de los Llanganati y murió en 1.807 “en el valle de Leito, a unas cuantas leguas al este de Ambato, en una pequeña casa de campo ubicada en el sitio Leitillo o San Antonio porque era sonámbulo y habiendo salido de su casa dormido cayó al fondo de un precipicio o quebrada”, no expiró enseguida, dejó de existir días después.

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Cuando en 1.807 murió en Leitillo el botánico Anastasio de Guzmán y Abreu, sus papeles con dibujos de plantas y la copia del Derrotero de Valverde pasaron a poder de las autoridades. Años después el Presidente de la Audiencia, General Toribio Montes ordenó a sus subalternos que reanuden la búsqueda, pero en eso vinieron las guerras de la independencia y todo quedó en nada. Después de la batalla del Pichincha guardaba los papeles el Corregidor de Guaranda, Víctor Félix de San Miguel y Cacho, quien fue conminado por el Intendente del Departamento de Quito, Vicente Aguirre y González, para que los entregue a la Universidad, donde dictaba una cátedra el Dr. Manuel Angulo, que los revisó y guardó. A su muerte los heredó un hijo suyo, Canónigo en Quito, quien los dio en el lecho de muerte a su ahijado el abogado y doctor Cruz Rivera, que por consejos del historiador Celiano Monge los regaló al Arzobispo Federico González Suárez. Muerto el Arzobispo, pasaron al entonces Canónigo Manuel María Pólit Lazo y después a su sobrino el jesuita Aurelio Espinosa Pólit, quien en alguna ocasión se los mostró a Jacinto Jijón Caamaño, rogándole que escribiera algo al respecto, pero éste siempre se sintió más historiador que cronista y nunca lo hizo.

El Mapa de Guzmán, por alguna razón que no se conoce andaba por cuenta propia y terminó en manos del Dr. Salvador Zoilo Ortega, que lo conservaba en Quito muy destruido y roto en ocho pedazos pegados a un trozo de sarasa. Este Mapa está realizado con lápiz de tinta india, los caminos y techos de las casas son colorados y los nombres también y aunque originalmente fue escrito con claridad, se halla apenas legible por el desgaste y uso que le habían dado. Así lo vio Luciano Andrade Marín, que lo tuvo en sus manos y fue el recopilador de estas historias en su obra “Llanganati”

Se supone además que de este Mapa saco copia el sabio Richard Spruce cuando visitó el Ecuador en 1.862, la que envió como descubrimiento valioso a la “Royal Geographical Society” de Londres donde se conserva. Varias compulsas se han obtenido para investigadores europeos y americanos interesados en el Oro del Inca y por tal motivo, ahora más que nunca el tesoro de los Llanganati es conocido en el mundo, despertando la curiosidad de los aventureros más audaces y mejor dispuestos a desafiar las inclemencias del clima helado de esas montañas, con tal de dar con las riquezas.

Mientras tanto los descendientesdel Corregidor Pástoren el Perú, apurados por rescatar el depósito efectuado por su tatarabuelo, comenzaron en 1.942 por publicar una obra con la lista completa de ellos, genealogía que despertó la curiosidad de sus agnados y cognados en varias repúblicas de Sudamérica, quienes también estaban dispuestos a reclamar.

En 1.956 hicieron una petición formal al “Royal Bank of Scotland” utilizando los servicios de un staff de abogados de Londres y aunque movieron numerosas influencias, aun del orden diplomático, sólo recibieron negativasde los funcionarios del Banco, quienes dijeron que nada sabían porque sólo acostumbraban llevar registros de hasta cien años de antigüedad. Disculpa nimia y hasta tonta en tratándose de un capital tan fuerte como el que se dice que embarcó el corregidor en Lambayaque.

También los Pástor del Ecuador al tener noticias de estos incidentes decidieron hacer su árbol genealógico y hasta realizaron varias reuniones en Quito, congregándose algunos cientos de personas. Este trabajo fue enviado al Perú y debe estar en Lima esperando que salga el dinero para el reparto.

I habiendo tratado del oro, hablemos algo sobre la cordillera de los Llanganati, que es una parte de la Cordillera del Cóndor, llamada también el tercer ramal de los Andes en el Ecuador; inhóspita región que está hundida a más de cien kilómetros de distancia entre ambas cordilleras. La hoya que queda formada en esa mitad es un vertedero de agudos torrentes, bravíos despeñaderos y abismos sin fondo, tapizados de azuladas lagunas situadas en pequeños cráteres o en las laderas de picachos prácticamente inaccesibles. Para atravesar la zona se requiere de enorme resistencia y mucho valor. Cada paso puede resultar en falso y ser mortal. Por la mañana hay una espesa neblina que impide toda visibilidad. Al mediodía el sol aparece por escasos minutos y entonces el paisaje es inmenso y la sensación de soledad completa. No se escucha un solo ruido y casi no hay mayor vegetación. Por la tarde vuelve la neblina opaca y comienza el frío que se acentúa en las primeras horas de la noche y dura hasta la madrugada.

En alguno de estos lugares bien puede estar esperando el fabuloso tesoro del Inca que el codicioso Corregidor Pástor de Latacunga arañó muy poco, por no decir casi nada, entre 1.792 y el 93. El problema es simple, hay que ir a buscar y por supuesto encontrarlo.