Cuando en la década de 1950 el gran pintor Diógenes Paredes (Tulcán 1910 – Quito 1968) era profesor de dibujo en el Instituto de educación secundario que dirigía en Quito la Dra. María Angélica Carrillo de Mata, a veces se presentaba oloroso a tragos baratos. Reconvenido por la adusta rectora, seguía en sus trece y no le hacía caso. Un día ésta se cansó de conducta tan irregular y le canceló ipso facto. Desde entonces, cuando el Diógenes se ajumaba en el murcielagario con otros intelectuales, solía presentarse así: Yo me llamo Diógenes Paredes y Flores y soy el Azuceno de Quito – en referencia a Mariana de Jesús – esto sucedía si estaba de buen humor, pero si recordaba su cancelación decía: Yo me llamo la Dra. Carrillo de Mata y me ajumo con mi plata. Momento en que hasta sus íntimos se le apartaban, pues solía repartir trompones.
Hipólito Alvarado (Guayaquil 1920) refiere en su libro Más allá del tiempo y las imágenes, que durante los años de la Segunda Guerra Mundial, calificada de guerra lejana y novelera, su tío Hipólito Espinosa de los Monteros llevó a Quito una pequeña cantidad de medias nylon marca Kayser, adquiridas en la zona libre del canal de Panamá y pasadas de contrabando en Guayaquil, que entregó a su amigo Carlos Bacdach, dueño del afamado almacén de telas La Casa Blanca donde trabajaba su hermana Teresa Espinosa de los Monteros. Éste la sentó a Teresa sobre un pequeño taburete, luciendo una falda corta que dejaba ver sus largas y torneadas piernas y por supuesto las medias que le sentaban muy bien. El público se agolpó en la vitrina, la modelo estaba orgullosísima y cada cierto tiempo movía las piernas, el asunto se tornó escandaloso por la novedad y hasta se vendieron con gran éxito las dichosas medias, pero cuando a las doce del día, como de costumbre, el tío Hipólito fue a recoger a su hermana, la encontró envitrinada. Indignadísimo entró al almacén gritando y se la llevó con expresa prohibición de volver, rompiendo la amistad y hasta el negocio con el inocente e inteligente Bacdach. De todo esto se concluye que la bella y delgada Teresa es la más antigua modelo conocida en la historia chica de la capital.
En 1993 Hernán Zúñiga vio en la TV llorar a Lorena Bobbit, la sencilla chica de Bucay, que llevada de la desesperación por las constantes borracheras, violaciones y malos tratos que le proporcionaba su marido, le cercenó el pene, pero tuvo el cuidado de votarlo cerca para que lo recojan y los cirujanos se lo vuelvan a instalar. La Corte los declaró a él y a ella inocentes. I aquí no pasó nada a no ser que el sargento Bobbit rodó dos films de poco éxito – 1) John Wayne Bobby porno y 2) Frankenpenis – aunque no ha de haber quedado como antes. Lorena cambió de nombre y volvió a casar. El pobre de Hernán quedo tan impresionado que en su desesperación se le ocurrió personificar a la guapa Lorenita con la túnica de la virgen en un cuadro que denominó Variante significativa: La adolorida de Bucay. Presentada la obra al Salón de medios alternativos de creación convocado por nuestra Municipalidad, pasó el dictamen de los miembros del jurado de admisión y logró uno de los cinco premios, enseguida realizó un happening con versos turros de su creación y pitos que se repartían entre el público (una guapa chica vestida de papel los repartía para que se forme una algarabía en respaldo a Lorena) complementaba el mensaje de protesta al sistema de opresión que sufre la mujer aquí y allá en la USA. Formado el escándalo periodístico, el Alcalde hizo retirar el cuadro y tengo entendido que aún debe estar depositado en las bodegas del museo pues a mi modo de ver es una obra de arte Kitsch, es decir, cursi, chabacana, de mal gusto, populachera, exagerada, idiótica, pero arte al fin, que merece ser respetado.
El niño quiteño Fernando Velasco Abad terminó la primaria de solo diez años en 1959 y con medalla de oro por su brillante desempeño. Sus padres quisieron matricularlo en el colegio Benalcázar, pero su rector Carlos Andrade Marín Baca – al verlo tan chiquito – decidió tomarle personalmente el examen de ingreso porque el plantel no era Casa Cuna y cuando pasó en gramática, ortografía y matemática le preguntó: Qué era la literatura: Es la expresión de la belleza escrita ¿I por qué lo sabes? Porque ayudo a mi mamá a corregir los exámenes de sus alumnas de castellano en el sexto curso del Normal Veinte y Cuatro de Mayo. Ella me paga veinte sucres en cada ocasión. El rector sólo atinó a responder: Haz entrado al Benalcázar por tu talento. En la Universidad siguió siendo el estudiante más joven. Sus compañeros le apodaban El Conejo. Lamentablemente falleció en un accidente de tránsito y en su honor se fundó la Editorial El Conejo.
Del escultor Daniel Elías Palacio (Loja 1908-Loja 1990) se cuenta que desde su tierna infancia modelaba unas primorosas figuritas de mantequilla que vendía para adorno de las buenas mesas de los festejos de matrimonio y todo esto sin maestros, pues había nacido enteramente artista, con habilidades innatas. En el barrio de san José solía recoger arcilla cerosa que transformaba en hermosas piezas de alfarería. Se dijo entonces que todo lo que tocaban sus manos se transformaba en arte. De diecisiete años ganó el primer premio en el Concurso Municipal con un grupo escultórico de barro bronceado que sorprendió a los miembros del Jurado y resultó becado a la Escuela de Bellas Artes en Quito. Al siguiente año fue enviado a la Academia de San Fernando en Madrid con otra beca discernida por el rey Alfonso XIII.
Schuber Ganchozo, el único Luthier que conozco, pues crea instrumentos musicales relacionados con la arqueomúsica y la etnomúsica del litoral, y no es arqueólogo graduado en la ESPOL porque al presentar como tema El análisis de los instrumentos musicales precolombinos de la costa ecuatoriana, le dijeron que no había profesor para la tesis, refiere que el pensamiento geométrico de la cultura sudamericana se deriva de la observación y sacralización de la constelación La Cruz del Sur. Los amautas andinos hacían sus mediciones astronómicas a base de espacios negros al revés de los espacios blancos que ocupan las constelaciones, aunque se abandonó tal método, no del todo preciso, a causa de las variantes magnéticas de la tierra.
En 1951 la Joven Ileana Espinel halló entre los libros de su casa un ejemplar desmadejado y roto de “Como el Incienso” de Aurora Estrada y Ayala con dedicatoria a su madre. Su lectura me emocionó y pregunté por la autora. Mi madre la llamó por teléfono, a la tarde siguiente me presenté en el jardín de su villa portando un cuadernito con mis poemas. Ella los leyó con mucho detenimiento y dirigiéndose a su hijo Alsino que entraba de la calle en esos momentos, le dijo emocionada: Ha retoñado mi flor, me siento revivida. Me felicitó y poco después escribió un elogioso artículo que se publicó en El Universo, comentando mis poemas Tu sabes y Te quiero, que fueron los que más le agradaron, de esa, mi primera producción. Ileana solo tenía veinte años.