LUIS MACÍAS Y GARCÍA
Con gran boato residían en Madrid los ecuatorianos Luis Macías y García y su cónyuge Carmen Duroy de Bruignack. Formaban un matrimonio unido y aparentemente feliz, cuando en julio de 1964 durante un cóctel que ofrecía el embajador de Irlanda, mientras conversaba con el príncipe Nicolás de Rumania nos fue presentado el embajador de Turquía y al poco rato nuestra conversación recayó en el interminable conflicto internacional de Chipre, país que tenía mayoría cristiana ortodoxa griega con minoría musulmana turca.
Cuenta Luis Macías: le dije al embajador que yo podía aspirar al trono de Chipre por mi padre y por mi madre, que eran primos hermanos entre sí y descendían ambos varias veces de los antiguos reyes Alejo Comneno e Isaac el ángel, emperadores de Bizancio. El embajador se mostró interesado en el asunto y al día siguiente me invitó a su casa; me convenció de aceptar el reinado y sus consecuencias y terminó entregándome varios boletos de avión.
“Primero estuve en Atenas, donde escribí mi declaración oficial asumiendo la responsabilidad de la corona de Chipre en el destierro y el título de Duque de Nicosia, por acuerdo de mi consejo. Enseguida partía a Estambul, donde se me instruyó para viajar a Ankara. Fui recibido en el aeropuerto con honores reales y brinde vanas entrevistas que aparecieron en los principales periódicos del mundo, pues contaba con el apoyo del gobierno turco y la guerra de Chipre era noticia internacional desde el comienzo de las luchas independentistas del general Jorge Grivas contra los ingleses. Por entonces la isla estaba presidida por el arzobispo Makarios, hombre duro y sombrío a pesar de su condición religiosa y capaz de cualquier crimen para conseguir sus propósitos políticos. El gobierno turco me hizo saber que debía trasladarme a las montañas centrales de la isla y ponerme al frente de las guerrillas turco-chipiotras para poder quitarle el poder a Makarios y a los griegos, y asumir el mando y mi trono. En el fondo solo querían ridiculizar al arzobispo ante el mundo y causarle mayores problemas, pero eso a mi no me importaba… pues ni siquiera tenía el agrado de conocerlo”.
EN LA MIRA DEL TERRORISMO
“En el hotel de Ankara me ocurrió la siguiente anécdota: noté que un gordo me seguía con mucha insistencia y no pudiendo contenerme me volví y le pregunté en francés qué deseaba. Me respondió que su señora deseaba ser condesa. Págueme cuatrocientos dólares para la Cruz Roja chipriota y hoy mismo le concedo su deseo. El gordo pagó encantado y al poco tiempo le mandé desde Madrid el correspondiente diploma y tenuta en favor de su señora, firmado, sellado y lacrado por mi real mano. Después tuve la oportunidad de vender más títulos en Europa y América. Me iban a buscar especialmente para ello, importunándome hasta en las noches, dar el deseo de figuración de la humanidad”.
“Cuatro días después del episodio del turco gordo arribe de incógnito a Nicosia, me hospede en un hotel discretísimo pues al día siguiente iba entrar en contacto con mis agentes secretos, pero a eso de las dos de la madrugada escuché un ruido en la puerta de mi habitación, la abrí y observé un paquete en el suelo del pasillo y a un sujeto que huía velozmente hacia el ascensor. Comprendí que se trataba de una bomba, posiblemente un explosivo de plástico -entonces muy de moda- y también corrí pero hacia el lado opuesto y no habían pasado más de cinco segundos cuando escuché una horrible explosión que tumbó la puerta de mi cuarto y destruyó casi todo en su interior. Supe inmediatamente que era un obsequio advertencia que me había enviado el feroz arzobispo Y reaccioné veloz mente recogiendo lo poco que había quedado de mi equipaje en el suelo, pagué la cuenta del hotel como pude, tomé un taxi para el aeropuerto de Famagusta y partí en avión a Atenas, terminando así mi corto reinado de 24 horas en forma caótica, casi catastrófica; pero la noticia del atentado y la detonación del circuló por el mundo y cuando arribé a Madrid era personaje famoso Y hasta una víctima más de los abusos de poder y del terrorismo internacional. Por eso me volvieron a entrevistar y numerosas casas comerciales empezaron a pagar para que concurriera a prestigiar sus desfiles de moda y otros géneros de eventos sociales de primer orden. Éste año fue un continuo baño de popularidad para mí y hasta para el Ecuador.
Luis Macías, tras vender algunas propiedades y en su calidad de jefe de “Le Mansión Royale de Chipre”, puso en circulación un folleto en 15 páginas titulado La Corona de Chipre, dedicado a su amigo personal el ex rey Constantino de Grecia, con las armas de la familia Macías timbradas con Corona Ducal, una introducción muy cuerda, varios documentos y su ascendencia hasta el emperador de Bizancio, Fabio Nicéforo Comneno, duque de Astrocamiay de Arguino, en el siglo XI de la era común, su antecesor. Enseguida volvió a Madrid donde vivió hasta 1970, en qué ocurrió su separación amigable con su esposa, la baronesa Carmen Duroy de Bruignacq Garbe.