422. El Vecindario De Mi Juvenilia (3)

En la esquina noroeste del boulevard y Boyacá (13) hacia 1.956 se construyó un edificio de cemento de seis pisos propiedad de Rosa Urbina Ortiz en cuyos bajos funcionó el salón Flamingo, del popular Chagra Ramos, donde se reunían a politiquiar los velasquistas, a conversar los caballeros noctámbulos y a desayunar un cafecito los músicos nocherniegos como J.J.  En un departamento alto a principios de los 70 vivió Walter Peter John con su familia (Su hija Elizabeth fue reina de belleza) Él era un honestísimo comerciante suizo en línea blanca y en alguna ocasión le advertí que cierto banco de la localidad estaba a punto de cerrar y me ofreció que de inmediato sacaría su dinero de allí. A la semana ocurrió el tan esperado cierre, don Walter me llamó a agradecer el soplo y aprovechó para decirme que su dinero lo tenía asegurado en un cheque certificado por el mismo banco. Perdió su plata, fue mi respuesta, y él me explicó con mucha seriedad que no, porque en Suiza un cheque certificado vale tanto como la palabra de Dios. 

En la vereda de esa esquina paraban los muchachos de La Maldita casi todos ex alumnos del San José. Siguiendo por Boyacá hacia el norte se levantaba la casa mixta que había sido hasta los años cuarenta de los hermanos Miguel y Jorge Arzube Payese vendida a Pompilio Ulloa Reyes. Donde los Arzube se crió desde el 43 el poeta Luís Olmedo Jaime, más conocido por su pseudónimo anagramático de Norgreví Matallá Golú, tomado del nombre de una chica que fue su gran amor no correspondido a quien envió una carta de despedida firmada así. 

Norgreví se hizo izquierdista, enfermó de cierta gravedad pero  le sanaron en LEA, salió y en una manifestación por el boulevard en 1.960 al grito de Cuba si Yanquis no, le persiguieron los pesquisas y al llegar a la esquina de Chile se volteó y comenzó a escupirles a la cara gritando “Soy tuberculoso” y todos salieron en fuga, dandole tiempo a esconderse en casa de un conocido.¡Inteligente el Norgreví, después contrajo matrimonio, fue a vivir en Quito, llegó a funcionario en el Banco Central, editó varios poemarios, etc. pero no le he vuelto a ver siquiera en cuarenta años. ¿Aún vivirá mi recordado amigo?

Por el boulevard, casi al llegar a García Avilés (14) estuvo la casa del presidente Emilio Estrada quien falleció de infarto en 1.911 recién casado con Lastenia Gamarra y Menéndez y fue velado con toda la solemnidad del caso en una Capilla Ardiente levantada en el primer piso, para el malecón, del edificio de la Gobernación del Guayas que se quemó en 1.917.

El extenso solar (15) obsequiado por el presidente Alfaro a la Sociedad Hijos del Trabajo daba a tres calles (Boyacá, Escobedo, P. Ycaza) En los bajos de su sede social existía una compañía del Cuerpo de Bomberos en cuyas paredes interiores lucían airosos siquiera media docena de grandes retratos al óleo de cuerpo entero de quienes habían sido sus comandantes. Recuerdo que todos lucían grandes bigotes. En su interior posaba el poeta Enrique Segovia, sujeto pálido y callado porque según el vulgo solo se alimentaba con tres vasitos de leche al día y un pan de vez en cuando que le obsequiaban los bomberos ya que era morfinómano. Vivía de sus discursos para las fiestas galantes y de quinceañeras. No bebía licor, mas por las tardes concurría a una cantina de mala muerte en Morro y Ballén, antro con sillas destartaladas sacadas a la vereda, cuyos dueños vendían aguacates, así llamaban unas botellas de cristal color verde que tenía forma parecida a esa fruta y contenían alcohol purísimo de 40 grados. Tan paupérrimo sitio servía de reunión a algunos notables intelectuales del puerto y por eso era conocido como La Casita de la Cultura o la CADECU.

Su padre había sido don Nicolás Segovia, de gente conocida de Ambato, quien a principios del siglo XX fue maestro en la escuela de la Filantrópica llamada la Universidad del Pueblo. Arriba del edificio y en el salón de honor se pasaba películas a precios módicos en un teatrito llamado El Eloy Alfaro con bancas de madera, pero el público ya estaba acostumbrado. Era, lo que se dice, un cine de barrio. Una noche a eso de las once se inflamó la película (que entonces eran de celuloide) empezaron a salir llamas de la pequeña sala de proyección y cuando la concurrencia vio cómo el proyectista escapaba escalera abajo, no quedó un alma en la sala. Recordando que en la esquina vivía mi amigo Augusto Pino Valverde en compañía de su mamá, le grité desde la vereda. Fideo (así se le conocía en el barrio por causas obvias) baja que la casa se quema. La mamá abrió pausadamente la ventana y me dijo: Joven, no moleste, no ve que estamos protegidos por los bomberos de la esquina. Vaya y llámelos. I cerró las chazas dejándome con un palmo de narices Valiente la señora 

En la esquina noroeste de Boyacá y P. Ycaza (16) se levantaba la casa de madera de Raúl Campos Morlás y allí fue velado su suegro el famoso periodista José Antonio Campos Maingón a) Jack the Ripper, muerto en Posorja el jueves 29 de junio de 1.939 de coma diabético, por haber bebido dos días antes tres frescos azucarados donde Olivares y por más que le dieron un purgante inglés e inyectaron insulina pasó a mejor vida. El velorio duró dos días dada la cantidad de público que concurrió, ya estaba jubilado y gozaba de fama de humorista, pues desde los veinte años escribía chistes y bromas habiendo comenzado con un semanario propio que tituló El Marranillo donde descubrió la gracia que salta tras la aparente tontería del montubio y las travesuras irritantes del chiquillo malcriado y zumbón. Sus émulos le decían sabio a lo Sancho Panza, pero él no les hacía caso, sus mejores amigos eran en Posorja Luís Vega, los hermanos Bohórques, el cholo Cacao oriundo de Palmar quien pasaba por “pueta” y otro al que le decían Papita Rellena porque era gordito y bajito; en Guayaquil su yerno Enrique Icaza Toral y los escritores Manuel María Valverde, Modesto Chávez Franco y Nelson Matheus Amador a quienes mantenía riendo con sus graciosos dichos y refranes. Entre sus rarezas aún se recuerda que dormía en hamaca, no apagaba el foco de su cuarto ni en la madrugada, tenía mala puntería porque tiraba las colillas de cigarrillo despreocupadamente al suelo sin atinar  a un artístico recipiente de  porcelana europea que su esposa colocaba para el efecto, escribía sentado con una de las pierna cruzada en posición de Buda, se zampaba cinco huevos al día: dos pasados en el desayuno, uno en el almuerzo hecho tortilla con ostiones y dos en la cena de cualquier otra forma. En 1.918 había escrito un artículo en broma sobre el corazón de Jesús y se corrió la bola que el Obispo le iba a excomulgar. Los universitarios decidieron hacer una manifestación de respaldo y avanzaron amenazantes hacia el Palacio Episcopal, pero fueron combatidos con chorros de agua por la policía ¿I el corazón de Jesús? Bien gracias. En “Poliedro Literario” Ismael Pérez Pazmiño le recuerda: La Charla de don José Antonio era un encanto, por su amenidad, sencillez, y gracia.