En 1.928 el doctor Manuel María Borrero González actuaba en Cuenca en calidad de Ministro Fiscal de la Corte Superior de Justicia del Azuay, cuando recibió una carta suscrita por los doctores Modesto Peñaherrera, Manuel Eduardo Escudero y Manuel Ramón Balarezo, Ministros de la Primera Sala de la Corte Suprema de Justicia y sus antiguos maestros universitarios en Quito, quienes le solicitaron que viaje a la capital a asumir las funciones de Ministro Juez de la recién creada Sala de Conjueces de la Corte Suprema.
Borrero viajó a Quito y al mes fue llamado por el doctor Peñaherrera quien le manifestó que había decidido retirarse a la vida privada acordando con los doctores Escudero y Balarezo que fuere él quien le reemplace.
Por esos años eran cinco los Ministros Jueces de la Corte Suprema de Justicia a saber: los doctores Balarezo, Escudero, José María Ayora, Pablo Vásconez y el saliente Peñaherrera, ejerciendo por turno la Presidencia en períodos de un año.
ASUME LA PRESIDENCIA DE LA SUPREMA
En 1.932 desempeñaba la Presidencia de la Corte Suprema de Justicia el Dr. Escudero, que se había posesionado el l de enero y a mediados de febrero le dijo: No quiero morir sin verlo de Presidente de la Corte y como a este paso a usted le faltan algunos años para ocupar tal dignidad, he resuelto renunciar a ella, acordando con mis compañeros que usted me reemplace hasta terminar mi período. Lo que efectivamente sucedió en marzo, actuando Borrero de Presidente hasta diciembre de ese año.
El 10 de agosto se instaló el Congreso Nacional y Borrero leyó su mensaje solicitando justicia gratuita y que los jueces percibieran una renta mensual y no solamente los derechos judiciales: terminando la pieza oratoria con la siguiente frase: Una justicia pagada, es una justicia comprada.
PERIODISTA POR PARTIDA TRIPLE
Ese año combatió al Presidente electo Neptalí Bonifaz Ascázubi a través de tres diarios capitalinos que se publican a las 8 de la mañana, a las 12 del día y a las 6 de la tarde. Como Presidente de la Corte sólo percibe S/ 800 mensuales de sueldo y era tanta la angustia económica que pasaba que, por continuar su labor en la prensa, una tarde, agotados los recursos, subió a la villa en que habitaba con su esposa Filomena Crespo Vega y le retiró el dinero de la comida de la semana, dejándola muy angustiada, como es de suponer.
Bonifaz fue descalificado en el Congreso Nacional por escaso margen de 46 votos a favor y 38 en contra de un total de 84 congresistas. Esa descalificación en gran parte se debió a la prensa chica que hacía conciencia en el país sobre la peruanidad del candidato triunfante.
El doctor Borrero estaba feliz, había triunfado su tesis y regresó a las sentencias, con la frente en alto y orgulloso por la labor cumplida.
Mas los partidarios de Bonifaz levantaron a las masas y se produjo la guerra de los cuatro días en Quito, corriendo la sangre hasta los tobillos como lo había anunciado Dn. Neptalí, con un trágico saldo de casi 1.000 muertos entre el obrerismo conservador, que pereció en las calles con el arma al hombro. Entonces el doctor Alberto Guerrero Martínez se encargó del mando supremo y convocó a nuevas elecciones ese año, triunfando el candidato liberal Juan de Dios Martínez Mera.
EL CONSERVADORISMO HACE OPOSICIÓN
AL GOBIERNO
El Congreso de 1.933 fue contrario al nuevo régimen y todo hacía prever que el bonifacismo – que aún continuaba fuerte – volvería a la carga en 1.934, capitaneado por un nuevo líder recién llegado de Francia y que convencía a todos con su distinguida apariencia y recia oratoria. Efectivamente, el doctor José María Velasco Ibarra, electo Diputado por la provincia de Pichincha, inició la oposición.
Ante este panorama Martínez Mera llamó a Borrero y le ofreció el ministerio de Gobierno para que reorganice el gabinete presidencial con algunos elementos de la oposición, entresacados del conservadorismo.
La situación era desesperada, pero Borrero ni rechazó ni aceptó la responsabilidad que se le ofrecía pidiendo tiempo para pensar. Por esos días habitaba con su familia en una casa de la Calle Colón y hasta allí se acercaron el General Francisco Gómez de la Torre y tres personas más de gran viso en el partido liberal.
– Doctor, le rogamos que nos acompañe a una reunión de directivos del partido porque queremos charlar con usted.
-Encantado señores, estoy a vuestra disposición. Vamos.
UNA HISTORICA ENTREVISTA
El doctor José Peralta presidía la reunión y a su lado había cuarenta liberales aproximadamente. De entrada, el viejo ministro de Alfaro le ofrecía a nombre de los presentes todo el apoyo necesario para el cumplimiento de la misión encomendada por el Presidente Martínez Mera. Borrero agradeció y contestó lo siguiente: Debo ser consecuente con el actual Presidente que ha confiado en mí a plenitud. Creo que la política del régimen debe ser de conciliación para atraerse a la oposición parlamentaria y gobernar en paz. Soy liberal como el que más; pero, si acepto la oferta que se me ha hecho esta tarde, de ocupar el ministerio de Gobierno, tendré que llamar a uno o dos bonifacistas para que desempeñen otros tantos portafolios.
El doctor Roberto del Pozo, personaje bajito de estatura, aunque muy exaltado y que también asistía a la reunión, gritó que el Partido Liberal debía morir antes que claudicar. Peralta le interrumpió y dio la razón a Borrero por razones políticas y cuando parecía que las cosas se encauzaban por canales de comprensión se levantó el invitado y dijo:
Señores, dadas las actuales circunstancias, prefiero no aceptar el Ministerio de Gobierno que se me ha ofrecido, porque soy liberal y no quiero tener la desaprobación de mi partido si me entiendo con la oposición y como esta es la única forma de salvar al gobierno, prefiero no intervenir.
Se hizo silencio entre los presentes y Borrero abandonó el salón. Estaba decidido. No intervendría en la política de esos días.
CAIDA DEL PRESIDENTE MARTINEZ MERA
La Constitución de 1.929 con sus muchos errores regía el 33. Cualquier Ministro podía ser interpelado por un diputado y si el Congreso le emitía un voto de desconfianza quedaba cesante en sus funciones. Esa fue la táctica que utilizó el Diputado Velasco Ibarra para desacreditar al régimen. Hubo quienes duraron un solo día porque al llegar a Quito, los recién electos conocían que habían cesado en el desempeño de sus funciones, aún no asumidas porque sobre ellos pesaba el temido voto de desconfianza del Congreso.
Sin embargo Martínez Mera gozaba de la confianza de lo más representativo del país que le apoyaba y de haber proclamado su dictadura disolviendo el Congreso quizá hubiera terminado su período en 1.936; mas, en la noche del 14 de octubre de 1.933, sin el apoyo de la Junta Suprema del Partido Liberal, abandonó la capital, siendo reemplazado por el Ministro de Gobierno, doctor Abelardo Montalvo, que se encargó interinamente del Poder y convocó a elecciones presidenciales para el período comprendido entre los años 1.934 – 1.938.
PRIMER OFRECIMIENTO DE LA PRESIDENCIA A BORRERO
A principios de 1.934 se instaló en Quito la Asamblea Nacional del liberalismo presidida por el doctor Modesto Peñaherrera, que ofreció a Borrero todo su apoyo para postularlo de candidato a la Presidencia de la República en representación del partido de las luces.
– Gracias Maestro, pero no me sacrifique usted. En efecto, siendo los bonifacistas mayoría en el Congreso y habiendo triunfado contra Martínez Mera era improbable una victoria liberal en esos momentos; por otra parte, el doctor Arroyo del Río ya había lanzado su candidatura sin consentimiento de los delegados y contaba con numerosos partidarios dentro del liberalismo. Había división y la Asamblea se disolvió sin lanzar candidato propio.
Borrero visitó dos días después a Enrique Baquerizo Moreno, delegado por el Guayas, hospedado en el Hotel Metropolitano.
¿Cómo es posible que no tengamos los liberales un candidato propio en estas elecciones?
¡Ya ve usted! El doctor Arroyo se ha lanzado sin consultar al partido y en estas condiciones no es posible apoyarlo y en las condiciones en que se le ha requerido para que se afilie, ha contestado que ya lo hará oportunamente y hasta hoy día lo cumple.
PERIPECIAS
DE LA PRIMERA DICTADURA VELASQUISTA
Meses después Velasco Ibarra ganó las elecciones por 50.880 votos derrotando al candidato socialista, doctor Carlos Zambrano, porque Arroyo no terció porque se había retirado, y asumió el poder el 16 de agosto de 1.934. Pasó un año e instalado el Congreso de 1.935 fue electo Presidente de la Cámara del Senado el Dr. Carlos Alberto Arroyo del Río, enemigo político del Presidente Velasco Ibarra, con quién se tenía una natural antipatía en razón de que ambos se sabían líderes y aspiraban manejar el país y al partido liberal, entonces mayoritario. Sin embargo, todo transcurrió en orden hasta que el 19 de agosto, intempestivamente Velasco se declaró dictador y ordenó la prisión de los miembros del Congreso reunidos desde el día 10 de dicho mes.
Ese día, como a las 9 de la mañana, estaba Borrero despachando un fallo en sus oficinas de la Corte Suprema, cuando de pronto oyó al doctor Segundo Alvarez, abogado del foro capitalino, que le gritaba desde la puerta:
-¡Doctor Borrero, el Presidente del Congreso pide asilo! ¡Venga rápido que se lo llevan preso!
Casi en la entrada y como a diez metros antes de llegar a las gradas, Borrero encontró al doctor Arroyo del Río en la más incómoda de las posturas; porque del brazo derecho le tiraban dos pesquisas, queriendo sacarlo a la calle y del izquierdo el alguacil Bustamante y un amanuese de despacho también lo halaban tratando de subirlo al recinto. Por supuesto que el doctor Arroyo igualmente, quería hacerlo; pero, no podía por los pesquisas, ¡el saco desvencijado sufría ante tantas sacudidas y amenazaba romperse!
-Insolentes, respeten al Presidente del Congreso, gritó el Ministro Juez Doctor Borrero y bajando las gradas de dos en dos amenazó con sus corpulentas doscientas libras a los pesquisas, pero no tuvo ocasión de pelear porque Arroyo quedó libre y subió con él, pasando por varios salones hasta llegar a la biblioteca. Minutos después una muchedumbre pedía su cabeza y tuvo que sentarse entre los Ministros Jueces de la Suprema, tomando estrados como en épocas pretéritas solían hacer los personajes importantes cuando probaban nobleza en la Audiencia. Estaba aclorado por el esfuerzo realizado y en forma rápida comentó que había salido del hotel Metropolitano situado en la esquina de la Plaza de la Independencia, con dirección a la Joyería de López, cuando unos pesquisas le habían intimidado prisión en nombre de la dictadura y por ser Presidente del recién disuelto Congreso, pero logró zafarse con ayuda de los pasantes de las Notarías, que salieron en su favor y entró a la carrera al vecino edificio de la Corte.
Su situación es crítica pues el local de la Corte no ofrecía ningún a seguridad. Borrero llamó a algunos embajadores pero nadie respondió. A las once y media llegó el Embajador en Misión Especial enviado por Venezuela para el traslado de los despojos mortales del Mariscal Sucre, que serían sacados del nicho en que reposaban y pasados al túmulo levantado en el interior de la Catedral y acompañó al doctor Arroyo al panóptico para que nadie abuse de su integridad. En la puerta de dicha prisión un hombre extendió el brazo sosteniendo una pistola e intentó disparar, mas el resuelto diplomático se la quitó y fue herido en la mano durante el forcejeo ¡El doctor Arroyo se salvó de una segura muerte casi por milagro!
Minutos antes y estando aún en la Corte, había querido subir a las azoteas del edificio para saltar al vecino ocupado por la familia León Larrea y solo la gran diferencia de altura entre ambas construcciones logró disuadirle en el ultimo minuto. Hubiera muerto en la caída, pero estaba decidido a correr el riesgo antes que ir a parar a manos de los esbirros que lo acosaban.
TRIUNFA LA CONSTITUCION
A LA UNA DE LA TARDE
Noventa minutos después de entrar Arroyo al panóptico, el presidente dictador cayó preso en la Casa Presidencial y fue llevado al Cuartel Calderón. A las cuatro de la tarde las turbas sacaron en hombros a los congresistas detenidos y entre ellos a los doctores Trujillo y Arroyo del Río ¿Quién entiende al pueblo?
A las cinco Borrero salió a la calle y quiso averiguar noticias, llegó al hotel Metropolitano y divisa una poblada frente a la casa de Sebastián Calisto, suegro del doctor Trujillo. Allá se encaminó, subió las gradas y divisó al doctor Arroyo que le dijo lo siguiente;
– ¿Qué le parece doctor Borrero? Mi plan resultó matemático.
– ¿Cuál plan? piensa, para sí el aludido y ambos se saludaron riendo; Trujillo, por su parte, le llamó y abrazó emocionado ¡De buena se han salvado! El Mayor Rafael Porras dijo a Borrero por lo bajo: -Venga conmigo, tengo orden de conducirlo a una reunión donde requieren su presencia.
NUEVAMENTE LE OFRECEN LA PRESIDENCIA
En el Cuartel de Artillería Bolívar hay quinientos jefes, oficiales y sargentos reunidos bajo la dirección del General Ricardo Villacres. A las seis arribó Borrero con el Mayor Porras. Entonces Villacres le dijo: – El Presidente está preso y el Gabinete ha cesado en sus funciones. Hemos solicitado al doctor Velasco Ibarra que le designe Ministro de Gobierno a usted para encargarlo del Poder Ejecutivo legalmente; pero nos ha contestado que no, porque dizque usted es demagogo. Nos ha cerrado la vía constitucional para superar esta difícil situación.
Ahora bien, de todas maneras, el ejército quiere que usted acepte la presidencia, por lo que formalmente le propongo que se encargue del mando con nuestro irrestricto apoyo.
Borrero pensó un momento y respondió:
– Gracias, señores; pero no puedo porque creo que no es lógico que el ejército a las once haya gritado Viva la Constitución; a la una aprese al Presidente Dictador y a las siete de la noche diga: Viva la dictadura del doctor Borrero.
– ¿Qué nos aconseja, entonces?
– Encarguen el mando a quien le corresponde. Al actual Presidente del Congreso Nacional doctor Arroyo del Río.
– Nada con el doctor Arroyo fue la respuesta unánime e injusta; Arroyo así pagaba con creces su natural arrogancia que le enajenaba simpatías y partidarios.
– Bueno señores, ruego me disculpen; pero esta es mi opinión y abandonó el salón dejando a todos estupefactos; mas, al poco rato, siguieron su consejo y trataron de que el ministro de Gobierno Antonio Pons renuncie para que pudiera subir Arroyo y al no conseguirlo tuvieron que apoyar al citado Ministro, quién asumió la presidencia constitucionalmente; ya por entonces los militares ecuatorianos se habían lanzado contra los políticos, creyéndose con derecho a quitar y poner mandatarios, herencia funesta que pesaba desde la revolución Juliana en 1.925, se había agudizado en la Guerra de los cuatro días en 1.932 en Quito y estaba más fuerte que nunca en 1.935 con la fallida dictadura velasquiata. Borrero asumirá la Presidencia de la República con todas las leyes recién en 1.938.