El Doctor Ferdinand de Trazegnies y Granda, abogado asesor de la Cancillería peruana, aparte de V Marqués de Torre Bermeja, arribó a nuestra capital cuando aún estábamos en pleno lío con el Perú, como enviado personal y secreto del presidente Fujimori, a fin de superar el impasse por la vía diplomática.
Recibido en privado por el Economista Jamil Mahuad y el Canciller José Ayala Lazo en el despacho presidencial. Nuestro presidente le preguntó: Me dijeron que Ud. es abogado. (T) Si. (M) ¿No es una persona de Relaciones Exteriores? (T) Mi padre si lo era, yo no, pero el presidente Fujimori me ha encargado hablar con Ud. sobre el Acuerdo de Paz y me ha preocupado (M) Entonces yo no sé cómo se introduce Ud. en este tema que es muy complicado y muy difícil (T) Si Presidente, es muy difícil, pero tengo esperanza. Además, guardo una relación con este país. He venido a este Palacio y aquí vivió mi tataratatarabuelo Pedro Vásquez de Velasco, mi madre se apellidaba Granda y Vásquez de Velasco. (M) Estoy sorprendido, explíquese. (T) El vino a América como presidente de la Real Audiencia de Quito, después fue al Perú y se casó (M) Ah, y Ud. es descendiente de Vásquez de Velasco.
En ese momento intervino el Canciller Ayala y dijo: Perdona ¿Cómo sabes que eres el descendiente (T) Por mi padre, el era historiador y genealogista, además, un Presidente ecuatoriano publicó un libro (se refería al gobierno de Sixto quien al final de su mandato hizo editar en Quito una lujosa obra sobre el Palacio Presidencial, edición que no se conoció en el resto del país ni se vendió en librerías porque se lo ferió la burocracia quiteña y solo ciertos ejemplares fueron destinados al cuerpo diplomático)
Tras un corto lapso Ayala trajo el libro y manifestó no haber encontrado tal ascendiente, pero fue repondido en triunfo – Seguro has estado viendo solo las fotos de las pinturas que están en el Palacio, Uds. fueron tan ingratos que él no tiene ninguna pintura, fíjese en la Pág. 16 línea 8.
Recién entonces se dio cuenta el Canciller que estaba quedando como un pretencioso sabiondo y quizá por conocer que la historia no es su fuerte y estaba quedando mal ante Mahuad, pidió permiso y se retiró.
Desde ese momento la conversación se hizo más amigable y Trazegnies recalcó que el intelectual peruano José de la Riva Agüero y Osma había dicho en los años cuarenta del siglo veinte. Todos los latinoamericanos somos hermanos, tenemos el mismo padre español y agregó de su cuenta una gran falsedad histórica: Perú como Ecuador somos hermanos también, porque tuvimos la misma madre Inca.
En esos momentos “el mandatario ecuatoriano se quedó maravillado y ler pidió que hable de su relación con el Ministerio de Relaciones Exteriores porque era de allí de donde venían los problemas. De Trazegnies vió otra oportunidad para lucirse, repitiendo lo que cualquier estudiante secundario conoce en el Perú, que el Palacio de Torre Tagle sede de la Cancillería en Lima, fue de ese Marqués, agregó que éste tuvo tres hijas, una de las cuales casó con el quiteño Manuel Ortíz de Ceballos y remató con un ¡Fíjese las vinculaciones que tenemos ¡
Mahuad – en su sencillez – se encontraba prácticamente magnetizado y Trazegnies triunfante volvió s ls carga: Puedo contarle otras historias. Ud. sin duda conoce la Procesión del Señor de los Milagros. (M) Si, por supuesto, la he visto en fotos (al fin atinó el bueno de Mahuad siquiera con una) (T) En la parte de atrás del Señor de los Milagros está la Vírgen de la Nube patrona de Quito. (M) Ud. ya me está engañando (risas) Claro que lo estaba engañando pues la patrona de Quito es la Vírgen de la Presntación, vulgo del Quinche (T) No, le estoy diciendo lo que es, somos muy unidos con Ecuador.
En estos momentos Mahuad se soltó por completo y comenzó a tratar de TU al mensajero. (M) Tienes una forma muy interesante de ver las cosas. I en tono casi suplicante; ¿Cómo arreglar el problema que tenemos entre nuestros países? Hay que ver una forma de salir de los impases. (T) De todas las conversaciones que he mantenido con tu gente se que quieren Tiwinza y si no, no hay arreglo. Esto me paree muy malo. En eso no podemos llegar a un acuerdo porque TU sabes que ese es territorio peruano (M) Eso nos daría una satisfacción (T) Aquí no hay satisfacciones que valgan. Eso no puede ser así ¿Porqué se insiste tanto en tiwinza que es un lote de selva y que en realidad es inhóspito y no les sirve a ambos países? (M) Ahí, en la última guerra hubo una situación muy importante. Era un puesto de guerra que no se rindió al Perú cuando entró. (Tiwinza se entregó a un contingente de las Naciones Unidas) Ahí murió mucha gente que la defendió y está enterrada. Nosotros tenemos que defender Tiwinza (T) ¿Tu preocupación es porque hay muchos soldados muertos y enterrados en esa zona? (M) Claro (T) Me parece perfectamente válida. (M) Ah, tu también estás de acuerdo(T) No, no, piensa en Francia, Bélgica o Alemania. Hay mucha gente de otros países que han muerto en las guerras y hay cementerios de esas naciones. El cementerio es propiedad privada de otro país, pero el terreno no. Es como la embajada de Lima (M) De repente hemos llegado al punto, a la solución. Me gusta tu tesis (T) Sería sencillo, nadie tendría que pelearse, se quedan con Tiwinza, hacemos una carretera que vaya desde la frontera. El pedazo tiene un kilómetro cuadrado de extensión, pero solo como propiedad (M) Estamos encontrando una solución, tomemos esto con prudencia, no lo divulguemos. Ud, lo informa a su Presidente…
Hasta aquí este artículo está tomado de las declaraciones del Asesor Ferdinand de Trazegnies y Granda. Delegado del presidente peruano ante su homólogo del Ecuador, publicadas en la Revista Embajador, septiembre del 2.008. Lima. Perú.
Lo que no dijo el artículo es que así fue como se inició la sangrienta burla, más que una simple tomadura de pelo, que el gobierno peruano hizo al ecuatoriano, para cerrar definitivamente la frontera, poniendo los hitos donde ellos quisieron y en la que colaboraron el gobierno de Mahuad, la Cancillería ecuatoriana y los políticos que viajaron a Brasilia a firmar, posiblemente sin darse cuenta de la magnitud de lo que hacían.