38. La antiquísima virgen del Soto

La devoción a esta imagen vino de España con el Capitán Toribio de Castro y Grijuela, llamado el de la Mano Santa por un prodigio que le sucedió de niño cuando vivía en la villa de Irúz, valle de Toranzo, en Cantabria.

Resulta que el susodicho nació con un muñón en lugar de la mano derecha y sus padres llamados Toribio y Toribia (que nunca vinieron a Guayaquil) imploraron a una talla románica de la virgen, muy venerada en el hospital del vecino valle de Toranzo que le repusiera la mano. Cierta mañana cinco años más tarde, una mendiga tocó la puerta de la humilde casa de los Castro pidiendo  pan, el niño fue a la cocina donde se hallaba su madre atareada en preparar la comida, tomó una hogaza, volvió a la puerta y se le dio a la misteriosa visitante, que resultó ser nada menos que la mismísima virgen, quien decidió premiar la generosidad del mocoso y cuando éste ingresó de vuelta al interior del hogar ya tenía su mano derecha completamente repuesta, quedandole para siempre una línea rojiza en la piel, donde antes solo había existido el muñón. De este prodigio dieron fe cuarenta testigos el 10 de marzo de 1.584 ante el Escribano Público del valle de Toranzo, diligencia que mandó a confeccionar desde Guayaquil el propio interesado cuando ya había prosperado tras su matrimonio con una rica Encomendera y podía hacerlo y pagarlo. Una copia autenticada en Toranzo en 1.608 conservaban en su domicilio de Sucre y Malecón hasta 1.902 las hijas solteras del presidente Diego Noboa Arteta, pero ese año se quemó junto a los demás documentos personales y familiares del archivo Noboa, durante el Incendio llamado del Carmen.

Los Agustinos habían arribado en 1.583 a Guayaquil y fundaron el convento de San Pablo y la Capilla de Nuestra Señora del Rosario en honor a esta advocación, pero al ocurrir el masivo traslado de los vecinos porteños a Ciudanueva de Guayaquil en 1.693, abandonaron su primitiva sede que debió amenazar deterioro pues ya tenía ciento diez años y pasaron a la rumbosa nueva ubicación, donde construyeron un templo más grande y munificente. Cabe aclarar que por entonces no existía el barrio Las Peñas, que solo era una caleta de pescadores con unas cuantas casuchas de caña y techo de paja.

La Capilla de la Virgen del Soto, finalmente devino en Iglesia y cuando el Rey Carlos III acogió para España y sus colonias el dogma católico de La Limpia y Pura Concepción de María, adoptó este nombre.

La Pura y Limpia estaba ubicada a poca distancia del convento de los padres dominicanos, “en los límites de Santo Domingo, cerca de un estero de río que había que atravesar por un puente de madera y caña” como rezan antiguos documentos, justamente donde hoy se levanta el edificio del Museo del Cuerpo de Bomberos, lo cual  se puede apreciar en una lámina fotográfica que consta en el libro El Ecuador en Chicago (1.894) tuvo categoría parroquial y era una de las iglesias más populares de la urbe hasta que al quemarse en el Incendio Grande del 5 al 6 de Octubre de 1.896  dejó sin genealogías a los apellidos más antiguos de la ciudad, justamente los de Ciudavieja, pues desapareció su riquísimo archivo de partidas bautismales, matrimoniales y de defunción. La Pura y Limpia jamás fue reedificada pues no contó con el auspicio de una Orden religiosa, por su calidad de Parroquia y estar servida por un sacerdote designado por el Obispo o por los Canónigos en caso de sede vacante.

Personas ancianas  hacia 1.940 relataban al historiador Pedro Robles y Chambers, que entrando a mano izquierda existía en el templo una cuadro al óleo de grandes dimensiones, antiquísimo como se podía apreciar a simple vista, con la vera imagen de la virgen del Soto, posiblemente mandado a confeccionar en Quito por un descendiente próximo del Capitán Toribio Castro Grijuela, llamado el de la Mano Santa por el prodigio ya referido, pues ni éste ni ninguno de sus descendientes que se sepa,  viajaron a España. Esta advocación a la virgen del Soto hizo que mucha gente se refiriera en el siglo XVII con este nombre al convento agustino en nuestro puerto pues existen documentos que prueban numerosas donaciones.

Con la pérdida de la Iglesia de la Pura y Limpia se oscureció hasta casi desaparecer la advocación de la Virgen del Soto, que solo quedó en la mente de algunos cronistas estudiosos del pasado de nuestra urbe, hasta que el bonísimo Arzobispo César Antonio Mosquera, atendiendo una solicitud de Pedro Robles y Chambers presentada  a través del padre Luis Arias Altamirano, a) Papa Lucho como también se le conocía, mandó a construir un pequeñito templo al sur de la ciudad, justamente dedicado a esta advocación. Entonces Pedro Robles y su hermana Jesús complementaron la obra de la Curia y donaron la talla de madera de la virgen del Soto que allí se encuentra, confeccionada en el país por un hábil artesano. No está demás aclarar que la familia Robles y casi todas las demás del puerto principal descienden del Encomendero (no conquistador) Toribio de Castro y Grijuela.

Hace poco se ha encargado al artista inglés Dominic Maffia un cuadro de 1,9 x 1,2 mtrs. con la imagen de la virgen y el niño, en su advocación de Nuestra Señora del Soto, el niño y varios elementos simbólicos, para la iglesia que se levanta en la cumbre del cerro Santa Ana en un acto litúrgico a desarrollarse el próximo 5 de agosto, día instituido para su advocación en España y una procesión se llevará a efecto el 14 de octubre, saldrá de la Catedral y terminará en el cerro.

Es necesario aclarar que la virgen del Soto es una virgen morena y jamás ha sido conocida con el nombre de virgen de la mano santa, apelativo que solían dar al Encomendero Castro Grijuela.

Las Vírgenes negras como se las solía llamar a las morenas, casi siempre recibía homenajes al pié de una gruta y junto a una fuente de agua. Era el rezago de antiguos cultos a la diosa de la naturaleza Celta. Con la llegada del cristianismo los druidas o sacerdotes de la antigua religión fueron perseguidos y se entronizó el cristianismo que adoptó tan antiguas prácticas. Vírgenes morenas existen en toda Europa. La talla de madera que se conserva en el santuario del Soto de Irúz “e4s una muje coronada y sentada en un trono. Sobre su pierna izquierda se sienta el niño, que también lleva corona porque gobierna el universo representado en un globo que sujeta en su mano izquierda. Ambos personajes bendicen a la humanidad con la mano derecha, cosa que el niño hace con dos dedos alzados, que significan su humanidad y su divinidad, mientras que los otros tres dedos recogidos simbolizan a las tres personas de la Santísima Trinidad. La escultura es mucho más expresiva y detallada que las tallas románicas de la virgen del siglo XII, lo que la ubica en la transición del románico al gótico, es decir, de la baja a la alta edad media, Su mirada es más maternal, con cejas arqueadas y la postura algo más holgada, menos hierática que las tallas anteriores, Lleva túnica estofada y velo que cae en zig zag a ambos lados de la cara. Su color primitivo moreno después recibió numerosos repintes. Este tipo de imágenes representan la sede de la sabiduría.