Estando próximo el centenario del nacimiento del mayor creador ecuatoriano del siglo XX pues fue pintor, retratista, novelista, dramaturgo, actor y director, director y realizador de films, escultor, caricaturista en los Estudios Disney, diseñador de vestidos, coreógrafo a nivel internacional (ballet de Bob Jofrey) y muchos otros etcéteras más, voy a referir una faceta poco conocida de su personalidad, la del estudioso de los procesos psíquicos y experimentador de los parasicológicos.
Entre sus llamados encuentros con el más allá me relató los siguientes: En Polonia experimentó con la transverberación del tiempo pues sin desearlo entró a la cuarta dimensión donde no existe el tiempo ni el espacio. En una antigua callejuela con edificios del siglo XIII encontró en tienda pequeña, a su propietario y al perro que le hacía compañía, tomó un crucifijo y se volteó para entregarlo a su acompañante pues no iba solo y al tratar de abonar el precio, encontró que todo se había borrado, desaparecido, que no existía el lugar ni los personajes, pero quedó la cruz como certeza de que tal experiencia no había sido producto de su imaginación.
En Roma participó de numerosas tenidas espiritas y al ser invocado el espíritu de su madre, sintió que su espíritu le abrazó con una ternura tal, que a pesar de los años transcurridos cuando recordaba el episodio, se humedecían sus ojos.
En Florencia se convirtió en discípulo de un misterioso Doctor Recanelli que curaba con la imposición de manos y practicaba la escritura automática. En dicha ciudad habitó en solitario la parte baja de un antiguo palacete propiedad del marqués de la Stuffa.
En Londres volvió al espiritismo iniciado en Roma y a través de una médium se enteró de sucesos familiares que estaban acaeciendo en Guayaquil, los cuales pudo comprobar semanas más tarde a través de cartas recibidas de sus parientes íntimos.
El subconsciente y a veces hasta el inconsciente entraban y salían de su cerebro con escenas tan vívidas, que él mismo se sorprendía. Le bastaba escuchar una simple melodía para relacionarla con casos y cosas olvidadas relativas a su niñez y juventud. En otras ocasiones el recuerdo de un ser amado le hacía perder el plano real y remontarse años atrás, con conocimiento exacto de detalles tan imperceptibles como el color de los vestidos, las arrugas de los rostros, etc. como si estuviera viviendo una película, experiencias que él atribuía a su fértil imaginación y feliz memoria.
Esta facilidad para recordar le preocupaba pues quería explicar el funcionamiento de su cerebro y la forma de ingresar a su interior y comprendía que podía quedar prisionero de lo onírico al no salir.
Siempre se abismó ante el misterio del hombre. De allí su deseo de abarcar el todo a través del hombre cósmico, que pintó en varias ocasiones, con signos cabalísticos tomados de la historia de la humanidad pues se sentía parte de un universo desconocido y complejo y hubiera deseado haber nacido en otra época más adelantada, donde los fenómenos físicos y psíquicos que experimentaba tuvieran explicación. Admiraba por eso a Leonardo D´ Vinci, al que consideraba un adelantado al tiempo que le correspondió vivir.
Decía haber sentido desdoblamientos, lo cual ocurre frecuentemente cuando uno sueña por las noches, pero Eduardo los experimentaba de día. Cuando descansaba en la tranquilidad de su departamento sentía que salía del cuerpo y se iba a vagar por otros lugares, intercambiando mentalmente ideas con personajes desconocidos. En ocasiones notaba la presencia de su ente guía y guardián y se concentraba para escribir automáticamente lo que le decía, creía que los seres humanos tienen un espíritu protector.
Tenía el don de captar el pensamiento de los demás. Se adelantaba al pensamiento ajeno antes que se tradujera en movimientos o en palabras. Esto lo llegó a practicar en los Casinos de Europa o con cualquier interlocutor por simple snobismo, hasta que se cansó de este juego mental y dejó de hacerlo.
Llegó a ser capaz de ver el color del aura de las personas, lo cual era espontáneo en él y hasta se decidió a dar consejos positivos cuando el aura de su interlocutor estaba marchita, depresiva. En ocasiones adivinaba la proximidad de la muerte de las personas cuando las veía, pero se inhibía de expresarlo. Decía que sentía una cierta pena nostálgica y su sorpresa era mayúscula cuando a los pocos días se enteraba del deceso del personaje.
A veces sentía aprensión al observar ciertos cuadros una vez que los había terminado y por eso NO quería venderlos pues, aunque no sabía explicarse, pensaba que no irían a un hogar feliz o que coincidirían con sucesos desagradables para el comprador.
Eduardo nunca fue enteramente feliz porque vivió en solitario como un ser casi desvalido, parecía un pajarito mojado (Sybela Eastman) ángel caído por equivocación en Guayaquil (Marina Salvarezza) ciudad que algunos han llegado a calificar peyorativamente como el último puerto del Caribe, lo que concuerda con sus propias palabras, dichas en un momento de total desaliento y generalización “Ese lugar donde nací, desprovisto de historia y esplendor”….. se refería al Ecuador, por supuesto.