402. La Valquiria y Los Parientes Guayaquileños

El jueves 10 de Julio de 1.944, a eso de las diez de la mañana, arribaron al cuartel general de Hitler ubicado en la Prusia oriental (actual Polonia) el Conde Claus von Stauffenberg, Coronel y miembro del alto mando alemán y su ayudante el Teniente von Haeften, pues se iba a realizar una reunión en presencia de Hitler para examinar el desarrollo de la guerra en el frente oriental ruso y después el Fhurer debía recibir la visita protocolaria del Duce Mussolini que llegaba de Roma.

La guerra se había prolongado, las ciudades estaban destruidas. El conflicto no tenía cuando acabar, empobreciendo a las naciones y causando millones de muertes, la persecución a las minorías raciales formadas por judíos y gitanos rayaba en genocidio. Los alemanes estaban cansados, existía un sentimiento anti nazi entre los militares, que fue canalizado a través de la Operación Valquiria cuyo objetivo era el asesinato de Hitler.   Stauffenberg y su Ayudante portaban dos poderosas bombas de fabricación inglesa que debían estallar en la reunión.

El bunker estaba siendo reparado, Hitler dispuso de un galpón de madera próximo, cómodo, espacioso, con grandes ventanales y como hacía calor se ordenó abrirlos. Eran veinticinco personas incluyendo a Hitler y Stauffenberg y todo iba desarrollándose con total normalidad cuando éste se alejó a un cuarto contiguo pretextando cambiarse de camisa, pero en realidad era para activar los dispositivos químicos que harían estallar las bombas en solo tres minutos. I cuando ya había preparado la primera, entró un Ayudante a conminarle para que regrese a la reunión, impidiendole activar la segunda. No está demás indicar que Stauffenberg era lisiado de guerra, pues durante la campaña militar en el norte del Africa a las órdenes del Mariscal Rommel, el jeep en que iba había sido ametrallado por un avión británico, a consecuencia de lo cual había perdido la mano derecha y dos dedos de la izquierda, aparte del ojo derecho.

Hitler presidía en el centro la reunión. Stauffenberg se colocó a metro y medio hacia la derecha y con gran disimulo colocó su maletín con la bomba, debajo de la grande y pesada mesa de roble y lo más cerca posible a Hitler. Entonces se volvió a retirar pretextando una llamada urgente de Berlín. En ese momento y de pura casualidad, uno de los generales asistentes chocó accidentalmente su pie con el maletín y lo apartó detrás de las gruesas patas de la mesa, alejándole de Hitler y salvando su vida. 

A las 12 y 40 de la mañana se escuchó la potentísima explosión que destruyó el galpón. Hubo cuatro muertos, numerosos heridos y contusos. Hitler entre éstos, pues la pesada mesa se elevó violentamente, le magulló la parte izquierda del rostro y quedó sordo de un oído a causa del estruendo provocado por la detonación. Después se ha dicho que, si se hubiera activado o simplemente colocado las dos bombas en el maletín, otro hubiera sido el resultado.

Stauffenberg y su ayudante iban de regreso a Berlín cuando escucharon el estruendo y comunicaron por radio que la Operación Valquiria había sido un éxito pero no era así pues los conjurados – a pesar de que en un primer momento tomaron posiciones en Berlín – fueron traicionados por el General Friedrich Fromm quien también estaba comprometido pero al final se volteó cuando esa noche Himler le hizo escuchar la voz de Hitler al teléfono, entonces tomó prisionero a Stauffenberg y a otros complotados, les hizo fusilar de inmediato para que no confiesen y enterrar con honores y condecoraciones, pero Hitler dispuso al poco tiempo que se exhumen los cadáveres y les retiren las medallas. Las últimas palabras de Stauffenberg fueron “Larga vida a la sagrada Alemania.”

La persecución a los conspiradores de la Operación Valquirias arrojó cinco mil muertes en los siguientes meses. Fromm fue acusado de conspirador y fusilado en marzo del 45.  Berthold Stauffenberg – hermano de Claus y notable jurista – fue llevado a juicio y condenado con otros más a la horca con una cuerda de piano ajustada lentamente a su cuello para provocarle desgarraduras dolorosísimas y una terrible agonía el 10 de agosto de 1.944. Nina von Lerchenfeld – esposa de Claus – quien estaba embarazada de tres meses de gestación, fue arrancada de sus cuatro hijos que pasaron a un orfanato en la Turingia con el apellido Meister mientras ella era internada en una prisión hospital hasta que dio a luz a una niña que también se la quitaron, y fue transferida a varios campos de prisioneros especiales, librándose de una muerte segura porque les faltó tiempo a sus carceleros para asesinarla, dada la cercanía de los ejércitos aliados. Después recuperó a su familia y murió tranquilamente de noventa y tres años el 2.006 tras reivindicar la memoria de su amado esposo, pero su madre no tuvo tanta suerte pues fue asesinada por el “atroz delito” de ser la inocente suegra de Stauffenberg.

I AQUÍ ENTRAN LOS PARIENTES

Cuando Pedro Robles y Chambers publicó en 1.938 su obra sobre los orígenes coloniales de las familias de Guayaquil, no imaginó que iba a ser requerido desde Alemania con grave urgencia pues se perseguía a todo quídam que pudiera tener por algún lado, aunque solo fuera una sola gota de sangre judía. 

I resultaba que la ciudadana alemana Olga Bohl y Elvers esposa del Conde Markwart  Stauffenberg – primo hermano de Claus y de Berthold – parecía que podía tener esa gota por sus ancestros sudamericanos, al punto que la SS la puso peligrosamente en la lista de personas sospechosas.

La Condesa Olguita se movió inmediatamente en el consulado ecuatoriano más cercano a su residencia y empezó a realizar preguntas entre sus primos de Guayaquil, quienes le refirieron que acababa de salir el Libro Verde, que era como se conocía a la obra de Robles y Chambers por el color que adornaba la portada y ella no demoró en escribirle pidiendo de urgencia un ejemplar. 

Los Bohl descienden de la familia Garaycoa de Guayaquil y constan en dicho capítulo, familia vasca por los cuatro costados estos Garaycoa,  sirvió para alejar toda duda sobre cualquier pasado judaizante, pues es bueno saber que debido a la pobreza de las tierra del paíss vasco, arisca, pedregosa, llena de grietas y precipicios, a nadie se le ha ocurrido ir a habitarlo, de manera que los únicos que por allí viven desde tiempos inmemoriales son los mencionados vascos, cuyo origen se pierde en la noche más tenebrosa del pasado, de manera que les han endilgado cositas tan feas como que son los últimos neandertales sobrevivientes, es decir, los últimos salvajes del cuaternario; otros autores – más generosos – dicen que pueden tener un origen caucásico pero nadie está seguro porque su idioma no tiene parientes linguísticos en ninguna parte del mundo y no ha faltado un autor atarantado que les da por principio el hundimiento de la gran isla Atlántida en épocas imposibles de precisar y los que no salieron nadando debieron embarcarse hasta arribar a Vizcaya. Mas lo cierto es que los vascos son un pueblo libre y altivo, compuesto de gentes talentosas y trabajadoras y todo lo malo que se ha dicho de ellos es pura fantasía y algo de envidia o maldad. 

Nuestra lejana paisana la Condesa Olguita, salvada de la SS por no ser judía en 1.939 cayó en la operación Valquiria en 1.944 – ella y su esposo el Conde – guardando prisión hasta el final de la guerra el 45 y no fueron fusilados por la intervención de una cuñada que era miembro activa de la fuerza aérea alemana – la Ludwafen – y amiga personal de su Jefe el Mariscal Goering, quien intercedió subrepticiamente para que no los maten.  ¿Qué otra aventura le sucedió?  Quedó viuda, vivió muchos años con sus hijos y falleció en su cama y en la tranquiulidad de su hogar en Alemania hace pocos años.