99. La leyenda de Mazorra

El español Baltazar Carriedo Arce vivía en la señorial mansión de su hacienda ubicada en la llanura de “Yatapi”, cerca de Riobamba y falleció para el gran terremoto del 4 de febrero de 1797 arrastrado por las aguas del río Pastaza, “sin que quedara reliquia alguna del edén en que forjaba sus sueños de mayor opulencia con la esperanza de títulos y condecoraciones”.

Años después Juan León Mera publicó su leyenda “Mazorra”, sobre la vida de Carriedo, aunque desfigurada por completo, que fue premiada en el extranjero. La leyenda dice que Mazorra, apodo de Carriedo, “heredó de sus suegros unas haciendas ubicadas a uno y otro lado del río Patate y a la cabecera del Pastaza, que se tornó muy avaro y tirano de su mujer y de los indios y negros que trabajaban para él y que trató de haragán y miserable a un franciscano que fue a pedirle limosna, haciéndole morder de los perros, de lo que quedó mal herido. La mujer de Mazorra curó al religioso lavando sus heridas a escondidas y el sacerdote maldijo a Mazorra y al producirse el terremoto, junto a la señora y a un hijo de pecho que ellatenía, sobrevivieron al cataclismo, mientras las casas, hacienda, ganado, animales y peones, junto a su malvado dueño, perecían arrastrados por el fango y la tierra, formados por un aluvión. Un negro vio como los tres únicos sobrevivientes ascendían a las alturas celestiales”.

Tal la leyenda, prontamente refutada como mentirosapor Celiano Monge, que probóque Carriedoera un español más en América, pero no el portento de maldad conque ha pasado a la historia por culpa de algún vecino envidioso.

Carriedo vino a América hacia 1750 como simple soldado, pero tenía porte marcial y mucha inteligencia. Cuando el Gobernador de Guayaquil, Juan Antonio de Zelaya, se hizo cargo interinamente de la Presidencia de Quito, se le incorporó como soldado de caballería. Zelaya lo llegó a estimar y recomendó para el Corregimiento de Chimbo, cargo que ejercitó entre 1772 y 74. Al mismo tiempo administraba las haciendas que habían sido de los jesuitas en la actual provincia del Tungurahua, “con la misma diligencia de los primeros propietarios, introdujo mejoras en ellas, especialmente en la de San Ildelfonso, para la cual sacó una acequia de siete leguas de extensión y construyó dos molinos”.

Al termino de su mandato le entablaron juicio de residencia en Guaranda, pero se defendió con éxito, haciendo gala de sus conocimientos bíblicos y latinos, pudo desvanecer los cargos en su contra y contra sus principales colaboradores, obteniendo sentencia favorable del Oidor, Conde de Cumbres Altas, que lo recomendó para el Corregimiento de Latacunga.

Allí fue recibido con palmas y hasta hubo una corrida de toros en su honor. Edificó la fábrica de pólvora en 1786, fomentó los estudios y proveyó de una cátedra de latín, designando profesor a Cayetano Montenegro. Cuando en 1793 las haciendas de los jesuitas fueron sacadas a publico remate, compró un grupo de las más valiosas, ubicadas en Sicalpa, hoy Provincia del Chimborazo, tales como “Leito”, “Puñapí”, “San Javier”, “Guadalupe”, “San José de Pingue” y “Sicalpa”. En Yataqui estuvo su mansión predilecta donde descansaba de sus faenas agrícolas; el presidente Muñoz de Guzmán ponderó “el fausto y la magnificencia artística del palacio levantado a orillas del Patate”, pero todo esto se perdió cuando el terremoto de 1.797, que no dejó casas, ni haciendas. Tal la vida del desventurado Baltazar Carriedo y Arce, mejor conocido como “Mazorra”, apellido que ha de haber sido muy notable y que le venía por algún abuelo, pues solía usarlo de vez en cuando.