538. Joyce Higgins De Ginatta y La Dolarización

En septiembre de 1.998 nuestro país vivía un caos económico – inflacionario. Joyce de Ginatta, activista cívica guayaquileña, lanzó la idea de abandonar el sucre y reemplazarlo por el dólar. Ella sola inició la campaña del crespón negro en la solapa del vestido de hombres y mujeres en señal de duelo por nuestra maltrecha economía y así – de modo tan gráfico – comenzó a motivar hacia una política de ahorro y fomento de la producción que sirva para ordenar la economía del país. Entonces el dólar se cotizaba en cinco mil noveciento sucres, pero el gobierno del Presidente Fabián Alarcón no le hizo el menor caso, por aquello que las grandes ideas reciben al principio el total rechazo. Ese año el salario mínimo equivalía a quince dólares mensuales y la tasa de desempleo superaba el veinte por ciento. Los importadores cada vez requerían más dólares para no cerrar sus negocios, los exportadores retenían la divisa norteamericana en el exterior y la revendían en el país pues era más fácil y mejor negocio vender dólares que camarón, banano, flores, cacao, etc.  Los pequeños industriales no podían continuar pagando tasas de interés cada vez más elevadas. Se vivía un clima de terror económico, cada día los medios difundían la imparable subida del dólar y el empobrecimiento crecía por la depreciación del sucre ocasionada en parte por la desatinada política económica de los organismos de control financiero (Ministerio de Finanzas, Banco Central,  Junta Monetaria)  los Banco solo otorgaban a sus clientes prestamos en dólar. Pululaban las entidades financieras de reciente creación y ellas se aprovechaban de la necesidad de los usuarios.

Durante el gobierno del Ab. Abdalá Bucaram el economista argentino Cavallo había aconsejado establecer la paridad del dólar y el sucre mediante la emisión de una nueva moneda ecuatoriana que reemplazara a los viejos y deteriorados sucres, lo que a la larga no hubiera resultado porque el Banco Central habría continuado lanzando torrentes de ese nuevo dinero a la circulación, a fin de cubrir el gasto público y otras necesidades extras generadas por los gobiernos de turno, de manera que la solución al problema ecuatoriano No estaba en declarar la paridad con el dólar a través de una nueva moneda.

En enero de 1.999 la cotización del dólar se elevó a doce mil sucres y en diciembre se llegó a vender el dólar en diecinueve mil, las Financieras y los Bancos – con el afán de atraer los sucres de los depositantes – para comprar más dólares por supuesto, pagaban hasta el ciento por ciento de interés anual sobre depósitos en esta moneda.

Un año más tarde, la mañana del domingo 9 de enero del 2.000 el Presidente Jamil Mahuad convocó al Econ. Alfredo Arízaga González Ministro de Finanzas y le avisó de buenas a primera que él había resuelto dolarizar, ocasionándole una gran sorpresa a su Ministro pues éste nada conocía al respecto ¿Quién influyó sobre Mahuad para que adopte la dolarización? Misterio, aún no se sabe, aunque la idea circulaba insistentemente por el país.

En esos momentos llamó Mahuad al Econ.  Jaime Better, presidente de la Junta Monetaria, un señor obeso, barbudo pero muy competente, a quien preguntó a cuanto ascendía la reserva dólar que poseía en esos momentos el Banco Central, pues con la dolarización se hacía necesario recoger el total de la masa de sucres circulantes y cambiarla por dólares. Better pidió tiempo, hizo sus cálculos y respondió a los pocos minutos indicando que si el dólar se sucretizaba a diecisiete mil alcanzaba la reserva; pero si el cambio era inferior a esa cantidad no, de manera que no se podía dolarizar en menos de diecisiete mil sucres. El Presidente comprendió que la reserva dólar en el Central era bajísima, que el país estaba prácticamente quebrado, y que dolarizar a diecisiete mil sucres era un golpe directo al bolsillo de los ecuatorianos, pues con ese cambio la clase media y los pobres pasarían a la miseria al ver “licuados” sus ahorros y sus ingresos. Completamente exaltado ante la enormidad del problema le gritó a Better ¿Quiere Ud. que se caiga el gobierno y el pueblo me arrastre? Ud. me ha consultado, fue la respuesta y se cerró todo diálogo.

Lo que no imaginó Mahuad es que las noticias vuelan y que alertados varios interesados en salvar el sistema económico y financiero nacional (Fisco, Financieras, Bancos, Cooperativas, Mutualistas, etc.) comenzaron a llamarle por teléfono y tanto insistieron que  lograron la dolarización no en los diecisiete mil sucres iniciales si no en Veinte y cinco mil ¡Atiza¡ Lo que no le dijeron es que con dicha cotización elevadísima se licuaban las deudas en sucres con el Central, se enriquecía a miles de  especuladores y se arruinaba a inocentes deudores en dólares,  como había ocurrido en 1.983 cuando la cotización subió de veintiocho  a un mil doscientos sucres.

Al día siguiente lunes 10 de enero del 2.000 el país conoció que el directorio del Central aprobaba la dolarización a Veinte y cinco mil. Mahuad pasó a ser el malo de la película, el pueblo se levantó y fue derrocado el día 21 correspondiendo a su sucesor Gustavo Noboa instrumentar la dolarización con medidas que han logrado la estabilidad económica del país.

Mas, como el gasto público se ha elevado en los últimos tiempos, hemos vuelto a lo mismo del 2.000, es decir, borra y va de nuevo, por lo que no han faltado burócratas y pseudo técnicos que en lugar de aconsejar al gobierno la racionalización del gasto público, han lanzado otras soluciones. Primero, lo más fácil, abandonar la dolarización, crear una nueva moneda nacional y emitir sin control, pero se aterrorizaron ante el unánime rechazo de la población que no estamos para soportar este tipo de pillerías. Segundo, han creado una mojiganga ridícula y difícil llamada Dinero Electrónico manejada por organismos obedientes al gobierno para tener emisiones digitales del Central y una nueva hiperinflación. Felizmente esto les ha fracasado. La llamada dolarización buena, invento monstruoso del correismo en retirada, que consiste en recoger todos los dólares del país para que los maneje el Central con lo cual el pueblo pasará a ser un ente cautivo y dependiente del estado.