432. Al Claro Sol De Los Recuerdos

Nació en 1902, al comenzar el siglo y vivió para poblar de adelfas prohibidas las verdes zonas de sus sueños, así como de “nuances” y “poncifs” decadentistas sus hermosos versos modernistas; y no cantó ni a las ranas ni a los gatos, ni tampoco a las arañas, como lo hicieron sus maestros, los poetas malditos franceses; y no lo hizo, porque nació fino y aristócrata como su compatriota Wenceslao Pareja el poeta que enmudeció.

José Joaquín Pino de Ycaza solo sirvió para entonar poesías al embeleso que pasa en un instante de sutil fragancia; a la galantería de las rosas rojas de Francia; al arrebato dulce y gentil, que en las novelas que ilustraba el nuevo arte, sólo se hallaba, en el amor desesperado del Paje Abril o en las glicinas de una sala de Benedictina y va un ejemplo:

LA PROFESA: // Blanca, grácil, ambigua melodiosa, / como un rayo de sol en las vitrinas / penetró jugueteando a la espaciosa / y vieja sala de Benedictinas // La brisa suspiraba en las glicinas /El surtidor hablaba con la rosa / a la luz de las albas vespertinas /  le cortaran la cabellera undosa. // Ella llegó sonriente a la celdilla / y contempló a través de la rejilla / el jardín perfumado, misterioso // y al escuchar las voces de la fuente / se nubló su pupila de repente / con un llanto sutil y vaporoso. //

Y aunque la vida con sus monocordes ritmos grises y pesados le obligó a cruzar absurdas estancias, él se mostró altivo y alejado, combinando la cátedra vicentina con el quehacer periodístico y el tráfago literario, sobrellevando las jornadas insípidas y burocráticas con una absurda bohemia, no por ello menos seductora, que lo incitaba al viaje, al escapismo, al onirismo fatal de una copa de ajenjo, de una hoja de acanto, de un hatchis de la India o de la sonriente amapola que mató a Baudelaire. Por eso vivió y murió preso entre los estertores de una vida prestada, mitad de sueños y mitad de realidades, ejerció de maestro y poeta, de prosista y pensador y amó por sobre todas las cosas la cultura de Francia y el liberalismo del Guayas decimonónico; y el mundo le pagó mal, fue injusto con él: Jamás fue llamado a ocupar una función diplomática, que hubiera honrado con su estro y su presencia, ni se lo convidó al reparto de los ministerios, y a la hora de los triunfos solo se fijaban en sus defectos!

Pepe Pino perteneció a una generación tildada de poetas malditos, los decapitados. La mejor generación jamás habida en el país, la más lírica, la más rica en expresiones estéticas. Diríase la única completa en lo que va del siglo. Sinembargo sus “Hermes” fueron segados impúdicamente en las aras absurdas de un medio municipal y espeso, donde el placismo rufianesco y bancario hacía libaciones de sangre, fijaba metas abstrusas, señalaba figuras chinescas y menguados arquetipos; destruida toda esperanza, la revolución de Concha en 1913 y la matanza del 15 de noviembre de 1922 fueron insurrecciones justas, acanalladas a bala y cañón hasta perderse por completo. De ellas no se quiso dejar ni la sombra de una sombra, según palabras de Raúl Andrade.

La generación de Pino de Ycaza del año 1918, nació bajo un signo cenital y al mismo tiempo fatal, fue de cumbres que se transformaron en cruces del mal. A unos poetas mató el hastío, a otros el suicidio, a los menos las drogas y no faltaron los engullidos y tragados por el medio hostil, por la vida diaria o “dorada mediocritas,” constante donde nada brilla ni nada sobresale. Por ello Medardo Ángel Silva, que fue el que más avanzó, terminó por aceptar el mal Saturniano de sus hermanos poetas y para escapar de él prefirió morir. Pino de Ycaza, en cambio sobrevivió prolongando sus días y hasta terminó haciendo romances, guiado por su amor a la España peregrina de 1.939 y murió agostado, de solo cincuenta y siete años, una madrugada de enero en que no le respondió su cansado corazón y como padre que vela por sus hijos nos dejó una obra diseminada en periódicos, revistas y libros. “Sándalo” tituló a su poemario. También publicó Romances de casa adentro, temas familiares como el de la Mamita Lola y el del general Alfaro. Hizo crítica en “Algunos Hermes del Modernismo”. Tiene joyas de prosa histórica en “Rostros Antiguos y Papeles Viejos”. Relatos hermosos en “Dos mujeres, dos ciudades” que levantó en su tiempo la polvareda regionalista de la capital y retratos morales en “Tres constructores de la República”, rápida y certera visión intimista de Rocafuerte, Montalvo y Carbo, libro considerado por Hernán Rodríguez Castelo como un modelo de estilo literario.

Pero falta otra obra que solo Luzbel sabe donde está guardada y que se estrenó con notable éxito en el teatro 9 de octubre de esta ciudad como poema en prosa y tituló “Al claro sol de los recuerdos”. Algún día aparecerá, estoy seguro, porque el genio nunca muere; solo que yo requiero que se me indique el año, el número de páginas de su libreto y la materia tratada en su argumento. ¡Querrá ese diablo que sí lo sabe, darme estos datos? Los requiero para una biografía de quién fue nuestro maestro y  amigo Pino, caballero de sueños, luchador de eternidades.

NUBLADO SOL DE LOS RECUERDOS Por José Guerra Castillo

El Dr. Rodolfo Pérez Pimentel que escribe ahora sabrosas crónicas donde recuerda mucho y olvida algunas otras cosas, nos ha traído a la memoria la obra “Al Claro Sol de los Recuerdos” que se estrenara en el teatro 9 de octubre de esta ciudad de Guayaquil hace más de treinta años, en 1948.

Cuando el Dr. Pérez Pimentel se refiere a “ese diablo, Luzbel, sabe”, se refería curiosamente a “P. Penacho”, que entonces tenía otro seudónimo muy español: “Curro Montes” y que fue calificado de “genio precoz” pues fue el autor del libreto teatral, el adaptador de la obra, escenógrafo y figurinista, autor del guión musical y actor de la misma, en el papel de “El Mal”, ¡No podía Ser de otra manera! …

Aparte de que le enviaremos el programa original al Dr. Pérez con la condición de que nos retribuya con obras de José Eusebio Molestina que él tiene y conoce y que, a no dudarlo, constituirían un suceso cómico el adaptarlas para ser representadas ahora va parte de la historia de “Al Claro Sol de los Recuerdos”.

Yo recuerdo que la madre Carolina que era muy buena pintora y muy buena persona, deseaba reunir dinero para construir el anexo del colegio La Inmaculada que ahora está en la calle 9 de octubre. Para levantar fondos, ella dio la idea al maestro Pino de Ycaza (que nos distinguía con su amable amistad y que con su característica voz ronquísima nos deleitaba con su conversación de inagotable cultura) para tal fin, el literato escribió una obra extensísima de más de trescientas páginas imposible de llevar a la escena, pues se hubiera necesitado un escenario monumental y tres docenas de artistas, pero como la madre Carolina era invencible, no me desalentó y nos alimentó y alojó en un hotel de Guayaquil que era propiedad de doña Zoila Naranjo de Noboa, madre de Luis Noboa, y que estaba situado donde ahora se levanta el Banco Central.

¿Por qué en ese Hotel?  Porque nosotros que habíamos llegado con una Comparsa de flamenco: Carmen Amaya, éramos ”extranjeros” en nuestra propia tierra. La madre Carolina nos “encerró” para que reescribieramos la obra y le diéramos una forma teatral, que desgraciadamente, no tenía, a pesar de su enorme mérito literario y poético.

“Al Claro Sol de los Recuerdos” era la vida de una mujer desde su nacimiento, pasando por todos los Sacramentos. gran libro se abría en escena y “dentro” de él se realizaban las secuencias.

Los personajes principales fueron: La Vida: María Luisa Grunauer. El bien: Juanita Klaere de Vallejo, La Poesía: María Isabel Zevallos Rendón: El Recuerdo: Margot Reyna de Carbo. La Primavera: María Delia Garcés y Garcés. “Los quince años”: Blanca Malnatti Parodi; La Novia: Betty Puig de Stagg y El Mal: Curro Montes.

La obra duró – a pesar de los cortes y adaptación- dos horas y media y tenía un prólogo, 3 actos, 12 estampas y un ballet: “Vals de las Flores: de Tchaikowski. La dirección escénica corrió a cargo de Paco Villar que interpretó el rol de “El Padre” y Elsy Vidal, “La Madre”.

El propio J. J. Pino de Ycaza dio lectura al prólogo y se mostró satisfecho del libreto escrito por P. PENACHO (Que ni pensaba en “nacer”)

Desgraciadamente no poseemos el libreto que quedó en manos de la madre Carolina y en la niebla de aquel claro de sol de los recuerdos.

La obra fue estrenada en función de gala la noche de un cuatro de noviembre del año 1948. Se reprisó tres ocasiones con gran éxito y reunió una suma respetable para construir el colegio que es orgullo de Guayaquil, gracias al empeño de la madre Carolina, al genio de J. J. Pino de Ycaza y el afán de éste “Vendedor de Ilusiones”.