420. El Vecindario De Mi Juvenilia (1)

En 1.941  alquilaban mis padres un departamento en casa de nuestra prima María Teresa Aspiazu Carbo (hoy almacenes Eljuri)  manzana Noreste boulevard y Boyacá (1) En los bajos funcionó en los 40 la sombrerería de Macías que distribuía imitaciones en paño de los famosos sombreros Borselinos de fabricación italiana que no podían arribar al puerto a causa de la guerra,  al lado puso una señora judía  uno de los primeros salones de belleza para hacer la permanente, que entonces únicamente las hacían las peluquerías. Ella contaba que habiendo tenido que escapar de los nazis, solo pudo sacar una vajilla completísima de porcelana con los bordes esmaltados en azul cobalto y oro de 24 kilates pero que nadie se le podía comprar en Guayaquil por la pobreza imperante. Luego se inauguró en el local esquinero el primer Spa que tuvo la ciudad y llamaba “Sandra,” con servicios para hombres y mujeres, que dio mucho que decir, tenía todos los servicios: baños turcos con duchas de agua helada y alberca de agua caliente, masajes, depilaciones y tratamientos faciales y hasta llegaron a colocar unas enormes pestañas postizas que fueron la sensación.  Después estuvo la dulcería de los Bjarre. 

En la vereda y por casi treinta años pararon los mozalbetes de “Boca Nueve” (así les decían los viejos porque acostumbraban sentarse sobre el espaldar de los asientos de cemento del boulevard) y practicaban otras mañas calificadas de chabacanas por venidas de los Estados Unidos.

Al frente funcionaba el Hotel Astoria (2) hoy almacenes PYCCA. Desde uno de sus balcones para el desfile del 9 de octubre de 1.940 Vicente Cabezas Pérez gritó a su amigo Víctor Emilio Estrada, en son de burla, cuando éste desfilaba con las Guardias Nacionales. “¡Víctor Emilio, cuidado te caes del caballo ¡” provocando la risa de las masas. Cabezas tenía un carácter primario y era famoso en Guayaquil por sus bromas, algunas bastante pesadas. En ese hotel se alojaron el Profesor Antonio Jaén Morente y su secretario Rafael Euclides Silva Orquera al arribar para la fundación de la Escuela de Filosofía y Letras y como durante la invasión peruana se puso de moda discutir sobre las provincias orientales de Jaén y Mainas, cuando ambos paseaban por el boulevard el vulgo comentaba: Allí van Jaén y Mainas. 

En los bajos existió el Salón Roxi, el más lujoso de la ciudad, con almuerzos desde el mediodía y cenas bailables al atardecer. Sus propietarios eran Alejandro Teodoro Ponce Luque y Víctor Miraglia, gerenció por años el popular gringo Herman Mayer Blum, de familias judías de Hamburgo. 

Por el boulevard y al lado del Astoria estaba la casita de madera (3) de los hermanos Carlos Noboa Cook dentista y ex Gobernador del Guayas en los años 30 y Carmencita ex campeona de Tenis compartiendo honores con Leonor Arosemena Jaramillo. Él sufría una terrible asma bronquial que le mantenía en permanente asfixia y en las madrugadas pasaba asomado a la ventana tratando de respirar. A la muerte de dichos hermanos, una comunidad de monjas heredó la casa y la alquilaron al gran poeta José Antonio Falconí Villagómez que se acompañaba de sus dos hermanas igualmente solteras como él y famosas por elaborar las mejores de tortas de la ciudad. Después el edificio fue vendido a PYCCA.  

Al lado funciona hasta hoy la Primera Jefatura del Cuerpo de Bomberos (4) levantado sobre el amplio jardín de los Cook Arosemena. Los bomberos tenían la costumbre de tocar prolongadamente la sirena cuando los incendios eran declarados, para que todos los cuerpos se trasladen a combatir el flagelo, entonces la ciudad se paralizaba y las gentes entraban en pánico. También anunciaba las doce del día porque era la hora en que finalizaba la primera de las dos jornadas diarias de trabajo, con una sola pitada larga y escandalosísima. En cierta ocasión pasaba desprevenido por los bajos del edificio un caballero recién llegado de los bombardeos (que también se anunciaban en las ciudades de Europa con sirena) cuando justo dieron las doce, sonó la sirena y de la impresión salió gritando por media calle como un loco, provocando una congestión de tráfico y el desconcierto de los transeúntes, que terminaron explicándole que aquí no había bombardeos, pero hubo que atenderle hasta con un vaso de agua.

En la esquina del boulevard y Escobedo se alza todavía el edificio que fue Templo Masónico (5) donde José Gabriel Pino y Roca, grado 33, tuvo a cargo casi hasta su muerte en 1.930 las principales cátedras. Tras su remate por el Banco La Previsora, ésta lo vendió Ismael Pérez Pazmiño para sede de El Universo, hoy es sede de la Fundación del periódico.   

 Al frente, esquina sureste, por Escobedo, se levantaba un edificio de cemento con torre (6) construido por el Ing. Alfredo Tinajero Albornóz para el Dr. Juan Tanca Marengo en 1.931 y como meses más tarde dicho médico viajó con su esposa a seguir cursos de post grado en radiología y gastroenterología en la Salpetriere de Paris, con numerosos gastos pues vivieron ocho meses en el barrio Latino, de regreso encontró que era tan grande la crisis económica que se sufría en el Ecuador, que durante su ausencia ninguna casa nueva se había levantado en el boulevard y  tuvo que vender la suya porque estaba hipotecada. Durante su estancia en Francia convenció a su padrino monseñor Felix Rousilhe de volver al Ecuador, salvándole de los malos ratos que acarreó la invasión nazi a ese país. En los años 70 falleció en uno de los departamentos Deliecita Aguirre de Guzmán a consecuencia de una rápida obstrucción intestinal. Mi mamá la quería mucho. 

Al frente, hacia el boulevard, esquina noreste, aún se conserva el Petit Palace (7) de Alejandro Tola Pareja, heredado por su hijo Guillermo y luego por su nieta Clemencita, consulesa de Mónaco.  Al principio sirvió para oficinas como el Centro Filatélico y Numismático y consultorios médicos (Dr. Guillermo Molina. Dr. Oswaldo Barrera, Dr. Contreras Merizalde, a) Tanca Negro, etc.) A finales de los cincuenta fue residencia particular y en alguna ocasión sirvió para atender al Príncipe de Polignac, primo de Rainiero II de Mónaco, de paso por nuestra urbe. Esa noche se sirvió: Cocktail de langostinos de Galápagos y vino blanco. Crema de almendras. Filet Mignon de ternera a la pimienta negra y sus correspondientes guarniciones, y vino tinto, finalmente se brindó de postre un mouse de Naranjilla, que el Príncipe pidió permiso para repetir. El servicio lo puso el Hotel Humbold de Quito. El brindis con champagne corrió a cargo de Alberto Wright, pasaron al salón principal y Esperancita Matheus de Peña interpretó al piano “Cartas a Elisa” de Bethoven ¿Se quiere más?