475. Un Alcalde Muy Especial

Los mameyes municipales. Entre 1961 y el 96 desempeñó la alcaldía de Guayaquil el Dr. Otto Quintero Rumbea. Era un abogado muy conocido, de mediana estatura, poco pelo, rostro blanco colorado, serio y circunspecto en su forma de ser y aunque por su rostro podría pensarse que era una persona de mal carácter, por el contrario, era el hombre más bueno, amiguero y bondadoso del mundo. Estaba felizmente casado con Rosita García Amador, dama de nobilísimos sentimientos y de mucha inteligencia. El era honesto hasta la exageración y se reconocía que, en el manejo de la cosa pública, no había ciudadano más honrado.

Por esos días las finanzas municipales eran caóticas y sus rentas permanecían pignoradas en el Banco de Descuento. No había dinero ni para pagar a los empleados. El tesorero Julio Moreno las veía negras para cubrir los roles semanales de los obreros.

Quizá por tantos problemas el Alcalde Quintero al caer de las tardes hacía un alto en sus tareas y ordenaba abrir los grandes ventanales del despacho a fin de aspirar el aire fresco de la cercana ría, encontrando que a la altura de su despacho y a solo dos metros de su balcón, en el parquecito que separa los palacios de la alcaldía y la gobernación, crecía un enorme árbol con enormes mameyes colorados al punto que en alguna ocasión exclamó delante de varios funcionarios ¡Qué buenos mameyes, deben estar deliciosos¡

El lunes siguiente, muy por la mañana, el señor Alcalde encontró puesto sobre su escritorio un canasto llenecito de mameyes ¿I esto qué es? El jefe de parques se los trajo para que los pruebe, son los del árbol que Ud. siempre admira. Señorita, dígale a ese abusivo que los saque inmediatamente de aquí. Los mameyes que crecen en los parques son propiedad del pueblo y ya que se tomó el trabajito de bajarlos y no se pueden reponer, que los vaya a entregar a un asilo. Pero, señor Alcalde, le refutó la secretaria, si no los bajaban se pudrían, pues como Ud. nota si los toca, están suavecitos y a punto. Por lo menos quedese con unito. Señorita. En la vida hay que ser honrado, pero honrado de verdad, no a medias como Ud. me lo propone. I ante las miradas de sufrimiento de las golosas secretarias municipales que pensaban darse un hartazgo de mameyes colorados, los tales mameyes fueron a parar a no se qué asilo….

El discurso sobre el clip. Al lado del despacho del Alcalde tenía su oficina don Alberto Gómez Granja, que gozaba de una bien merecida fama de hombre culto y de humor. En cierta mañana su secretaria le solicitó un clip. Niña, hable Ud. con propiedad, no contraiga las palabras como hacen los gringos por apurados. Cuando desee un clip pídalo con su nombre completo en castellano ¿I cual es ese nombre don Alberto? Clíptoris. Bueno don Alberto, páseme uno. Aquí lo tiene.

En ese momento ingresó el Alcalde como mandado por el diablo y dijo: Don Alberto, páseme un clip.  Entonces ocurrió que la tontísima de la secretaria, dirigiéndose al Alcalde le espetó el mismo discurso que acaba de oír sobre los gringos, la contracción de las palabras, el clip y el clíptoris. Don Alberto rápidoescapó por una puerta y yo me fui por la otra, pero después me mandó a llamar el Alcalde y me dijo: Esa secretaria de don Alberto es bien zonza. I nos reímos festejando el discurso sobre el clip.

Un Habeas Corpus rapidito. Por esos días la CIA fomentaba en el país un anticomunismo terrible, viajar a La Habana era una especie de delito y acababan de meter a la cárcel al Camarada José María Roura Dávila porque la policía de migración le requisó en el aeropuerto unos cuantos cientos de dólares, porque dizque los traía para fomentar guerrillas. Mentira cerdosa que nadie creyó por supuesto. En eso volvió otro Camarada, un muchacho flaquito y de no más de veinte años y también fue preso y nueva noticia escandalosa, con fotografía y más detalles en los diarios. Su abogado el Dr. Carlos Feraud Blum solicitó un Habeas Corpues, que se fijó para el día siguiente a las diez de la mañana.

A la hora en punto se llenó el despacho de periodistas, políticos, policías, camarógrafos, fotógrafos, amén de los curiosos de siempre. El señor Alcalde se sentó muy orondo en el sillón de Olmedo e inició el acto, el detenido llegó tímido y asustadísimo, en compañía de cuatro policías. Que se situaron a los lados por si acaso quisiera escapar. Realmente se le veía aterrado cuando el Alcalde le preguntó ¿Porqué está preso? Porque me fui a La Habana. Entonces ocurrió lo inesperado, cuando el Alcalde se levantó de su asiento y dio un soberano manotazo sobre el timbre del escritorio del despacho gritando al mismo tiempo. La próxima vez que le pregunten porqué se fue a La Habana, conteste porque me dio la gana. Está libre. El Habeas Corpus había durado cosa de dos minutos.

Tras el susto por el manotazo que nos sorprendió a todos, el preso se volteó donde su abogado y le inquirió ¿Qué hacemos?  Vámonos rápido, fue la respuesta, pero lo mejor vino después porque la Policía ya no volvió a apresar a nadie más que volviera de La Habana, ni con dólares ni sin ellos, de manera que el Alcalde Quintero terminó de un solo tajo con los abusos de la CIA. en el aeropuerto.